domingo, 27 de abril de 2014

El cumpleaños secreto

Desde que descubrí a Kate Morton hace ya algunos años, antes incluso de que se publicaran sus obras en España, me quedé atrapada por su estilo de escribir, por los ambientes en los que te sumerge y por su manera de utilizar el recurso, algo sobreexplotado en los últimos tiempos, todo hay que decirlo, de alternar la narración en varios planos temporales en los que distintas historias necesariamente conectadas van desarrollándose en paralelo hasta confluir en un final, necesariamente sorpresivo en el que todo el círculo se cierra y las piezas desperdigadas a lo largo de toda la narración encajan finalmente. Sin embargo no sería de extrañar que después de varias novelas empleando el mismo esquema la fórmula se hubiera podido agotar y la historia nos sonara a algo ya leído anteriormente; pero afortunadamente, en mi opinión, esto no ocurre así, ni mucho menos. 

Con "El cumpleaños secreto" Morton ha escrito la que puede ser su mejor obra. Tanto el acertado dibujo de las tres épocas en las que suceden los hechos: los años de la II Guerra Mundial en la ciudad de Londres sumida en constantes bombardeos donde, a pesar de todo la vida continúa; los años 60 y el despertar de una nueva sociedad moderna reflejada en el personaje de la adolescente Laurel y sus sueños de salir de su casa y convertirse en actriz y, por último, el tiempo presente en el que los que una vez fueron jóvenes hermanos Nicolson se reúnen en torno a Dorothy, su madre, para acompañarla en sus últimos días de vida. Todos estos escenarios y los personajes que en ellos se mueven son creíbles y atractivos, cada uno cumpliendo con su papel más o menos principal pero todos y cada uno de ellos añadiendo valor a las correspondientes historias. A lo largo de la novela se irán desvelando secretos largamente guardados por parte de Dorothy y que cambiarán lo que hasta entonces creyeron que era la historia familiar. Toda la narración posee una gran viveza y resulta absolutamente creíble, describiéndolo todo con esa prosa tan visual que caracteriza a la autora y que te permite trasladarte con facilidad a cada una de las épocas en las que se sitúan las diferentes acciones.

Pero si la novela se desarrolla con una fluidez impecable, ¿qué decir del desenlace? Podría calificarlo de fabulosamente sorpresivo por inesperado, o al menos para mí lo ha sido completamente y a pesar de ello me ha encantado y convencido plenamente. Y es que resulta que hay veces en que el autor utiliza este tipo de trucos, por así llamarlos, presenta giros inesperados que te hacen sentir que has estado siendo engañando durante toda la lectura, y que hacen que te replantees si todo lo leído cuadra con el final propuesto, pero en este caso, una vez superada la sorpresa, todo me ha cuadrado perfectamente y me ha iluminado sobre lo que hasta entonces había estado leyendo, dándole sentido a los personajes involucrados. No soy nada partidaria de destripar demasiado los argumentos y muchísimo menos los finales, así que os tocará leeros la novela si queréis quedar tan sorprendidos como yo he quedado. No os arrepentiréis, seguro.

P.S. Sólo una pega le voy a poner al libro, y es algo totalmente ajeno a su calidad como novela y me refiero ¡nuevamente! a la desafortunada traducción del título original: "The secret keeper", esto es, el guardián (o la guardiana en este caso) del secreto. Nunca entenderé a qué responde esta manía de inventar títulos que sustituyen a los elegidos en su día por los autores para sus propios libros, máxime cuando no son más adecuados ni superan el original. 

lunes, 21 de abril de 2014

La casa del silencio

El punto de partida de esta novela era, ciertamente, prometedor: tres mujeres bastante diferentes entre sí cuentan su propia historia que siempre se conforma alrededor de un eje común, un valioso violín Steiner que va pasando de mano en mano, siendo testigo y en ocasiones protagonista de distintos sucesos esenciales en las vidas de estas tres mujeres. La verdad es que la trama de "La casa del silencio" de Blanca Busquets está muy bien elaborada, las historias se intercalan ágilmente, los argumentos se cruzan en el tiempo y cada narradora va contándonos en su propia voz su historia particular, configurando entre las tres un cuadro completo en el que asistimos a todos los puntos de vista de una misma realidad, donde cada una nos da su visión de las otras y así se completan todos los retratos desde diferentes prismas y siempre con el mundo de la música como escenario común. Y en medio de las tres mujeres, dos hombres, dos músicos en cuyas vidas ellas entran y salen y son el hilo conductor común de las tres historias.

