En "El latido de la tierra" la escritora aragonesa Luz Gabás vuelve a ofrecernos, como en sus anteriores novelas, una historia intensa centrada en una protagonista femenina fuerte, ubicada esta vez en un escenario que, sin corresponder a ninguna localidad real, recuerda fácilmente a cualquiera de los muchos pueblos de Huesca o de cualquier otra zona de la España rural que han ido siendo abandonados lentamente a lo largo de los últimos cincuenta años. El argumento gira, en principio, en torno a la investigación de una desaparición y la aparición, algunos meses después, de un cadáver que podría corresponder a la persona desaparecida. Pero no será la trama policíaca la que centre el interés del relato, sino el grupo de amigos que protagonizan la historia y las relaciones personales que se establecen entre ellos, de amistad, románticas o de enfrentamiento personal. El grupo está encabezados por Alira, una mujer que siempre ha vivido conectada con la tierra, ayudando y aprendiendo desde jovencita de su padre los trabajos del campo y de mantenimiento de la finca y heredando de su madre la preocupación por conservar en buen estado el legado familiar transmitido durante generaciones. La pieza fundamental de esa herencia se materializa en la casa familiar, Villa Elegía, conocida en Aquilare como la mansión y que es la única vivienda que permanece habitada en la actualidad en la aldea después de que la mayoría de la población se trasladara forzosamente al cercano pueblo de Mongraín.
Aunque Alira estudió en la universidad y conoció la vida de la ciudad, finalmente decidió volver a Aquilare e instalarse en la mansión y allí vive con su madre y uno de sus hermanos, soltero como ella, y llegados ambos a una edad en la que ya no abrigan esperanza alguna de establecer una relación sentimental o formar su propia familia. A Alira le pesan el trascurso del tiempo y la soledad, aunque sigue manteniendo relación con sus buenas amigas de la infancia, Amanda e Irene, así como con un medio novio de juventud, César, que acabó casado con Irene y ahora ejerce de guardia civil en Mongraín. A ellos se unirá Adrián, el que fue gran amor de Alira y su relación más duradera; tras vivir fuera muchos años, unos asuntos familiares le traen de vuelta al pueblo junto a su mujer, Dunia, lo que provoca que los amigos se vuelvan a reunir tras mucho tiempo en la mansión donde revivirán los buenos tiempos de su juventud y sus recuerdos. Si bien todos han madurado y muchas cosas han cambiado, otras permanecen y se han fortalecido; antiguos sentimientos se remueven, los recuerdos de la infancia y juventud compartidas les unen pero junto a la amistad y la confianza también existen rencores y traiciones que no se olvidan. Cuando uno de los residentes en la mansión desaparece, se pondrá al descubierto la complejidad de los hilos que mantiene unido entre sí al grupo de amigos.
La lectura de la novela resulta de lo más agradable ya que, además de la trama centrada en las relaciones interpersonales que se establecen en el grupo, se tratan muchos otros asuntos de gran interés, en especial la situación de los pueblos abandonados en las últimas décadas, la despoblación rural causada por la migración hacia las grandes ciudades, en ocasiones como búsqueda de mejores oportunidades pero muchas veces obligada por la falta de medios de vida en el campo. Pero también aparece en los últimos tiempos el movimiento contrario: el de grupos de personas que regresan al campo persiguiendo el sueño de poner en práctica un ideal de vida sencilla, en contacto directo con la tierra, desando huir del ritmo implacable de la vida urbana y recrear una idílica nueva sociedad que regrese a las raíces y a lo básico, a lo natural y a la autosuficiencia.
