Necesitaba hacer un cambio de rumbo en mis lecturas después de varias semanas sumergida en la literatura italiana, lecturas en italiano o sobre Italia, así que he decidido dar un giro radical y meterme en una novela policíaca japonesa. Si esto no es un giro copernicano en toda regla, que venga Dios y lo vea."
El expreso de Tokio", de
Seicho Matsumoto es ya casi un clásico dentro del género policíaco nipón y, en realidad se encuentra muy cercano a las novelas de la época dorada de las novelas británica de detectives, con las que comparte bastantes elementos. El viejo inspector Jutaro Torigai de la comisaría de Kashii investiga un supuesto suicidio romántico ocurrido en una playa cercana. Los fallecidos son Kenichi Sayama, funcionario en un ministerio, y una joven camarera de nombre Toki. Aparentemente, los amantes habían viajado juntos en el expreso de Tokio a Hakata una semana antes y no se les había visto juntos hasta el momento en que sus cuerpos fueron descubiertos en la playa de Kashii. El instinto del policía le hace sospechar que pueda tratarse de un crimen. A esta teoría descabellada se le suma el subinspector Kiichi Mihara de la policía metropolitana de Tokio que, igualmente, comienza a darle vueltas al extraño caso y a las muchas dudas que se le plantean: ¿Porqué Sayama se alojó solo en una pensión bajo un nombre falso sin salir de allí durante cinco días esperando una llamada? ¿Dónde se encontraba Toki durante ese tiempo? Mientras tanto, los informes oficiales mencionan un reciente caso de corrupción ocurrido en el ministerio donde el fallecido trabajaba como razón del suicidio.
La frecuencia y puntualidad de los trenes en Japón se asemeja a las del servicio ferroviario británico, con lo que, igual que ocurre con las novelas clásicas inglesas de género policíaco, los horarios de salida y llegar de los trenes, la posiblidad de bajarse en una parada u otra, tomar un enlace y confiar en que los horarios se van a cumplir a rajatabla, intervienen en el esclarecimiento del crímen. Esta es una novela publicada en 1957, año en que las comunicaciones se realizan mediante telegramas, los listados de pasajeros se conservan en papel y no existían cámaras de vigilancia para controlar quien entra o sale de una estación. Todo esto supone una manera de investigar bastante artesanal y rudimentaria que nos puede llegar a sorprender en pleno siglo XXI, acostumbrados como estamos al seguimiento de la ubicación de los teléfonos, los rastros digitales o el control de llamadas de móvil como métodos habituales del trabajo policial.
También debo decir que me he encontrado en estas lecturas con algunos elementos de la cultura japonesa que me resultan un tanto complicados de entender como su concepto del honor y la lealtad, en especial cuando esta se da de empleados hacia sus superiores jerárquicos o la peculiar frecuencia de suicidios románticos en pareja que no parece que sea algo inusual por aquellas latitudes. Todo esto ha hecho que esta novela me haya permitido echar una interesante y curiosa mirada hacia una cultura que se encuentra en algunos aspectos muy lejos de la nuestra y no sólo en lo que a kilómetros se refiere.
He leído un par de novelas del autor y me han gustado mucho, sobre todo por encontrarme esos elementos, que como bien señalas, son tan distintos a nuestra cultura. Me gusta sumergirme en otras culturas, en otras formas de vivir, de pensar. Tomo nota, que ésta no la conocía.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues en mi caso es la primera novela suya que leo y no descarto volver a repetir, si me cruzo con alguna otra.
EliminarSaludos.