sábado, 23 de noviembre de 2019

Los niños de Lemóniz

Esta novela de "Los niños de Lemóniz" es un nuevo testimonio de una parte de nuestra Historia que durante mucho tiempo nadie se atrevió a contar, pero afortunadamente hace ya algunos años comenzó a derrumbarse el muro de silencio que rodeaba al drama que supuso el terrorismo de ETA gracias a libros como "El comensal" de Gabriela Ybarra o, por supuesto, la inconmensurable "Patria" de Fernando Aramburu. Estela Baz ha dado en esta ocasión su versión contada desde el punto de vista de los niños, las más pequeñas víctimas de aquel drama que durante años marcó a tantas familias españolas pero especialmente en el País Vasco.

El gran valor de esta obra está en reflejar la vida cotidiana de las familias de los ingenieros que participaron en la construcción y puesta en marcha de la central nuclear Lemóniz, cerca de Bilbao, y que vieron sus vidas amenazadas por la banda terrorista que se subió al carro del ecologismo y defendió sus pretensiones de la única forma que conocían: mediante la amenaza, la extorsión y el asesinato. Así, las familias de los ingenieros vieron, no sólo cómo sus vidas y las de sus familias se ponían en riesgo físico, sino también cómo eran marginados de la vida social de sus propios pueblos, mirados de reojo, recibiendo constantes amenazas, veladas en algunos casos pero también directas y crueles en otras ocasiones, invitaciones nada sutiles a abandonar sus trabajos, sus casas y el propio País Vasco.

A los pequeños no les quedó más remedio que aprenden a adaptarse a fuerza de ver el miedo en los gestos y palabras de sus mayores, a atisbar a un lado y al otro desde el portal antes de salir a la calle, mirar debajo del coche antes de subir en él, cambiar de hábitos constantemente, pasear por otras calles o incluso dejar de pasear por completo, dejar de acudir a según qué tiendas o bares donde son claramente rechazados. Incluso los pequeños compañeros de la ikastola les hacen saber que sus padres son malos, que ellos son diferentes, que no encajan allí, que no son de los suyos.

Toda la novela viene narrada en la voz de una niña que relata los hechos tal y como los ve desde sus sólo cuatro años de edad, cuenta lo que ve sin comprenderlo, lo que oye desde su inocencia y transmite aquello está sucediendo sin entenderlo pero asumiendo esa realidad. Demasiado pequeña para algunas reflexiones que la autora pone en su boca o en su pensamiento, le sirve sin embargo a la autora el recurso de la mirada infantil para contar lo que vivió ella misma en primera persona, que es probable que con esa edad no lo entendería tal y como lo cuenta ahora, que los hechos estarán pasados por el filtro de la propia memoria combinada con la información recabada a posteriori y con los relatos leídos y escuchados pero, en cualquier caso, la novela logra transmitir la opresión sufrida, el modo en que cambió su vida cotidiana a causa del miedo permanente, el silencio, el aislamiento y la desconfianza con los que se vieron forzados a convivir los niños de Lemóniz y sus padres.
"Pues lo llevará por dentro, como todos nosotros. El miedo se te cuela dentro y ahí se queda agazapado mientras tú haces como si no pasara nada."
Después de terminar de leer la novela no he podido evitar navegar por la hemeroteca en busca de las noticias y documentos reales de algunos de los hechos reflejados en el relato y entre estos me he encontrado con el testimonio de Iñaki, uno de los amigos de Ángela, hijo de uno de los ingenieros asesinados por ETA que me ha impresionado vivamente y que invito a consultar. Esta es sólo es una de las muchas historias reales de tantas familias cuyas vidas quedaron destrozadas para siempre por aquellos monstruos que rondaron y atemorizaron (y aún lo pretenden) a nuestro país, apoyados por el silencio culpable de demasiados conciudadanos de las víctimas. Tal vez una novela no sirva para dar consuelo a los que sufrieron ni les va a devolver a sus muertos, pero al menos puede servir para abrir los ojos de los que no conocieron aquellos tiempos y para evitar que los demás olvidemos lo que supuso el terrorismo para nuestro país y nuestra sociedad.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Las inviernas

