Es de sobra sabido que las circunstancias de la muerte de la escritora
Irène Némirovsky en Auschwitz dio lugar a que su obra inédita en ese momento no se encontrara organizada ni adecuadamente registrada, quedando muchas de sus posesiones y escritos desperdigados por diferentes lugares. Igual que
Suite francesa fue encontrada por sus hijas entre sus pertenencias años después de su muerte, también esta otra novela, "
El ardor de la sangre" se descubrió recientemente por los biógrafos de la autora entre los papeles recuperados del que fue su amigo y editor, André Sabatier, con lo que poco a poco han ido saliendo a la luz de manera póstuma las últimas obras de la que es probablemente una de las más talentosas escritoras europeas del siglo XX.
"En el pequeño huerto detrás de casa zumban las abejas; la hierba está llena de frutas maduras, que dejan escapar perlas de azúcar por las rajas de su dorada piel. Para la trilla, cada granja tiene a gala ofrecer a trabajadores y vecinos el mejor vino y la nata más cremosa de la comarca. A eso hay que añadir las tartas rebosantes de cerezas y relucientes de mantequilla, los pequeños quesos secos de cabra, que tanto gustan a nuestros campesinos."
En esta novela que ahora nos ocupa, el narrador es Silvestre Érard, familiarmente conocido como Silvio, un hombre maduro, soltero y pobre tras perder gran parte del patrimonio familiar. Sus días transcurren en un tranquilo pueblo de provincias, entre plácidas escenas domésticas junto con sus primos y sobrinos, en una destartalada residencia que ha conocido tiempos mejores; pero Silvio también conserva recuerdos de su agitada juventud vivida con intensidad. Ahora disfruta de los placeres más sencillos como sentarse frente al fuego o pasear con su perro por el campo, reflexiona sobre cómo se apaga ese ardor de la sangre, la pasión que dirige nuestra acción durante la juventud frente a la serenidad que se alcanza al llegar a la madurez.
"Cuando eres joven, eres tan impaciente… Cada día que pasa y que has perdido para el amor es una tragedia."
Esta lectura es todo un deleite de costumbrismo provinciano, del disfrute de la vida plácida del campo, aunque también nos muestra las rencillas vecinales, cuando no enfrentamientos directos, de un pueblo que se reúne en celebraciones locales donde se mezclan los que viven de la tierra y los pequeños burgueses, el ganadero y el notario, los que se enorgullecen de sus posesiones y los que lo pierden todo por su incapacidad de conservar lo heredado, todos se mezclan en bodas, bailes, reuniones y funerales.
"Esta noche atravesarán muchas comarcas tranquilas y muchos pueblos somnolientos; pasarán ante grandes casas silenciosas y oscuras en mitad del campo. Ni siquiera imaginarán que, todo eso, tiene una vida profunda y secreta, que siempre ignorarán."
La Némirovsky luce aquí de nuevo su afilada mirada para observar y describir el comportamiento humano, las emociones que agitan los corazones, al tiempo que hace elogio de la vida sencilla, poniendo en valor, por encima de todo, la paz y la tranquilidad que supone el vivir con la conciencia limpia al alcanzar las madurez, si bien la experiencia nos dice que bajo la serenidad aparente puede latir un apasionado corazón. Cada nueva lectura que disfruto de esta autora la alza y confirma más en mi particular Parnaso literario, garantizándole un lugar junto a los más grandes y geniales escritores de todas las épocas.
"Es asombroso que haya conservado hasta la edad madura ese paso leve y lleno de seguridad (...) el de una mujer que nunca se ha extraviado por el mal camino, que nunca ha corrido jadeante a una cita, que nunca se ha detenido, agobiada bajo el peso de un secreto culpable."