Comenzaré el comentario de esta "
Operación Dulce" del novelista británico
Ian McEwan, por el final, esto es, diciendo que, en conjunto, me ha gustado la novela, a pesar de que en algunos momentos de su lectura he dudado de si esto era así y debo reconocer que en más de un pasaje me aburrí soberanamente con los detalles y pormenores de las actividades de los servicios de inteligencia y sus secretas misiones en plena época de la guerra fría y con los asuntos de política doméstica británica que se cuentan. Y recalco que me ha gustado la novela porque auguro que esta crónica va a presentar una impresión negativa del libro, pero centrándome en lo que realmente importa que es la historia que se cuenta, esta tiene su interés, que para mi gusto se incrementa según avanza la trama y si bien el final es de esos que esconden truco, cosa que sé que no a todos los lectores les tendrá que hacer gracia necesariamente, yo reconozco que me ha gustado la resolución de la historia y la forma en que los personajes acaban colocados cada uno en su sitio. Además de que está muy bien contada, como no podía ser menos tratándose de Ian McEwan. El problema está, a mi entender, en que no es una historia positiva, es más bien sombría, a pesar del humor con el que se cuenta en muchos momentos, o tal vez precisamente por ello, porque es un humor muy al estilo británico, negro y capaz de reirse de sí mismo, de su propia idiosincrasia, pero no hay duda de que la historia está muy bien planteada y tal vez en eso precisamente recaiga el gran mérito del libro, en transmitir tan magníficamente esa sensación de desilusión y desencanto características de una época y una sociedad concreta.
El argumento de la novela se centra en la joven Serena Frome, una estudiante británica que en los años sesenta se debate entre desprenderse de la herencia de su educación familiar como hija de un obispo anglicano y optar por asumir las nuevas tendencias que la sociedad cambiante de la época le pone ante los ojos, que tampoco le atraen demasiado. Estudiante de Matemáticas en la universidad de Cambridge, a pesar de su gusto por la literatura, Serena busca su camino en la vida, desea encontrar un trabajo seguro y convertirse en una mujer independiente y autónoma, una mujer de su tiempo. Y eso que el tiempo en que le toca vivir no es de lo más tranquilo: los últimos coletazos del mundo hippy, la ilusión utópica que ofrece el comunismo, el amor libre y el derrocamiento de las tradiciones seculares son elementos que han venido a cambiar el aspecto y la mentalidad de la sociedad británica y mundial. En este ambiente es donde la joven Serena es captada para trabajar en el servicio de inteligencia, el MI5, en un trabajo que no es en absoluto emocionante ni interesante como pudiera parecer, sino más bien una sucesión de tareas burocráticas y aburridas en un mundo en el que las mujeres no terminan de ser bien vistas, sólo como trabajadoras de segunda categoría.
Tras varios meses se le ofrece a la joven la posibilidad de entrar a formar parte de una misión en la que tendrá que captar y financiar a escritores que sean afines al ideario conservador, claramente anticomunistas y que reflejen todo esto en sus obras y escritos que sirvan, incluso sin ellos saberlo, de propaganda para luchar contra las influencias soviéticas en la sociedad occidental. Aquí comienza una parte de la novela en la que en ocasiones se me hizo pesada la lectura, debido a la introducción de relatos completos del autor captado para la misión, el joven y prometedor Tom Haley, con el que Serena tendrá una relación sentimental, a pesar de tener que ocultarle que forma parte del MI5. Y lo cierto es que los relatos son bastante bueno, pero, en mi opinión, ralentizan el ritmo de la novela. Pero en este hecho de entrelazarse la trama principal con los relatos, esta confusión entre la realidad y lo ficticio, esta interpretación del mundo a través de lo literario, en ello resulta finalmente que está gran parte del interés de la novela, aunque cuesta algo llegar a hacerse con el tono apropiado para llegar a disfrutarlo.
El libro no es lo que se suele esperar comúnmente de una novela de espías, ya he comentado lo anodino que resulta el trabajo diario de la agente Frome y no tiene nada de novela trepidante ni mucho menos. Si por algo destacaría la novela más bien es por su aspecto realista, por su capacidad de presentar un retrato de la sociedad de los años sesenta y primeros setenta en medio de la terrible crisis económica y social de esos tiempos en Inglaterra y todo el mundo occidental, el desempleo, las protestas de los sindicatos, la imparable escalada del precio del petróleo, los paros de los mineros, toda esa conflictividad social enfrentada a los aspectos más tradicionales del mundo académico, de las clases favorecidas para las que los nuevos tiempos no han traído nada positivo, esos mundos separados que coexisten dentro del mismo país, los padres conservadores frente a los hijos que ya no saben en qué creer, por qué luchar, sin un futuro cierto y con la obligación de diseñar nuevos patrones y modelos con los que moverse en la nueva realidad que se les plantea.
Se entiende así que el tono de la novela resulte bastante gris, no solo por el implacable clima británico con su lluvia constante, sino que todos los escenarios se presentan como tristes, sombríos, cargados de humo, de humedad y malos olores, desde la desolada habitación de la protagonista hasta los campos empapados de la campiña inglesa, las tristes oficinas estrechas y mal caldeadas o los bares y pubs de Londres, oscuros y cargados de humo de tabaco. Es, en general, una novela donde no destaca ningún personaje especialmente brillante o positivo, es muy descarnada la visión de la sociedad en todos sus ámbitos, reflejo de esa crisis económica profunda que también lo es moral y política. El humor aparece con frecuencia en la narración pero siempre es ácido y corrosivo, la novela se lee con una sonrisa amarga que no acaba casi nunca en risa, sino que se suele convertir en mueca de desilusión, pero no se puede negar que McEwan sabe reflejar este triste descontento, este ambiente de crisis a todos los niveles, la desorientación de los jóvenes del momento y el ambiente de guerra fría y desencanto político. Una novela que se disfruta más en su forma, gracias a la excelente maestría del autor, que en su fondo que es más amargo y crítico, pero que se salva por el aspecto metaliterario que tal vez sea lo que más alegre al lector cuando llegue a descubrirlo.