De todos esos temas y sobre todo de la enorme complejdad de las relaciones humanas se habla en esta novela en la que la autora nos permite descubrir su preocupación por la subsistencia de la vida rural, su amor por la tierra personificada en la protagonista de la historia y la confianza en la posibilidad que la vida ofrece siempre para empezar de nuevo, para reinventarse y salir adelante pese a las dificultades que nos plantea la vida. Un mensaje optimista y estimulante, sin duda, el que podemos extraer de esta lectura.
viernes, 31 de julio de 2020
jueves, 23 de julio de 2020
The tatooist of Auschwitz (El tatuador de Auschwitz)
Son muchos, algunos considerarán que demasiados, los libros escritos en torno al tema de Auschwitz y el Holcausto, bien como ficciones noveladas o a través de testimonios personales de tantos supervivientes que se han decidido a contar en algún momento su propia experiencia. No sé hasta qué punto puede ser criticable esta sobreabundancia de publicaciones sobre este asunto que incluso llega a ser considerado en ocasiones como un tema "de moda", ya que es muy comprensible el interés por todo aquello que ocurrió durante uno de los periodos más negros de la Historia de Europa y del de la Humanidad, unos hechos que siguen atrayendo a los lectores, ávidos por conocer y descubrir los horrores de aquellos días y que hacen que estos relatos sigan conviertiéndose en éxitos de ventas tanto tiempo después de haber ocurrido los hechos que relatan.
Lo más peculiar de este libro, "The tattooist of Auschwitz", sería el modo en que se gestó su elaboración, tal y como lo cuenta al inicio su propia autora Heather Morris, exitosa guionista australiana, que entra en contacto con el anciano Lale Sokolov que se ofrece a compartir con ella sus experiencias sobre su paso por el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, con lo que Morris se plantea elaborar un guión cinematográfico que posteriormente acabaría convertido en la actual novela. La relación personal trabada entre la autora y su entrevistado forma parte también del argumento del libro que constituye un emocionante homenaje a un superviviente de aquel horror que podemos conocer prácticamente de boca de su protagonista
Al joven Lale Sokolov lo suben a un tren en su Eslovaquia natal junto a varios centenares de judíos como él con el pretexto de enviarlos a trabajar para el gobierno alemán que ha invadido su país, a cambio de la falsa promesa de que la seguridad de sus familias quedará así asegurada, dado que sus hombres se encuentran colaborando con los alemanes. El joven Lale es un muchacho elegante y educado que domina varios idiomas y no imagina que en realidad están siendo trasladados a Polonia, al campo de concentración de Birkenau donde tendrá que aprender a sobrevivir a base de obedecer y observar. Su formacion y la suerte le llevan a ocupar el puesto de tatuador del campo, encargado de la tarea de marcar en el antebrazo a todos aquellos que llegan hasta los campos de Birkenau y al vecino Auschwitz con el tétrico número que identifica a cada preso.
Las condciones vida de las que "disfrutará" Lale son significativamente mejores que las de la gran mayoría gracias a que su trabajo le granjean el privilegio de evitarle el ser ocupado en otras tareas más penosas o peligrosas, al igual que estar mejor alimentado que los demás presos. Pero también se encuentra por ello en la situación de ser considerado por algunos como un colaboracionista por su contacto cercano con los carceleros y el trato más favorable que recibía, lo que supone un peso que cargará sobre la conciencia toda su vida. Pero ello no significa que no le tocara luchar contra el tifus, el hambre y tantas otras penurias como ser castigado ocasionalmente a realizar trabajos más laboriosos en alguna ocasión en que fue pillado realizando trapicheos para conseguir comida o medicinas que repartía entre los demás o pasar por el sufrimiento de perder muchos compañeros y amigos.
Su propia supervivencia dentro de aquel infierno será su prioridad, pero eso no quita para que trate de ayudar a todo el que sea posible; si bien no pueden hacer grandes cosas, sí que se aplica al aforismo judío que afirma que "quien salva a un hombre salva al mundo entero" con lo que se centra en pequeños actos de solidaridad cotidianos. Y es que en el peor lugar del mundo y en las circunstancias de mayor dificultad es posible ver florecer la amistad e incluso encontrar el amor como le ocurre a Lale cuando conoce a a Gita y durante tres años ambos tratan de mantenerse sostenidos por la esperanza de una vida juntos fuera de aquel lugar y hasta se atreven a hacer planes de futuro apoyados en la firme decisión de sobrevivir al infierno.
