Habitualmente, al leer novelas históricas nos situamos a una distancia prudencial de los hechos que se nos cuentan ya que, por muy reales que se sintamos a los protagonistas y por muy vívida que resulte la narración, solemos contar con la distancia innegable de los años e incluso de los siglos transcurridos desde aquello que se nos cuenta, lo que nos permite asomarnos a esa historia desde una cierta distancia de seguridad que nos garantiza el poder asistir al espectáculo de lo que se nos cuenta sin posibilidad de vernos involucrados de ninguna manera en él. Pero ocurre que, en ocasiones, como es el caso de esta novela, "La estela de un recuerdo", los años transcurridos desde aquello que se nos cuenta no son tantos, menos de un siglo en este caso y si además la autora nos viene a referir unos hechos ocurridos en nuestro propio país y cuyos protagonistas constituyen su propia familia, confirmando que lo que leemos no es mera ficción sino las experiencias reales de personas que hace pocos años aún vivían entre nosotros y pudieron contar su versión de los hechos, todo esto hace que no podamos mantenernos al margen de lo que leemos, que no paremos de trazar similitudes entre los hechos que se nos cuentan y nuestro presente más actual, tristes paralelismos, es cierto, pero no quedan tan lejos los hechos que nos presenta Almudena de Arteaga como para que no podamos ser capaces de oir sus ecos en nuestro presente más actual, más ahora que parece haberse desatado cierto espíritu que evoca aquello que creíamos que se había convertido ya en pasado superado, en auténtica Historia de la que no tiene posibilidad alguna de repetirse.
Pues el escenario de la novela se sitúa en abril de 1931, fecha en que el rey Alfonso XIII abandona España tras el triunfo de los partidos republicanos en las elecciones municipales, alegando que no quiere ser el causante de que se derrame ni una sola gota de sangre española por su causa, se marcha del país en donde quedan, a pesar de todo, muchos ciudadanos leales a la Monarquía y a las tradiciones, entre ellos la familia del duque del Infantado, fieles monárquicos y profundamente católicos. Tanto el duque como sus hijos deciden permanecer en su país confiando en que la situación volverá a normalidad y el rey regresará en cuanto se tranquilice la situación, pero esto no va a ocurrir, sino más bien lo contrario. La novela nos describe el ambiente convulso de los años que anteceden al estallido de la Guerra Civil, la II República supone una creciente amenaza sobre las propiedades y las propias vidas de aquellos que no son afines a las doctrinas revolucionarias, si bien todo ello no amilanan a los miembros de esta numerosa familia, que, lógicamente, sienten temor e incertidumbre pero que están dispuestos a defender sus ideales. Es fascinante ver como la propia familia de la escritora se convierte en material novelístico, como nos cuenta el valor de los hermanos, la constancia en sus creencias religiosas que anteponen frente a la laicidad que se les trata de imponer. La novela nos cuenta. en definitiva, una historia familiar, narrada por María, la primogénita, y donde nos encontramos con romances, actos heroicos, huídas, miedos, mostrándonos los acontecimientos desde el punto de vista de unos ciudadanos leales a sus creencias e ideas tradicionales y fieles a unos principios por los que están dispuestos a dar su vida, todo enmarcado en unos años políticamente durísimos que llevarán hasta el desastre de una guerra fraticida que partió nuestro país en dos y que tanta desgracia trajo a España.
Es de destacar el elenco de escenarios por los que transcurre el relato que van desde el Palacio de Xifré, antiguamente ubicado en el paseo del Prado de Madrid y domicilio de la familia, hasta el castillo de Viñuelas o la casa de Zarauz donde pasaban los veranos, el castillo de Requesens en Gerona, así como en otras residencias familiares pertenecientes al amplísimo patrimonio que los del Infantado poseían por aquellos años, todos ellos espectaculares edificios históricos cargados de lujos, obras de arte y antigüedades pero en realidad son lugares vividos, residencias familiares en las que transcurrieron durante siglos las vidas de una familia relevante en la Historia de España y cuyos miembros participaron con frecuencia directamente en muchos de sus episodios. Una novela esta que presenta una visión de una época de nuestro país desde el punto de vista de unas personas que trataron de mantener sus creencias e ideales y tomaron parte del bando que creían que era justo defender. Porque en cada guerra y en cada conflicto siempre hay dos partes, cada una con sus propias razones y sus propios principios.
Pues conocía a la autora pero no me sonaba este libro. Me gusta por la época que retrata. Muy interesante. Me lo apunto.
ResponderEliminarBesotes!!!
Es una autora muy recomendable de novela histórica. Yo tengo varias obras suyas apuntadas a la espera de un hueco.
EliminarSaludos.