"En el jardín de las bestias" no es una novela, es preciso comenzar aclarando ese punto, no se trata de una obra de ficción, sino una biografía ligeramente novelada escrita por el periodista y profesor universitario Erik Larson en torno a la figura de William E. Dodd, embajador norteamericano en Berlín entre los años 1933 y 1937. Dodd, hasta ese momento un tranquilo profesor de Historia en la universidad de Chicago, llega a Alemania pocos meses después de la subida al poder de Hitler y se convierte en espectador de primera fila de los acontecimientos y movimientos del gobierno alemán que no le hacían al embajador sino comprender que el III Reich se preparaba sin duda alguna para la guerra, a pesar de las constantes negativas de sus gobernantes al ser interrogados sobre este asunto. Igualmente, las medidas políticas tomadas en contra de los ciudadanos judíos, su paulatino apartamiento de todo tipo de actividades públicas, la prohibición de su participación en cada vez más ámbitos de la vida política, social y económica, escandalizan al norteamericano que constantemente advierte a su propio gobierno del peligro real que para la democracia se estaba convirtiendo el régimen alemán, aunque no recibiera mucho eco en ese momento, la realidad histórica nos demuestra que, si bien sus previsiones fueron ignoradas durante años, eran plenamente certeras, de tal modo que todo aquellos hechos que él denunció acabaron precipitando al mundo entero a una Guerra Mundial pocos años más tarde.
El embajador Dodd se trasladaría a su destino alemán acompañado de su familia: su esposa, su hijo Bill y su hija Martha. Esta última también tiene un papel importante en el libro, ya que la joven participó muy activamente en la vida social del animadísimo Berlín de la época, aprovechando su posición privilegiada de hija de diplomático participaba en fiestas, tertulias, se relacionaba con personalidades de las artes, el periodismo, la cultura y la política, además de tener una intensa vida sentimental, protagonizando numerosos romances, relacionándose íntimamente con personal diplomático de otros países e incluso con figuras relevantes del partido nazi, por el que en un principio se sintió atraída creyendo que sería un buen instrumento para volver a ensalzar la gran nación alemana al lugar que históricamente le correspondía. Sin embargo, pronto se desilusionó de este proyecto al contemplar en directo la crueldad y la violencia indiscriminada en la que se fundamenta la acción de los que ella comenzó considerando jóvenes y entusiastas patriotas.
La obra está elaborada basándose fundamentalmente en documentación escrita, cartas personales de Dodd y su hija, básicamente, pero también en documentos oficiales del gobierno norteamericano, comunicaciones diplomáticas, informes, declaraciones, diarios o biografías de muchos de los protagonistas de la política de aquellos años. Al tratarse de una obra de no ficción, la abundantísima documentación y las numerosas citas de hechos o narraciones reales o las distintas versiones por parte de los protagonistas de los hechos relatados, provocan que la lectura en ocasiones carezca de la agilidad que caracteriza a una novela, pero se compensa este problema por el interés de lo que se cuenta y por lo impresionantes que resultan en ocasiones los hechos reales que se nos presentan, cumpliéndose en este caso la famosa máxima de que la realidad supera, a veces con creces, cualquier ficción que sobre ella se pueda crear.
viernes, 26 de julio de 2013
domingo, 14 de julio de 2013
El testigo invisible
Me he declarado en repetidas ocasiones como una apasionada de la novela histórica y revisando mis lecturas es fácil comprobar la alta frecuencia con que este género aparece en ellas. Y en muchas ocasiones esto no es un resultado de una búsqueda voluntaria, sino que las novelas basadas en hechos reales, con trasfondo histórico, me atraen de manera irresistible y acabo cayendo en ellas una y otra vez. Existen, además, épocas, personajes o acontecimientos concretos por los que, lógicamente, siento una especial debilidad y que se presentan igualmente en mis lecturas con cierta regularidad. Uno de esos temas recurrentes sobre el que no me canso de leer es la vida y, por supesto, la dramática muerte de los últimos representantes de la familia imperial rusa, el zar Nicolás, la zarina Alejandra y sus cinco hijos, el pequeño zarevich y las hermosas princesas imperiales. Y este es el tema central de la última novela de Carmen Posadas de título "El testigo invisible" que cuenta los últimos años de la familia Romanov, contados en esta ocasión desde el punto de vista del joven Leonid Sednev, un chico que entra al servicio del palacio Aleksandr como water boy o encargado de limpiar los conductos de las calefacciones del edificio y que se mantendrá junto a la familia real hasta sus últimos momentos en la conocida como Casa del Propósito Especial, el último alojamiento de la familia y donde serían asesinados finalmente. La relación del chico con sus señores, los rumores e intrigas en los que se ve envuelto, su enamoramiento platónico de una de las princesa, los personajes históricos que desfilan por San Petersburgo en aquellos días... todo eso se nos cuenta con un tono sencillo, desde el punto de vista del pequeño Leonid, pero contado a modo de memorias, muchos años después y desde la otra punta del mundo, en una confesión de unos hechos que desea narrar antes de morir para dejar constancia de lo que en esos años vivió junto a los zares.
