El libro llegó a mis manos en alguno de los envíos que, con cierta regularidad, mi madrina me hacía llegar según mis primas mayores iban creciendo y supongo que en aquellos años, finales de los setenta, principios de los ochenta, los cuentos iban siendo desplazados en las estanterías de aquellas cuatro jovencitas por discos de Pink Floid y cómics de Mafalda. Así que, de vez en cuando, aparecían por casa cajas con libros de lo más variado, pero yo sólo recuerdo éste, el de Bibi. Aún conserva en su primera página el nombre de una de mis primas escrito una preciosa caligrafía infantil.
La historia que cuenta el libro es de por sí fascinante: son las peripecias de una niña danesa, hija de un jefe de estación, que ha intercambiado su nombre (Ulla) con el de una compañera de clase, porque está segura de que Bibi le sienta mucho mejor. La niña se siente más atraída por subirse a los trenes y viajar por su cuenta colándose en los vagones de ganado que en asistir a la aburrida escuela de la que, total, ya la han expulsado en tantas ocasiones... eso sí: tiene prometido a su padre que no dejará de escribirle, esté donde esté, contándole todo lo que le sucede y esas cartas que envía, llenas de preciosos dibujos, que, por supuesto, ilustran el libro, son la base del relato, a través del cuál Bibi conoce a la misteriosa familia de su difunta madre, unas personas terribles “que le cortaron la mano a su hija por hacer un bodijo con un jefe de estación” según lo que ella tiene entendido.
Al igual que la protagonista que viaja a todo lo ancho y largo de Dinamarca, lo mismo en tren que en carromato de bueyes, creo que mi libro tiene ansias viajeras: por dos veces escapó de mis manos y en ambas ocasiones lo conseguí recuperar. La primera vez ocurrió cuando mi madre, estando yo estudiando en la universidad, consideró razonable hacer limpieza de mis viejos cuentos y novelas de Enyd Blyton y demás y cargó varias cajas con ellas para hacérselas llegar a las hijas de mis primas, aquellas de las que yo misma había heredado tantos libros a lo largo de mi infancia. Pues a aquellas alturas de la vida ellas tenían ahora niñas pequeñas y mi madre consideró lógico hacerles llegar mis cuentos infantiles, y allí se marchó Bibi, de vuelta a manos de la hija de aquella niña cuyo nombre figuraba en la primera página.
Pasaron algunos años antes de que yo echara en falta aquel libro en concreto, tenía por entonces muchas cosas que hacer: acabar mis estudios, descubrir nuevas lecturas... pero un día, por lo que sea, me acordé de Bibi. Tras tratar sin éxito de encontrar un nuevo ejemplar en alguna librería, recurrí a mi prima y logré que el libro volviera a mí; tuve suerte: seguramente a nadie le había impresionado tanto como para negarse a devolvérmelo.
Algunos años más tarde, y ya viviendo el libro en la estantería de mi propia casa, hablé de él con una amiga, también lectora voraz y amablemente me ofrecí a prestárselo (nunca me he negado a prestar libros, pero tengo una memoria fatal para ello, por lo que estoy segura de que no he recuperado ni la mitad de los que he prestado, sencillamente suelo olvidar a quién se los dejo) Pero con Bibí las cosas nunca son sencillas, sé que tiene ese afán viajero y, ¡cómo no!, ocurrió que esta amiga decidió redecorar su vida y volverse a vivir a su ciudad de origen y, claro está, metió en sus baúles mi libro de Bibi. Con toda la delicadeza que fui capaz de desplegar, en una ocasión en que surgió el tema hablando con el que había sido su marido, dejé caer el asunto de que me encantaría poder recuperar el libro, y aprovechando que estaban aún en esa etapa del “me devuelves esto y a cambio yo te doy aquello” logré, por segunda vez, que Bibi volviera a casa de regreso de un viaje, ¡esta vez después de haber cruzado incluso el mar!
