lunes, 26 de enero de 2015

La buena reputación

Ya venía advertida por la buena experiencia que tuve hace algún tiempo con Ignacio Martínez de Pisón gracias a su novela "El día de mañana" de lo que me podía esperar con la lectura de esta, su última obra. Desde aquella otra ocasión lo tenía catalogado como un narrador excepcional y así me lo confirmaban las numerosas referencias leídas de este nuevo libro que no me ha defraudado en absoluto. "La buena reputación" presenta una brillante recreación de la sociedad española de los años 50 y siguientes, comenzando en el atractivo escenario de la ciudad de Melilla y el Protectorado de los territorios de Marruecos, con la descripción de la vida en las ciudades coloniales donde, bajo gobierno español, se conservan y conviven elementos de las culturas musulmana y judía junto a la cristiana.

La novela nos presenta la vida de la familia Caro a lo largo de más de cuarenta años, desde los primeros tiempos en Melilla donde Samuel, casado con Mercedes y padre de dos hijas, es una figura destacada e influyente entre la comunidad judía de la ciudad, si bien no es excesivamente religioso y está más pendiente de cultivar sus relaciones sociales y sus asuntos económicos. La huida de Sara, la hija menor, la creación del estado de Israel y la disolución del Protectorado español serán algunos elementos que marcarán el devenir de la familia y harán a sus protagonistas cambiar muchas de sus ideas previas. El traslado a Zaragoza, ciudad natal de Mercedes, supone un nuevo cambio para todos; la boda de Miriam, la hija mayor, la incorporación de Felisa, la asistenta, que se convertirá en un miembro más de la familia y la posterior ampliación de la misma al ir naciendo los nietos son algunos de los avatares que suceden durante los años del desarrollismo económico del país donde todos tratan de adaptarse a los nuevos tiempos. Los Caro no son más que una familia típica de aquella época y que está lejos de ser perfecta, pasan por los problemas habituales de cualquier familia y de muchos matrimonios: los conflictos generacionales de los padres con los hijos, las pequeñas rencillas y los rencores que conviven con el cariño y la lealtad entre sus miembros.

A lo largo de la novela se nos va describiendo una sociedad y unos años en los que nuestro país superaba los estragos de la Guerra Civil, la población trataba de incorporarse a la modernidad, conservando al tiempo, mejor que peor, las antiguas tradiciones; los avances más actuales y las más rancias costumbres conviviendo en el mismo espacio en cada casa eran lo habitual en aquellos tiempos, los sillones de escay con las estampas del Sagrado Corazón o los discos de moda que sonaban al tiempo que las coplas más castizas. Me ha resultado altamente interesante toda la información que sobre las prácticas religiosas y sociales de los judíos se va desgranando a todo lo largo del relato, integrándose de manera amena junto con el resto de información que se nos proporciona sobre la sociedad española, pero la destaco en esta ocasión porque creo que no hay mucha literatura que verse sobre la población judía española en la época contemporánea. Por otra parte, resulta acertada la forma de estructurar la novela, dividida en partes, cada una de ellas protagonizada por un miembro distinto de la familia. Cada una de estas distintas partes son en ocasiones versiones complementarias unas de otras y en ocasiones una visión alternativa, una mirada a los mismos hechos pero completada con datos e información que a los demás personajes se les habían ocultado o desconocían. Cada uno de los protagonistas nos presenta su versión de los hechos desde su punto de vista, en función de su edad o de su posición frente a los demás familiares.

El lenguaje de la novela es limpio y sencillo, sin complicaciones pero lleno de claras y expresivas imágenes y escenas capaces de transportarnos a las distintas épocas y escenarios. Así, el cuadro final resultante es un completo retrato costumbrista de la época de nuestros abuelos, pero fundamentalmente es el retrato de una familia española cualquiera que seguramente tenga muchos elementos en común incluso con nuestras propias familias en un tiempo ya pasado, aunque no tan lejano como para haberlo olvidado ya.

