Así que cuando la decidida señora Harris recibe la oferta de acompañar a una clienta en su traslado a Nueva York, comienza a planear el modo de hacer que el niño y su padre se reúnan de nuevo. Tendrá que ingeniárselas para hacer pasar al chiquillo indocumentado por el control de inmigración y más tarde buscar al verdadero padre y de otra serie de enredos que se suceden a lo largo de esta aventura y que la incansable señora Harris solventa con su perseverancia, entusiasmo y capacidad de convencer a amigos y desconocidos para que se embarque en su loco proyecto. Su búsqueda del padre la llevará a recorrer la ciudad de norte a sur frecuentando barrios de lo más variopinto y conociendo ciudadanos de distintas extracciones sociales.
El tono jocoso de la narración alcanza desde la épica descripción de la protagonista y sus muchas virtudes, hasta los hechos que se relatan que, por muy disparatados que resulten, nos arrastran a acompañar a las dos ancianas en su aventura y a desear el feliz desenlace de sus peripecias.
"Tampoco le había oído nadie una queja a la señora Harris, jamás. Había enviudado a los treinta años, había criado, educado y casado a su hija, se había mantenido ella sola sin perder la dignidad, y todo de rodillas y con un cepillo, o encorvada sobre un paño y un trapo, o delante de unos fregaderos repletos de platos sucios."

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