Termino la lectura de “Dreams from my father”, la autobiografía de los primeros años de vida de Barack Obama con la sensación de que entre las personas que triunfan en la vida hay algunas que se encuentran con la suerte de cara, las circunstancias propicias y los contactos adecuados, los que nacen para triunfar, y otras que, sencillamente, se han ganado a pulso lo que tienen: han luchado por alcanzar sus metas y se merecen estar donde están. Y es que estoy segura de que en ninguna lista de ciudadanos norteamericanos con posibilidades de convertirse en Presidente de los Estados Unidos debió figurar nunca el nombre de Barack Obama si nos basamos en sus orígenes, su entorno y, por supuesto, su color. Pero ahí está él: el primer Presidente de raza negra de los Estados Unidos de América, algo que hasta hace unos años sólo podíamos ver en algunas películas de ciencia ficción. Y a la vista de su historia la cosa no ha debido de resultar fácil.
Lo cierto es que el libro tiene el valor añadido de haber sido publicado en 1995 cuando todavía era lejana la elección que le llevó a la Casa Blanca en 2.008, por lo que no corre el riesgo de ser una autobiografía maquillada del flamante Presidente, sino que aún no era más que un abogado brillante con un prometedor futuro y por aquel entonces no tenía más título que haber logrado ser el primer editor de color de la prestigiosa Harvard Law Review.
Los orígenes de Obama, como comentaba, son realmente peculiares: nacido en Honolulú, hijo de una chica de Kansas y de un ciudadano keniata llegado a los Estados Unidos para ampliar sus estudios. El matrimonio se disolvió a los pocos años de nacer el pequeño ya que el padre se vio obligado a volver a su país para ocuparse de sus responsabilidades familiares como hijo de un importante jefe de tribu destinado a ocupar puestos de responsabilidad en la recientemente independizada Kenia. La madre de Barack se volvió a casar, esta vez con un ciudadano indonesio y se trasladaron a vivir a Yakarta, donde el pequeño Barack vive sus años de infancia en un ambiente relajado y un tanto asilvestrado, bastante alejado del estándar norteamericano. Al aproximarse a la adolescencia su madre decide enviarlo de vuelta a su país de origen para que continúe con sus estudios y así transcurren sus primeros años de juventud en los revueltos años 70 como un chico de color al cuidado de sus abuelos blancos. En esta época comienzan sus primeros acercamientos al mundo de la política, la defensa de los derechos civiles, las diferencias entre las distintas razas e incluso algunos escarceos con las drogas.
Obama creció con el recuerdo de su lejano padre como si de un héroe se tratara ya que, a pesar de no guardar ninguna memoria real de él, tanto su madre como sus abuelos se esforzaron por dibujarle una imagen casi ideal del personaje, con el que sólo se volvería a encontrar una vez a la edad de diez años, si bien algún tiempo después conocería a través de una medio hermana keniata los aspectos más oscuros de la vida de su padre a su regreso a Kenia. De cualquier modo, siempre se sintió obligado a mantener un nivel de excelencia digno de la gran familia africana de la que procedía que se vio reforzado por el constante apoyo y confianza de su madre y sus abuelos en sus capacidades.
Su primera ocupación profesional seria le llevaría a Chicago, donde ocupa un puesto de “organizador social” algo no muy habitual en nuestro continente y que sería algo así como impulsor de las comunidades más pobres y marginales de la sociedad, tratando de articular por medio fundamentalmente de las parroquias de la zona unos grupos de presión destinados a encauzar las demandas fundamentales de estos ciudadanos hacia los centros de decisión. Algo que en nuestro país se haría a través de partidos, sindicatos y asociaciones diversas que no tienen equivalente en América. Durante este periodo, Obama profundiza en las desigualdades e injusticias existentes dentro de la supuestamente avanzada y opulenta sociedad norteamericana donde, por lo general, son las personas de color las que salen peor paradas, en ocasiones no sólo por el racismo de los blancos, sino también por los propios prejuicios de los negros y su actitud ante las demandas de la sociedad. Muestra Obama una enorme capacidad de empatía para entender las distintas posturas de las personas con las que trabaja y para tratar de ayudar sin realizar juicios de valor ni culpabilizarles por su situación. Su esfuerzo por ayudar a estas personas y tratar de mejorar sus condiciones es sincero y muestra un carácter tenaz y luchador.
Al final de este periodo decide completar su formación asistiendo a la selecta escuela de leyes de Harvard lo que sigue marcando las diferencias entre él y los ciudadanos de color con los que trabaja que no tienen posibilidades de mejorar sus vidas por medio de los estudios o la formación profesional. Obama se sigue sintiendo en tierra de nadie, y antes de entrar en la universidad decide, por fin, realizar el viaje, tantas veces pospuesto, a Kenia para conocer sus raíces y la numerosa familia que allí creó su ya difunto padre.
El viaje a Kenia le sirve para tomar contacto con sus orígenes en un lugar donde su apellido es reconocido y lo identifica como hijo del Dr. Obama: “nadie aquí en Kenia me pregunta cómo se escribe mi nombre” Debido a los diversos matrimonios de su padre, Obama se encuentra con una pléyade de medio hermanos, tíos, abuelas, personas hacia las que, sin haberlas conocido hasta ese momento, se siente vinculado y de algún modo obligado a ayudar dada su situación privilegiada pero, en el fondo, él se siente norteamericano y entiende que la necesidad de reencontrarse con esta parte de su historia no quita que su esencia y su cultura sean norteamericanas y logra asumir que debe vivir con su eterna dualidad racial, cultural y familiar y tomar esa riqueza como base para su vida.
Encuentro la historia de Obama indudablemente peculiar, fuera de muchas normas, totalmente alejada del clásico "american way of life". Más bien una historia de superación, de esfuerzo por conseguir sus objetivos a base de trabajo y estudio, con la rémora que supone el tener que forjarse una identidad racial y familiar sobre la que basar la existencia. Todo un ejemplo de hombre hecho a sí mismo y que ha alcanzado la cima de la sociedad a pesar de no tener, a priori, ningún factor a su favor que le hiciese candidato para llegar a donde ha llegado.
No soy muy de biografías, la verdad, pero has hecho una reseña tan buena que hasta me apetece leerla. Y por lo que cuentas, es verdad que la vida de Obama se aleja de esa vida típica americana. Son muchos los obstáculos que ha tenido que superar para llegar al sitio que ha llegado.
ResponderEliminarBesotes!!!
No sabía que existía este libro, las biografías no son lo mío, pero aun así me ha gustado mucho tu reseña. Muchos besos.
ResponderEliminarla verdad es que leer la vida de Obama no llama mi atención, pero he disfrutado mucho leyendo tu entrada y enterándome de muchas cosas sobre su vida que desconocía ¡gracias!
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