Y desde entonces he tratado de cuidarlo con cariño, se lo he leído a mis hijos que se quedan fascinados con la historia de esa niña que viaja sola por el mundo, ellos que no han cruzado nunca la calle sin la compañía de un mayor. Nos encanta ver los dibujos tan detallados de las granjeras con sus trajes de fiesta que llevan hasta diez faldas distintas, una encima de otra, y se emocionan cuando Bibi visita el cementerio donde está su madre y ve a ese matrimonio vestido de negro sentado en su banco junto a su tumba porque ellos adivinan que son los abuelos de Bibi aunque ella ni lo imagina.
Para terminar, y por si alguien, tras leer esta crónica del libro viajero sintiera curiosidad por hacerse con un ejemplar, siento mucho desilusionarle: está absolutamente descatalogado, lo comprobé en aquella primera ocasión en que el libro escapó de mis manos y traté de sustituirlo por otro pero descubrí para mi desgracia que no se ha vuelto a editar, Juventud lo tiene como “no disponible” en el registro del ISBN, por lo que no habría más posibilidad que investigar en libreros de viejo por si hubiera algún ejemplar revoloteando aún por ahí (o más bien cogiendo polvo en algún estante fuera del alcance de la mano) o si no pueden preguntarle a Ana María Matute que tal vez conserve el suyo, el que leía de pequeña, o tal vez no fuera ella sino la pequeña Adriana, protagonista de su última novela “Paraíso inhabitado” que tiene entre sus ídolos literarios a la pequeña danesa de trenzas rubias. ¡Lo que es la vida! Bibi fascinaba a las niñas españolas de los años 30 y estoy segura de que setenta años después podría seguir haciéndolo con los niños de hoy día, si alguien se decidiera a reeditarlo.
Pasaron algunos años antes de que yo echara en falta aquel libro en concreto, tenía por entonces muchas cosas que hacer: acabar mis estudios, descubrir nuevas lecturas... pero un día, por lo que sea, me acordé de Bibi. Tras tratar sin éxito de encontrar un nuevo ejemplar en alguna librería, recurrí a mi prima y logré que el libro volviera a mí; tuve suerte: seguramente a nadie le había impresionado tanto como para negarse a devolvérmelo.
Algunos años más tarde, y ya viviendo el libro en la estantería de mi propia casa, hablé de él con una amiga, también lectora voraz y amablemente me ofrecí a prestárselo (nunca me he negado a prestar libros, pero tengo una memoria fatal para ello, por lo que estoy segura de que no he recuperado ni la mitad de los que he prestado, sencillamente suelo olvidar a quién se los dejo) Pero con Bibí las cosas nunca son sencillas, sé que tiene ese afán viajero y, ¡cómo no!, ocurrió que esta amiga decidió redecorar su vida y volverse a vivir a su ciudad de origen y, claro está, metió en sus baúles mi libro de Bibi. Con toda la delicadeza que fui capaz de desplegar, en una ocasión en que surgió el tema hablando con el que había sido su marido, dejé caer el asunto de que me encantaría poder recuperar el libro, y aprovechando que estaban aún en esa etapa del “me devuelves esto y a cambio yo te doy aquello” logré, por segunda vez, que Bibi volviera a casa de regreso de un viaje, ¡esta vez después de haber cruzado incluso el mar!
Y desde entonces he tratado de cuidarlo con cariño, se lo he leído a mis hijos que se quedan fascinados con la historia de esa niña que viaja sola por el mundo, ellos que no han cruzado nunca la calle sin la compañía de un mayor. Nos encanta ver los dibujos tan detallados de las granjeras con sus trajes de fiesta que llevan hasta diez faldas distintas, una encima de otra, y se emocionan cuando Bibi visita el cementerio donde está su madre y ve a ese matrimonio vestido de negro sentado en su banco junto a su tumba porque ellos adivinan que son los abuelos de Bibi aunque ella ni lo imagina.
