La novela esta protagonizada por la señorita Mildred Lathbury, soltera o, como ella misma se denomina, solterona, a pesar de que sólo ha superado por poco los treinta años de edad, aunque se entiende que en la Inglaterra de los años cincuenta esta ya se considera una edad en la que la opción del matrimonio se complica. Sus relaciones sociales fuera de su trabajo no son muy variadas: frecuenta a una antigua compañera de estudios, soltera como ella, al vicario de su parroquia y a la hermana de éste, además de los más habituales feligreses de su iglesia. Su rutina se trastoca un poco cuando llegan unos nuevos vecinos a su edificio con los que, además debe compartir el único baño del edificio: Helena Napier es una joven antropóloga y su marido, Rocky, un marino que acaba de regresar de su último destino en Italia. La pareja se aleja bastante de la idea que Mildred tiene de lo que debe ser un matrimonio convencional. A pesar de sus reticencias iniciales, no le quedará más remedio que tratar de llevarse bien con sus nuevos vecinos en cuyas peripecias sentimentales se verá involucrada de alguna manera, pero que también ampliarán su visión del mundo y de las posibilidades de crecer intelectualmente y despiertan sus inquietudes culturales.
La de la señorita Lathbury es una vida más bien anodina, sin emociones destacables, aunque tampoco sería justo considerar que no cuente con alicientes para ser feliz; si bien sus actividades sociales se limitan a ir a misa, colaborar en mercadillos benéficos o tomar té con su párroco, también hay que reconocer que es una mujer inteligente, aguda y resolutiva. Es bien cierto que ella misma se considera incluida dentro de ese grupo que se suele denominar como mujeres excelentes, solteras serviciales a las que siempre se puede acudir en busca de apoyo, activas en su comunidad, siempre dispuestas a salir al auxilio de todos los que la rodean, a ayudar o a consolar o, como mínimo, a preparar una taza de té cuando más se necesita.
Mildred se reconoce dentro de esta categoría pero también se enorgullece de ser una mujer independiente, que vive de su trabajo aunque este sea poco valorado, si bien lo que más lamenta es considerar que, como soltera que es no será nunca una persona indispensable, no está en el primer lugar en las preferencias de nadie como le sucede a las que cuentan con marido o hijos. Pero Mildred no es la clase de mujer cuyo destino pasa por casarse y depender de un marido, aunque eso no quita para que desee ser valorada y tenida en consideración.
Tras mi estreno con la obra de la Pym, puedo decir que la lectura me ha parecido entretenida y me ha gustado el fino sentido del humor que recorre toda la novela donde se plantean pequeños dramas cotidianos que se resuelven con ingeniosos y sensatos remedios. Lo más destacable de esta novela, en mi opinión, son sus personajes que actúan con gracia y desparpajo y se hacen de querer, además del brillante retrato de la sociedad londinense de la inmediata posguerra, con esas mujeres independientes que se cuidan a sí mismas y salen adelante solas y no consideran la opción del matrimonio como un requisito para vivir plenamente. No se puede negar que la Pym forma parte con todo mérito de esa generación de estupendas escritoras británicas de mediados del siglo XX como pueden ser la Fitzgerald, la Thirkell, la Howard o la Spark, a las que tan aficionada me estoy volviendo últimamente. Y con las que espero seguir disfrutando por mucho libros más.