Es sabido que en torno a estos hechos se han escrito cientos de versiones de todo tipo, novelas de variado género, además de otras historias paralelas en torno a la supuesta supervivencia de algunos de los miembros de la familia imperial, fundamentalmente de la pequeña Anastasia, por no hablar del siempre intrigante personaje de Rasputín. Recuerdo, así al pronto, "La casa del propósito especial" de John Boyne o "El síndrome de Anastasia" de Mary Higgins Clark. Esta de Posadas es una aportación más a la larga lista de incursiones en esta apasionante historia, contada con la soltura y el gancho habitual en la escritora, plagada de datos históricos, de curiosidades sobre el día a día de la familia de los zares, con una frescura que te aproxima vivamente a los personajes y que hacen que te enganches a la lectura hasta la última página. Y eso, teniendo en cuenta que ya conocemos el desenlace de antemano, tiene su mérito.
Es sabido que en torno a estos hechos se han escrito cientos de versiones de todo tipo, novelas de variado género, además de otras historias paralelas en torno a la supuesta supervivencia de algunos de los miembros de la familia imperial, fundamentalmente de la pequeña Anastasia, por no hablar del siempre intrigante personaje de Rasputín. Recuerdo, así al pronto, "La casa del propósito especial" de John Boyne o "El síndrome de Anastasia" de Mary Higgins Clark. Esta de Posadas es una aportación más a la larga lista de incursiones en esta apasionante historia, contada con la soltura y el gancho habitual en la escritora, plagada de datos históricos, de curiosidades sobre el día a día de la familia de los zares, con una frescura que te aproxima vivamente a los personajes y que hacen que te enganches a la lectura hasta la última página. Y eso, teniendo en cuenta que ya conocemos el desenlace de antemano, tiene su mérito.
lunes, 8 de julio de 2013
El día de mañana
Nuevamente he tenido la suerte de toparme con uno de esos libros que son capaces de contarte una historia convincente, que te recrean un periodo histórico con viveza y que contienen personajes creíbles, de aquellos que piensas si no habrán sido tomados de la vida real. Todo eso y mucho más he encontrado en esta novela de Ignacio Martínez de Pisón, "El día de mañana". No sólo ha tenido el autor la capacidad de trasladarme a una época siempre controvertida como son los últimos años del régimen franquista, llenos de luces y sombras en ese camino imparable aunque incierto hacia la etapa democrática, donde convivieron los seguidores del régimen con sus más duros combatidores, junto con esa inmensa masa de población que no hacía más que subsistir en medio de las circunstancias que la vida le presentaba, con poco interés por la política y muchas ganas de salir adelante en medio de una sociedad que, a pesar de todo, de lo duro del momento, confiaba en un futuro mejor. Además es que lo ha hecho de manera atractiva y logrando involucrarme en las peripecias del protagonista más negativo con el que me he encontrado últimamente.
Lo más destacable de esta novela en lo que se refiere al plano formal es, sin duda, la estructura del relato y el punto de vista del narrador, o de los narradores, para ser más precisos. Toda la historia se nos cuenta mediante sucesivos monólogos de varios personajes que cuentan, en primera persona y a modo de confesión sus vivencias en aquellos años con un único punto en común entre todos ellos: todos, en algún momento, tuvieron algo que ver con Justo Gil, un protagonista que en ningún momento se dirige al lector, es el protagonista del relato pero es el único que no nos cuenta su vida, eso queda de la mano del resto de los personajes. Así, todas las narraciones giran en torno al tal Justo, un joven sin grandes méritos ni recursos que llega a Barcelona acompañado de su madre enferma, como tantos otros emigrante en esa época y comienza a partir de entonces a buscarse la vida de las maneras más variadas posibles, acabando convertido en un soplón de la policía, enemistado con todos aquellos a los que frecuentó. Todas las historias que se nos narran convergen en Justo, y cada una nos muestra un especto de él: el vecino necesitado, el socio defraudador, el falso militante político, el amigo... pero no por ello dejan de ser historias personales, vidas reales de cada narrador a través de las cuales se nos muestra un fresco retrato de lo que fueron aquellos años de nuestra Historia aún cercana.
Lo más destacable de esta novela en lo que se refiere al plano formal es, sin duda, la estructura del relato y el punto de vista del narrador, o de los narradores, para ser más precisos. Toda la historia se nos cuenta mediante sucesivos monólogos de varios personajes que cuentan, en primera persona y a modo de confesión sus vivencias en aquellos años con un único punto en común entre todos ellos: todos, en algún momento, tuvieron algo que ver con Justo Gil, un protagonista que en ningún momento se dirige al lector, es el protagonista del relato pero es el único que no nos cuenta su vida, eso queda de la mano del resto de los personajes. Así, todas las narraciones giran en torno al tal Justo, un joven sin grandes méritos ni recursos que llega a Barcelona acompañado de su madre enferma, como tantos otros emigrante en esa época y comienza a partir de entonces a buscarse la vida de las maneras más variadas posibles, acabando convertido en un soplón de la policía, enemistado con todos aquellos a los que frecuentó. Todas las historias que se nos narran convergen en Justo, y cada una nos muestra un especto de él: el vecino necesitado, el socio defraudador, el falso militante político, el amigo... pero no por ello dejan de ser historias personales, vidas reales de cada narrador a través de las cuales se nos muestra un fresco retrato de lo que fueron aquellos años de nuestra Historia aún cercana.
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