sábado, 24 de febrero de 2018

Mi prima Rachel

Daphne du Maurier es una autora británica mundialmente conocida por su maravillosa novela "Rebeca", magistralmente llevada al cine en 1940. También es autora de otros relatos que acabaron convertidos en películas como "Los pájaros" o "La posada de Jamaica". No es de extrañar, por tanto, que también esta otra novela de la autora, "Mi prima Rachel", haya sudo llevada a la pantalla recientemente.

Desde que quedó huérfano a temprana edad, Philip Ashley se ha criado bajo la tutela de su primo Ambrose, un excéntrico y recalcitrante solterón al que el chico se siente tan unido y al que aprecia tanto o más que si se tratara de su verdadero padre. La vida en su finca en la salvaje región de Cornualles, alejados de toda vida social, dedicados al cuidado de las tierras, los cultivos de nuevas especies, la pasión por los jardines, los paseos con sus perros y las partidas de caza, suponen una existencia idílica para ellos que aman el campo y la vida sencilla. El de Philip ha sido desde siempre un mundo sin mujeres, un entorno ajeno a sofisticaciones, sentimentalismos o remilgos hasta que aparece en escena la hasta entonces desconocida prima Rachel, descendiente de alguna rama olvidada de la familia y que vendrá a cambiar el modo de vida de la casa, les hará cambiar sus ideas preconcebidas de lo que sería tener una mujer rondando por sus dominios e inmiscuyéndose en sus costumbres y modos de actuar.
"«¡Dios! –pensé–. Así son las mujeres.» Nunca me había enfadado tanto ni me había agotado de esa forma. Largas jornadas al aire libre trabajando con los hombres durante la cosecha; discusiones con los arrendatarios que se retrasaban en el pago de la renta o se peleaban con un vecino por algo que tenía que arreglar yo… Nada podía compararse a cinco minutos con una mujer que cambiaba de humor en un instante y se volvía hostil. Y ¿las lágrimas siempre eran la última arma, porque sabían perfectamente el efecto que hacían en quien las veía?"
El texto combina elementos de romance aunque al modo clásico británico, con su carácter contenido y reservado, un punto de novela gótica encarnado en la imagen sutil de un fantasma del pasado que sobrevuela a los protagonistas, e incluyendo cierto misterio en lo insospechado del giro que tomarán los acontecimientos, el desconocimiento de la verdadera naturaleza de la mujer que irrumpe en la vida de Philip de la que desconocemos su pasado y sus verdaderas intenciones. Pero ante todo es una novela que retrata el ambiente de la plácida vida rural inglesa tradicional, centro de la civilización y buenos modos, enfrentando ese modo de vida al de otros países como la sucia, reseca y maloliente Italia, con sus habitantes hambrientos y asustadizos e incluso a la salvaje Francia y dentro de esa placidez, la vida tranquila y ordenada de Philip y anteriormente de su primo Ambrose en la que nada les preparó para enfrentarse a los manejos de una mujer de origen italiano, de ninguna mujer en realidad, pero mucho menos a los de una con intenciones ocultas y engañosas maneras.

Y no querría dejar de destacar, de entre los muchos temas que surgen de este retrato costumbrista de época, uno que me sigue impactando como es la difícil posición ocupada por las mujeres hasta no hace mucho tiempo que, por muy inteligentes, capaces y dispuestas que fueran se veían en cualquier caso imposibilitadas para ganarse la vida por sí mismas, para ser independientes social y económicamente de no ser que contaran con un marido, una renta vitalicia o un familiar que se apiadara de ellas y tuviera a bien mantenerlas como correspondía a una auténtica dama, a una mujer honrada. Y todo lo que alguna pretendiera hacer para asegurarse el futuro al margen de esa supervisión masculina no podía más que considerarse como comportamiento conspiratorio, máquinaciones impropias de una señora decente y sumisa. Quiero creer que algo se ha avanzado desde entonces.

martes, 20 de febrero de 2018

4 3 2 1

Hace ya tiempo que tenía ganas de reencontrarme con mi adorado Paul Auster, el inmenso narrador que me enamoró desde que lo descubrí con su magnífica "Trilogía de Nueva York". Con esta "4321" nos regala la gran historia de un chico norteamericano, Archie Ferguson, que desde su perspectiva, al principio infantil, cuenta su infancia con todo un entramado de personajes, una familia descrita en sus distintas ramas, tíos, primos, abuelos. Archie es un chico de extrarradio procedente del New Jersey de los años 50, con una infancia como hijo único, adolescente en los primeros 60, admirador de Kennedy, testigo de los grandes cambios sociales, fabulosas hazañas tecnológicas e inestabilidad política de la época. Su vida está marcada por su pasión por los deportes: tenis, fútbol americano, baloncesto y sobre todo baseball.

