domingo, 26 de mayo de 2013

Intemperie

Esta de Intemperie es una de esas novelas que, casi por obligación, te debes de apuntar en la (siempre creciente e ya casi inabarcable) lista de libros por leer. Cuando te topas con unos cuantos comentarios, reseñas o críticas en las que se presenta como la sorpresa literaria de la temporada, ópera prima de un escritor, el extremeño Jesús Carrasco, que ha triunfado ya en Europa antes de hacerlo en su propio país, no te queda más salida que ponerla en la citada lista y, además, hacerle un subrayado para que no se nos quede allí perdida, como le va ocurriendo a tantas y tantas obras pendientes. Y debo decir que no me arrepiento de haberle encontrado un hueco, que lo que de ella se contaba, generalmente todo positivo, no se aleja mucho de las sensaciones que me ha transmitido.

La principal etiqueta que se le ha colgado a esta novela era la de ser una obra que recordaba de inmediato al mejor Miguel Delibes, y no anda muy desencaminada la idea. Para empezar, nos encontramos con un protagonista infantil muy cercano a los personajes del autor castellano; además, la historia se sitúa en un mundo rural que igualmente evoca a Delibes desde el primer momento y comparte, además, otra de las características fundamentales del aquel: el lenguaje empleado en la novela es de una riqueza sorprendente, despliega una amplia y desconocida nomenclatura de lugares, instrumentos, acciones, que dibujan un mundo rural y una vida en torno a las tareas agrícolas, a la vida en el campo y al trabajo con los animales que ya, probablemente, se haya perdido. Destacaría yo, por otra parte, una diferencia entre ambos autores y es que Carrasco nos cuenta las cosas desde una visión mucho más dura, más cruel, sin lugar para la inocencia y con más miedo y desesperanza que la que destilaba en sus escritos el maestro Delibes.

La novela transcurre en un espacio físico y temporal indefinido, el niño no tiene nombre, tampoco lo tienen el pastor ni el alguacil ni el padre. Son personajes anónimos que malvive en un páramo arrasado por el sol, asediados por la escasez de agua, la vida durísima de un entorno rural que nada tiene de idílico ni bucólico. En medio de un desolador paisaje que tal vez podríamos identificar como extremeño, aunque no se dice, se mueven unos personajes más que pobres, de una humildad extrema, desesperanzados y sin ilusión, en especial el niño desamparado con el que se empatiza desde las primeras páginas. Las imágenes que se nos muestran son duras, sin necesidad de entrar en detalles macabros, la historia es áspera y brutal en todos sus aspectos, lo que hace al lector sufrir por el negro futuro que se le adivina al muchacho que huye, aunque no sepamos de qué huye porque no se nos dice, aunque fácilmente se intuye, deseamos que logre escapar de su triste destino. Con una forma de contar las cosas basada en no contarlas, esto es, en darlas por sobreentendidas, como si el lector conociera ya previamente los antecedentes, como si ya conociéramos a los personajes de antes, avanzamos con ellos y compartimos sus vivencias en tiempo real.

La narración posee una riqueza que deleita en muchas ocasiones por el mero hecho de la manera en que cuenta las cosas, olvidándonos a veces de la dureza de lo que leemos. Sin demasiadas descripciones y apenas diálogos, nos adentramos en el paisaje y en la mente de los personajes a través de sus actos, que se nos dibujan con una certeza basada en un lenguaje limpio y una prosa que en ocasiones resulta hasta poética, aunque refleje una realidad muy alejada de cualquier poesía.  En definitiva, se trata de una de esas novelas que hay que leer, sí o si, obligación que se vuelve más llevadera debido a su breve extensión, y que se disfruta por su aspecto formal, al tiempo que se sufre por el fondo de lo que nos cuenta. Yo la recomiendo, sin duda.

martes, 14 de mayo de 2013

Los Baldrich

Reconozco que allí donde haya una novela que nos cuente una historia familiar dentro de un entorno histórico, sea éste el que sea, tarde o temprano allí acabo cayendo yo. Y no iba a ser menos con esta novela de Use Lahoz de título "Los Baldrich", apellido de la familia protagonista de la historia que se inicia a principios del siglo XX con el nacimiento del patriarca, Jenaro Baldrich. La novela nos contará el devenir del ambicioso Jenaro y cómo éste persigue sin tregua sus sueños: comienza por formar una familia que espera que en el futuro se convierta en una dinastía que saque adelante su los negocios que él iniciará en la maltrecha Cataluña de la posguerra. Y para llevar a cabo su plan se precisa una esposa y unos hijos, de modo que así van apareciendo Sagrario, una joven discreta de una familia originaria de su mismo pueblo que se casa con Jenaro a pesar de estar enamorada de su primo y después vendrán los hijos, ¿cómo no?. Jenaro centra toda su energía en desarrollar su negocio de textiles que crece al ritmo del avance de la economía española desde los años cincuenta, pasando por el desarrollismo, los felices ochenta y llegando hasta el final del siglo. Toda la vida de la empresa la desarrolla junto a su fiel colaborador Mateu, que en ningún momento verá recompensados los esfuerzos y dedicación aplicados al éxito del negocio. Sólo el negocio y el fútbol despertarán la pasión de Jenaro, mientras que su familia se va desgajando con el tiempo por la apatía de sus miembros y por la falta de amor.

Con los años, los Baldrich verán incrementarse su fortuna y se convierten en una acomodada familia burguesa pero eso nunca lograrán garantizar la felicidad de ninguno de sus miembros. Las relaciones personales entre ellos son de una frialdad absoluta, el padre autoritario, la madre sumisa, Jaime el hijo mayor, más tentado por la música y la literatura que por el negocio familiar, Rodrigo, el segundo, más en la línea de lo que su padre espera de él, a pesar de ser cruel con su hermano y desinteresado por los demás y la pequeña Nati que acaba militando en el bando políticamente opuesto a su padre y escapando a Madrid para hacer su vida por su cuenta. Todos son personajes que se encuentran solos aún perteneciendo a una familia, que no cuentan con el verdadero respaldo afectivo que se supone que esta proporciona y, curiosamente, todos se sienten más unidos a la sirvienta de la casa de toda la vida que a cualquiera de los demás miembros del clan.

La historia está bien contada, aunque en ocasiones los episodios históricos o los sucesos políticos reales en medio de los que transcurren las vidas de los Baldrich parecen narrados con demasiada distancia, como un mero marco ante el cual pasean los personajes. Por lo demás el libro es interesante, fácil de leer, el final no es sorprendente, pero se lee con agrado. Los personajes están muy bien dibujados, especialmente los de Jenaro y de Jaime, a pesar de que no resultan necesariamente simpáticos, no es posible encariñarse con ninguno de ellos, pero están bien dibujados y resultan creíbles. Toda la novela está imbuida de un aire de tristeza procedente de la falta de amor y comunicación entre los personajes, de su soledad y falta de ilusión, por lo que al final es una historia que me ha dejado una sensación amarga tras su lectura.