miércoles, 29 de julio de 2015

Canciones de amor a quemarropa

En ocasiones nos encontramos con historias con las que, por alguna extraña razón, conectas inmediatamente, con unas experiencias que te resultan tan cercanas y emotivas como la que nos cuenta Nickolas Butler en estas "Canciones de amor a quemarropa". Y no importa que la acción se desarrolle en el Medio Oeste norteamericano, que los protagonistas sean lo más típicamente americanos que pueda imaginarse, porque, así y todo, los sentimientos que se nos presentan, las inquietudes que los motivan y sus objetivos vitales, sus relaciones, su amistad, pueden sentirse tan cercanos a los lectores como si nos estuvieran hablando de nuestro propio grupo de amigos.

Los protagonistas de la historia, porque en esta novela no hay un sólo protagonista sino que todos actúan de manera coral, son viejos amigos originarios de un pequeño pueblo agrícola de Wisconsin. Todos soñaban de críos con ver el mundo, con ser algo grande, con salir de aquel rincón del planeta, con triunfar. Algunos lo han conseguido o eso parece: trabajan en Chicago, se han casado con chicas sofisticadas de la ciudad mientras que otros siguen viviendo en Little Wing, están casados, criando hijos, ocupándose de la granja de sus padres. Pero por encima de todos ellos sobresale el éxito de Lee, convertido en músico mundialmente conocido, viaja de concierto en concierto, la prensa le persigue, pero así y todo él necesita seguir volviendo a su pueblo, al único lugar donde logra recuperar la serenidad al lado de sus amigos de siempre. La vida los separa en ocasiones pero todos acaban volviendo a reencontrarse, de boda en boda, los divorcios y las disputas los alejan y los vuelven a reunir, les hacen valorar lo que realmente vale la pena, la fuerza con que su amistad es capaz de superar desencuentros y traiciones, la importancia del perdón y la reconciliación.

Esta novela es un enorme homenaje a la amistad, a las raíces de las personas, a los valores por los que vale la pena continuar adelante, esos amigos sin los que nada tiene sentido. Es también un enorme elogio a la vida rural en las pequeñas ciudades del Medio Oeste, donde se viven existencias sencillas, pegadas a la tierra, al campo, a las cosas más simples, en un entorno de una exuberante Naturaleza y un clima implacable al que el hombre no puede más que someterse. Este escenario lo conocemos por referencias de películas y series, reconocemos Main street que es como todas las calles de todos los pequeños pueblos americanos, bordeada de silos y casas de madera, con un único bar, los hombres en ropa de trabajo tomando cerveza en los porches, tractores y cosechadoras circulando camino de las praderas, los inviernos duros de nieve hasta las orejas y enormes lagos e impresionantes montañas pobladas de ciervos y coyotes.

Y a pesar de que nunca hemos asistido a una boda en un granero, ni nos hemos subido a beber y a fumar al techo de un almacén desde donde contemplar las estrellas, todo lo que nos cuenta el autor nos lleva a añorar esa vida que nunca hemos conocido, pero que, en lo básico, no se aleja tanto de nuestra propia juventud, nos hace desear que las cosas les vayan bien a esta gente, incluso llegamos a desear haber tenido alguna vez un grupo de amigos así, compartir esos mismos problemas, disputas y reconciliaciones, con los mismos sueños frustrados, ilusiones incumplidas y vidas ordinarias, aunque las cosas que les pasen ocurran ni más ni menos que en el lejano Wisconsin. Pero ese pequeño detalle geográfico, en este caso, es casi lo de menos.

viernes, 24 de julio de 2015

Accidente nocturno

Tenía, necesariamente, que conocer de una vez la obra de Patrick Modiano, escritor francés reciente premio Nobel de literatura y autor absolutamente desconocido para mí hasta el momento. Y lo cierto es que su obra es bastante amplia y no sabía por dónde empezar, así que me decidí por este "Accidente nocturno", una novela de poca extensión y en donde aparece uno de los temas recurrentes del autor, la ciudad de París retratada desde el prisma del parisino de a pie que se mueve por sus calles con naturalidad.