Pero una sola vida no es suficiente para la desbordante imaginación de Auster que le da cuatro versiones a la historia, la misma vida contada y recontada, nos encandila con una versión feliz de la infancia para dejarnos luego helados con una versión diferente de final trágico, los mismos personajes pasan por avatares distintos, distintos destinos, escuelas, lugares de residencia, la vida de Ferguson se va desarrollando por caminos diferentes a la voluntad del autor que le va planteando giros inesperados a su vida, con los mismos familiares pero que siguen un rumbo determinado a raíz de sucesos que determinan su futuro.

De los miembros de la familia de Archie destaca la figura del padre de gran peso pero casi siempre lejano o ausente y, especialmente, la madre, figura idolatrada y base fundamental de la existencia del chico. Los abuelos maternos Adler, la prima Amy, el primo Jim o la tía Mildred, tienen su papel, variable según el rumbo que el destino les depare en cada una de las versiones de la vida familiar.
"Coges la carretera principal, hay un choque múltiple de tres vehículos, el tráfico queda colapsado durante más de una hora, y mientras estás sentado en el coche lo único en que piensas es en la carretera secundaria y en por qué no has ido por ese camino. Te maldecirás a ti mismo por no haber elegido bien y, sin embargo, ¿cómo ibas a saber que no era la elección acertada? ¿Acaso puedes ver la carretera secundaria? ¿Saber lo que está pasando allí? ¿Te ha dicho alguien que una enorme secuoya se ha caído en medio de esa carretera y ha aplastado un coche que pasaba, matando al conductor y parando el tráfico durante tres horas y media? ¿Ha consultado alguien el reloj y te ha dicho que si hubieras ido por la carretera secundaria el coche aplastado sería el tuyo y el muerto serías tú? O de otro modo: no se ha caído ningún árbol y coger la carretera principal ha sido la elección errónea. O si no: coges la carretera secundaria y el árbol se cae sobre el conductor que va justo delante de ti, y mientras estás sentado en el coche deseando haber ido por la carretera principal, no sabes nada de la colisión en cadena de los tres vehículos que de todas formas te habría hecho llegar tarde a la cita. O incluso: no se ha producido ningún accidente múltiple y coger la carretera secundaria ha sido la mala elección."
Auster se nos presenta como el gran narrador que es, creador incansable de historias, observador de personajes a los que pone en situaciones diversas, a los que hace vivir mil vidas distintas con una inagotable capacidad creativa, él lo que pretende es llevarnos por las dos carreteras del texto citado y que nos ocurran todas las situaciones posibles. Por el relato pasan los grandes iconos y hechos históricos determinantes de los años 50 y 60 como los Kennedy, Martin Luther King, El Gordo y El Flaco, las guerras de Corea y Vietnam, la segregación racial, los conflictos sociales que por momentos convierten al relato en excesivamente doméstico, centrado en los problemas internos del pueblo norteamericano, las revueltas en la universidad de Columbia, en su crisis de identidad y la brecha generacional surgida a finales de los 60. Y sobre todo los temas recurrentes del autor: el hecho de ser judío, la pasión por la ciudad de Nueva York y por la lectura, la creación literaria y los libros (muchos libros), el cine (mucho cine) y la fotografía.