Para terminar, y por si alguien, tras leer esta crónica del libro viajero sintiera curiosidad por hacerse con un ejemplar, siento mucho desilusionarle: está absolutamente descatalogado, lo comprobé en aquella primera ocasión en que el libro escapó de mis manos y traté de sustituirlo por otro pero descubrí para mi desgracia que no se ha vuelto a editar, Juventud lo tiene como “no disponible” en el registro del ISBN, por lo que no habría más posibilidad que investigar en libreros de viejo por si hubiera algún ejemplar revoloteando aún por ahí (o más bien cogiendo polvo en algún estante fuera del alcance de la mano) o si no pueden preguntarle a Ana María Matute que tal vez conserve el suyo, el que leía de pequeña, o tal vez no fuera ella sino la pequeña Adriana, protagonista de su última novela “Paraíso inhabitado” que tiene entre sus ídolos literarios a la pequeña danesa de trenzas rubias. ¡Lo que es la vida! Bibi fascinaba a las niñas españolas de los años 30 y estoy segura de que setenta años después podría seguir haciéndolo con los niños de hoy día, si alguien se decidiera a reeditarlo.
Con la deliciosa reseña que has hecho de "Bibi" nos dejas a todos con los dientes largos de envidia, al descubrir que sólo tú y nadie más que tú puede disfrutar de su lectura.
ResponderEliminar¡Ojalá tus hijos sigan esa afición tan hermosa por la lectura!
Hola, desde Buenos Aires (Argentina)
ResponderEliminarAcabo de descubrir este comentario, un par de años después de ser escrito pero aunque su autora nunca se entere dejo aquí mi maifiesto de que Bibi fue tambien para mí y en el tiempo de la niñez, una compañera inolvidable, así como lo fue la Jo de Mujercitas y los persnajes de Monteiro Lobato.
Aún conservo el libro de K. Michaelis y tengo muy presente las aventuras ferroviarias de esta pequeña niña así como su contundente frase ante la amiga que deseaba recuperar su nombre luego de cedido "El que da y quita, tendrá hijitos negros" que dicho en Dinamarca y para aquellos años previos a la migración africana debía ser algo bien extraño.
Saludos a Inmaclada y a todos esos seres de fantasía que aún viven en nuestro corazón.
María Elena
A
Desde México,
ResponderEliminarCuando tenía 9 años mi tía Angelina, me regalo un libro que había sido de Ella, era un libro rojo y tenía por título "Los viajes de Bibi" recuerdo me gusto tanto que lo lleve a la escuela para que durante la comida nos lo leyera la maestra y nunca lo recupere, buscando ahora en internet para leerlo a mis nietos me encuentro esto, ojalá y alguien se animara a reeditarlo.
Realmente, este libro parece tener algo mágico: nos ha encandilado en nuestra infancia y luego desapareció. Tendré que investigar a ver si alguien lo ha vuelto a editar, porque es una auténtica joya.
EliminarSaludos y gracias por comentar la entrada.
Acabo de comprarlo!!! Me llega en 1 semana. En iberlibro.com se puede encontrar en varios idiomas y varias edicionese
ResponderEliminarQué fortuna la tuya!!!! Espero que lo disfrutes como yo lo hice. Echaré un ojo en Iberlibro porque así podré regalarlo a mis sobrinas.
EliminarSaludos.
Gracias me ayudo mucho tu forma de describir el libro vi varias, pero esta es la mejor también los comentarios.Yo tengo la versión de la primera, en Alemán editorial de Berlin de 1932.lo quiero vender por este motivo buscaba referencia para ofertar y descripción. Muchas gracias.Si saben de alguien que quiera comprarlo me avisan Abrazos.Una versión del mismo tiempo de antigüedad versión esta algo de 175 dolares.pero esta es de Alemania.
ResponderEliminarEspero que tengas suerte con la venta. No dudes en citar esta página para comentarios de lectores satisfechos.
EliminarUn saludo.