A pesar de lo anteriormente comentado sobre la corrección formal de la novela, siento decir que no es una lectura que me haya conquistado, y es que no me he terminado de creer los personajes, y esta es, en gran parte, una novela de personajes. Ni la criada María en su papel de pobre mujer humilde llegada, demasiado típico, de la rústica Andalucía y acabando por aprender a tocar el violín en casa de su maestro con una sensibilidad digna de un gran virtuoso; ni la pobre Anna, niña rica criada sin cariño, que no llega a ser simpática en ningún momento, ni tan siquiera conociendo su desgraciada vida logra provocarnos lástima o despertar nuestra empatía, con ese resentimiento y su odio enconado hacia el mundo en general. Únicamente con Teresa he logrado conectar algo, con la niña pobre que consigue convertirse en profesora de música y concertista tras encontrar el valioso violín Steiner en el vertedero; sólo por ella he llegado a sentir auténtica simpatía y me ha apetecido ver cómo se desarrolla su vida, si alcanza el éxito en su profesión y en el amor, sólo ella ha logrado transmitirme su pasión musical y su bondad como persona.

Lo cierto es que en este caso la lectura no ha llegado a convencerme, no he logrado meterme en la novela a fondo, tal vez porque no me ha tocado la fibra sensible y eso es algo que no se puede controlar nunca, porque uno no elige sentirse cercano a los personajes, que te emocione una historia, eso es algo que ocurre o no ocurre sin que lo podamos manejar a voluntad. Pero no diré por ello que no sea una buena novela, es muy probable que a cualquier otro lector le pueda hacer sentir cosas distintas y más intensas que a mí. Es más, estoy segura de que hay mucha gente por ahí que la ha disfrutado intensamente, porque estas cosas de la lectura son así, cada novela establece una relación irrepetible con cada uno de sus lectores y ninguno vive exactamente lo mismo que otro cada vez que abre un libro. Ahí está gran parte de la magia de la lectura.

jueves, 10 de abril de 2014

El paciente

Si en lugar de escribir en un blog, publicara mis opiniones sobre los libros que voy leyendo a través de una cuenta de Twitter, es seguro que no tendría que preocuparme por agotar el número máximo de caracteres disponibles para hacer un comentario significativo de mi última lectura. De hecho, me sobrarían un montón de ellos ya que me podía limitar a resumir el libro con un escueto pero contundente: "¡Guauuuu!"

Y es que hacía tiempo que no me encontraba con una novela que me enganchara de esta manera desde el mismísimo comienzo, que me clavara al sillón y me hiciera consciente de que tengo entre manos eso que los anglosajones, tan gráficos ellos, denominan un "pageturner book" y es que, efectivamente, no puedes dejar de pasar páginas para sorprenderte con lo que te espera a continuación. Totalmente adictivo. Si ya Juan Gómez-Jurado me había conquistado con La leyenda del ladrón, no puedo más que decir que tras esta nueva novela, "El paciente", me postro a sus pies sin duda alguna. Esta novela te atrapa desde las primeras páginas, te agarra por el cuello y te lleva a rastras dejándote sin respiración capítulo tras capítulo, con un ritmo más que ágil, un protagonista con el que empatizas desde el inicio, al que enseguida etiquetas como un buen tipo, una persona legal sin duda alguna y mira que es difícil decir eso de alguien que te cuenta su historia ni más ni menos que desde el corredor de la muerte. Pero el doctor Evans nos resulta inevitablemente simpático, nos apetece acompañarlo en su drama personal, sufrir por él y su familia, sentir su angustia y su desesperación, acompañarlo en la disparatada aventura en la que se ve envuelto bien en contra de su voluntad, aún sabiendo que la cosa va a acabar necesariamente mal.

Centrándome un poco en la trama, aunque sin querer desvelar nada, puedo contar que Evans es un reputado neurocirujano que trabaja en un selecto hospital privado en la ciudad de Washington y que se verá obligado a incumplir todos los principios del juramento hipocrático cuando vea amenazada la seguridad de su pequeña hija a manos de un sádico chantajista que le obliga a participar en un macabro plan para acabar con la vida de su próximo paciente.