Archie adora a su familia o la detesta, según el momento, busca a Dios o niega su existencia. El niño crece y se convierte en un adolescente obsesionado por el sexo o confundido por su auténtica identidad, es escritor o periodista, estudia en la universidad o vive en París, todo es posible. O muere y perdemos una línea narrativa para siempre. Nos paseamos por los distintos hilos del relato sin preocupación por ir encajando cada historia con su continuación, deleitándonos con el puzle que Auster extiende ante nuestros ojos, sumergiéndonos en su mundo del que nos hace partícipes con enorme profusión y aunque confieso que en ocasiones se me ha hecho largo algún episodio o me ha horripilado la forma cruda y directa de narrar escenas de sexo, también he disfrutado y me he regodeado con la posibilidad de participar de ese universo tan propio y personal que se multiplica y varía a cada capítulo y que nos hace disfrutar como nunca a sus seguidores fieles. Aunque tal vez haga falta ser un auténtico fan para disfrutarlo verdaderamente.

domingo, 11 de febrero de 2018

La voz de los arboles

He disfrutado mucho con todo aquello que he leído hasta ahora de la autora norteamericana Tracy Chevalier, desde su mundialmente famosa "La joven de la perla" hasta el resto de sus novelas situadas en distintas épocas y lugares. Siempre he disfrutado con la afortunada recreación de ambientes y momentos históricos diversos que caracterizan sus novelas, con lo que me lancé con entusiasmo a esta nueva obra suya, "La voz de los árboles" en la que nos presenta a una mísera familia encabezada por James y Sadie Goodenough que malviven en Ohio, junto al Pantano Negro allá por el siglo XIX, desbrozando tierra virgen, arrancando al territorio pantanoso que lo cubre todo de un lodo salobre, espacio donde hacer sitio para una granja y un huerto que alimente a la numerosa familia. James es un amante de las manzanas dulces mientras que Sadie sólo desea cultivar manzanas ácidas para hacer sidra o aguardiente. La de las manzanas es sólo una de las peleas permanentes que enfrentan al matrimonio cargado con demasiados hijos, a pesar de que a la mitad se los han llevado las fiebres, hacinados en una mísera y permanentemente húmeda cabaña, donde las relaciones son violentas, llenas de crueldad y carente de afecto.
«Nos estamos hundiendo en esta ciénaga –pensó–. Al final el fango acabará por cubrirnos y desaparecerán todos los Goodenough»
Robert, el más aplicado de los hijos, el aprendiz más aventajado del padre, será el único que herede su pasión por los árboles y su cultivo y el que único que escapará de allí y emprenderá el camino hacia el oeste en una gran aventura hacia los parajes desconocidos y llenos de posibilidades que suponen los territorios recién explorados, en las grandes praderas, la dura realidad de las granjas de ganado donde la vida del vaquero está muy alejada de los mitos que posteriormente se forjaron, hasta llegar a California, el extremo del gran país recién nacido y donde todo es posible.

La novela nos cuenta una historia de pioneros, de buscadores de oro y aventureros pero sobre todo de amantes de los árboles, de los manzanos de dulce fruta procedentes de Inglaterra y trasplantados en el nuevo continente y de los pinos enormes y las secuoyas inmensas que realizan el trayecto inverso acabando en las fincas de los nobles ingleses, deseosos de replantar en sus fincas las especies exóticas descubiertas en América. Y sobre todo es una historia de amor por la Naturaleza salvaje ante la que el hombre descubre su verdadera medida, con un protagonista que nos conquista por su bohonomía, su valentía y su honestidad. Y todo muy bien contado, como suele ser habitual en las novelas de la autora, que nunca defrauda.


