"La sonata del silencio" es una de esas novelas que te dejan una cierta marca en el corazón, más o menos intensa, pero marca al fin y al cabo; es una historia que permanece en tu memoria durante mucho tiempo, sus personajes, sus escenarios, la viveza con que te transportan hasta una época fielmente dibujada, a una sociedad como la España de los años 40 con su dureza, la miseria económica y moral, el silencio impuesto por la uniformidad ideológica donde el poder está en manos de unos pocos que lo ejercen con escasa justicia y demasiada arbitrariedad, la sumisión de los que no resultaron beneficiados al imponerse el nuevo régimen, no ya desde el punto de vista político, ya que en esta novela no se habla apenas de política, sino desde el punto de vista de las injusticias sociales, del desigual reparto de los privilegios, del bienestar y, especialmente, de la libertad. La novela de Paloma Sánchez-Garnica es, fundamentalmente, la historia de una gran amistad, la de Antonio Montejano y Rafael Figueroa, o más bien, de lo que queda de ella y del devenir de las familias de ambos una vez que esta amistad se pone a prueba de la manera más dura y la relación queda rota sin posibilidad de arreglo pero al mismo tiempo ambos quedan amarrados el uno a otro, sus vidas unidas irremediablemente. Las dos familias conviven en la misma escalera, las hijas, Elena y Julia, son íntimas amigas, cada una sometida a las reglas sociales del correspondiente grupo social al que pertenecen; las esposas no pueden ser más diferentes: Marta Ribas, esposa de Antonio, es una mujer culta, de origen refinado y cosmopolita, que se ve atrapada en una existencia de miseria y humillaciones de la que no se ve capaz de escapar, mientras que Virtudes es la orgullosa esposa del notario Figueroa, opulenta y mezquina, cumplidora de las convenciones sociales y religiosas e implacable con lo que considera que debe de ser el papel de una devota y entregada esposa y madre de familia.
La historia de la novela nos cuenta cómo la amistad entre Antonio y Rafael es puesta a prueba cuando Antonio debe dar la cara por su amigo, de lo que resulta que Antonio nunca llegará a ser acusado de nada pero con su paso por la cárcel la suerte le volvió la espalda: los Montejano perdieron su negocio, su casa, su buen nombre y la posibilidad de llevar adelante un vida digna en la España de las grandes diferencias sociales. Hundidos en la miseria, viven de la caridad de su amigo Rafael, más que acomodado gracias a su puesto de notario. Y es que cuanto mayor es una amistad más duele la traición y Rafael no podrá dejar de sentirse culpable de la injusticia que hundió a su amigo en la miseria y trata de limpiar su conciencia ayudando a la familia Montejano, si bien también tendrá ocultos motivos para desear, en el fondo, que su amigo no termine de salir de su desgraciado estado. Se encontrará de frente con el tozudo orgullo de Antonio que se niega a vivir de la misericordia ajena y trata de ser capaz de mantener a su familia por él mismo.
La novela está plagada con todo un mosaico de personajes riquísimos llenos de claroscuros, donde abundan los retratos de seres humanos que se mueven en un ambiente general de amargura y miseria moral, junto con la miseria puramente económica, la de personas que pasan grandes apuros para salir adelante honradamente frente a miembros de la clase acomodada que vive de espaldas a la triste realidad de la gran mayoría de la población. Lo más triste de todo lo que nos muestra esta novela es el papel de la mujer en la España de la posguerra, sometida absolutamente a su marido, al confesor y a las estrictas normas de falsa moral donde la decencia o la imagen de decencia que dé una mujer es la que la convierte en honrada; una moral que no le permite vivir de su propio trabajo, algo que sólo está permitido a los hombres o a las mujeres pertenecientes a las más bajas clases sociales, aquellas mujeres humildes que no tienen honor que defender. Hay concretamente una escena en la que asistimos a un diálogo entre cuatro hombres prototípicos de la época que pone los pelos de punta con el retrato que hacen de lo que debe ser una mujer decente, de sus obligaciones, su papel como madre y esposa, lo que se espera de ella y lo que nunca se le puede consentir. ¡Qué difícil terminar con todas esas ideas inculcadas a fuego durante años en las mentes de los españoles! ¡Qué largo y qué duro el camino hacia el fin de los prejuicios y de la igualdad de derechos, más allá de lo que digan las leyes!
Pero fundamentalmente la novela nos muestra relaciones humanas que son el centro de todo drama: amistad, lealtad, traición y secretos, elementos todos perfectamente dosificados en una novela con mucha pasión, sufrimiento, donde asistimos a situaciones de injusticias, incomprensión, impotencia, y sobre todo opresión a la libertad de la mujer. Son de destacar los retratos minuciosos y pormenorizados de los numerosos personajes que pueblan la novela, tratados todos con una gran acierto descriptivo, tanto física como fundamentalmente desde su vertiente humana, de carácter, con sus defectos y virtudes, sus actitudes ante la vida, expectativas y motivaciones. Cada retrato es un cuadro que nos muestra lo más íntimo de cada personaje y nos lo encuadra en relación al resto de los protagonistas. Se tocan, además, grandes temas como la brutalidad y la sinrazón de la guerra y sus consecuencias, una guerra que no sólo perdieron los del bando derrotado sino todos aquellos que se vieron apartados de sus vidas anteriores, del lugar que ocupaban anteriormente en el mundo, aún sin haber luchado en ninguna batalla, hubo quienes no perdieron la vida propiamente dicha pero sí la vida que tuvieron antes; el dolor por aquello que nunca se volverá a recuperar, más en el plano moral que material, en el aspecto de derechos y dignidad está en el fondo de todo el relato. La autora deja asomar, sin embargo, una leve luz de esperanza por la cual podemos llegar a creer que la lucha por alcanzar una situación mejor, por cumplir los sueños, puede acabar en victoria si se pelea por ello con fuerza y no se asume la derrota. No sé si es una postura realista, pero al menos en la novela nos lleva a un final que compensa los sufrimientos y las derrotas que sufren los protagonistas y al menos a nivel del lector se agradece que la justicia se imponga a la maldad.