jueves, 29 de septiembre de 2011

Invisible

Siempre me ha gustado Paul Auster, su forma de narrar, de meterte de lleno en esos ambientes cargados de casualidades, medias verdades, de hacerte sentir como sienten los personajes, personas llenas de dudas e inquietudes intelectuales, su visión particular de Nueva York siempre como telón de fondo... todo eso lo he encontrado en la última novela suya que he leído, Invisible, pero eso no hace, necesariamente que sea una lectura que vaya a recomendar, como ya explicaré más adelante.

Comienza el relato con una narración en primera persona en la que Adam Walker, estudiante de letras y aspirante a poeta, nos cuenta cómo en el curso de 1967 conoce, de manera casual, a Born, un peculiar francés profesor visitante en la universidad de Columbia. Born y su pareja, Margot, le seducen completamente y le tientan con la posibilidad de dirigir una revista cultural. La relación se torcerá por un desgraciado acontecimiento que hará que Born vuelva a Francia y que Walker quede obsesionado con la idea de hacer justicia por lo sucedido.

Posteriormente, en un cambio total de registro narrativo, descubrimos que lo que acabamos de leer es un proyecto de novela que Walker ha hecho llegar, muchos años después y a punto de morir, a un antiguo compañero de universidad, ahora convertido en novelista de éxito, solicitando su ayuda porque no es capaz de continuar con su escritura. A partir de aquí se suceden varias partes en las que el narrador va cambiando desde el relato en tercera persona hasta el diario personal y se nos cuenta cómo fue la infancia de Walker, la relación con sus padres, la trágica muerte de su hermano pequeño y cómo marcó esto a todos los miembros de la familia y la relación con su hermana Gwyn, además del viaje que realiza a París para seguir un curso aunque su verdadera razón es seguir los pasos de Born y tratar de vengarse de él, pero las cosas no salen como había planeado y Walker debe volver a los Estados Unidos, donde se nos da cuenta de cómo transcurre el resto de sus días, hasta el momento en que nos lo volvemos a encontrar, ya al borde de la muerte y deseoso de volcar sobre el papel aquellas experiencias vividas en el año 67. También conoceremos hacia el final de la novela algún secreto que Born tenía oculto durante tantos años.

Es de admirar la habilidad de Auster en manejar los distintos personajes, los diferentes puntos de vista, en exponer las relaciones entre las personas y los fantasmas que les persiguen y les llevan a ser y actuar como lo hacen, sin duda, un gran ejemplo de novela, desde el punto de vista formal con unos personajes interesantes que mantienen su coherencia a lo largo de todo el relato.

Pero ahora llega el momento del “pero”, que ya he advertido al inicio que existía. No he podido disfrutar plenamente de la lectura de esta historia ya que había un aspecto que me ha desagradado sobremanera y que me ha incomodado a lo largo de todo el relato: se trata del modo en que presenta la relación incestuosa entre dos de los personajes. Y no es que me moleste el tema en sí, el asunto existe o puede darse, no lo voy a negar y la Historia está llena de casos. Lo que me ha llevado al rechazo es la amoralidad (que no digo inmoralidad) de la actitud de los protagonistas, la falta de conciencia de que la relación que mantienen es contraria a la naturaleza del amor fraternal y lo que se espera de él, la forma en que mantienen una relación física que Auster no se priva de describir con todo lujo de detalles, con un estilo, para mi gusto, más cercano a la pornografía que al erotismo, peor aun cuando el primer encuentro sexual que se describe entre ambos se sitúa en una edad que no me cuadra con la variedad y abundancia de habilidades erótico-festivas que se les atribuye.

Y antes de que me acuse nadie de tener prejuicios morales, lo afirmo yo rotundamente, me ha desagradado la forma y el fondo de este asunto desde el punto de vista puramente moral, la manera de exponer la situacióny la serenidad con que la viven los protagonistas, alejados de cualquier sombra de duda sobre lo apropiado de su comportamiento. Y la cosa no mejora cuando, al tiempo, surja la duda de si esta relación existió realmente o fue inventada por una de las partes.Ahora bien, aquel lector que no se vea afectado por este asunto seguro que disfruta de la novela por su calidad literaria e interesante historia.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Cuéntame un cuento 3. Cuentos por teléfono


Hacía mucho tiempo que no escribía una entrada sobre libros para leer a/con los niños. Lo cierto es que mis hijos mayores ya leen solos desde hace tiempo y el pequeño aún se conforma con que le repita noche tras noche el único cuento que conoce: Los tres cerditos, pero que tengo que contarlo dos o tres veces seguidas, porque cada vez que termina me dice: "Másss", ¡oye! que es durísimo para dormirse y a mí se me caen los párpados y aún se lo tengo que repetir entero una vez más, casita a casita, soplido a soplido.