lunes, 5 de febrero de 2018

Todos deberíamos ser feministas / Querida Ijeaweke. Cómo educar en el feminismo

La reseña de hoy es doble ya que incluye dos títulos, dos librillos u opúsculos de apenas cincuenta y tantas y ochenta y tantas páginas respectivamente. El primero de los títulos corresponde a la transcripción de una conferencia y el segundo a una carta escrita por la autora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, escritora que ha adquirido gran (y merecida) fama en los últimos tiempos. Comienzo el comentario confesando que nunca me he considerado feminista, al menos nunca he sido formalmente militante en ese ideario. Mi experiencia y bagaje me ha hecho considerarme por lo general bien tratada, en nivel de igualdad con mis hermanos, conocidos y, por lo general, compañeros de trabajo. Por lo general. También es cierto que raro será el caso de mujeres actuales que no puedan denunciar algún caso, por aislado que sea, en el que no se hayan encontrado discriminadas por el mero hecho de ser mujer, incluso no se hayan discriminado ellas mismas pensando que "eso no son cosas de chicas" o "esto es más propio de los hombres". Por ello creo que cualquiera puede encontrar interesantes y necesarias las reivindicaciones que Chimamanda realiza en un estilo de feminismo que me resulta cordial, no combativo y, sobre todo, no antimasculino. Y es que su postura en lo que se refiere a la defensa de los derechos de las mujeres queda clara cuando afirma en "Todos deberíamos ser feministas":
"... lo que demuestra es que la palabra «feminista» está sobrecargada de connotaciones, connotaciones negativas.Odias a los hombres, odias los sujetadores, odias la cultura africana, crees que las mujeres deberían mandar siempre, no llevas maquillaje, no te depilas, siempre estás enfadada, no tienes sentido del humor y no usas desodorante."
El adjetivo que más se repite en los comentarios que he leído sobre ambas obras es imprescindible. Y es cierto, son textos tan breves que cualquiera les puede dedicar unas pocas horas a conocerlas y además su lectura es tan densa, tan plagada de frases o párrafos dignos de subrayar, de verdades tan obvias que deberíamos llevar grabadas a fuego no sólo las mujeres actuales, sino también los hombres, que son libros necesarios y que no cuesta tanto conocerlos. Por cierto, sobre lo de las frases dignas de ser citadas textualmente, tengo que hacer un gran esfuerzo por no copiar y transcribir todos los párrafos que he subrayado en los volúmenes originales, por temor a que me quede un comentario más extenso que las propias obras comentadas.

Los mensajes que nos traslada la autora versan fundamentalmente sobre igualdad de derechos, igualdad de oportunidades e igualdad de capacidades, al margen de las obvias diferencias biológicas. Muchos de los ejemplos y casos que refiere están lógicamente ubicadas en la Nigeria natal de la autora, pero en absoluto podemos decir que se trate de casos muy distintos a lo que puede ocurrir cualquier día en Europa, en nuestro propio país; la presión por resultar atractivas a los hombres o no resultar agresivas en nuestro comportamiento, lo que en los hombres se considera positivo y en las mujeres peyorativo, tantos asuntos que nos encontramos en el día a día y que debemos combatir.
"Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal. Si solo los chicos llegan a monitores de clase, al final llegará el momento en que pensemos, aunque sea de forma inconsciente, que el monitor de la clase tiene que ser un chico. Si solo vemos a hombres presidiendo empresas, empezará a parecernos «natural» que solo haya hombres presidentes de empresas."
Realidades que están ante nuestros ojos, que asumimos como "normales" y que perpetúan esas diferencias irracionales pero que seguimos imponiéndonos a nosotras mismas y, lo que es peor, en las que seguimos educando a nuestras hijas.
"Pasamos demasiado tiempo enseñando a las niñas a preocuparse por lo que piensen de ellas los chicos. Y, sin embargo, al revés no lo hacemos. No enseñamos a los niños a preocuparse por caer bien. Pasamos demasiado tiempo diciéndoles a las niñas que no pueden ser rabiosas ni agresivas ni duras, lo cual ya es malo de por sí, pero es que luego nos damos la vuelta y nos dedicamos a elogiar o a justificar a los hombres por las mismas razones. El mundo entero está lleno de artículos de revistas y de libros que les dicen a las mujeres qué tienen que hacer, cómo tienen que ser y cómo no tienen que ser si quieren atraer o complacer a los hombres. Hay muchas menos guías para enseñar a los hombres a complacer a las mujeres."
Queda patente que la educación es el camino para acabar con las diferencias por razón de sexo, con las desigualdades sin sentido, con los prototipos heredados y los patrones asumidos a fuerza de repetidos.
"El género importa en el mundo entero. Y hoy me gustaría pedir que empecemos a soñar con un plan para un mundo distinto. Un mundo más justo. Un mundo de hombres y mujeres más felices y más honestos consigo mismos. Y esta es la forma de empezar: tenemos que criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos."
Y por la importancia vital que tiene la educación, en "Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo" la autora trata de dar consejos a una amiga que acaba de ser madre y le pide ayuda para educar a su hija recién nacida en los principios del feminismo, enseñarle a ser capaz de defender sus derechos en igualdad con los hombres que la rodeen.
"...las mujeres no necesitan que las reverencien ni las defiendan; sólo necesitan que las traten como a seres humanos iguales" 
Insiste en estar atenta, a la hora de educar, a no perpetuar los roles de género, dejar que su hija sea lo que desee ser, que juegue con lo que le guste y haga cosas que tradicionalmente se han considerado "de chicos", ocuparse de su hija en igualdad con su marido, animar a su hija a leer, a no aspirar al matrimonio como un fin en sí mismo.
"En lugar de enseñar a Chizalum a agradar, enséñale a ser sincera. Y valiente. Anímala a decir lo que piensa, a decir lo que opina en realidad, a decir la verdad. Y luego, alábala cuando lo haga (...) enséñale que la amabilidad nunca debe darse por sentada. Dile que ella también merece la amabilidad ajena. Enséñale a defender lo que es suyo. (...) Dile que, si algo la incomoda, se queje, lo diga, grite."
No diría que tras la lectura de estos librillos me haya decidido a considerarme feminista stricto sensu, pero no hay duda de que he abierto los ojos a cosas que ya conocía pero en las que no reparaba, aunque también he podido comprobar que, sin pretenderlo, en muchos aspectos he educado a mi hija muy de acuerdo con el modo que recomienda Chimamanda. También es cierto que tras estas lecturas me encuentro en disposición de mostrarme más atenta a esas microdiscriminaciones cotidianas y también a las grandes discriminaciones, claro está, a no dejarlas pasar, a denunciarlas, aunque sea en el ámbito más privado, en el círculo más reducido de mis amistades o conocidos, creo que estas lecturas nos ayudan a afinar nuestro olfato, a aguzar nuestros oídos y hacer frente común ante lo absurdo e ilógico que resulta dejar atrás a miembros de la sociedad, a no permitirles su pleno desarrollo por el mero hecho de ser mujeres. Queda claro que las diferencias existen pero en lo fundamental debemos ser absolutamente iguales, sin que ello quite para que piense, como la autora, que tengo la suerte de que "Soy femenina. Felizmente femenina"

