El argumento gira en torno a la joven Denise Boudu que llega a París tratando de buscarse un futuro para ella y sus hermanos tras haber quedado huérfanos. Su tío es propietario de un pequeño comercio tradicional de venta de tejidos, pero el negocio no anda muy bien y no puede colocarla. En su misma calle se ha establecido “El Paraíso de las Damas”, una magnífico establecimiento de "novedades" donde es posible satisfacer la pasión de las mujeres por las compras y la moda, germen de los grandes almacenes que se generalizarían por la ciudad a partir de entonces, donde es posible encontrar desde tejidos hasta guantes, abanicos, paraguas, vestidos confeccionados... Este enorme establecimiento basado en una estricta organización, numerosísimos dependientes, donde se despachan las mercancías de manera imparable, donde se reciben pedidos por correo, se realizan entregas a domicilio, en fin, todas las innovaciones y comodidades imaginables para facilitar la compra a sus cada vez más numerosas clientas. Por sus servicios, los precios, la variedad que ofrece, el Paraíso supera en todos los aspectos a cualquiera de los pequeños comercios que abundan en el mismo barrio y que se van viendo abocados sin remedio al cierre. Los beneficios reinvertidos una y otra vez, el sistema de primas a los empleados, las comisiones por ventas, todo un nuevo sistema que permite multiplicar las ganancias y estimular a los trabajadores, todo este nuevo e inmenso aparato está dirigido por Octave Mouret, un decidido y visionario emprendedor dotado de un extraordinario talento comercial que nunca deja de plantearse sucesivas ampliaciones del negocio, que va arrinconando los esquemas mercantiles antiguos y va dando paso a nuevas técnicas para atraer al público. Comprobamos así que lo que consideramos modernas teorías de márketing y publicidad no son cosas de hoy día, sino que ya se ponían en práctica en el siglo XIX:
“la acumulación de mercancías; la tentación de lo barato; los precios marcados, que inspiran confianza. Por lo que peleaban y competían los almacenes era por la mujer, a la que hacían caer una y otra vez en la tendida trampa de los saldos, tras aturdirla con los escaparates. Despertaban en ella nuevas apetencias; eran una tentación gigantesca ante la que ella sucumbía fatalmente: al principio, pretendía aprovechar las ocasiones, a fuer de buena ama de casa; luego, se dejaba llevar por la coquetería; al final, se la comían viva. Los almacenes multiplicaban las compras, democratizaban el lujo y se convertían, así, en causa de temibles despilfarros, desbaratando los presupuestos familiares y favoreciendo las locuras de la moda, cada vez más costosas.“Octave Mouret cree en el poder de la voluntad, es apasionado en todo lo que hace y se lanza al riesgo con alegría animado por la idea de los potenciales éxitos a alcanzar. Contrasta con los miembros de la burguesía adinerada o la nobleza venida a menos que languidece en sus viejas tradiciones, ocupando puestos en la Administración, en ocasiones con mucho prestigio pero escaso sueldo, ”la Francia añeja” que se entretiene en sus reuniones de salón y se deleita en su liberalidad amorosa, dilapidando sus antiguas fortunas, mientras que la clase trabajadora se esfuerza por progresar y ganarse un puesto entre los privilegiados. Asistimos al nacimiento de una nueva estructura social donde los jóvenes pueden escapar del destino de sus padres, no importa de dónde procedan, sólo importa lo que están dispuestos a trabajar y a arriesgar y los objetivos que se marquen. Cuando un dependiente de almacén gana más que un triste funcionario público con formación y apellidos de raigambre se demuestra que los nuevos valores se imponen, el triunfo y la riqueza se pueden repartir más justamente.