El protagonista de la novela nos va haciendo partícipe de unos hechos ocurridos hace algún tiempo: una noche en París es atropellado por un coche, el accidente nada grave pero que supone un giro en su vida, lo quiere ver como una señal de cambio pero desconocemos el pasado que quiere dar por finalizado y el futuro al que desea encaminarse. Confieso que como lectora, en ocasiones me he sentido algo perdida siguiendo las reflexiones del protagonista, no logra saber o transmitir de dónde viene, ni da mucha información sobre su relación con su padre, de cuál fue su problema con él, qué les distanció, si bien se adivina una infancia solitaria y desgraciada. El joven da tumbos por París, de café en café, se reúne con frecuencia con el padre, cada vez en un lugar diferente. La turbación del protagonista se contagia al lector, que no acaba de encontrar su razón de ser. Sólo la obsesión por encontrar a la causante del accidente le mantiene despierto.

No puedo decir que esta sea una novela en la que cuente ante todo el argumento, más bien la manera de describir las sensaciones, los estados de ánimo y sobre todo de presentar a la ciudad de París como un mundo propio, generalmente solitario, donde se mueve un protagonista que no acaba de mostrarse, que hay que adivinar más que conocer. Seguramente no he acertado en esta mi primera aproximación a Modiano, no puedo decir que haya conectado con él, me he encontrado con una novela muy bien escrita pero en la que no he logrado entrar, no ha despertado mi interés, tal vez porque yo esperaba que me contara una historia y tan solo me la ha presentado en breves pinceladas, me la ha enseñado de lejos para que yo la recree o la complete a mi gusto. Acepto, por tanto, sugerencias para seguir conociendo al autor que seguro que tiene la capacidad de contar historias que me lleguen más que esta.

domingo, 19 de julio de 2015

El secreto de mi marido

Hace algunos meses que conocí a la escritora australiana, Liane Moriarty, a través de su novela "Lo que Alice olvidó". Lo cierto es que su lectura me resultó tan entretenida, fresca, actual y sorprendente que me la anoté en la lista de autores para seguir conociendo. Y en esta época veraniega en la que apetecen lecturas ligeras pero que aporten algo de interés, me acordé de ella y me lancé a "El secreto de mi marido", novela que también había encontrado recomendada en muchas partes.

Las protagonistas de la historia viven felizmente casadas, con unas existencias bastante corrientes en las que nada predice las catástrofes que se les avecinan. Cecilia Fitzpatrick es el prototipo de perfecta ama casa: presidenta de la asociación de padres del colegio de sus hijas, la escuela católica de St. Agnes, madre modelo y vecina interesada por los demás; su vida y su agenda están tan ordenadas como su magnífica despensa llena de tupperwares perfectamente alineados. Hasta que descubre una carta escrita por su marido para ser leída por ella a la muerte de aquel. El problema es que su marido aún no ha muerto y ella se encuentra de frente a un gran secreto al que debe plantar cara.

Tess, por su parte, tiene una agencia publicitaria en la que es socia de su marido Will y su prima Felicity. El trío es perfecto ya que estas son las personas a las que más quiere Tess en el mundo, además de a su precioso hijo; su prima y ella son más que eso, se han criado prácticamente como hermanas, siempre juntas, y lo han compartido todo. El problema surge cuando Will y Felicity le confiesan que están perdidamente enamorados. En un repentino impulso por huir de todo, Tess escapa a casa de su madre en Sidney con su hijo. Allí recuperará a sus viejos conocidos y antiguas compañeras de colegio, entre las que se encuentra Cecilia, así como otra serie de personajes como un antiguo novio, ahora profesor en el mismo colegio o Rachel, la secretaria del centro, una muje cuya hija fue asesinada hace veinte años, golpe del que no ha logrado recuperarse completamente.