lunes, 19 de enero de 2015

Los últimos días de nuestros padres

Ya sé que menciono con (excesiva) frecuencia mi interminable lista de libros por leer, habitualmente lamentándome de no ser capaz de abarcar su inmensidad que crece a un ritmo mucho mayor que mi velocidad de lectura y temiendo, por tanto, que en muchas ocasiones ocurrirá que entre dichos libros pendientes se quedarán allí para siempre sin ser leídas grandes historias y estupendos personajes que nunca llegaré a conocer. Pero hoy traigo una novela que, por alguna razón, ha sido más afortunada que sus compañeras y ha salido de la insondable lista con bastante prontitud. Buena parte de la culpa de que esto haya sido así se debe sin duda al impulso que le ha proporcionado la fama de la anterior obra de su autor, el  suizo Joël Dicker; me refiero a "La verdad sobre el caso Harry Quebert", uno de los éxitos editoriales apabullantes del pasado año que tanto disfruté y que me ha animado a adelantarme tanto como ha sido posible para ponerme manos a la obra con esta otra novela, "Los últimos días de nuestros padres". Este es, por tanto, uno de aquellos casos en los que un éxito fulgurante de ventas ayuda a la promoción del resto de publicaciones de un escritor, incluso de las que vieron la luz con anterioridad, como es el caso de esta. Puede existir, como es natural, la tentación de tratar de hacer comparaciones entre ambas novelas, pero diría yo que no tienen apenas nada que ver, ni la temática ni el estilo. Sí que coinciden en ser ambas de lectura fácil y amena, en ambas demuestra su autor una gran valía como narrador, aunque diría que en esta que ahora nos ocupa el tratamiento de los personajes es más profundo y más acertado incluso que en la anterior novela de gran éxito. 

En lo que respecta a la trama del libro, nos encontramos en el año 1942, cuando un grupo de hombres (y una sola mujer) de origen francés y jóvenes en su mayoría, fueron seleccionados para integrar una sección del SOE británico (Special Operation Executive) que sería preparada para para operar como agentes en la Francia ocupada por los alemanes, formando y apoyando a la Resistencia, planeando sabotajes y demás medidas destinadas a debilitar al invasor y ayudar a las misiones de los Aliados. Del grupo inicial no todos superarán con éxito el proceso de formación, pero aquellos que lleguen al final conformarán un grupo unido por fuertes lazos de camaradería y cariño; a pesar de sus disparidades iniciales, sus diferencias de origen y caracteres, la convivencia, el entrenamiento y el objetivo común les unirán en un grupo cohesionado que se convertirá en lo más parecido a una familia con lo que todos ellos contarán durante aquellos años de guerra e incluso después.

Es esta una novela amable en la que nos encontramos frente a numerosos elementos positivos sobre los que destaca ante el resto el valor de la amistad junto con el amor filial incondicional, además de la exaltación de la verdadera valentía de personas normales y corrientes que se arriesgan desde lo limitado de sus capacidades por defender aquello en lo que creen, por salvar a los hombres de sí mismos.
"—¿Y qué te dijo el corazón durante la guerra?
—Que fuese valiente. El valor no es no tener miedo: es tener miedo y a pesar de ello resistir."
El ritmo de la novela es más bien lento, sosegado, más bien lo describiría como sereno, bordeando en ocasiones lo poético en cuanto a la prosa, centrado en ocasiones en los sentimientos más que en la acción. Pero así y todo, es una novela donde ocurren muchas cosas. Tratándose de una historia sobre agentes secretos en plena Guerra Mundial no abundan sin embargo las escenas bélicas como tales, es una novela de la guerra vista y vivida desde la retaguardia, desde la vida que continúa en las ciudades ocupadas, desde la resistencia de los civiles, desde los padres que esperan a que vuelvan sus hijos, una novela de la guerra alejada del campo de batalla. Los protagonistas están retratados con mucha cercanía, se convierten en personas por las que se puede perfectamente sentir aprecio, cada uno con sus defectos y sus fortalezas. Pasamos junto a ellos por calamidades y sufrimientos y vemos como se van urdiendo sus lazos de compañerismo y cómo se apoyan en el grupo como pilar fundamental en los duros tiempos de guerra en los que les toca participar activamente.

