Este relato de Charlotte Perkins Gilman, "El tapiz amarillo" también traducido en otras ediciones con el más afortunado nombre de "El papel de pared amarillo", es una de las muchas y muy acertadas recomendaciones que he hallado en el maravilloso club de lectura de Nuria Pérez, que, entre otras cosas me ha llevado al (re)descubrimiento de autoras como Joan Didion o Maggie O'Farrell, que se ha convertido en una de mis escritoras favoritas de todos los tiempos por lo que creo que le debía este agradecimiento público.
La narración nos retrata a una joven dama norteamericana que se encuentra postrada en cama en una tranquila villa alquilada por su marido en mitad del campo para tratar de recuperarse de una delicada condición nerviosa que hoy día identificamos fácilmente con una depresión postparto. Pasa los días largos e iguales en un improvisado dormitorio en la parte alta de la casa, en lo que alguna vez fue un cuarto de juegos para los niños: una habitación grande y luminosa, amueblada con muebles disparejos subidos desde los dormitorios de los pisos bajos y cuyo elemento mas destacable es el estropeado papel de pared que presenta un extraño y complicado diseño en cuya observación y análisis pasa la dama las horas muertas tratando de ocupar tanto tiempo de inactividad forzada. El único entretenimiento real que nuestra protagonista posee es la escritura a través de la cual reflexiona sobre su situación. De hecho, ese diario informal es en realidad el texto que estamos leyendo, donde ella plasma sus ansiedades, preocupaciones y los más simples detalles de su monótono día a día, tratando, eso sí, de mantenerlo siempre oculto de la vista de su marido, al que desagrada ese tipo de entretenimientos intelectuales en mujeres de su clase. De ahí que la contemplación del papel de la pared y su enrevesado dibujo pase a ocupar la mayor parte de su tiempo.
La narración nos retrata a una joven dama norteamericana que se encuentra postrada en cama en una tranquila villa alquilada por su marido en mitad del campo para tratar de recuperarse de una delicada condición nerviosa que hoy día identificamos fácilmente con una depresión postparto. Pasa los días largos e iguales en un improvisado dormitorio en la parte alta de la casa, en lo que alguna vez fue un cuarto de juegos para los niños: una habitación grande y luminosa, amueblada con muebles disparejos subidos desde los dormitorios de los pisos bajos y cuyo elemento mas destacable es el estropeado papel de pared que presenta un extraño y complicado diseño en cuya observación y análisis pasa la dama las horas muertas tratando de ocupar tanto tiempo de inactividad forzada. El único entretenimiento real que nuestra protagonista posee es la escritura a través de la cual reflexiona sobre su situación. De hecho, ese diario informal es en realidad el texto que estamos leyendo, donde ella plasma sus ansiedades, preocupaciones y los más simples detalles de su monótono día a día, tratando, eso sí, de mantenerlo siempre oculto de la vista de su marido, al que desagrada ese tipo de entretenimientos intelectuales en mujeres de su clase. De ahí que la contemplación del papel de la pared y su enrevesado dibujo pase a ocupar la mayor parte de su tiempo.
Publicada en 1892, el relato refleja con agudeza la falta de libertad real a la que se encontraban sometidas las mujeres de aquella época en los Estados Unidos, sin capacidad de decidir por sí misma sobre cómo llevar adelante su vida, sin poder tomar sus propias decisiones o ser tratadas como personas adultas con plenos derechos, en lugar de someterse a la tutela proteccionista de sus maridos. La brevedad del texto no le resta agudeza psicológica ni profundidad a la hora de retratar a la protagonista o de plantear los temas anteriormente mencionados de manera clara y sin renunciar por ello a una elevada calidad literaria.
También me ha parecido interesante de por sí la figura de la autora, cuya biografía recomiendo descubrir, ya que fue una mujer que vivió una peculiar y reseñable peripecia personal que considero de gran interés y que daría bastante material para elaborar una buena novela biográfica.
También me ha parecido interesante de por sí la figura de la autora, cuya biografía recomiendo descubrir, ya que fue una mujer que vivió una peculiar y reseñable peripecia personal que considero de gran interés y que daría bastante material para elaborar una buena novela biográfica.
Curioso el argumento. Algo tan estático como un tiempo de convalecencia puede llegar a ser interesante si se sabe contar. Me recuerda una frase que leí no hace mucho "las cosas solo le pasan a aquellos que saben contarlas" Un abrazo.
ResponderEliminar¡¡Qué frase tan acertada!! Es cierto que los grandes autores son los que saben cómo contar las cosas, más allá del contenido de los argumentos. Este es un claro ejemplo de ello.
EliminarSaludos.
Le tengo echado el ojo desde hace un tiempo y la verdad es que con esa edición tan preciosa seguro que se viene a casa pronto.
ResponderEliminarUn beso
La verdad es que es una pequeña joyita y se disfruta cada página. Espero que lo leas pronto y coincidas con mi opinión.
EliminarSaludos.