lunes, 27 de abril de 2015

Los cuerpos extraños

Me lanzo con bastante retraso a la lectura de la última entrega, hasta el momento, de la serie de Lorenzo Silva protagonizada por el brigada de la Guardia Civil Bevilacqua, acompañado de su ya inseparable compañera, la sargento Chamorro y del posteriormente incorporado cabo Arnau. En "Los cuerpos extraños" nos enfrentamos con los protagonistas a un nuevo caso que debe investigar la Brigada Central del Cuerpo. En esta ocasión se trata del asesinato de la alcaldesa de una localidad costera levantina en la que aparecen elementos propios de la más rabiosa actualidad centrados en la corrupción política, la especulación inmobiliaria y, en general, la decadencia social y moral del país, frente a la cual, sin embargo, encontramos afortunadamente y de vez en cuando con personas que se niegan a dejarse llevar por la corriente, a aceptar la ilegalidad y a enriquecerse con ella, elementos que no se adaptan a las circunstancias y deben ser expulsados del sistema, como ocurre con los cuerpos extraños cuando se introducen en un organismo. Ese parece haber sido el caso de la alcaldesa que, presuntamente, ha sido eliminada por enfrentarse a la corriente mayoritaria que no comprende el servicio público como tal servicio, sino como medio para medrar y obtener beneficios. Y en esa línea se encuentran también los guardias civiles que, como en el resto de las novelas de Silva, son los "buenos" de la historia, servidores públicos que tratan de desenmascarar a los delincuentes basándose en sus firmes principios y la creencia absoluta de que el mal no debe triunfar.

Verdaderamente se agradece el espíritu que se respira en las novelas de Lorenzo Silva en las que, junto con toda la miseria humana que se nos muestra, como no puede ser de otro modo al tratarse de casos de investigación criminal, siempre se nos presenta la otra cara del ser humano, la honradez de los guardias civiles y su trabajo serio y profesional que lleva a la resolución de los casos y al triunfo de la justicia. Y es que el lector se encuentra en este caso siempre del lado de los buenos, a través del relato narrado en primera persona por el protagonista, el brigada Bevilacqua, vamos siguiendo los acontecimientos a la vez que nos acompañan constantemente las reflexiones que, al hilo de sus indagaciones sobre el caso a investigar, va realizando éste sobre la actualidad nacional, la condición humana en general y los diversos asuntos que le preocupan a él personalmente, desde futuro de su hijo ya universitario hasta las relaciones con los distintos miembros de su equipo, sus asuntos personales y afectivos, asuntos, en general, que no se diferencian mucho de los que nos preocupan e interesan al común de los mortales. Así pues, a pesar de estar siempre rodeado de delincuentes y criminales, o tal vez precisamente por eso, Bevilacqua se esfuerza por afianzar su confianza, y de paso la nuestra, en que la bondad es posible, en que siempre quedarán buena gente, personas justas y decentes por las que vale la pena llevar adelante el trabajo que realiza.  

Sin duda, los investigadores de la Guardia Civil que nos presenta Silva están muy lejos de los policías de las películas o las novelas clásicas, son persona totalmente de andar por casa, con sus problemas cotidianos, sus asuntos familiares y conflictos laborales, pero todo ello no quita para que sean capaces en cada novela de alcanzar la resolución de los casos que se traen entre manos gracias a un trabajo serio y profesional y a su probada capacidad, perspicacia y buen hacer. Una visión optimista, por tanto, de nuestros cuerpos de seguridad, luchando incansables contra el crimen y todo ello contado con frescura y buena pluma, con una narración ligera, ágil y que se lee con agrado. 