Muchas gracias Inmaculada realmente un placer hablar contigo,Te comento colgué tu referencia de Blog para que lean los comentarios que se han realizado del libro. para que la gente que no sabe Alemán sepa de que se trata el libro. si quered te paso el link para que veas como quedo.Voy a publicarlo donde haya gente que entiende Alemán,algún grupo voy a encontrar.
ResponderEliminarTe agradezco estar en contacto Abrazo estenordestes te cuento estamos en contacto.puedes escribirme al WhatsApp 1168309290
Hola Inmaculada! Parece que hemos leído los mismos libros en nuestras infancias, sumados a los de la colección Robin Hood. Es curioso tener en las lecturas de infancia tantos libros de otras épocas, incluso de generaciones anteriores, libros amarillos, con dedicatorias de abuelo y queridos por su propia historia. Yo tenía un ejemplar de Bibi en mi casa, dedicado a mi madrina Florencia, por mi bisabuelo Manuel Gálvez también escritor, a su nieta. Hice un lío de parientes, pero es algo así, la cuestión es que también crecimos con estas historias de la niña aventurera que era bastante vanguardista por cierto. Viajaba sola, tenía aventuras y escribía unas cartas hermosas. Gracias por tu relato, Te mando un abrazo desde Buenos Aires!
ResponderEliminarMe alegra ver que también tuviste la suerte de descubrir este precioso libro de pequeña. En España no creo que haya sido muy conocido pero verdaderamente es una maravilla.
EliminarSaludos y gracias por pasarte a comentar.
Acabo de encontrar estas referencias a Bibi. Yo pensaba que nadie conocía este libro pues durante años nadie, a quien le comenté la existencia de este relato, lo conocía. Yo lo heredé de
ResponderEliminarmi madre y conseguí conservarlo hasta que lo pasé a mi hija. Yo creo que es el relato que más me influyó e impactó en mi infancia, tan distinto a la pacata sociedad española de los cincuenta. Yo lo guardo como un tesoro.
Yo creo que es una joya completamente desconocida para la gran mayoría. Yo lo heredé de mis primas mayores y es uno de mis más preciados tesoros lectores.
EliminarSaludos.
Hola! Mi experiencia con este hermoso libro fue de las cosas que más me motivaron en mi infancia, me lo regalaron en la primaria cuando sustituyeron los libros viejos por los nuevos al estrenar el edificio donde se trasladó la escuela, siempre lo leía y volvía a leer, me gustaba colorear los dibujos de Bibi. Un niña muy especial así como libre!
ResponderEliminarMe sorprende seguir recibiendo comentarios sobre lo mucho que disfrutasteis con este libro de niños, al igual que yo. Tuvimos mucha suerte de poder conocer a Bibi y que nos dejara tan buenos recuerdos su lectura.
EliminarSaludos
Hola, les cuento que Bibi me llenó de alegría la infancia, era de mi mamá que lo ganó en un concurso de oratoria en 1958. Un hermoso libro de taoa dura y cubierto de tela roja con letra doradas, las ilustraciones hermosas y la historia muy encantadora.
ResponderEliminarSiempre quise leer la saga y me entristece que no se consiga ni en digital.
Me alegra y me sorprende que esta vieja joya siga despertando interés y avivando recuerdos de infancia entre los lectores. No sería nada raro que a alguna editorial se le ocurriera una reedición para nostálgicos que seguro que conseguía ser de nuevo bien acogida por los lectores actuales.
EliminarSaludos.
Pues yo tengo un ejemplar que guardo con muchísimo cariño. Me llamo Victoria, pero mi madre me apodó Bibi precisamente por el maravilloso cuento que le tanto le había fascinado de pequeña y que me legó cuando falleció.
ResponderEliminarQué preciosa anécdota, Victoria. Muchas gracias por compartirla por aquí. Qué suerte llenar el nombre de un personaje tan maravilloso como es Bibi.
EliminarSaludos.