jueves, 31 de diciembre de 2015

Todo ese fuego

¡Cómo he disfrutado con esta lectura! Me encanta desde siempre el género de las biografías, creo que eso se nota en la frecuencia con la que se encuentra ese tipo de lecturas entre las reseñas de este blog. Pero cuando esas biografías toman la forma de novelas contadas tan magníficamente como en el caso de "Todo ese fuego", se convierte en un placer añadido el sumar a la intensa vida de las famosísimas hermanas Brontë el hecho de estar contada con el estilo lleno de fuerza y poesía de Ángeles Caso. El resultado es un retrato familiar lleno de fuerza y pasión donde se nos cuenta la vida y obra de las admirables hijas del pastor Brontë criadas en medio de los fríos y ásperos páramos de Yorkshire, la desgraciada infancia de unos niños privados tempranamente de su madre y criados con la ayuda de la atenta pero despegada tía Elizabeth, la muerte dramáticamente prematura de las hermanas mayores y como las hermanas supervivientes tratan de vivir del modo en que consideran que deben hacerlo, al margen de las imposiciones sociales. Educadas en la devoción por la cultura, en el enriquecimiento de su vida interior por encima de todo, a pesar de vivir en una sociedad en la que las mujeres se veían obligadas a acatar unas estrictas normas que imponían a las hijas de un pastor el limitar toda su pretendida actividad profesional a convertirse en institutrices o maestras y a recluirse en su mundo doméstico, sin incentivos intelectuales de ningún tipo o, con algo de suerte, esperar a que un marido adecuado apareciera en el horizonte, lo que no siempre era un plan demasiado prometedor para las aspiraciones intelectuales de estas mujeres, habría sido difícil que ningún marido respetara y fomentara la riquísima creatividad de estas mujeres, su imparable pasión por la escritura, pocos maridos tolerarían a su lado unas mujeres tan inteligentes, inquietas e inconformistas como ellas. Y así permanecieron solteras de por vida, dedicadas plenamente a su gran pasión, la literatura.

Toda la narración está llena de energía, con un lenguaje poético que evoca todo ese fuego que arde en el alma de las protagonistas, alimentado por su pasión por la lectura y la escritura, por sus novelas y sus poesías, dando lugar a una relación especialísima entre las hermanas, una conexión tan fuerte entre ellas que nunca se plantearon separarse, a pesar de que se enamoraron, sufrieron por su idolatrado hermano Branwell, tuvieron diversos ocupaciones poco satisfactorias pero nunca cejaron en su verdadera vocación de escritoras. Y ese fuego, esa pasión, se transmite al lector al que se le permite conectar fácilmente con la arrebatadora y potente personalidad de Charlotte, la delicada y bondadosa Anne y la compleja Emily, desentendida de todo lo mundano y la más grande poetisa de la familia. Tres mujeres diferentes pero unidas por su amor por la escritura y por su insistencia en conservar su independencia y su libertad creativa y personal. Una lectura que enriquece y emociona por igual.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Defender a Jacob

Termino de leer "Defender a Jacob", una novela de las que bien merecen el apelativo de intriga, con una historia que desasosiega profundamente, una lectura inquietante y que nos mantiene en vilo hasta el final, uno de esos casos en los que lo que se adivina entre líneas no nos gusta, en la que queremos que no ocurra lo que parece ser innegable, porque nunca queremos que nuestro protagonista acabe siendo el malo, a nadie le gusta estar del lado de una mala persona, de un criminal frío y despiadado que es lo que nos hace creer desde el principio esta novela de  William Landay. Y es que la historia nos cuenta el proceso judicial contra un chico acusado del asesinato cruel de un compañero de clase. Jacob es un adolescente como tantos otros, un chico en una edad que, literariamente, tanto ha dado de sí, tan conflictiva, tan confusa, un personajes que ya no es un niño pero tampoco un adulto. No sabemos qué pensar sobre él, ¿miente? ¿podemos fiarnos de lo que declara? Pero es que ni siquiera sus padres saben a qué atenerse, ¿quién es capaz de meterse en la cabeza de un adolescente? ¿quién puede descifrar lo que ocurre en su mente? Jacob está en ese momento vital en que ha de pasar a convertirse en adulto pero aún no lo es, se encuentra en ese limbo en el que todo es decisivo para lo que podrá llegar a ser, donde todo es posible, para bien o para mal. 