Si existieran un género denominado realismo mágico gallego, sin duda entre sus mejores representantes debería contarse a Cristina Sánchez-Andrade y su novela "Las inviernas". Ubicada en una remota aldea gallega durante los años 50, tiempos en los que conviven la tradición y la modernidad, el trabajo del campo y los últimos estrenos cinematográficos, los personajes que pueblan esta historia están, sin duda, llenos de magia y realismo crudo a partes iguales, comenzando por Don Reinaldo, el abuelo de las Inviernas, un hombre con sensibilidad para curar cuerpos y almas, que entendía de hierbas y de dolores. Pero la guerra lo cambió todo: el silencio y el miedo vinieron a hacer compañía al hambre y a la muerte.

Cuando las Inviernas, deciden regresar al pueblo veinte años después, Tierra de Chá continúa siendo un mundo opresivo en lo más profundo de la Galicia rural donde todos se conocen, se cuentan las historias de los padres y los abuelos, nada puede ocultarse al ojo de los vecinos que desean saber dónde han estado las hermanas desde que desaparecieron tras la muerte del abuelo y sobre todo quieren saber la razón de su regreso.

La única vía de escape que encuentran las Inviernas a su nuevo modo de vida en el pueblo es a través de las estrellas del cine a las que admiran desde que descubrieran sus películas cuando residían en Inglaterra, a donde fueron enviadas muy jóvenes a servir. El glamour de Hollywood se mezcla así con un mundo rural lleno de olores a hierbas y a sopa, los campos de cultivo, los montes y la humedad, acompañado del constante sonido de las máquinas de coser. Entre las gallinas y una vaca llamada Greta Garbo, desde una casucha que se viene abajo, las Inviernas luchan por cumplir sus sueños, escapar de los secretos de su pasado y encontrar el amor y una vida mejor.

Todo ello narrado de una manera magistral, con gran economía de lenguaje, empleando siempre la palabra justa, expresando profundos sentimientos con pocos medios, sin grandes descripciones ni diálogos más allá de lo imprescindible, ajustándose así en las formas del relato a un mundo simple en apariencia y complejo en su fondo, donde reinan el silencio y los secretos, donde tras los bucólicos paisajes del campo gallego laten los conflictos y las pasiones más intensas.

sábado, 9 de noviembre de 2019

El maestro de la inocencia

Otra vez me reencuentro con Tracy Chevalier, una de mis autoras favoritas cuando se trata de buscar lecturas con tramas absorbentes protagonizadas por personas comunes y corrientes que se enfrentan a momentos históricos complicados en medio de escenarios absolutamente atrayentes. Todo esto se cumple en "El maestro de la inocencia". Mientras que en Francia ruge la Revolución en los últimos años del siglo XVIII, también la ciudad de Londres bulle de actividad como corresponde a una gran ciudad a la que acuden gentes de toda Inglaterra buscando mejorar sus vidas y las de sus familiares. Este es el caso de Thomas Kellaway: procedente de la tranquila zona rural de Dorsetshire donde la familia se ganaban la vida fabricando sillas, realizando trabajos de ebanistería y elaborando los famosos botones de Dorset, se traslada a Londres siguiendo la invitación de Philip Astley para trabajar como carpintero en su circo permanente, ubicado en el barrio de Lambeth, situado en la orilla opuesta del Támesis frente a Westminster, tan cerca del tumulto de la ciudad y al tiempo constituyendo un mundo totalmente distinto a aquella, conservando el ambiente más propio de un pueblo cuyo corazón es el anfiteatro Astley donde se ubica el circo, con sus artistas y artesanos, que genera numerosos puestos trabajo, abundante diversión y todo tipo de actividades auxiliares en la zona.

Todo allí es nuevo para los Kellaway:  Jem, Maissie y sus padres lo encuentran todo inmenso y muy diferente al campo del que proceden. Pronto se adaptan a su nueva realidad con la inestimable ayuda de la pequeña Maggie Butterfield, una niña criada en la gran urbe, avispada y hecha a las duras condiciones de vida de la mayoría de la población que malvive en circunstancias muy complicadas.