"Retumbaba en sus palabras toda la dicha de actuar, toda la alegría de vivir. Recalcó que era un hombre de su tiempo. Sólo los contrahechos, sólo los inválidos de cuerpo o de pensamiento se hurtaban al trabajo en una época en la que había tanto por hacer, mientras el siglo entero se abalanzaba hacia el futuro. Y se mofaba de los desesperados, de los asqueados, de los pesimistas, de todos los inválidos de aquel alborear de las ciencias, de su plañidero llanto de poetas o de su altanería de escépticos, en medio del gigantesco tajo de la era contemporánea. ¡Qué actitud tan noble, tan acertada, tan inteligente, esa de bostezar de hastío mientras los demás se esfuerzan! ¿Dónde está el daño si atraemos a todas las mujeres, si las tenemos así a nuestra merced y conseguimos que pierdan el seso ante nuestras montañas de mercancías y vacíen los monederos sin llevar cuenta? Lo que hace falta, querido amigo, es encandilarlas; y para eso necesitamos un artículo que encuentre su punto flaco, que haga época. Luego ya podemos vender los demás artículos tan caros como en cualquier otra parte, porque estarán convencidas de que nosotros se los damos más baratos."Todo este mundo novedoso constituirá para Denise una fuente inagotable de sorpresas y la cautivará en seguida. El paso desde su origen humilde y provinciano hasta el fastuoso París que la acoge y donde descubre una nueva dimensión del progreso que no creía que pudiera existir, no la priva de entender el brusco contraste entre la abundancia inacabable del comercio y las penurias que deben padecer sus empleados a causa de sus reducidos ingresos y de las pésimas condiciones de vida y trabajo, lo que la hace tomar conciencia de la necesidad de repartir los beneficios del nuevo sistema de manera más equitativa. La joven tendrá que sufrir en carne propia la cruel competencia que caracteriza las relaciones entre los empleados del establecimiento, padeciendo especialmente por la crueldad de sus compañeras de departamento en su lucha por las comisiones y los ascensos. Poco a poco irá perfeccionando el arte de sobrevivir, tendrá que espabilar ante la jungla a la que se enfrenta pero donde acabarán brillando sus virtudes y su honestidad. La inevitable historia de amor, llena de dudas, desencuentros y dificultades no son más que un hilo conductor que nos acompaña a lo largo de la novela, sin restar brillo al resto de los elementos del relato.
No se puede dudar del talento de Zola para reflejar toda una sociedad, para destacar sus aspectos más sobresalientes, lo novedoso frente a lo añejo, en introducirnos en los salones, reflejar hasta la luz que ilumina las escenas y los sentimientos que refleja cada rostro o cada tono, en retratar, en fin, a los seres humanos que pueblan su novela, de mostrarnos lo más profundo de sus pasiones, sus motivaciones y los deseos que los mueven y a través de unas historias particulares hacernos revivir un mundo pasado, en un relato que estaría en un punto intermedio entre el estudio sociológico y el tratado histórico, eso sí, presentado de manera tremendamente entretenida. A destacar las vertiginosas descripciones de la abundancia y magnificencia de El Paraíso y sus incontables mercancías expuestas de manera espectacular para deleite de las clientas. En esta ocasión, Zola deja de lado algo de su habitual denuncia social, aunque no totalmente, pero sí que se deja llevar más por el optimismo y la confianza en el progreso y la posible mejora de las condiciones de vida de los trabajadores en una nueva época de abundancia que se adivina en un futuro cercano.
Se dan en esta novela otros numerosísimos temas sobre los que reflexionar: Asistimos a la renovación del panorama urbano de París donde comienzan a abrirse grandes avenidas, “con alcantarillado, aceras y farolas de gas”, donde se arrasa con los viejos barrios medievales para dar paso a una nueva ciudad cosmopolita y abierta, lo que favorece fundamentalmente al comercio. La superioridad de los grandes centros comerciales frente a los pequeños comercios tradicionales, la decadencia de los artesanos especializados, la utilización de las mujeres como consumidoras insaciables, la inutilidad de la educación clásica frente a la pujanza de los emprendedores sin formación pero con agallas para trabajar duro... muchos son los aspectos que encontramos en esta novela que darían tema para intensos debates.
Comentar, por último, que esta novela se enmarca en la serie "Les Rougon-Macquart", en la cual Zola relatan las vidas de diversos miembros de una familia francesa a lo largo de la época del Segundo Imperio y donde refleja tanto la historia familiar como todos los cambios de la sociedad en este periodo. En cualquier caso, es, sin duda, un texto que puede ser leído como de rabiosa actualidad a pesar de haber sido publicado en 1883, ya que comprobaremos que hay muchas cosas que no han cambiado tanto a pesar de los años transcurridos.