lunes, 20 de abril de 2015

El corazón helado

Hacía muchos años que no leía nada de Almudena Grandes, a pesar de que no hay una sola de sus novelas que no venga acompañada de un enorme éxito de crítica y público, como dirían las crónicas antiguas. Y lo cierto es que el recuerdo que tenía de su escritura, tanto por "Atlas de geografía humana" como por "Los aires difíciles" era muy bueno, pero así y todo he tardado bastante tiempo en reencontrarme con ella a través de esta novela, "El corazón helado", una novela con trasfondo en la Historia reciente de España a través de varias décadas y llegando hasta nuestros días, enlazando en la trama las vivencias de dos familias en una historia que proviene de la Guerra civil que cada una vivió en un bando: los Carrión que se situaron en el lado de los que la ganaron y prosperaron posteriormente y los Fernández, que la perdieron, tuvieron que exiliarse y sólo a la muerte de Franco regresaron a su país, si bien con con la amargura de los años perdidos y de las injusticias padecidas. Los descendientes de aquellos padres viven ahora en un país que no distingue ya bandos ni sufre represalias de ningún tipo, pero las afrentas personales sufridas en el pasado, no puede dejar de marcar sus relaciones personales, de pesar sobre sus sentimientos hacia aquellos que una vez fueron los enemigos. Las dos tramas temporales se desarrollan en distintos escenarios, Somosierra, París, el frente ruso, la España de la posguerra y la sociedad actual, pero fundamentalmente Madrid, tanto en época de guerra como en el tiempo presente la autora se pasea por su ciudad y la retrata con gran viveza, la disfruta y la exprime como si de un personaje más se tratara. Las historias familiares, de amistad, amor y también de enfrentamiento y odio se entrelazan en una novela extensa pero que no se hace larga, con constantes idas y venidas entre distintos momentos del pasado al presente en los que los lazos familiares, las venganzas y las cuentas sin cerrar continúan cruzando los caminos de las dos familias donde los secretos y las mentiras del pasado llegan hasta hoy día, hasta la pasión entre Raquel y Álvaro que no pueden sustraerse de lo que sesenta años antes ocurrió en su país.

Sí es cierto, y creo que no puedo dejar de mencionarlo, que el relato está fuertemente marcado por la ideología de la autora: el retrato de las familias protagonistas es el retrato de las dos Españas que se enfrentaron en la Guerra Civil, una división que sería deseable que, a estas alturas del siglo, estuviera resuelta pero en la que Almudena Grandes toma partido definitivamente por los republicanos dignos, buenos y valientes frente a los nacionales "inmorales, sin dignidad ni corazón" aprovechados, ventajistas, indignos, crueles, miserables y oportunistas, mientras que se mantiene una defensa acérrima de las acciones de la izquierda de las que sólo llega a mencionar en algún momento que se dieron "crímenes individuales y espontáneos de la zona republicana". Y esto se manifiesta en las acciones y las actitudes de los personajes, no sólo de los que participaron en la guerra, sino incluso de sus descendientes. No puedo evitar mis dudas sobre la afirmación de que solo hubo personas decentes en el lado de los republicanos, no es posible que eso haya sido así y menos aún continuar hoy juzgando a las personas por el bando en el que lucharon sus abuelos, arrastrando los enfrentamientos, los rencores o las venganzas de generación en generación.

Al margen de esta escora ideológica evidente, que si bien no me sorprende conociendo como conozco previamente a la autora y su pensamiento, sí que me ha estorbado en ocasiones en lo que se refiere al fondo, nunca a la forma de la novela, no puedo dejar de reconocer que el resultado es literariamente impecable. Ha sido un placer reencontrarme con el estilo narrativo de Almudena Grandes, con la riqueza y la generosidad de su prosa que no racanea las palabras que brotan abundantes, incansables, componiendo frases largas, completas, llenas de adjetivos adecuados, de descripciones certeras, que transmiten pensamientos que nacen y giran y extienden sus ramas hacia otras ideas y nuevas frases, que cuentan y recuentan, recuerdan y reviven, se enlazan unas con otras y arrastran al lector en una experiencia gozosa de lectura. Y es que es un auténtico placer adentrarse en el estilo narrativo de la autora de la que destaca la construcción de sus personajes llenos de matices, de luces y sombras, personas de a pie que resultan siempre creíbles, unos personajes que llegan a superar al propio argumento que no deja de ser rico y evocador, que nos hace revivir los distintos escenarios y épocas que retrata. Una novelista magnífica, sin duda, Almudena Grandes capaz de crear todo un universo, transportarnos en el tiempo y hacernos vivir otras vidas a través de su escritura.

