No podía faltar a mi cita. Tarde o temprano tenía que cumplir con mi ineludible cita con Camilla Lackberg y su serie de Fjalbacka, y reconozco que no me pesa nada esta obligación autoimpuesta, cada novela de la autora sueca me devuelve, cada vez más, a un paisaje y unos personajes que ya me son tan familiares como mis vecinos de ascensor, o incluso más. Así que me sumerjo nuevamente con "El domador de leones" en las vidas de Erica y Patrick a los que encuentro envueltos en su agitada vida doméstica, criando a sus tres hijos pequeños al tiempo que se ocupan de sus obligaciones profesionales habituales, él investigando la desaparición de una joven de la localidad, aparentemente relacionada con otros casos similares que se han dado en otras ciudades de la zona y ella tratando de escribir una nueva novela basada en crimen ocurrido hace bastantes años en el mismo pueblo de Fjalbacka. La autora vuelve por donde solía, no hay peligro a que algo fundamental de la manera de estructurar la novela o los temas recurrentes habituales hayan cambiado sustancialmente, siguen apareciendo los tópicos que son firma de la casa: el pasado y el presente que se entrecruzan, los conflictos familiares, tanto entre los personajes actuales como en la raíz de los crímenes investigados y como siempre la intervención de la curiosa Erica en la investigación llevada a cabo por los policías. Pero la cuestión es que la fórmula sigue funcionando.
A pesar de que el patrón de la novela no se diferencia mucho de las entregas anteriores y de que se puede llegar a intuir la conexión que sabemos que habrá entre los casos, el actual y el del pasado, la autora va soltando muchos hilos, muchas tramas, indicios y detalles que hacen que las sospechas vayan repartiéndose entre diversos personajes, siempre a la espera de la sorpresa que sabemos que nos deparará la lectura y cuando se va aproximando el final, como es habitual, se acelera la acción de manera que te quedas atrapada en su lectura y llegas sin aliento a la resolución del caso. Sí, efectivamente, después de tantas entregas es posible que el desenlace resulte algo previsible, que siempre haya un personaje o varios que son la encarnación perfecta del mal y que Patrick logre desvelar su identidad, con la inestimable ayuda de su esposa, pero ello no quita para que Lackberg siga manejando la tensión con maestría, dosificando la intriga, abusando del truco propio de cualquier escritora malévola que consiste en acabar los capítulos en un punto álgido y cambiar de escenario de inmediato, lo que te obliga a seguir leyendo, avanzando páginas ansiosamente, sea la hora de la noche que sea, para enterarte de qué es lo que va a pasar a continuación. Pues lo dicho, que tal vez ya conozcamos el truco y se repita con frecuencia pero ello no quita para que lo sigamos disfrutando, al parecer, durante muchas más entregas en el futuro. Así sea.
Si es que estas novelas son para entretener, para engancharte. Y si lo consiguen, perfecto. Me gustaron mucho los tres primeros libros de la saga. A ver cuándo me animo a continuarla.
ResponderEliminarBesotes!!!
Eso es, se disfrutan, no plantean problemas profundos y entretienen. Ya es más que suficiente.
EliminarSaludos.
A mi esta serie me va cansando a medida que avanza. Es entretenida, sí, pero me cansé un poco cuando nacieron los niños de Erika y P con tanto rollo doméstico
ResponderEliminarBesos
¡¡ ja,ja!! Te entiendo. Yo es que les he cogido cariño a todos, así que sigo la trama familiar con la misma pasión que la policial. La cosa va por gustos, como todo.
EliminarSaludos.
Me pasa como a Mientras Leo, que Camilla Lackberg y esta serie me ha ido cansando y hace tiempo que la he dejado, además que nunca consiguió llenarme del todo, quizás por ese patrón repetitivo que comentas.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo sigo la serie pero sin estrés, sin apresurarme a leer la última entrega. Recurro a ellos cuando no sé con qué libro seguir o después de una lectura intensa y la verdad es que me relajan y me desconectan. No son grandes obras pero cumplen con su misión.
EliminarSaludos.