Para alimentar aún más la inquietud, el narrador de la historia es el propio padre del chico, ayudante del fiscal que se ve necesariamente involucrado en el asunto profesional y personalmente. Su posición es especialmente difícil: como padre no tiene más opción que ponerse del lado de Jacob, asumir su defensa, confiar ciegamente en la inocencia de su hijo, pero su profesión le ha convertido en experto en llevar adelante durante años el papel de la acusación, habituado a buscar pruebas en contra de los sospechosos, tantos años dentro de la fiscalía le llevan a conocer el funcionamiento del sistema, el haber frecuentado tanto el mundo del crímen le obligan a hacer grandes esfuerzos para ponerse ahora del lado del acusado para evitar que su hijo acabe siendo declarado culpable. La postura de los padres es muy dura en esta historia, la mera posibilidad de haber criado un asesino, que exista un "gen criminal" que se transmita de generación en generación sin que nada pueda hacerse por evitar caer bajo su influencia, el hecho de descubrir de repente que no conocen en absoluto a su hijo, que no saben nada sobre lo fundamental, sobre la persona en la que se ha convertido, la manera en que se debaten entre amor incondicional y las dudas razonables a la vista de los datos convierten esta historia en un relato intenso que mantiene la tensión hasta el desenlace. Una historia que se disfruta mucho, aunque nos haga sufrir. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

La emperatriz

Tenemos que reconocer que en los últimos años los amantes de la lectura y de la Historia estamos de suerte en lo que a la producción de series televisivas se refiere; por una parte tenemos la gran cantidad de obras de ficción literaria que han pasado a la pequeña pantalla y por otro asistimos a un boom de series con base histórica que ya no sólo se limitan a las tradicionalmente geniales series británicas, paradigma de calidad televisiva, sino que ahora parece que los españoles también nos hemos puesto las pilas a la hora de producir series de magnífico nivela con argumentos basados en nuestra Historia patria. Así pues, tras la exitosa serie Isabel llegó su lógica "secuela": Carlos, rey emperador. Así que, a raíz de las citadas series me he visto "obligada" a dirigirme a la lectura de ciertas obras donde se recrean las épocas que reviven en la pantalla y de ese modo he llegado a la obra de Alfredo Alvar Ezquerra, "La emperatriz", intenso retrato de Isabel de Portugal, reina consorte de Carlos I que merece la pena ser descubierta y puesta en valor.

No puede ocultar el autor su condición de historiador por encima de la de escritor, esto se adivina en el hecho de que nos atiborra de datos, nos enumera las fuentes, las numerosas colecciones de cartas consultadas, los autores citados... todo para garantizar que estamos ante hechos auténticos relatados tal y como ocurrieron o como se contó que ocurrieron en aquel mismo momento. También es cierto que compensa el rigor de los datos con el tono desenfadado y directo con que se dirige al lector, los guiños humorísticos que introduce a menudo, el estilo relajado con el que pretende evitar que nos encontremos ante la frialdad de un texto académico, se nota la intención del autor de resultar ameno, pero, así y todo, en ocasiones nos abruma con la cantidad de datos citados, con las cifras y las fechas lo que provoca que en ciertos pasajes se aprecie la falta de ritmo novelístico, aunque también es cierto que ello se equilibra con el interés de la información proporcionada. Sobresalen los datos curiosos sobre la vida privada de la reina, las costumbres de la vida cortesana y la visión cercana de la mujer, la madre y la esposa al mismo nivel al de la emperatriz y mujer de estado.

Tal vez no sea este el mejor libro para una primera aproximación al personaje, sí para profundizar en él una vez que se conoce ya algo de la época y los protagonistas, una buena vía para obtener datos e información detallada y abundante sobre una época fascinante de nuestro país y de Europa en general y sobre una reina de España a la que considero que se conoce poco y a la que no se la ha reconocido suficientemente en su importancia como figura política. Menos mal que para ayudarnos en ello tenemos ahora las series de televisión, las producciones de calidad que nos acercan de forma amena al conocimiento de nuestra Historia, que no siempre íbamos a culpar de todo lo malo que ocurre en la sociedad a la tele, seamos justos al menos por esta vez.

domingo, 13 de diciembre de 2015

El bar de las grandes esperanzas

Siempre que me enfrento a una autobiografía me siento dividida entre dos sensaciones: por un lado la fascinación de que alguien me va a permitir espiar dentro de su propia vida, cosa que mi parte más curiosa o, porqué no decirlo, más cotilla, agradece infinitamente, y por otro lado un cierto de pudor ajeno (algo así como la vergüenza ajena) precisamente por la misma razón, por la posibilidad de adentrarme en el mundo privado de otra persona, de conocer lo que ha vivido, sentido, amado, lo bueno y lo malo que le ha ocurrido. Y siempre siento admiración por los escritores que son capaces de desnudarse literariamente ante el mundo y mostrar su más profunda intimidad, compartir su familia, sus dolores, sus secretos, sus alegrías con todo aquel que se pase por su libro, incluso aunque no todo lo que cuenten sea estrictamente cierto los que los leemos vamos a asumir que esa es su vida real, su verdadera realidad.