La novela aúna aspectos divertidos por momentos, conmovedores a ratos pero sobre todo es una lectura ligera y muy realista. Los personajes actúan con gran naturalidad, resultan muy creíbles y se siguen sus peripecias con creciente interés; les vemos enfrentarse al miedo, a lo inesperado, a la incertidumbre, a la traicíon y reaccionar como tal vez lo haríamos todos en un momento de confusión y desmoronamiento de nuestras vidas. El argumento y los personajes retratados escarban en los secretos y las mentiras que subyacen bajo las vidas perfectas que nunca lo son realmente, nos muestra lo que en realidad sustenta la vida familiar y los matrimonios que en ocasiones no se basan exclusivamente en el amor y el afecto, sino que en muchas ocasiones se sustentan en los pilares de la complicidad, de los secretos compartidos y el instinto de supervivencia que puede unir más que la pasión. He pasado un buen rato con este libro, no hay duda, por lo que ya he anotado en lista de espera la siguiente novela de la autora, que espero que me haga disfrutar igual que ya lo ha hecho en dos ocasiones.

lunes, 13 de julio de 2015

Nobles y rebeldes

Pocas familias deben de haber existido en la Historia con unos miembros tan dispares, originales, intensos y comprometidos con sus ideas como la de las hermanas Mitford (que, por cierto, tenían también un hermano varón que, por la razón que sea, logró pasar más desapercibido que las "rebeldes" féminas de su familia) Los Mitford fueron una familia de noble origen británico cuyas seis hijas destacaron en su época por sus marcadas personalidades, sus fuertes caracteres y entre las que destaca literariamente Nancy, autora de novelas tan encantadoras como "A la caza del amor" y "Amor en clima frío", divertidos retratos de la más rancia nobleza británica.

Pero como estas chicas eran capaces de casi todo, no fue ella la única novelista de la familia, también Jessica Mitford (más conocida en su casa como Decca) se lanzó a la creación literaria con esta obra, "Nobles y rebeldes" en la que retrata a su familia y nos cuenta sus avatares vitales de infancia y juventud. El ser chicas de alta cuna no les impidió a las hermanas, a pesar de sus falta de educación reglada y no haber tenido más formación que la prestada por las numerosas niñeras que desfilaron por la guardería de la mansión y de la que solían escapar a toda prisa, aterrorizadas por esa estrambótica familia, no les impidió, decía, tener unas ideas muy claras y perseverar en ellas, ser capaces de ver más allá de las obligaciones que su clase social les imponía y de los cortos objetivos vitales a los que unas jóvenes de buena familia en su época podían aspirar, y formarse unas conciencias políticas e ideológicas de los más variados signos, desde la pasión por fascismo hasta la defensa del comunismo. Así pues, la propia autora, Jessica, llegará a viajar a España en plena Guerra Civil junto a su enamorado, Esmond Romilly, con el objetivo de apoyar al bando republicano de la manera que fuera posible, mientras que, por las mismas fechas, Unity intimaba con Hitler y los líderes del régimen nazi en Alemania.

Pero además de tener unas vidas intensas y apasionantes, es preciso saber contarlas como lo hace Jessica en su biografía, con gracia y mucho desparpajo se burla de las rancias costumbres de sus padres, conservadores recalcitrantes, y de sus prejuicios de clase, sus rarezas y excentricidades de las que se vieron contagiadas las hermanas, con sus juegos surrealistas e imaginativos, su peculiar sentido del humor más bien negro y ácido, sus constantes bromas privadas, el hábito de ponerse motes absurdos entre ellas y a todo el que conocían. Lo cierto es que las hermanas crearon todo un mundo privado con unas relaciones personales siempre difíciles, con continuos enfrentamientos y bandos ideológicos, lo que no impedía que se quisieran sinceramente entre ellas. Es destacable el ansia de la autora por escapar de lo que se esperaba de ella, el deseo de huir de la casa familiar y construirse una vida propia. Tras huir con Esmond a España y casarse contra la voluntad de su familia, comienzan a vivir lejos de las normas de su clase de origen como trabajadores asalariados, frecuentando los ambientes laboristas y viviendo como cualquier pareja que debe buscarse la vida con el fruto de su trabajo. El relato de su estancia en los Estados Unidos a donde se trasladan en busca de fortuna, sin apenas contar con dinero alguno pero sí con mucha ilusión y bastante descaro, supone un divertido retrato de la América de las oportunidades y del crecimiento, donde todo es posible para una pareja joven dispuesta a trabajar en lo que sea.