El relato abunda en reflexiones sobre el valor de la dignidad humana, sobre la consideración del hecho de que una raza que engloba gran diversidad de nacionalidades, realidades diversas y multitud de personas individuales, pudiera ser considerada como un posible riesgo para la seguridad o la integridad de cualquier país. Una de las cosas que más dolieron a Lale fue experimentar cómo el ejército eslovaco, sus propios compatriotas, entregaron a los judíos como él a los alemanes, tratarándolos como a bestias a causa exclusivamente de haber sido educados en una religión diferente cuando hasta entonces habían sido ciudadanos exactamente iguales a todos los demás con independencia de sus creencias.
El libro centra su argumento en los años pasados por Lale en Birkenau, pero se adivina, por el rápido repaso que al final hace por el resto de su vida hasta que, ya viudo y anciano, decide contar su experiencia a la autora, que los años posteriores también podrían constituir un buen argumento para otro interesante libro. Por lo pronto, en este se nos ha contado una parte significativa de una vida intensa, tal vez sus capítulos más desgarradores, una pieza de las muchas que conforman el gran relato del Holocausto judío.
Lo más peculiar de este libro, "The tattooist of Auschwitz", sería el modo en que se gestó su elaboración, tal y como lo cuenta al inicio su propia autora Heather Morris, exitosa guionista australiana, que entra en contacto con el anciano Lale Sokolov que se ofrece a compartir con ella sus experiencias sobre su paso por el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, con lo que Morris se plantea elaborar un guión cinematográfico que posteriormente acabaría convertido en la actual novela. La relación personal trabada entre la autora y su entrevistado forma parte también del argumento del libro que constituye un emocionante homenaje a un superviviente de aquel horror que podemos conocer prácticamente de boca de su protagonista
Al joven Lale Sokolov lo suben a un tren en su Eslovaquia natal junto a varios centenares de judíos como él con el pretexto de enviarlos a trabajar para el gobierno alemán que ha invadido su país, a cambio de la falsa promesa de que la seguridad de sus familias quedará así asegurada, dado que sus hombres se encuentran colaborando con los alemanes. El joven Lale es un muchacho elegante y educado que domina varios idiomas y no imagina que en realidad están siendo trasladados a Polonia, al campo de concentración de Birkenau donde tendrá que aprender a sobrevivir a base de obedecer y observar. Su formacion y la suerte le llevan a ocupar el puesto de tatuador del campo, encargado de la tarea de marcar en el antebrazo a todos aquellos que llegan hasta los campos de Birkenau y al vecino Auschwitz con el tétrico número que identifica a cada preso.
Las condciones vida de las que "disfrutará" Lale son significativamente mejores que las de la gran mayoría gracias a que su trabajo le granjean el privilegio de evitarle el ser ocupado en otras tareas más penosas o peligrosas, al igual que estar mejor alimentado que los demás presos. Pero también se encuentra por ello en la situación de ser considerado por algunos como un colaboracionista por su contacto cercano con los carceleros y el trato más favorable que recibía, lo que supone un peso que cargará sobre la conciencia toda su vida. Pero ello no significa que no le tocara luchar contra el tifus, el hambre y tantas otras penurias como ser castigado ocasionalmente a realizar trabajos más laboriosos en alguna ocasión en que fue pillado realizando trapicheos para conseguir comida o medicinas que repartía entre los demás o pasar por el sufrimiento de perder muchos compañeros y amigos.