martes, 14 de abril de 2015

El proyecto esposa

Me lo he pasado verdaderamente bien con esta novela de Graeme Simsion en la que se nos presenta a un original y muy peculiar protagonista: el excéntrico Don Tillman, investigador universitario de mediana edad que cree llegado el momento de emprender un nuevo proyecto de investigación basado en el método científico; en este caso se trata de lo que él mismo bautiza como el "Proyecto esposa" que da título a la novela. A primera vista parecería que a un sujeto como Don, inteligente, sano, con buen sueldo, no debería resultarle difícil encontrar una pareja, "alguien capaz de proporcionar estímulo intelectual, compartir actividades y quizá llegar hasta el apareamiento". Esta no parecería en principio una misión complicada si no hubiera que tener en cuenta que Don no se desenvuelve precisamente con soltura entre las convenciones sociales, que se trata de un absoluto "inepto social", como se describe a sí mismo. El protagonista es tan odioso como adorable, tan divertido como insoportable, un trasunto, sin duda de otro personaje de ficción por el que no ocultaré mi pasión: el doctor Sheldon Cooper, estrella indiscutible de la serie televisiva "The big bang theory". No digo que uno copie al otro, simplemente que comparten rasgos psicológicos muy destacados. Las claras similitudes entre ambos personajes me inclinó desde un principio del lado de la simpatía hacia este extraño personaje por cual me siento tentada a aceptar sus rarezas como normalidad absoluta, a admitir con él que los convencionalismos sociales no son en muchos casos más que absurdos e irracionales, imposibles de ser asumidos por una mente científica y analítica que se guíe exclusivamente por parámetros lógicos.

Así pues, asistiremos al proceso de búsqueda de esposa fundamentado en la realización de una serie de cuestionarios que se facilitarán a las candidatas que parezcan apropiadas para ocupar el puesto y por el que se les valorará en función de unos criterios estrictos encaminados a medir su idoneidad para dicho papel, criterios basados en sus hábitos de salud, antecedentes familiares, nivel cultural... todo tipo de parámetros entre los que no se incluye ningún elemento que tenga nada que ver, ni por asomo, con los sentimientos y las emociones. Porque Don no está preparado para que el amor entre a formar parte de su universo, no es una variable que incluya en sus cálculos, ni siquiera sabe cómo identificar ese sentimiento. Pero el mundo se empeña en basar las parejas humanas en ese tipo de sentimientos y ahí será donde Don deba combatir su más dura batalla.

No sé si es posible que exista una persona con las características psicológicas tan acentuadas como las que muestra nuestro protagonista o si se trata de una exacerbación extrema del síndrome de Asperger que tan bien conoce nuestro investigados. En cualquier caso, y si fuera posible que se diera, sospecho que no debererá ser demasiado fácil convivir con él, con esos estrictos horarios e inamovibles rutinas, con esa racionalización de todos los actos y acciones diarias. Don no entiende de ironías, de dobles sentidos, de las convenciones sociales, de falsa modestia, mentiras piadosas... para él las cosas son como son y se dicen como se piensan y ello no lo convierte, precisamente, en el personaje más popular en su universidad. Pero lo cierto es que me lo he pasado genial con la historia de Don Tillman, su visión del mundo es en ocasiones tan acertada y nos pone ante los ojos lo absurdo que, con demasiada frecuencia, resulta el comportamiento humano que he disfrutado riéndome de mí misma, riéndome de tantas cosas ridículas y sin sentido que hacemos todos a diario, más aún cuando caemos presa del sentimiento amoroso  y el modo en que asumimos como esenciales todos esos convencionalismos irracionales para mantener a flote nuestra vida social y personal. Una experiencia divertida y recomendable la de esta novela romántica y humorística a partes iguales que garantiza indudablemente un buen rato de lectura.

viernes, 10 de abril de 2015

Mendel el de los libros

En esta brevísima novela, "Mendel el de los libros", que se lee en unas pocas horas, Stefan Zweig plasma con sutileza y acierto el espíritu cultural de la Europa central previa a las grandes guerras mundiales, cuando era posible que un hombre viviera por y para los libros, sin importar su nacionalidad, su origen o su pasaporte, arrinconado frente a una mesa en uno de los muchos cafés de Viena, sólo pendiente de sus lecturas y sus libros, en unos días en los que aún era indiferente que uno fuera ruso o austriaco, francés o inglés, cuando el lenguaje de los libros era común para toda Europa, cuando no había enemigos sino conciudadanos unidos en la gran nación de la cultura. Tal vez esto no es más que un ideal que nunca llegó a ser completamente cierto, pero sí que es el ideal en el que Zweig estaba convencido de vivir él mismo y así lo refleja a todo lo largo de su obra, en especial en su autobiografía "El mundo de ayer"