Entre los vecinos de la calle donde viven los Kellaway destaca la figura del poeta, grabador e insigne intelectual William Blake, personaje en el que los niños descubren una figura totalmente diferente al resto de adultos con los que acostumbran a tratar: afín a las ideas revolucionarias en vigor pero también preocupado por el bienestar de los chicos y en general por el de la clase trabajadora, su casa llena de libros resultará algo absolutamente novedoso para los críos habituados a ganarse desde muy pronto la vida con duros trabajos manuales y sin recibir apenas formación.

La novela se desarrolla en el escenario fascinante y convulso del Londres de la época georgiana, comenzando por el enfrentamiento político entre los sectores monárquicos más conservadores y las nuevas ideas republicanas, los grandes problemas del trabajo infantil y la falta de educación, los peligros de la vida en las calles de la gran ciudad y de una época complicada en todos los aspectos, todo ello retratado a través de unos personajes encantadores con los que es fácil empatizar y a los que acompañamos en sus desventuras por una ciudad de Londres que siempre resulta apasionante. Otra nueva oportunidad de disfrutar con la lectura y aprender del pasado la que nos proporciona la autora de la siempre alabada "La joven de la perla"

viernes, 1 de noviembre de 2019

Eva

Regresar a una novela de Arturo Pérez-Reverte es un poco como volver a casa: estamos deseándolo siempre, aunque tardemos mucho en hacerlo y sabemos que lo que vamos a encontrar, sea antes o después, nos hará disfrutar de lo lindo. En "Eva", segunda entrega de la serie de Lorenzo Falcó, el espía buscavidas que atraviesa guerras y conflictos internacionales sin apenas despeinarse, recuperamos la maestría del autor en deleitarnos con sus descripciones de escenarios y ambientes y con la recreación de personajes que parecen sacados de la vida misma, casi siempre del lado más oscuro del ser humano, aunque por fortuna acaba asomando al fondo del todo un ligero resplandor de esperanza encarnada en algún que otro individuo digno de ser salvado de la quema general. Porque Pérez-Reverte, estoy segura de ello, tiene su corazoncito tierno oculto y protegido bajo la coraza de dureza y cinismo con la que siempre se presenta ante el mundo.

Y un poco así es su personaje Falcó: "un actor perfecto, un truhán redomado y un criminal peligroso..." pero también un hombre de principios y honor, fiel y leal amigo de sus compañeros de batallas. Vivimos a su lado la Guerra Civil desde la retaguardia, sin entrar directamente en combate, pero así y todo esta puede considerarse una novela bélica. Y es que incluso hasta una ciudad neutral como es Tánger llega el conflicto civil representado por dos barcos anclados en su puerto: el carguero "Mount Castle" que transporta el último oro del Banco de España que los republicanos han sacado del país con destino a Rusia y el patrullero del bando nacional "Martín Álvarez" que espera a que aquel salga a aguas internacionales para atacarlo. Y en torno a este episodio Falcó se reencontrará con Eva, una agente al servicio de la Unión Soviética a la que conocimos en la anterior entrega de la serie en la que ambos mantuvieron un apasionado encuentro, a pesar de trabajar para bandos rivales en la guerra. Esa es la realidad del destino que les aguarda a ambos: no poder nunca entenderse por servir a principios enfrentados e irreconciliables.

A lo largo de toda la novela nos moveremos en un ambiente de espionaje, negociaciones y juego sucio, lleno de personajes de los que nunca te debes fiar y que encarnan todos los ingredientes del mundo oscuro, inestable y peligroso en el que se mueve Falcó, donde sólo los más avispados o los más afortunados sobreviven y que proporciona al lector un intenso disfrute, como viene siendo habitual, el que nos proporciona de nuevo el autor cartagenero en esta entrega, con una mezcla perfecta de novela histórica, novela negra y buenas dosis de costumbrismo, enriquecido todo con sus personalísimas e intensas reflexiones en las que nos ofrece toda una filosofía de vida. Pérez-Reverte en estado puro.