La novela es un trepidante thriller médico, en el que se dejan al descubierto las numerosas debilidades del sistema sanitario estadounidense, el papel de los médicos estrella o la forma de vida del personal de los servicios secretos, pero estos otros temas no interrumpen ni nos alejan de la trama principal que está perfectamente medida, todo se desarrolla en el espacio de muy pocas horas, un par de días en los que todo está fabulosamente narrado, las sensaciones están constantemente a flor de piel, puedes sentir el miedo, la emoción; los golpes de efecto y los giros insospechados son abundantes y te mantiene la atención y la constante inquietud por saber cómo se desarrollará el argumento, qué ocurrirá a continuación. Las escenas que inevitablemente se intercalan sobre el pasado de los personajes o sus relaciones personales están siempre al servicio de la historia principal, no se va nunca por las ramas, todo nos proporciona información relevante, nada de lo que se cuenta es superfluo. 

Resumiría mi comentario diciendo que esta es una de las novelas más emocionantes que he leído últimamente, que empecé la lectura con un "¡Guauuu!" y la terminé exactamente igual. Es una novela redonda, perfectamente elaborada y que te sorprende y entretiene desde la primera hasta la última página. Una auténtica maravilla.

miércoles, 2 de abril de 2014

Almas grises

No he podido evitar asegurarme, al concluir la lectura de la novela "Almas grises" del escritor francés Philip Claudel, de comprobar nuevamente su año de edición (2006) para confirmar que se trataba ciertamente de un libro publicado una vez ya comenzado este siglo XXI. Y es que durante toda su lectura me ha acompañado la sensación de encontrarme ante una novela clásica más propia del siglo XIX o apenas principios del siglo pasado; varios han sido los elementos que me hacían llegar a esa conclusión: para empezar, el ritmo de la narración, pausada y sin afán por descubrirnos los secretos de la historia ni de sus protagonistas, la parsimonia que reflejaba un modo de vida alejado de la frenética realidad del mundo desarrollado actual, el gusto por las descripciones sosegadas y en profundidad de paisajes y personajes, el escenario, en fin, de esa pequeña ciudad de provincias al norte de Francia en el año 1914, en el límite de la línea de fuego, con la guerra al alcance de la vista y el oído. Un estilo de narrar, en fin, más propio de otro tipo de novela que ya casi no se encuentra en la actualidad.

Por esa pequeña ciudad transitan habitualmente tanto los valerosos soldados que se dirigen con entusiasmo e ignorancia ciega al campo de batalla como aquellos que regresan de allí, en ocasiones heridos o mutilados, en muchos casos cubiertos por la lona de los carros cargados de cadáveres, víctimas de la cruel guerra que, sin embargo, en poco ha cambiado la perezosa rutina del pueblo, cuyos habitantes parecen haberse vuelto insensibles a la realidad de la muerte que tan de cerca les pasa a diario sin apenas rozarles y sin cambiar su hábitos cotidianos.

Pero la aparición del cadáver de una pequeña vecina en el canal que trascurre  junto a la población sí que supondrá algo que les toque de cerca. El temor a que exista un asesino suelto en las inmediaciones, o incluso la posibilidad de que el asesino sea algún convecino pondrá al pueblo en alerta y descubrirá las relaciones humanas que se desarrollan en él, los equilibrios de poder, el peso de las autoridades, del juez, el fiscal, frente al pueblo llano carente de iniciativa y de capacidad de decisión ante los abusos de aquellos.

El narrador de la historia es el policía que en su momento se ocupó del caso y que veinte años después nos va revelando los hechos ocurridos y los descubrimientos realizados en torno a los mismos, nos presenta a los personajes, sus retratos y el papel que tuvieron en aquellos sucesos, a la vez que combina el relato de la investigación con su propio drama personal que corrió paralelo en el tiempo con los hechos relatados.

La novela abunda en imágenes poéticas, con un lenguaje delicado y certero, destacando las descripciones de los personajes, la sutil pero efectiva manera de retratar la pena y la soledad que abunda entre ellos, la gran tristeza que hace de todos ellos unas almas grises que pasan por la vida sin dejar demasiada huella. Las sensaciones transmitidas son fácilmente palpables, se intuyen los sentimientos y los numerosos matices de las emociones. Es esta una de esas novelas en las que la trama en sí, siendo interesante, se ve superada por el retrato del ambiente y de lo que evoca, en la que te ves trasladada al tiempo pasado y contemplas el interior de los personajes y sus miserias más profundas y lo que les lleva a comportarse como lo hacen y es mayor el placer de deleitarse con los pequeños detalles de la narración por encima de descubrir quién mató en realidad a la pequeña Belle. No es, en ningún caso, una novela de investigación policial, sino de investigación en lo más profundo de las almas de unos personajes tristes, solitarios y grises, muy grises.