domingo, 13 de diciembre de 2015

El bar de las grandes esperanzas

Siempre que me enfrento a una autobiografía me siento dividida entre dos sensaciones: por un lado la fascinación de que alguien me va a permitir espiar dentro de su propia vida, cosa que mi parte más curiosa o, porqué no decirlo, más cotilla, agradece infinitamente, y por otro lado un cierto de pudor ajeno (algo así como la vergüenza ajena) precisamente por la misma razón, por la posibilidad de adentrarme en el mundo privado de otra persona, de conocer lo que ha vivido, sentido, amado, lo bueno y lo malo que le ha ocurrido. Y siempre siento admiración por los escritores que son capaces de desnudarse literariamente ante el mundo y mostrar su más profunda intimidad, compartir su familia, sus dolores, sus secretos, sus alegrías con todo aquel que se pase por su libro, incluso aunque no todo lo que cuenten sea estrictamente cierto los que los leemos vamos a asumir que esa es su vida real, su verdadera realidad.

El hecho de que este libro, "El bar de las grandes esperanzas", fuera un relato autobiográfico, a pesar de no conocer previamente de nada a su autor, J.R. Moehringer, ya me atrajo hacia su lectura, añadiendo a ello, por supuesto, esa atractiva portada, donde un niño me miraba directamente a los ojos invitándome a conocer su historia. Así que, emprendí con un ánimo bastante receptivo la lectura en la que, con un ritmo desenvuelto y un tono sencillo y que resulta bastante entrañable, el autor nos va presentando los hechos de su triste/feliz infancia. Y es que la suya ha sido la vida casi normal de un chico norteamericano que vive con su madre y la familia de esta en una cochambrosa casa de la localidad de Manhasset, a poca distancia de Manhattan. La figura de la madre es fundamental en la historia: una madre luchadora, fuerte, dedicada a hacer de su hijo algo importante, con infinita fe en sus capacidades, al tiempo que la realidad la golpea constantemente y la obliga a vivir a la sombra de sus padres, sin perder por ello nunca su objetivo primordial de mantenerse siempre como el mayor apoyo de su hijo.

Abandonados por el padre, el cariño y la admiración del autor hacia su madre resultan enternecedores en todo momento, es un amor incondicional en ambos sentidos. El conflicto del chico con su padre ausente es tal que ni tan siquiera soporta llevar su mismo nombre, problema que arrastrará durante años y dará lugar a bastantes episodios curiosos a lo largo de su vida. Para cubrir este vacío dejado por el padre, el niño busca constantemente una figura masculina donde reflejarse, alguien que sustituya la figura paterna y que le guíe en su crecimiento y configure su identidad como hombre. Esta figura no la encuentra en su abuelo, ni siquiera en su adorado tío Charlie. Por suerte para él, la solución no está muy lejos: "Pero yo me crié a ciento cuarenta y dos pasos de una vieja y gloriosa taberna americana, y eso me marcó" Hacia allí será a donde, desde siempre, mire el niño en busca de su modelo viril, allí acudirá, aún antes de tener edad de beber, en busca de compañía y ejemplo, a escuchar y aprender de los  parroquianos del bar Dickens, toda una institución en su pueblo, segundo hogar para muchos de sus clientes que encuentran allí algo más que un lugar de encuentro donde compartir buenos y malos ratos, beber, apostar, llorar las penas y celebrar los éxitos.

JR (escrito así, sin puntos) es un niño demasiado maduro para su edad, obsesionado por su padre ausente, angustiado constantemente por sentirse responsable de su madre, por ocuparse de ella, por protegerla, sin capacidad de relajarse y disfrutar como el niño que es, lleno de rabia y frustración, preocupado por su futuro. Sólo los hombres del bar le proporcionan seguridad y sensación de amparo, sus conversaciones cotidianas, su visión del mundo, sus rituales y su camaradería, la pasión por el deporte, todo lo que rodea al bar le hacen pensar que ese es el mundo al que quiere pertenecer, que aquel es el único lugar donde se le acepta tal y como es, con sus virtudes y sus defectos. JR va creciendo, acude a la universidad, se enamora, se debate entre dedicarse al Derecho o al periodismo o a escribir una novela sobre el bar o sencillamente pasar su vida acodado a la barra del bar, donde su tío Charlie y sus compañeros de ronda tienen solución y explicación para todos los problemas que el mundo pueda plantearles, donde todo tiene sentido después de tres ginebras, un lugar donde sentirse a salvo, donde refugiarse del mundo. Todos los éxitos se celebran bebiendo, los fracasos son menos con el apoyo de los chicos del bar. Será necesario que JR crezca y madure para deshacer el nudo que lo ata necesariamente a ese lugar, hacia el cual desarrolla una dependencia emocional que lo arrastra siempre a la barra y a sus compañeros de ronda.
"¿Es sensato añorar un bar como se añora una casa?"
La lectura me ha resultado muy agradable, la narración discurre ligera, con ritmo constante y con interés mantenido durante toda la obra, si bien hay que reconocer que el mundo que retrata es estrictamente norteamericano, es una historia que no se puede situar en otro lugar geográfico. Un bar de Nueva York no es un bar español ni sus parroquianos se le parecen. Pero así es como lo tiene que contar su autor, porque así es como lo vivió él..

Las descripciones del libro son detalladas y nos transmiten las situaciones y sensaciones, en ocasiones me he planteado que con demasiado detalle como para creer que realmente sean recuerdos de la infancia del autor, es fácilmente apreciable el paso de los recuerdos por el filtro del novelista pero así y todo logra transmitir fielmente la esencia de una infancia y una juventud agridulces, rodeado de cariño y soledad a partes iguales, de dudas y miedos, de búsqueda de seguridad y de angustia por verse un día convertido en un adulto responsable. Destaca el tema del gran respeto que se muestra a todo lo largo de la obra por el mundo de las palabras, por los libros como refugio y fuente de descubrimiento. Las personas a las que más admira siempre JR son aquellas que respetan y emplean bien las palabras, aparte de a Frank Sinatra,claro. Y eso le hace ser mejor persona.
"Cada libro es un milagro. Cada libro representa un momento en el que alguien se sentó en silencio (y ese silencio forma parte del milagro, no te engañes), e intentó contarnos a los demás una historia"

6 comentarios:

  1. En principio las biografía sno me llaman demasiado, aunque también tengo mi parte cotilla, jeje, aunque he leído algunas que me han fascinado (recuerdo una sobre Juana la Loca que me encantó)
    A este autor yo tampoco le conozco, pero veo que el libro te ha gustado y te ha transmitido cosas, así que en mi mente queda
    Besos

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    1. Yo tampoco conocía al autor, creo que se dedicaba al periodismo antes de escribir este libro, pero lo cierto es que cuenta su vida con encanto y cercanía y vale la pena.
      Saludos.

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  2. Es un libro que me ronda la cabeza últimamente, así que espero hacerme con el pronto.

    Muy buena tu opinión.

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    1. Yo no puedo más que recomendártelo. Me ha resultado una lectura verdaderamente gratificante. Espero que tú también la disfrutes.
      Saludos.

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  3. He visto comentarios muy buenos de este libro y también no tan buenos. Pero creo que a mí me va a gustar. Supongo que esa parte de detalles tan precisos en el recuerdo son parte ficcionada, o realidad enriquecida...

    Un abrazo

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    1. Lo cierto es que, sean recuerdos más o menos "enriquecidos", la verdad es que está todo muy bien contado y suena sincero, sin artificios, la voz del niño suena creible todo el rato. Espero que la disfrutes.
      Saludos.

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