jueves, 1 de febrero de 2018

El color del silencio

Llegué hasta "El color del silencio" de la alicantina Elia Barceló a través de numerosas recomendaciones de lectores que hablaban maravillas de esta novela, con lo cual me lancé a su lectura con bastante entusiasmo. La cosa, sin embargo, no comenzó del todo bien, ya que no me convenció demasiado el planteamiento de la historia a partir de una escena llena de elementos esotéricos de los que no soy nada amiga. A pesar de este inicio "accidentado", la narración va a mejor y pronto me adentro en un relato en el que, siguiendo varios hilos temporales diversos, se reconstruye la historia personal y familiar de la protagonista desde los meses previos a la Guerra Civil cuando se conocen sus padres, los años 40 en el Marruecos colonial, pasando por los años de juventud de Helena y su hermana Alicia hasta llegar a la actualidad en la que nos encontramos con una Helena ya madura, pintora de éxito internacional que vive alejada física y emocionalmente de todo lo que tenga que ver con su familia, incluido su único hijo, y sobre todo de su pasado sobre el que se cierne una sombra permanente contra la que lucha en una mezcla de no querer volver la vista atrás y al mismo tiempo deseando esclarecer la verdad del drama de la muerte de su hermana y todo lo que le rodeó.

Tanto el relato del pasado como el del Madrid de hoy día me ha resultado atractivo y aunque me ha costado conciliar la edad de la Helena actual, de casi setenta años, con algunas de sus actitudes y comportamientos, por muy artista que sea nuestra protagonista, así y todo y dejando al margen esta impresión mía absolutamente subjetiva, lo cierto es que me he encontrado frente a una historia muy bien planteada de remordimientos, secretos, culpa y mentiras, contada con gran agilidad, donde los distintos hilos temporales mantienen el interés de la narración por igual de manera continua, con un retrato muy acertado de escenarios y personajes con los que resulta fácil empatizar. Lo mejor es el modo en que vamos descubriendo hechos del pasado al mismo tiempo que lo va haciendo la protagonista que realiza una investigación personal en lo que sucedió hace años, destapando secretos y sentimientos que habían permanecido ocultos durante demasiado tiempo, destapando las auténticas figuras de sus padres, su hermana, su cuñado, todos los que determinaron su pasado y con los que se termina reconciliando finalmente. Y aunque no la considero una lectura excelente, sí que me ha entretenido y emocionado por momentos. Una novela que puedo recomendar sin dudarlo y que hará pasar buenos momentos a quien tenga la fortuna de leerla.