Mientras leía la que es la primera novela de la escritora norteamericana
Julie Kliber, no podía evitar que mi pensamiento volviera de vez en cuando a la magnífica "
Criadas y señoras", por la ambientación, por los temas comunes, por el tono de la narración. Pero eso no significa que esta sea una copia de aquella, ni mucho menos, "
De vuelta a casa" tiene suficiente peso y una historia digna de ser valorada por sí misma, es una novela que merece que se le dedique un tiempo y que cuenta una hermosa historia que llega fácilmente al corazón.
La estructura de la novela comienza con el esquema de una road movie (¿sería correcto decir road novel? Creo que no existe tal término) en la que las protagonistas, dos mujeres de distinta edad y condición, viajan juntas hacia un funeral. Isabelle McAllister es una distinguida dama sureña próxima a los noventa años que ha superado ya todo a estas alturas de su vida y a pesar de su avanzada edad actúa con lucidez y gran sentido del humor. Sin embargo no se ve con fuerzas de realizar sola el largo viaje que le supone asistir a un funeral en el que la esperan a varios estados de distancia, por lo que pide ayuda a la que hace ya más de diez años es su peluquera pero también su persona de confianza, Dorrie Curtis, una mujer negra de mediana edad que lucha por sacar adelante a sus hijos adolescentes, mantener su negocio, pagar las facturas, soportar a una madre bastante quisquillosa y encontrar, de paso, un hombre con el que merezca la pena compartir su vida. Ambas mujeres conforman una peculiar pareja que atraviesan juntas algunos de los estados más racistas de Norteamérica donde las dos mujeres despiertan la curiosidad y la suspicacia de muchos. Durante su largo viaje por carretera, aparte de hacer crucigramas sin parar, Isabelle irá recordando junto a Dorrie la fascinante historia de su pasado, de su adolescencia en Kentucky en torno a 1940, en una época y un lugar en el que el racismo separaba radicalmente a los blancos de los negros, sometidos a irracionales leyes discriminatorias que no todos estaban dispuestos a aceptar sin discutir. Sin embargo, el amor hace su aparición e Isabelle lo abandonará todo para unirse al hombre al que ama, con el riesgo que ello supondrá para sus propias vidas. En muchos aspectos vemos que en los Estados Unidos existen todavía, después de tantos años, muchas de aquellas barreras con las que se encontró Isabelle y que separan a las dos razas, esa desconfianza mutua hacia los del otro color, las diferencias de oportunidades, los barrios separados, todo eso que parece muy antiguo no ha desaparecido por completo a día de hoy.
Narrada a dos voces, el presente lo vemos desde la perspectiva de Dorrie, angustiada con sus numerosos problemas personales, familiares y en general las tribulaciones propias de una madre soltera en la lucha diaria por sus hijos y por su propia vida sentimental. A la vez, Isabelle nos cuenta su historia personal que en principio parece tan alejada del tiempo y las circunstancias de la de Dorrie que pertenece a otro mundo, pero en el fondo comprobaremos que los problemas y las cuestiones que ocupan y preocupan a las personas no son nunca muy diferentes las unas de las otras: el amor, la familia, las relaciones con los padres, los hijos y el deseo de criarlos amorosamente y al tiempo hacer de ellos adultos responsables y, por fin, encontrar a alguien de quien valga la pena enamorarse y tratar de seguir, en la medida de lo posible, el camino que el corazón nos marque. En eso no hay distinciones de raza ni edad.
La autora logra expresar en su novela sentimientos muy intensos, nos cuenta una historia de amor apasionada sin grandes artificios, con palabras sencillas y certeras, emocionantes y emotivas pero sin sensiblerías ni golpes de efecto; nos arrastra en su relato sin giros inesperados ni grandes sorpresas, pero la fuerza de la novela es la de la propia historia que cuenta, basada, además, en las vivencias de la propia abuela de la escritora, y los personajes se hacen tan entrañables que cuesta llegar al final y despedirse de ellos. Es esta, en fin, una novela sobre el amor y el sacrificio, la familia y la amistad, que aún después de cerrar la última página sigue todavía girando en tu cabeza y acompañándote por algún tiempo.
Termino con una frase extraída del libro que me ha parecido extraordinariamente acertada y no quería dejar de destacar ya que encierra una magnífica fórmula sobre educar a los hijos a base de buen ejemplo y cariño.
"Solo puedes actuar como querrías que lo hicieran ellos —señaló entonces la señorita Isabelle—. Te verán y luego tomarán sus propias decisiones. Después cruza los dedos y confía en que no se equivoquen. Pero no los vas a decepcionar, Dorrie. No más que cualquier madre imperfecta que ama a sus hijos más que a sí misma."
Que así sea.