Su propia supervivencia dentro de aquel infierno será su prioridad, pero eso no quita para que trate de ayudar a todo el que sea posible; si bien no pueden hacer grandes cosas, sí que se aplica al aforismo judío que afirma que "quien salva a un hombre salva al mundo entero" con lo que se centra en pequeños actos de solidaridad cotidianos. Y es que en el peor lugar del mundo y en las circunstancias de mayor dificultad es posible ver florecer la amistad e incluso encontrar el amor como le ocurre a Lale cuando conoce a a Gita y durante tres años ambos tratan de mantenerse sostenidos por la esperanza de una vida juntos fuera de aquel lugar y hasta se atreven a hacer planes de futuro apoyados en la firme decisión de sobrevivir al infierno.
El relato abunda en reflexiones sobre el valor de la dignidad humana, sobre la consideración del hecho de que una raza que engloba gran diversidad de nacionalidades, realidades diversas y multitud de personas individuales, pudiera ser considerada como un posible riesgo para la seguridad o la integridad de cualquier país. Una de las cosas que más dolieron a Lale fue experimentar cómo el ejército eslovaco, sus propios compatriotas, entregaron a los judíos como él a los alemanes, tratarándolos como a bestias a causa exclusivamente de haber sido educados en una religión diferente cuando hasta entonces habían sido ciudadanos exactamente iguales a todos los demás con independencia de sus creencias.
El libro centra su argumento en los años pasados por Lale en Birkenau, pero se adivina, por el rápido repaso que al final hace por el resto de su vida hasta que, ya viudo y anciano, decide contar su experiencia a la autora, que los años posteriores también podrían constituir un buen argumento para otro interesante libro. Por lo pronto, en este se nos ha contado una parte significativa de una vida intensa, tal vez sus capítulos más desgarradores, una pieza de las muchas que conforman el gran relato del Holocausto judío.
"...una historia de dos personas ordinarias viviendo en un tiempo extraordinario, privados no sólo de su libertad sino de su dignidad, sus nombres y sus identidades y es el relato de Lale de lo que tuvieron que hacer para sobrevivir"
viernes, 17 de julio de 2020
La red púrpura
Nos encontramos en estos tiempos en unos momentos bastante comprometidos para los lectores de novela policíaca. Partiendo del hecho de que el género atraviesa una época de esplendor por la cantidad y calidad de los títulos publicados, también es verdad que cualquiera puede comprobar que ya no se lleva lo de publicar una novela con un caso de investigación autoconclusivo con el que disfrutar unos días de emocionante lectura y, una vez finalizada, despedirse de ella con un agradecido " a otra cosa, mariposa" y pasar a otra lectura como si tal cosa. Ahora esto es cada vez menos posible dada a la tendencia mayoritaria a que todos los éxitos editoriales de este género se organicen en series, como poco en trilogías y esto, que no es que sea algo malo en sí, pero es cierto que obliga a los lectores de alguna manera a engancharse a la serie, quieras o no; los finales generalmente abiertos te amarran al yugo de la obligación de continuar con la historia, de no perderte ninguna entrega porque los argumentos se entremezclan unos con otros y se encuentra uno así fidelizado de manera involuntaria y obligado a no perderse el nuevo caso o la continuación de la saga, a veces sin saber durante cuánto tiempo.
En "La red púrpura" Carmen Mola retoma el argumento de su historia en el punto exacto donde dejamos a la inspectora Elena Blanco y su equipo de agentes de la BAC (Brigada de Análisis de Casos) al finalizar la anterior novela, "La novia gitana". Han pasado pocos meses y el equipo investiga sobrelsobre esta Red Púrpura, una trama de negocios de lo más turbio que, amparados por el anonimato de internet y de la dark web, aquellos lugares de la red no accesibles para cualquiera, manejan asuntos de la más ilegal, inmoral y violenta categoría que se pueda imaginar, desde pornografía a apuestas, comercio de drogas o de cualquier material, servicio o sustancia imaginable, los ciberdelincuentes campan a sus anchas por lado más oscuro de internet. Allí es donde el equipo trata de localizar a los responsables de este grupo que se dedica a retransmitir en directo desde crueles torturas hasta peleas a muerte, aceptando apuestas y manejando ingentes cantidades de dinero.