Con un sentido del humor irónico e inteligente, Mitford retrata las sociedades británica y norteamericana con agudeza y descaro, riéndose abiertamente de todos los tópicos que acaban resultando ser bastante ciertos sobre el carácter y las costumbres de las dos sociedades, tan dispares a pesar de compartir el idioma y parte de su Historia. Pero también es capaz de realizar serios análisis políticos al referirse a las circunstancias que llevaron al arranque de la II Guerra Mundial, a la posición de las grandes potencias en el conflicto, al igual que sobre su papel en la guerra de España. Mitford retrata todo un mundo que ya sabe que está agonizando, que no sobrevivirá al gran conflicto internacional y prueba que se puede nacer hija de un lord y adaptarse a los cambios radicales de la sociedad, dejando atrás sin nostalgia alguna los privilegios y comodidades a las que estaba predestinada por nacimiento.

Vale la pena, en definitiva, conocer la vida de esta familia de la mano de esta biografía de uno de sus miembros, que es una lectura alegre y al tiempo con profundidad histórica y que nos presenta unas vidas extraordinarias y extravagantes que merecen la pena ser conocidas.


jueves, 9 de julio de 2015

Así empieza lo malo

Hay autores que, de alguna manera, escriben siempre el mismo libro, o más bien que cuentan distintas historias pero siempre del mismo modo, con el mismo lenguaje, desde la misma postura, con el mismo narrador, aunque éste cambie de nombre de un libro para otro. Esto tiene un aspecto negativo, que puede ser que el lector se canse de encontrar siempre los mismos temas e idéntico estilo pero también, para los que somos seguidores entusiastas de su mundo creativo, supone una satisfacción reencontrarnos con él, saber lo que vamos buscando y encontrarlo en cada una de sus novelas, volver a introducirnos en su universo, en sus reflexiones sobre el hombre y sus relaciones y disfrutar, por supuesto, de su prosa magistral.

Por eso es que he disfrutado tanto con esta última novela de Javier Marías, "Así empieza lo malo", en el que muestra nuevamente su habilidad para contarnos una historia en la que la acción es sobrepasada por las reflexiones del protagonista que le da vueltas y revueltas en sus pensamientos e ideas fijas, con sus largos monólogos mediante los cuales conocemos al joven Juan de Vere, espectador de un mundo de adultos al que acaba de incorporarse en los primeros años post franquismo como ayudante o asistente personal de un notorio director cinematográfico. Junto a él asiste a reuniones sociales, le atiende con sincera devoción en tareas lo mismo de secretario como de chico para todo, conviviendo como uno más de la familia y participando de su esfera de amistades entre las que se cuentan personajes notables del cine  y la cultura del momento. En este ambiente se desenvuelve el relato que gira en torno al amor, al matrimonio, al deseo y al descubrimiento, a los temas clave de Marías que vuelve a analizar sus obsesiones, sus temas fetiche: la verdad y la mentira, los rumores, las convenciones sociales, las relaciones personales, de amor, amistad o mera conveniencia, el paso del tiempo, los recuerdos frente a la realidad, la juventud, la madurez, las desilusiones que proporciona la vida, el fin de los sueños y la inconsciencia de la juventud, temas, en fin, que no son nuevos y a los que el autor les da una y mil vueltas reflexionando sobre ellos en boca o a través del joven de Vere y de sus conversaciones con los demás personajes.

Marías tiene una característica que en otros autores tal vez sería un defecto pero que él lo aprovecha al máximo, se convierte en pieza fundamental y reconocible de su estilo: es la capacidad de irse por las ramas, de que se le vaya el santo al cielo, de agarrar un elemento cotidiano o una frase de un diálogo y desarrollar toda una teoría a su alrededor, darle cien vueltas y después de engancharnos en su disgresión, retomar con naturalidad el hilo de la narración que dejó en suspenso. Esa es una de las cosas que me encantan de sus relatos, la capacidad de reflexionar sobre cualquier cosa, de buscarle las vueltas a todo, de analizar cada gesto, cada actitud, cada palabra. 
"Tuve la sensación de que disfrutaba con sus demoras: ya que había accedido a contarme, tendría que ser a su ritmo y manera. Ese es el privilegio del que cuenta, y el que escucha no tiene ninguno, o solamente el de marcharse. Yo no me iba a ir aún, desde luego"
Así hay que leer a Javier Marías, dejando que sea él el que marque el ritmo, aceptando sus demoras, disfrutando de lo que nos cuenta, a su estilo. 

