lunes, 3 de noviembre de 2025

Los cuatro jinetes del apocalipsis

El escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez alcanzó un gran éxito a nivel mundial con "Los cuatro jinetes del Apocalipsis", una de sus obras más emblemáticas en la que retrata la gestación e inició de la I Guerra Mundial con Francia como escenario principal y contemplando los hechos a través de la mirada de los miembros de una familia dividida por los bandos rivales.

La novela enfrenta dos versiones del conflicto que está a punto de estallar: por unas parte, la incapacidad de la sociedad francesa para ver la inmediatez del conflicto, convencidos como están de que el progreso y el confort alcanzados en Europa imposibilitan unas guerra. "Estas gentes parecen locas. ¿Cómo puede surgir una guerra en estos tiempos?" Enfrente nos encontramos con el afán bélico de alemanes que se consideran a sí mismos como la aristocracia de la humanidad, que desprecian lo latino frente a lo germánico y desean imponer su superioridad industrial y económica y dar inicio a una verdadera nueva civilización bajo su supremacía racial y moral. "La guerra será mañana o pasado. No hay quien la evite. Es un hecho necesario para la salud de la Humanidad."

Una de las familias protagonistas del relato es la de Julio Desnoyers, de raíces raíces argentinas y francesas, de la que surge una rama alemana de primos, los Hartrott, por el matrimonio de la tía Elena, por lo que bajo el mismo techo terminarán enfrentándose ambas concepciones del mundo. Tras conocer los orígenes de la familia Desnoyers, cuya fortuna se origina en las grandes extensiones de tierras y numerosas cabezas de ganado de la Argentina, llegamos al París de principios de siglo XX donde Julio Desnoyers disfruta de una vida ociosa de heredero sin oficio ni aspiraciones, entregado a una joven amante, dedicado al baile de moda, el tango que trae desde Argentina y probando la vida de artistas que pronto abandona. Su condición de extranjero le librará de ser llamado a combatir cuando estalle la guerra.

Su amada Margarita es una mujer frívola y despreocupada: "Debemos vivir nuestra existencia, sin fijarnos en si molestamos a los demás. Hay que ser egoístas para ser felices." Pero al llegar la guerra, su pensamiento cambiará y admirará a los soldados y el sacrificio que hacen por su país, hasta llegar a sacrificar su propia juventud y libertad por uno de esos héroes: "Yo creo que hay que amar la existencia no sólo por los goces que nos proporciona. Debe encontrarse una gran satisfacción en el sacrificio, en dedicarnos a los demás; y esta satisfacción, no sé por qué, tal vez por ser nueva, me parece superior a las otras."

A lo largo de la novela nos encontramos con largas disquisiciones sobre ideas y creencias, sobre el carácter de los pueblos, de las distintas naciones europeas, su cultura y sus motivaciones. Los países enfrentan la guerra inminente de distintas maneras: Alemania la desea, Francia la quiere evitar a toda costa; pero una vez iniciado el conflicto, todos se lanzan con valor a la lucha. Arranca así un periodo terrible para todos y será entonces cuando los cuatro jinetes del Apocalipsis, la Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte, los grandes enemigos de la Humanidad, camparán por toda Europa repartiendo su furia por igual y sembrando por doquier la ruina y la desgracia. Se le ofrecen al lector duros episodios de la cruel guerra: la brutal batalla del Marne, la ocupación de Paris, la vida en las trincheras y la gran destrucción que va dejando en la población civil el avance del ejercito alemán, la crueldad de sus acciones, todo ello analizado por los dos Desnoyers, el padre y el hijo, testigos desde la retaguardia del gran desastre que supone la guerra.

"… Y cuando dentro de unas horas salga el sol, el mundo verá correr por sus campos los cuatro jinetes enemigos de los hombres… Ya piafan sus caballos malignos por la impaciencia de la carrera; ya sus jinetes de desgracia se conciertan y cruzan las últimas palabras antes de saltar sobre la silla."

La narración cuenta con una prosa rica y densa que describe el drama bélico a través de imágenes extrañamente poéticas, apasionadas y épicas junto con unos vivos retratos psicológicos de los personajes, de los ambientes y las emociones más intensas, en una obra descomunal que en nada tiene que envidiar a los grandes autores europeos decimonónicos. En muchas ocasiones durante esta lectura me he encontrado con párrafos perfectos que me han hecho pararme maravillada, volver atrás y leer de nuevo disfrutando otra vez de las proezas salidas de la pluma de este gran autor español cuya lectura resulta plenamente actual y al que los lectores contemporáneos deberíamos tener mucho más en consideración.

"El padre quedó mirando con extrañeza la rústica tumba. Su hijo estaba allí, ¡allí para siempre!… ¡Y no lo vería más! Lo adivinó dormido en las entrañas del suelo, sin ninguna envoltura, en contacto directo con la tierra, tal como le había sorprendido la muerte, con su uniforme miserable y heroico. La consideración de que las raíces de las plantas tocaban tal vez con sus cabelleras el mismo rostro que él había besado amorosamente, de que la lluvia serpenteaba en húmedas filtraciones a lo largo de su cuerpo, fue lo primero que le sublevó, como si fuese un ultraje."