La inspectora Blanco, responsable del equipo de investigación, ha dejado todo de lado y vive sólo para su trabajo: no tiene vida privada ni amigos, sólo sus ligues de una noche, sus lingotazos de grappa y el desahogo de alguna noche en el karaoke cantando clásicos italianos. Sus compañeros de la brigada no llevan nada bien esa entrega absoluta que exige también a los que trabajan a su lado. Y es que para Elena, el resolver este caso es vital ya que sabe que probablemente este sea el único camino que le lleve a recuperar a su hijo, secuestrado hace ocho años precisamente por la gente a la que ahora persigue. Sin embargo, resolver el caso también conlleva un riesgo; la inspectora evita pararse mucho a pensar en el tipo de monstruo en el que se habrá convertido su hijo tras estos años integrado como un miembro más de la Red Púrpura, pero sabe que no parará hasta encontrarlo para cerrar definitivamente la herida que le va arrancando la vida año tras año.
No queda más remedio que ponernos en breve con la tercera entrega para descubrir hacia dónde les llevará el destino a los personajes de esta serie, si continúan trabajando en investigación policial, luchando contra el mal o si se habrán retirado de la primera fila y se limitan a poner multas de tráfico o a regar los geranios del balcón, tras tantos años librando batallas en el equipo más selecto de la policía española. Lo dicho: a seguir con la serie para saber más.
En "La red púrpura" Carmen Mola retoma el argumento de su historia en el punto exacto donde dejamos a la inspectora Elena Blanco y su equipo de agentes de la BAC (Brigada de Análisis de Casos) al finalizar la anterior novela, "La novia gitana". Han pasado pocos meses y el equipo investiga sobrelsobre esta Red Púrpura, una trama de negocios de lo más turbio que, amparados por el anonimato de internet y de la dark web, aquellos lugares de la red no accesibles para cualquiera, manejan asuntos de la más ilegal, inmoral y violenta categoría que se pueda imaginar, desde pornografía a apuestas, comercio de drogas o de cualquier material, servicio o sustancia imaginable, los ciberdelincuentes campan a sus anchas por lado más oscuro de internet. Allí es donde el equipo trata de localizar a los responsables de este grupo que se dedica a retransmitir en directo desde crueles torturas hasta peleas a muerte, aceptando apuestas y manejando ingentes cantidades de dinero.
La inspectora Blanco, responsable del equipo de investigación, ha dejado todo de lado y vive sólo para su trabajo: no tiene vida privada ni amigos, sólo sus ligues de una noche, sus lingotazos de grappa y el desahogo de alguna noche en el karaoke cantando clásicos italianos. Sus compañeros de la brigada no llevan nada bien esa entrega absoluta que exige también a los que trabajan a su lado. Y es que para Elena, el resolver este caso es vital ya que sabe que probablemente este sea el único camino que le lleve a recuperar a su hijo, secuestrado hace ocho años precisamente por la gente a la que ahora persigue. Sin embargo, resolver el caso también conlleva un riesgo; la inspectora evita pararse mucho a pensar en el tipo de monstruo en el que se habrá convertido su hijo tras estos años integrado como un miembro más de la Red Púrpura, pero sabe que no parará hasta encontrarlo para cerrar definitivamente la herida que le va arrancando la vida año tras año.
No queda más remedio que ponernos en breve con la tercera entrega para descubrir hacia dónde les llevará el destino a los personajes de esta serie, si continúan trabajando en investigación policial, luchando contra el mal o si se habrán retirado de la primera fila y se limitan a poner multas de tráfico o a regar los geranios del balcón, tras tantos años librando batallas en el equipo más selecto de la policía española. Lo dicho: a seguir con la serie para saber más.