El hecho de que este libro, "El bar de las grandes esperanzas", fuera un relato autobiográfico, a pesar de no conocer previamente de nada a su autor, J.R. Moehringer, ya me atrajo hacia su lectura, añadiendo a ello, por supuesto, esa atractiva portada, donde un niño me miraba directamente a los ojos invitándome a conocer su historia. Así que, emprendí con un ánimo bastante receptivo la lectura en la que, con un ritmo desenvuelto y un tono sencillo y que resulta bastante entrañable, el autor nos va presentando los hechos de su triste/feliz infancia. Y es que la suya ha sido la vida casi normal de un chico norteamericano que vive con su madre y la familia de esta en una cochambrosa casa de la localidad de Manhasset, a poca distancia de Manhattan. La figura de la madre es fundamental en la historia: una madre luchadora, fuerte, dedicada a hacer de su hijo algo importante, con infinita fe en sus capacidades, al tiempo que la realidad la golpea constantemente y la obliga a vivir a la sombra de sus padres, sin perder por ello nunca su objetivo primordial de mantenerse siempre como el mayor apoyo de su hijo.

Abandonados por el padre, el cariño y la admiración del autor hacia su madre resultan enternecedores en todo momento, es un amor incondicional en ambos sentidos. El conflicto del chico con su padre ausente es tal que ni tan siquiera soporta llevar su mismo nombre, problema que arrastrará durante años y dará lugar a bastantes episodios curiosos a lo largo de su vida. Para cubrir este vacío dejado por el padre, el niño busca constantemente una figura masculina donde reflejarse, alguien que sustituya la figura paterna y que le guíe en su crecimiento y configure su identidad como hombre. Esta figura no la encuentra en su abuelo, ni siquiera en su adorado tío Charlie. Por suerte para él, la solución no está muy lejos: "Pero yo me crié a ciento cuarenta y dos pasos de una vieja y gloriosa taberna americana, y eso me marcó" Hacia allí será a donde, desde siempre, mire el niño en busca de su modelo viril, allí acudirá, aún antes de tener edad de beber, en busca de compañía y ejemplo, a escuchar y aprender de los  parroquianos del bar Dickens, toda una institución en su pueblo, segundo hogar para muchos de sus clientes que encuentran allí algo más que un lugar de encuentro donde compartir buenos y malos ratos, beber, apostar, llorar las penas y celebrar los éxitos.

JR (escrito así, sin puntos) es un niño demasiado maduro para su edad, obsesionado por su padre ausente, angustiado constantemente por sentirse responsable de su madre, por ocuparse de ella, por protegerla, sin capacidad de relajarse y disfrutar como el niño que es, lleno de rabia y frustración, preocupado por su futuro. Sólo los hombres del bar le proporcionan seguridad y sensación de amparo, sus conversaciones cotidianas, su visión del mundo, sus rituales y su camaradería, la pasión por el deporte, todo lo que rodea al bar le hacen pensar que ese es el mundo al que quiere pertenecer, que aquel es el único lugar donde se le acepta tal y como es, con sus virtudes y sus defectos. JR va creciendo, acude a la universidad, se enamora, se debate entre dedicarse al Derecho o al periodismo o a escribir una novela sobre el bar o sencillamente pasar su vida acodado a la barra del bar, donde su tío Charlie y sus compañeros de ronda tienen solución y explicación para todos los problemas que el mundo pueda plantearles, donde todo tiene sentido después de tres ginebras, un lugar donde sentirse a salvo, donde refugiarse del mundo. Todos los éxitos se celebran bebiendo, los fracasos son menos con el apoyo de los chicos del bar. Será necesario que JR crezca y madure para deshacer el nudo que lo ata necesariamente a ese lugar, hacia el cual desarrolla una dependencia emocional que lo arrastra siempre a la barra y a sus compañeros de ronda.
"¿Es sensato añorar un bar como se añora una casa?"
La lectura me ha resultado muy agradable, la narración discurre ligera, con ritmo constante y con interés mantenido durante toda la obra, si bien hay que reconocer que el mundo que retrata es estrictamente norteamericano, es una historia que no se puede situar en otro lugar geográfico. Un bar de Nueva York no es un bar español ni sus parroquianos se le parecen. Pero así es como lo tiene que contar su autor, porque así es como lo vivió él..

Las descripciones del libro son detalladas y nos transmiten las situaciones y sensaciones, en ocasiones me he planteado que con demasiado detalle como para creer que realmente sean recuerdos de la infancia del autor, es fácilmente apreciable el paso de los recuerdos por el filtro del novelista pero así y todo logra transmitir fielmente la esencia de una infancia y una juventud agridulces, rodeado de cariño y soledad a partes iguales, de dudas y miedos, de búsqueda de seguridad y de angustia por verse un día convertido en un adulto responsable. Destaca el tema del gran respeto que se muestra a todo lo largo de la obra por el mundo de las palabras, por los libros como refugio y fuente de descubrimiento. Las personas a las que más admira siempre JR son aquellas que respetan y emplean bien las palabras, aparte de a Frank Sinatra,claro. Y eso le hace ser mejor persona.
"Cada libro es un milagro. Cada libro representa un momento en el que alguien se sentó en silencio (y ese silencio forma parte del milagro, no te engañes), e intentó contarnos a los demás una historia"