La narración es muy simple, a base de frases sencillas, pero que expresan ideas bien claras, sin darle tampoco muchas vueltas a las cosas. Nos cuenta cómo fue su vida, sin rencores ni resentimiento, pero sin ocultar tampoco ninguno de los aspectos más negativos de la vida de la servidumbre, aunque tambien tuvo buenas experiencias en algunos casos. Comprobamos así que conoció desde bien joven el trabajo duro, cuando entra como pinche de cocina en su primera casa y a partir de ahí irá aprendiendo el oficio y mejorando su situación hasta ejercer de cocinera en un buena casa.
Podemos adentrarnos así gracias a este libro en los secretos de las dependencias del servicio en las casas inglesas de primeros de siglo que habitualmente contaban con no menos de seis personas empleadas, hasta las grandes mansiones donde esa cifra se multiplicaba, ocupando a un nutrido grupo de trabajadores dedicados a la multitud de tareas que a diario exigía el mantenimiento de una gran casa. Podremos incluso conocer los sueldos que la cocinera recibía en cada uno de sus empleos, así como los días libres de los que disponía u otros detalles de sus condiciones de trabajo. También descubrimos la compleja jerarquía de poder que existe en los pisos de abajo, desde el mayordomo, el ama de llaves, la cocinera o los ayudas de cámara, descendiendo en el escalafón por los lacayos, las doncellas, las camareras, el chofer, la costurera, los jardineros, hasta llegar a lo más bajo donde se encuentran los simples mozos y las pinches de cocina, que apenas cuentan nada entre los miembros del servicio.
Otro aspecto a destacar de esta obra es el descubrir las ideas sorprendentemente modernas que sobre muchos temas expresa Margaret, con afirmaciones que nos resultan enormemente avanzadas para una mujer que vivió en aquellas primeras décadas del siglo pasado, en una sociedad recién salida de la pacata época victoriana pero que, a pesar de ello, se muestra muy liberal en asuntos morales y muy concienciada con la problemática de las clases obreras y con los derechos de las mujeres. La lectura supone, por tanto, un valioso testimonio de una época que siempre se nos presenta en su versión más idealizada en las novelas o películas de época, pero que también debía de tener, como es lógico, sus zonas más oscuras y sus problemas, especialmente entre los trabajadores que por lo general siempre quedaban a la sombra de sus empleadores que son los que protagonizan la mayoría de las mencionadas obras.
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