viernes, 10 de julio de 2020
Marina
Este pasado mes de junio falleció el gran novelista Carlos Ruiz Zafón, autor, entre otras, de una de las novelas españolas más leídas y traducidas de las últimas décadas, "La sombra del viento", lectura imprescindible para todos los amantes de la buena literatura. Esta triste circunstancia me impulsó a revisar la obra del autor y me decidió a leer esta de "Marina", una de sus primeras publicaciones y, en palabras del propio escritor, una de sus novelas favoritas. De ella está extraída una cita que he encontrado reproducida numerosas veces y que refleja fielmente los caminos por los que transitaba Ruiz Zafón a la hora de plasmar al papel sus fantasías convertidas en historias:
La acción se desarrolla a principios de los años 80, si bien el estilo y la ambientación general nos transporta a otros tiempos, empezando por casa algo sinestra donde residen Marina y su padre, Germán, y que muy bien podría aparecer en cualquier novela gótica, con su puerta de reja oxidada, su asalvajado jardín habitado por un gato de ojos amarillos y su fuente cubierta de musgo; sin suministro eléctrico ni nada que indique que se encuentran en el siglo XX, padre e hija viven a la luz de las velas y de los recuerdos gloriosos de tiempos pasados llenos de felicidad.
Al igual que el caserón de los Blau, la Barcelona que nos muestra Zafón es un escenario absolutamente mágico; desde el barrio de Sarriá con sus caserones abandonados, el ambiente decadente de sus jardines asilvestrados o el internado donde reside Óscar, lleno de oscuros pasillos, o su cementerio de ambiente tenebroso hasta las calles del Raval, el barrio Gótico o Las Ramblas, todos se convierten en inquietantes escenarios velados por la espesa niebla o una lluvia incesante, plagados de sombríos rincones donde se ocultan terribles criaturas y secretos.
La historia familiar del pintor Germán Blau, padre de Marina, con su pasado luminoso vinculado a la rica burguesía barcelonesa es una de tantas biografías que se nos cuentan en la novela, retratos de personajes que rondaron la ciudad hace mucho tiempo, enredados en historias de amor, aventuras empresariales trufadas de envidias, celos y venganzas, divas de la ópera caídas en desgracia, grandes genios despreciados y fortunas que se crean y desaparecen en una sola generación.
Óscar y Marina se verán envueltos involuntariamente en la aventura de perseguir los rastros de algunos de los protagonistas de aquellas historias ocurridas hace más de treinta años en la Barcelona de los años 40 y 50. Enredados en la narración aparecen numerosos elementos que pueden ser considerados como de pura fantasía como la presencia que en forma de sombra monstruosa persigue y aterroriza a la pareja protagonista y trata de entorpecer sus pesquisas o la misteriosa mujer de negro que, como recién salida de una novela decimonónica, con sus velos y su coche de caballos, visita en secreto una tumba sin nombre y guía a los jóvenes tras las pistas adecuadas.
Realmente, esta novela es un gran ejemplo de la capacidad de su autor de crear un mundo propio dentro de su amada Barcelona, con una enorme maestría y un estilo propio para generar imágenes evocadoras acompañadas de una gran riqueza de lenguaje donde cada frase refleja un trabajo de composición reseñable, combinado todo ello con esa peculiar mezcla de realidad y fantasía que dota de una personalidad inconfundible a sus libros, ese gran legado que nos ha dejado este escritor excepcional tan tempranamente fallecido.
"A veces, las cosas más reales sólo suceden en la imaginación (...) Sólo recordamos lo que nunca sucedió"El relato del libro se nos presenta en forma de memorias de su protagonista, Óscar Drai, que revive los días transcurridos al lado de Marina Blau, su primer amor de adolescencia; una relación breve pero que, debido a los asombrosos acontecimientos que la rodearon, dejó un inolvidable recuerdo en Óscar, perdurable aún después de los muchos años transcurridos.
