
Los que tenemos hijos, y supongo que también los que no los tienen, sabemos lo importante que es para la formación integral de los niños el hábito de contarles cuentos antes de irse a dormir. Este acto cotidiano encierra una multitud de aspectos beneficiosos en los ámbitos afectivos y de comunicación padres-hijos pero destacaría aquí uno que considero fundamental para los asuntos que se suelen tratar en este blog: el despertar temprano del amor por la lectura.

En su más tierna infancia el hecho de leer un cuento a nuestros hijos abre sus mentes al inmenso mundo de la imaginación, les introducimos en escenarios fantásticos, les mostramos otras realidades y les facilitamos ese acercamiento amoroso al texto escrito que pronto estarán deseosos de poder descifrar por sí mismos.
Pero incluso cuando ya son capaces de leer sin problemas, qué sensación tan placentera la de dejarse arrastrar en brazos del sueño al tiempo que escuchamos cómo nos cuentan un relato fabuloso, divertido, misterioso ... porque incluso a los niños que ya tienen diez o doce años les gusta de vez en cuando que les cuenten cuentos.
Pero claro está, llega un momento en que los clásicos (que son magníficos en su mayoría, no lo pongo en duda en ningún momento) se nos quedan cortos. A los niños les gustan siempre, no hay discusión sobre esto, las brujas, las princesas, los gatos con botas, y los enanos siempre son de su agrado, pero somos los mayores los que a veces tenemos ganas de escucharnos contar otras historias, de disfrutar del propio relato al tiempo que se lo leemos a nuestros niños.
Y esta es la razón por la que me pongo manos a la obra para recomendar algunos libros que yo personalmente he leído a mis hijos y con los que hemos disfrutado todos porque hay obras destinadas a los adultos que son estupendos cuentos infantiles, al igual que hay obras esencialmente infantiles que pueden entusiasmar a los mayores. Espero que disfrutéis todos de estas recomendaciones que trataré de ir exponiendo en distintas entradas.
Para empezar quería recomendar un auténtico clásico que me ha encantado desde siempre: El Principito de Antoine de Saint-Exupèry es una obra fundamental, desde mi punto de vista, no tanto como fuente inagotable de citas “new age”, que también, sino por la sencillez en que se expresan los sentimientos, la inocencia del personaje a la hora de enfrentarse con los demás, cómo con un lenguaje sencillo y con simples imágenes se pueden contar cosas tan profundas y tan esenciales y, finalmente pero no por ello menos importante, lo bello del cuento en sí, del fabuloso viaje por la galaxia que culmina en algo tan simple como la búsqueda de un verdadero amigo. Contribuyen necesariamente a la belleza de la obra las ilustraciones originales de autor que son elemento inseparable del texto y recrea ese mundo tan fantástico.

Si sois de los que disfrutaron leyendo este libro en vuestra juventud y estáis convencidos de que “lo esencial es invisible a los ojos”, si descubristeis con él qué era un baobab o cómo adiestrar a un zorro, no dudéis en releérselo a vuestros niños, ya que es uno de los imprescindibles en cualquier biblioteca infantil y juvenil.