domingo, 5 de julio de 2015

Irène

Llevada por el interés que el autor francés Pierre Lemaitre despertó en mí tras leer su magnífico "Vestido de novia", me he propuesto recuperar su producción literaria anterior a esa enorme novela, tarea que he comenzado con la primera entrega de su serie sobre el comisario Camille Verhoeven, "Irène". Esta en una novela de desarrollo lento, ritmo pausado, a pesar de tratarse de una investigación criminal que habitualmente se narran con ritmo más acelerado, en este caso nos encontramos con un lenguaje pausado, con un protagonista, el comisario Verhoeven, un hombre peculiar físicamente, altamente inteligente y excelente profesional que, a pesar de su activa e imparable vida profesional, es un hombre calmado, de naturaleza más reflexiva que activa, que medita los hechos, analiza los elementos y que intenta no dejar de lado, cuando la acción de sus casos lo permite, su apacible vida familiar con  su amada esposa Iréne, especialmente ahora que se encuentra embarazada de ocho meses. Las escenas del relato de su relación matrimonial están cargadas de ternura y reflejan vivamente la relación de amor total que les une.

No era buena señal que el título de la novela sea justamente el nombre de la esposa del policía protagonista, no hará falta ser muy despierto para intuir enseguida que Iréne va a tener mucho que ver en la trama de la novela. Es uno de esos casos en los que la traducción, en esta ocasión del original francés "Travail soigné" (yo tampoco soy especialista en la lengua gala, pero no me cuadra nada que esto se traduzca literalmente por "Irene", de verdad) nos prevenga demasiado sobre hacia donde se encaminará en algún momento la acción de la novela. Tal vez me pueda consolar que tambíen los editores anglosajones han optado por este título en sus traducciones. Bueno, en realidad este sería un caso típico de aquello de "mal de muchos..." A pesar de todo ello, aún sospechando hacia donde nos dirigimos en esta historia, debo decir que la novela está muy bien elaborada, los hechos desembocarán en el clímax previsto, eso sí, sin prisa ninguna, con ese tono reposado que antes comentaba, incluso en medio del frenesí lógico de la investigación criminal hay espacio para la descripción detallada, para el retrato de personajes y sentimientos. 

Volviendo a la trama que nos ocupa, tras perseguir sin gran éxito a un asesino bastante peculiar que reproduce en sus crímenes escenas de novelas de género policíaco con extremada precisión, sin ahorrar ningún detalle de las escabrosas descripciones plasmadas en los libros, el comandante Verhoeven entablará una relación directa con el criminal que le irá informando detalladamente de su proceso "creativo". Sin embargo todo dará un giro inesperado cuando nos demos cuenta de que nos encontramos en una novela dentro de otra novela; descubriremos con asombro que lo que estamos leyendo no es sino la "obra maestra" creada por el propio asesino, la sublimación de la novela negra, una narración en la que el asesino va plasmando por escrito sus macabros crímenes así como el trabajo de los mismos policías que le persiguen para atraparlo, convirtiéndolos de tal modo en personajes de esta novela suya, con lo cual será preciso distinguir entre la realidad y lo que nos ha estado contando el asesino a través de sus escritos. 

El lenguaje del libro es depurado, abundante en frases cortas y efectivas, pero que logra transmitir el ambiente y las sensaciones de los policías que persiguen a un criminal en un caso que me ha evocado por momentos al asesino de la novela "Crímenes exquisitos". Si bien en aquel caso lo que se reproducía con los cadáveres eran cuadros famosos y en este otro son escenas de novelas, en ambos relatos nos encontramos con asesinos obsesionados por recrear obras de arte a través de sus crímenes y convertirse de ese modo ellos mismos en "artistas" por llamarlos de algún modo. No puedo determinar si esta coincidencia argumental entre las dos novelas es fruto del azar o si se ha debido a una inspiración de una sobre otra. El caso es que la coincidencia existe. En cualquier caso, no puedo dejar de recomendar la lectura de "Irène" como una novela muy bien estructurada, muy bien contada y que provoca gran inquietud en el lector, cosa que, al fin y al cabo, es uno de los objetivos que se persiguen con este tipo de novelas, ¿o no?