La acción se desarrolla a principios de los años 80, si bien el estilo y la ambientación general nos transporta a otros tiempos, empezando por casa algo sinestra donde residen Marina y su padre, Germán, y que muy bien podría aparecer en cualquier novela gótica, con su puerta de reja oxidada, su asalvajado jardín habitado por un gato de ojos amarillos y su fuente cubierta de musgo; sin suministro eléctrico ni nada que indique que se encuentran en el siglo XX, padre e hija viven a la luz de las velas y de los recuerdos gloriosos de tiempos pasados llenos de felicidad.
Al igual que el caserón de los Blau, la Barcelona que nos muestra Zafón es un escenario absolutamente mágico; desde el barrio de Sarriá con sus caserones abandonados, el ambiente decadente de sus jardines asilvestrados o el internado donde reside Óscar, lleno de oscuros pasillos, o su cementerio de ambiente tenebroso hasta las calles del Raval, el barrio Gótico o Las Ramblas, todos se convierten en inquietantes escenarios velados por la espesa niebla o una lluvia incesante, plagados de sombríos rincones donde se ocultan terribles criaturas y secretos.
La historia familiar del pintor Germán Blau, padre de Marina, con su pasado luminoso vinculado a la rica burguesía barcelonesa es una de tantas biografías que se nos cuentan en la novela, retratos de personajes que rondaron la ciudad hace mucho tiempo, enredados en historias de amor, aventuras empresariales trufadas de envidias, celos y venganzas, divas de la ópera caídas en desgracia, grandes genios despreciados y fortunas que se crean y desaparecen en una sola generación.
Óscar y Marina se verán envueltos involuntariamente en la aventura de perseguir los rastros de algunos de los protagonistas de aquellas historias ocurridas hace más de treinta años en la Barcelona de los años 40 y 50. Enredados en la narración aparecen numerosos elementos que pueden ser considerados como de pura fantasía como la presencia que en forma de sombra monstruosa persigue y aterroriza a la pareja protagonista y trata de entorpecer sus pesquisas o la misteriosa mujer de negro que, como recién salida de una novela decimonónica, con sus velos y su coche de caballos, visita en secreto una tumba sin nombre y guía a los jóvenes tras las pistas adecuadas.
Realmente, esta novela es un gran ejemplo de la capacidad de su autor de crear un mundo propio dentro de su amada Barcelona, con una enorme maestría y un estilo propio para generar imágenes evocadoras acompañadas de una gran riqueza de lenguaje donde cada frase refleja un trabajo de composición reseñable, combinado todo ello con esa peculiar mezcla de realidad y fantasía que dota de una personalidad inconfundible a sus libros, ese gran legado que nos ha dejado este escritor excepcional tan tempranamente fallecido.
"Marina le escuchaba, riéndose de sus ocurrencias y sosteniendo la conversación con hilos invisibles de hechicera. Yo iba callado, la frente pegada a la ventana y el alma en el fondo del bolsillo."
viernes, 3 de julio de 2020
Loba negra
Regresa para nuestro disfrute Juan Gómez-Jurado con otra historia protagonizada por la infalible y algo desequilibrada Antonia Scott y su leal escudero, el siempre ingenioso Jon Gutiérrez, un vasco grande y rubicundo que sigue sin estar gordo. En "Loba negra" la pareja se enfrentará con un nuevo caso al que son asignados desde la organización Reina Roja, un grupo supranacional paralelo a las policias oficiales que no siempre transitan por el lado autorizado de la ley ni cumpliendo estrictamente con todos los protocolos legales para ocuparse de asuntos de especial relevancia y complejidad. Convocados nuevamente por Mentor, su enlace con la organización, les envían hasta Marbella para ocuparse de la búsqueda de una mujer, Lola Moreno, que ha escapado por los pelos de un tiroteo ocurrido en un centro comercial tras el que se encuentra la mafia rusa, para la cual trabajaba el marido de la mujer que pronto aparecerá asesinado en su lujosa mansión marbellí. La mujer desaparecida corre gran peligro ya que se encuentra embarazada, es diabética y tiene tras ella tanto a la policías como a los mafiosos y ahora también a Jon y Antonia, que tratan, como todos, de dar con ella, aunque cada uno por distintos motivos y con diferentes intenciones.