El protagonista de esta novelita es ese hombre para el que los libros lo son todo, con una prodigiosa memoria donde caben todos los títulos, las ediciones, los autores, un hombre que vive ajeno al mundo exterior, ajeno a la prensa, a la actualidad, a la política e incluso a la guerra. Mendel compra y vende libros pero, sobre todo, proporciona información sobre cualquier volumen publicado, sobre cualquier tema que se haya escrito, sobre cualquier autor por antiguo o desconocido que sea. Pero la guerra pasa sobre Mendel como pasó sobre Austria, sobre Europa y sobre la humanidad y ya nada volvió a ser lo mismo.
"Mendel ya no era Mendel, como el mundo no era ya el mundo"
Zweig demuestra su maestría en condensar en un breve relato todo un mundo en decadencia, en retratarnos con profundidad un personaje y su entorno, reincidiendo en su tema constante: el fin de la Europa que él conoció y que fue aplastada por las guerras mundiales. La historia de Mendel es también una denuncia del horror de la guerra, de la victoria del absurdo y la barbarie sobre el conocimiento y la cultura, del fin del humanismo y su sustitución por el mercantilismo, por la primacía del precio de las cosas por encimo de su valor. Mendel es la víctima del triunfo de la barbarie sobre la razón, ese es el gran tema que Zweig nos transmite de manera magistral en estas pocas páginas que valen más de lo que ocupan y que merece la pena dedicarles ese breve rato para recapacitar sobre todo aquello que el hombre ha sido capaz de crear y también de destruir.

lunes, 6 de abril de 2015

El balcón en invierno

Tengo una especial predilección por las novelas biográficas, por los relatos en los que el autor nos permite asomarnos a su vida y a sus mundo y esta última obra de Luis Landero, "El balcón de invierno", es una excelente oportunidad de conocer más a fondo a uno de las grandes figuras de la narrativa nacional, además de acercarnos a través de su experiencia personal a lo que fue la vida de tantas personas que crecieron en los últimos años del franquismo, que procedentes de las zonas rurales vivieron o padecieron la fuga masiva de población a las ciudades, el abandono del pueblo, la urbanización acelerada de las capitales y la aparición de una nueva clase de pobreza de los que no disponían ya del medio de vida que aseguraba el mundo rural y malvivían entre la abundancia engañosa de la nueva prosperidad urbana. Pero ese cambio de escenario también supuso el descubrimiento de un nuevo mundo de posibilidades, de una realidad que no es que no conociesen antes, sino que no existía hasta entonces, la modernidad, el bullicio de las ciudades y la posibilidad de convertirse en cualquier cosas que antes ni siquiera se hubiera podido ni imaginar.

El autor se presenta a sí mismo desde su primera infancia y juventud como un ser dividido entre abundantes dilemas que conviven en la misma persona, su disyuntiva entre el campo y la ciudad, entre sus deseos y los planes de su padre, el sentirse fuera de sitio tanto entre los obreros como entre los estudiantes, los pobres y los burgueses, porque en su familia eran de todo eso pero no era nada tampoco: emigrados a Madrid desde Extremadura, con tierras de las que obtenían rentas no eran ni adinerados ni pasaban necesidades, no acaban de integrarse en la ciudad, con una constante añoranza de la vida del pueblo, del campo y sus placeres.

Y sobre todas estas vivencias se cierne siempre la sombra de la figura de su padre, de las aspiraciones que tenía en el hijo que incluso después de muerto lo persiguen con la certidumbre de no haber sido nunca el hijo que deseó, de no haber alcanzado las expectativas que sobre él tenía de que estudiara y se convirtiera en un abogado de éxito, en ingeniero, que pudiera presumir ante la gente gorda del pueblo. El autor es el adolescente que a la temprana muerte del padre queda convertido en cabeza de familia y que no sabe hacia dónde dirigirse con su propia vida, una vida que él mismo confiesa que durante tantos años nunca encontró su camino, su vocación, su lugar en el mundo, el joven Landero alterna sus estudios con trabajos diversos sin saber a qué se dedicará, sin encontrar su sitio, sin decidir cómo se ganará la vida, si de obrero, de guitarrista, si estudiar o seguir trabajando en lo que surja:
"...y ese ha sido siempre el signo de mi vida, la ambigüedad, el desarraigo, el merodeo, la vaguedad de los contornos, la indefinición de las tareas."
Este no sentirse parte de ningún grupo ni de ninguna clase ni de ningún colectivo, este encontrarse extraño en todas partes, de no saber nunca ni él mismo qué quería hacer de su vida, le llena de sensación de tristeza, de fracaso permanente. Hasta que por fin llega el descubrimiento de la poesía como destino necesario, su tardía y autodidacta relación con los libros y el surgimiento de su verdadera vocación, su destino definitivo que habría de ir unido necesariamente al mundo de las letras.