Una lectura, en definitiva, muy agradable, que reconforta fundamentalmente por el tratamiento positivo del ser humano en medio de la adversidad, por la certeza de que, con todas sus debilidades y fallos, el hombre puede hacer grandes cosas cuando se lo propone. 
"Nada más que seres humanos ordinarios, convertidos en una multitud clandestina para ayudar a la humanidad en peligro. Todavía creían en la especie humana, los muy infelices."

lunes, 12 de enero de 2015

La señorita Dashwood

La joven Cassandra Dashwood ha terminado sus estudios en el colegio y siendo huérfana reciente debe buscarse una ocupación con la cual mantenerse; el trabajo de institutriz se plantea como una ocupación adecuada a una señorita de su posición, suficientemente digna como para adoptarla como profesión. Pero Cassandra ha leído demasiadas novelas románticas, por lo que llega a Cropthorne Manor dispuesta de antemano a enamorarse de su nuevo patrón que parece reunir todos los elementos necesarios para convertirse en un marido de romance: suficientemente joven, viudo, algo taciturno y solitario y con aire misterioso. Pero en la mansión conviven otros miembros de la familia y del servicio entre los que existen relaciones complicadas y que no favorecen el buen ambiente del hogar.

Cuesta hacerse a la idea del momento en que se ubica temporalmente "La señorita Dashwood" de la escritora británica Elizabeth Taylor, que no es sino en los años de la postguerra, a mediados del siglo XX. A lo largo de la lectura muchas veces me sentía inmersa en una novela victoriana, no sólo por la figura de la institutriz en una casa señorial y el señor ocioso que apenas abandona la mansión donde mantiene un pequeño grupo de familiares que viven a su costa, sino por todo el ambiente de la historia, las relaciones de la familia con el personal de servicio, la nanny, la criada... No hayamos en la ambientación apenas elementos que nos haga situarnos en la época: no aparece ni un teléfono, ni siquiera una radio, aparte de las repetidas referencias a la necesidad de hacerse con una nevera, podíamos encontrarnos fácilmente en cualquier vicaría inglesa de mediados del XIX, con su jardín abandonado y su antiguo cementerio anexo, con el frío colándose por la viejas ventanas y las criadas murmurando al calor de la chimenea de la cocina. Las descripciones del desbaratado jardín y de los campo adyacentes, del bar del pueblo o de la vieja mansión decadente con su antigua biblioteca y sus humedades, que la convierte en algo muy alejado de un hogar acogedor, la lluvia y la niebla colaboran en conformar una opresora atmósfera, donde las tensas relaciones familiares que ocultan secretos, cuyo descubrimiento al final de la novela constituirán casi el único elemento de acción de la historia, ayudan para convertir a esta obra en una lectura fuera del tiempo que recuerda sin duda a las novelas de otras épocas a las que claramente rinde homenaje, desde la profesión de la protagonista, idéntica a la de Jane Eyre, hasta su apellido, copiado de las protagonistas de Sentido y Sensibilidad, película que, por cierto, acuden a ver al cine en la propia novela, y añadiendo a todo esto unos personajes que parecen actuar adrede a imitación de las grandes figuras románticas de siglos anteriores, con sus silencios, sus sobreentendidos y sus rencillas más o menos ocultas.

No puedo decir que me haya entusiasmado la novela, lo cierto es que me he pasado todo el libro esperando a que pasara algo realmente destacable, me ha parecido que no se elevaba en ningún momento el nivel de interés, que todo el relato mantenía un tono demasiado plano, salvo la ligera sorpresa final. Si bien me han parecido correctamente retratados los personajes, no los he encontrado suficientemente atractivos como para que me marquen de ninguna manera o dejen una huella permanente en mi memoria, tal vez porque no llego a ser una apasionada de las novelas a las que aquí se homenajean, no he logrado quedar prendada de esta inocente e ilusa señorita Dashwood que, seguramente, será capaz de enamorar a aquellos que adoren las novelas victorianas clásicas. Por tanto, resultándome correcta, no creo que sea esta una novela de las que me lance a recomendar, ni tan siquiera creo que permanezca en mi recuerdo después de un periodo prudencial de tiempo. Pero esta no es más que mi opinión, que conste.