El argumento de esta nueva entrega nos adentra en el complejo mundo de los negocios más turbios manejados por redes internacionales de empresas poco transparentes que nacen y crecen en paraisos fiscales, enredadas en complejos embrollos financieros bastante complicados de rastrear y desenredar y que se organizan en una rígida jerarquía de poder, actúan bajo normas estrictas de cumplimiento de obligaciones y acatamiento de órdenes y no dudan en el caso de tener que acabar con los competidores o con los traidores de forma violenta y radical. Entre toda esa complejidad deberán bucear Antonia y Jon para dar con el paradero de Lola y aclarar su verdadero papel en los manejos de su difunto marido.
Un nuevo personaje hará su aparición en esta ocasión: una misteriosa mujer que se oculta tras el nombre de Loba Negra, curtida en mil batallas y entrenada como una auténtica máquina de matar que también acudirá a la caza de Lola Moreno y que, a pesar de ostentar el honor de dar título a esta novela, no me ha parecido que como personaje tenga la fuerza ni la entidad suficientes como para destronar a Antonia Scott de su posición de gran estrella rutilante de esta serie policíaca.
Una de las bazas a favor de esta entrega es, nuevamente, el estilo en el que nos cuenta Gómez-Jurado los hechos que podrían resultar excesivamente dramáticos o tremendos, incluyendo crímenes, corrupción policial o violencia extrema, pero que, gracias al permanente tono sarcástico y divertido del buenazo de Jon, contrastando con el autismo emocional y social de Antonia, unido a sus fascinantes dotes deductivas y su inteligencia deslumbrante, al uso constante de letras de canciones entremezcladas en la narración y al humor sutil e inteligente que sustenta todo el relato, hacen que la lectura se disfrute enormemente y la novela no sea tan dura de leer como podría parecer a priori y que, por otra parte, ambos protagonistas sigan ganado puntos para convertirse en una de mis parejas de investigadores policiales favoritas.
El argumento de esta nueva entrega nos adentra en el complejo mundo de los negocios más turbios manejados por redes internacionales de empresas poco transparentes que nacen y crecen en paraisos fiscales, enredadas en complejos embrollos financieros bastante complicados de rastrear y desenredar y que se organizan en una rígida jerarquía de poder, actúan bajo normas estrictas de cumplimiento de obligaciones y acatamiento de órdenes y no dudan en el caso de tener que acabar con los competidores o con los traidores de forma violenta y radical. Entre toda esa complejidad deberán bucear Antonia y Jon para dar con el paradero de Lola y aclarar su verdadero papel en los manejos de su difunto marido.
Un nuevo personaje hará su aparición en esta ocasión: una misteriosa mujer que se oculta tras el nombre de Loba Negra, curtida en mil batallas y entrenada como una auténtica máquina de matar que también acudirá a la caza de Lola Moreno y que, a pesar de ostentar el honor de dar título a esta novela, no me ha parecido que como personaje tenga la fuerza ni la entidad suficientes como para destronar a Antonia Scott de su posición de gran estrella rutilante de esta serie policíaca.
Una de las bazas a favor de esta entrega es, nuevamente, el estilo en el que nos cuenta Gómez-Jurado los hechos que podrían resultar excesivamente dramáticos o tremendos, incluyendo crímenes, corrupción policial o violencia extrema, pero que, gracias al permanente tono sarcástico y divertido del buenazo de Jon, contrastando con el autismo emocional y social de Antonia, unido a sus fascinantes dotes deductivas y su inteligencia deslumbrante, al uso constante de letras de canciones entremezcladas en la narración y al humor sutil e inteligente que sustenta todo el relato, hacen que la lectura se disfrute enormemente y la novela no sea tan dura de leer como podría parecer a priori y que, por otra parte, ambos protagonistas sigan ganado puntos para convertirse en una de mis parejas de investigadores policiales favoritas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)