Todos estos recuerdos van aflorando mientras se encuentra acodado al balcón de su casa, junto a su madre, poco después de haber muerto su padre y en un simulado diálogo que en realidad es un monólogo en el que va desgranando una autobiografía de los sentimientos, de los afectos, de los temores y de las ausencias que le perseguirán para siempre, yendo adelante y atrás en el tiempo a lo largo de su historia personal y de la de su familia, desde sus orígenes rurales hasta su presente urbano. En otros momentos lo encontramos en el momento actual, angustiado frente a una hoja en blanco o ante una novela que no termina de cuajar, pero todo el rato continúa el mismo discurso en el que el autor nos abre su corazón y nos muestra sus orígenes, su evolución como persona y escritor y las bases sobre la que se edifica todo su mundo personal y creativo, su infancia y su pueblo como paraíso perdido del que una vez tuvo que salir para enfrentarse al mundo y nos lo cuenta con intensidad, nostalgia, una evocación de lo que se perdió en el tiempo y que sin embargo siempre le acompañará como memoria de aquello que lo configuró como persona y que el autor nos concede el placer de compartir con él.
"Y pasó el tiempo, y el pueblo y el campo fueron quedando atrás, cada vez más atrás, pero ya inalterables en el ámbar de los recuerdos y sentimientos infantiles, ajenos a las mudanzas del tiempo, congelados en la memoria para siempre."

miércoles, 1 de abril de 2015

Del color de la leche

Sorprende desde la primera línea esta novela de Nell Leyshon, de título "Del color de la leche". Así es el color del cabello de la protagonista y autora en primera persona de la narración que sorprende, como decía, por la ausencia de mayúsculas, por las frases cortas, por su tono plano, monótono, a través del cual Mary nos cuenta de su propia mano su vida en la granja, con sus tres hermanas, sus padres y su abuelo enfermo. La miseria más allá de la pobreza en la que vive la familia, sumidos en la ignorancia y el analfabetismo, su falta de horizontes más allá de las tareas de la granja, con una vida reducida al nivel de los animales a los que cuidan: se despiertan con el sol, comen cuando les urge el hambre. Todo esto lo acepta Mary como la única opción para una pobre niña que une a su incultura su propia estulticia, sus escasas entendederas que junto a su minusvalía física, a esa pierna inútil que arrastra tras de sí, la convierte en la menos valorada en su casa, sólo superada en inutilidad por su abuelo postrado en cama. Pero es justamente su abuelo el único familiar que significa algo para ella, el único que la aprecia y confía en su valía, por lo que lo visita con frecuencia en el cuarto donde permanece arrumbado, ignorado por resto de la familia que sólo espera su muerte que los libere de tener que ocuparse de él.

Inesperadamente a Mary le surge la oportunidad de salir de la granja, de trasladarse a la vicaría para ayudar a atender a la esposa enferma del vicario. Fuera de su mísera casa descubre otra forma vida: la limpieza, el orden, la urbanidad, el gusto por la belleza y los libros. Mary, que desconoce las maneras formales, los más básicos usos sociales, también desconoce la mentira y el fingimiento: su boca habla lo que le dicta su mente sin engaño ni mala intención, sin pretender adular ni aparentar, pero también tiene buen juicio y conoce a las personas y es trabajadora y honrada. Esta extraña criatura se enfrenta a lo que le depara el mundo y lo acepta sin rencor, sin plantearse otra opción que dejarse llevar, aunque dejando clara siempre su postura, si no está contenta no tiene porqué aparentar que lo está. Sólo cuando se le presente la posibilidad de aprender a leer se encenderá en su interior algo parecido a la ilusión, a la posibilidad de alcanzar un logro, de salir de su vida sin aspiraciones y elevarse a un nivel que nunca pensó en alcanzar y obtener su mayor recompensa: el orgullo por parte de su abuelo. Pero tendrá que dar algo a cambio de ese logro, algo que marcará el destino de su vida.

Tremendamente cruda y llena de sinceridad, el relato nos transmite muy bien la personalidad de la protagonista, el esfuerzo que supone para ella elaborar un discurso escrito, su firme intención de dejar constancia de lo que ocurrió, de transmitirnos su versión y es difícil quedar indiferente ante el testimonio frío y al tiempo intenso de Mary, ante la justicia poética que destila la dramática historia de la joven de los cabellos del color de la leche.