miércoles, 7 de enero de 2015

Vestido de novia

De tantas novelas como vamos leyendo, nos encontramos con muchas obras que tienen algo destacable, que nos gustan por motivos diversos. Con frecuencia encontramos historias entretenidas, divertidas, emocionantes en distintos grados, algunas que nos entusiasman y otras que simplemente nos hacen pasar el rato, sin hablar de las que, sinceramente, podíamos haber omitido si llegamos a saber previamente que no nos iban a aportar mucho o nada. Yo suelo tener dificultades para establecer esos ránkings de "mejor lectura del año" que tanto he visto publicado en estos últimos días y que, lo confieso, siempre consulto para encontrar orientaciones de otros lectores sobre posibles buenas lecturas que haya podido pasar por alto y que me apetezca añadir a la siempre creciente lista de libros por leer. Pero nunca me resulta fácil determinar cuál ha sido mi libro favorito de todos los leídos en un año completo, cada uno tiene algo: puede haber una mejor comedia, una mejor novela romántica o una estupenda histórica, sin poder decidirme por un solo libro para situar por encima de todos los demás. Este año, sin embargo, voy a hacer una excepción y voy a entronizar además una novela que he leído en la última semana del año, pero que considero que me ha salvado doce meses completos de lectura y sospecho que a lo largo del año que viene va a ser uno de esos casos de recomendaciones que va pasando de boca a oreja entre amigos y conocidos y que va a resultar también el gran éxito del nuevo año 2015. Yo al menos no paro de recomendársela a todo aquel con el que me cruzo y que pronuncia la palabra "libro" al alcance de mi oído.

Y es que no es frecuente encontrarse con novelas como este "Vestido de novia", de Pierre Lemaitre, con una historia que te explota de repente entre las manos, que te deja (al menos a mí me ha pasado) con la boca abierta y los ojos como platos, que te hace sentir rabia, sorpresa, incredulidad, auténtica inquietud; que te agarra por el cuello y no te permite soltar el libro hasta resolver el endemoniado enredo que tienes ante los ojos. El relato es intenso, perturbador, confuso. Sophie, la protagonista, no recuerda, cree estar loca, la encontramos desquiciada, angustiada. Huye, no sabe bien de qué. Aunque Sophie es una asesina que se esconde, no podemos más que sentir simpatía por ella de algún modo, desear que nunca la encuentren, tal vez porque no tenemos muy claro que haya cometido esos terribles crímenes sin sentido, en realidad ni ella misma lo cree, una parte de su cabeza, donde aún queda algo de cordura no lo acaba de creer. Sólo vemos una mujer que sufre intensamente, que lucha contra su propia locura y que desea dejar de huir en algún momento. Y, repentinamente, el argumento da un giro que te deja petrificado, todo cambia de perspectiva y nos presenta otra cara de la historia, algo sorprendente y aterrador, la verdadera cara de una pesadilla que no imaginamos a dónde nos lleva ni de donde procede, cuál ha sido su origen, lo que la ha motivado ni cuál será su desenlace. Y necesitamos saber y para ello habrá que leer a toda velocidad, sin poder soltar el libro, ansiando llegar al final y resolver el asunto, o tal vez no queramos en realidad que se resuelva si sospechamos que puede no ser agradable. Reconozco que tras la explosión del argumento, tras ese momento en que la experiencia de la lectura se convierte en el pico de una enorme montaña rusa, era difícil que el final de la historia acabara mucho más en alto, todo es desde entonces caída libre, no hay un nuevo punto álgido a la conclusión pero no hace falta tampoco, ya hemos tenido suficiente emoción y sólo estamos deseando ver cómo acaba esta enloquecida historia. Creo que no soy capaz de transmitir toda la angustia y la desazón que he experimentado leyendo esta novela, así que no puedo más que repetir lo que vengo diciendo estos días a diestro y siniestro: "tienes que leer esta novela". Y ya no os puedo contar más.