domingo, 3 de mayo de 2020

Un caballero en Moscú

En ocasiones sucede que tendemos a elegir lecturas que se adapten a nuestro estado anímico, a nuestras circunstancias personales o a nuestro humor del momento. Y a veces esta coincidencia se produce por pura casualidad, sin haberlo pretendido. Esto es lo que me ha ocurrido con "Un caballero en Moscú", esta maravillosa novela del norteamericano Amor Towles que nos relata una historia de reclusión que resulta que ni pintada para estos tiempos de confinamiento que nos han tocado vivir.

La novela nos sitúa en el Moscú de 1922 con un noble ruso como protagonista, un personaje que fácilmente podría haber desfilado entre las páginas de "Guerra y Paz". Probablemente, una vez que ha triunfado la revolucion bolchevique, el conde Alexander Ilich Rostov sea uno de los últimos representantes que quedan en Rusia de aquel mundo desaparecido de privilegios, elegancia, lujo cosmopolita, sensibilidad por las artes, la poesía y la belleza, la última prueba viviente de todo aquello que la revolución se llevó por delante.
"Vyshinski: ¿Profesión? 
Rostov: No es propio de caballeros tener profesión. 
Vyshinski: De acuerdo. Entonces, dígame, ¿a qué dedica su tiempo? 
Rostov: A cenar, conversar, leer, reflexionar. Los líos habituales. 
Vyshinski: ¿Y escribe poesía? 
Rostov: Me defiendo bien con la pluma."
Una condena del tribunal revolucionario a raiz de unos versos supuestamente ofensivos obliga al conde a permanecer confinado a perpetuidad en el lujoso hotel Metropol de Moscú. Aquel local constituye de hecho desde hace años su residencia habitual, pero su lujosa suite será sustituída ahora por un triste cuartucho en la buhardilla donde arrumbarán lo poco que le permiten conservar de sus pertenencias. Su existencia se reducirá a partir entonces a los límites hotel: sus restaurantes, el piano bar, la barbería o la azotea se convertirán en su nuevo y limitado universo. Desde su nueva ubicación el conde conserva su espíritu exquisito gozando de suculentas comidas, lecturas y conversaciones y entablando nuevas y estrechas relaciones con el personal al servicio del hotel; los camareros, el botones, el cocinero, el barman o la costurera constituyen su nuevo círculo social, así como los huéspedes que van y vienen que ya no son los que solían frecuentar el establecimiento, ahora sustituídos por gerifaltes y fieles servidores del nuevo régimen imperante.

Con un humor sutil y delicado seguimos las andanzas del conde que, careciendo de un carácter arrojado o aventurero, no se considera un héroe pero tampoco una víctima de su situación; su forzado confinamiento lo superará a base de recuerdos de su glorioso pasado y, al estilo de un nuevo Robinson Crussoe, adaptándose al nuevo entorno, buscando entre los recursos disponibles la solución a sus nuevos problemas y en sus expediciones por los pasillos y vericuetos del hotel contará con la compañía de una pequeña hija del régimen, una niña inquieta y curiosa que le acompañará en esta nueva aventura vital y que tendrá un papel fundamental en su vida.

No pudiendo ser considerado una comedia, el libro se lee con una sonrisa permanente, se contagian a la escritura el ingenio, la desenvoltura y la ligereza que caracterizan el comportamiento del conde, su despreocupación para enfrentarse al mundo, su regocijo en el goce de los más sofisticados placeres, desde la literatura hasta la buena mesa o el ballet, ensalzando siempre las grandes figuras de la Gran Rusia, de Chaikovsky a Tolstoi, en muchos casos sirviéndose de sus recuerdos para sobrevivir a la realidad que va cambiando radicalmente según el régimen comunista se afianza y refuerza. Y a todo ello se enfrenta nuestro protagonista con naturalidad, sin dejar nunca de lado los buenos modales, una elegancia natural en las formas y los principios, la prevalencia de la estética como primer mandamiento a cumplir y esa ligereza y desenfado con los que el conde vive su situación y que se reflejan sin duda en el estilo de la redacción, en la alegría y la elegancia de la narración que se convierte en un dulce placer que se disfruta de principio a fin.
"—Quién podía imaginar —dijo—, cuando te condenaron a arresto domiciliario perpetuo en el Metropol, hace ya tantos años, que eso te convertía en el hombre más afortunado de toda Rusia."

6 comentarios:

  1. No la conocía, pero tiene muy buena pinta, gracias por el descubrimiento. Muchos besos.

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    1. Es de lo mejor que he leído últimamente. Te lo recomiendo vivamente.
      Saludos.

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  2. Yo tampoco lo conocía. Gracias por la recomendación.
    Y lo de las casualidades lectoras a mi me ha pasado alguna vez, y precisamente en estos día me pasó con "La sospecha de Sofía" y su primera página sobre el muro de Berlín y la canción "libre"
    Un abrazo

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    1. Una muy buena novela esa. La comencé con pocas expectativas y me conquistó. Espero que la disfrutes.
      Saludos.

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  3. Yo tampoco lo conocía, pero me apetece mucho leerlo después de leer tu reseña. Y sí, muy acorde con los recientes acontecimientos, jeje.

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    1. Espero que lo disfrutes. Ha sido un gran descubrimiento para mí.
      Saludos.

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