En fin, para cuando crezca y para aquellos que todavía tenéis niños en edad de que les lean un cuento antes de ir a dormir, voy a recomendar todo un clásico: "Cuentos por teléfono" del italiano Gianni Rodari. Este autor tiene una particular forma de escribir que encanta a los niños desde bien pequeños ya que crea un mundo mágico en medio de la realidad más cotidiana, con un humor muchas veces absurdo, donde los personajes se comportan de la manera más extravagante como si fuera lo más normal del mundo, los objetos cobran vida y hablan con naturalidad de sus cosas y donde todo es posible, con un estilo que hace que los peques se tronchen mientras los mayores los miran pensando: "y esa tontería, ¿te hace gracia?" Rodari sabe llegar a la mente infantil y crea unas situaciones donde la imaginación hace que todo sea posible: desde la niña que se convierte en hormiga todas las noches al irse a la cama, o el ratón que comía gatos, a la violeta que perfumaba en el Polo Norte o el autobús que un día se salió de la ruta y se dirigió a las afueras, cargado de indignados pasajeros.

En este volumen se reúnen varias decenas de pequeños cuentos con una característica común: son las historias que diariamente el señor Bianchi, viajante de comercio, le cuenta a su hija cuando la telefonea para darle las buenas noches desde cualquier lugar de Italia donde se encuentre, porque sin el cuento de cada noche la niña no se puede dormir. En ocasiones la historia es un poquito más larga, aunque nunca ocupa más de tres páginas, pero a veces el señor Bianchi va corto de tiempo y la historia se resuelve en una docenas de líneas. Lo cierto es que siempre dejan en el recuerdo una dulce sensación y una sonrisa en los labios. Y, como se dice en la propia introducción del libro:


...cuando el señor Bianchi telefoneaba a Varese, las señoritas de la telefónica suspendían todas las llamadas para escuchar sus cuentos. ¡Claro! Algunos son tan bonitos...
Anuque yo, más bien, diría: "Todos son ¡tan bonitos!" ¡Que los disfrutéis mucho!

martes, 13 de septiembre de 2011

Hoy caviar, mañana sardinas

He aquí un libro que me lanzo libremente a recomendar sin preocuparme de si a alguien no le va a gustar, si el tema resultará un poco duro o si puede herir alguna sensibilidad. Con esta "Hoy caviar, mañana sardinas" escrita al alimón por Carmen Posadas y su hermano Gervasio (de profesión, cocinero) estoy segura de que va a disfrutar un montón de gente. Para empezar, es una novela ligerita, con lo que, al que no le acabe de gustar tan sólo habrá perdido dos o tres días de lectura y no demasiadas neuronas. Pero seguro que a los que les guste viajar, conocer otros países y culturas (e incluso el nuestro propio aunque en una época pasada que yo, personalmente, no he vivido) además de aquellos que gusten de la gastronomía internacional y de experimentar en la cocina, a todos esos seguro que les va a hacer disfrutar este libro.

La obra es (supuestamente) autobiográfica: describe las peripecias que la familia Posadas vive en los distintos destinos que el padre de los autores, diplomático uruguayo, recorre por Europa entre los años 60 y los 80. Combina partes que supuestamente va escribiendo la señora embajadora, en parte para recordar en el futuro sus andanzas por el mundo, pero, sobre todo, para dejar constancia de los diversos menús que ofrece en las recepciones y cenas que tiene que dar y para conservar algunas recetas que irá recopilando por aquellos destinos, eso sí, siempre con un gran sentido del humor y sacando de donde muchas veces no hay. Este relato se va complementando con comentarios de los hijos, especialmente de Carmen, sobre cómo veían ellos los distintos países en los que iban viviendo. No sé si será cierta la existencia del cuaderno de recetas en el que la madre va escribiendo sus pensamientos, pero lo cierto es que el relato resulta simpático y entretenido.

Al final de cada capítulo nos regalan una receta de algún plato del que se ha hablado previamente y tengo que decir que, prácticamente todas, son perfectamente reproducibles, así que, por el mismo precio, tenemos novela más breve recetario de cocina.

Sobre los destinos que visitan, comienzan su andadura en el Madrid de los 60, donde las clases altas disfrutaban de unos privilegios negados a la mayoría de la población y donde el buen nombre, las familias "de toda la vida" y el "qué dirán" eran las bases de las relaciones sociales. Es bastante gracioso el punto de vista de una extranjera que asiste asombrada a la peculiar forma de vida de la alta sociedad madrileña de la época. De Madrid pasan a Moscú, en plena guerra fría. Una ciudad gris y uniformada alejada de los brillos de la cultura rusa tradicional. Allí tendrán que enfrentarse a una burocracia rígida, a las escuchas de los espías y tendrán que ser capaces de mostrar algo de paciencia e ingenio para organizar comidas decentes con los escasos medios con los que cuentan. Finalmente llegan al Londres de los años 80 con todo lo que la Corte de Buckingham supone de rígida etiqueta y las extravagantes normas de conducta que rigen las relaciones sociales en torno a la Corona.

La novela se lee muy fácilmente, es simpático ver cómo se van adaptando a las distintas culturas y costumbres tratando de no perder nunca su carácter propio y manteniendo unas relaciones familiares bastante divertidas y relajadas a pesar de vivir en un continuo proceso de mudanzas inacabables, renovación de casas medio desvencijadas y redecoración constante. Eso sí, vayan donde vayan, nunca les falta su abundante dosis de dulce de leche, emblema supremo de la gastronomía uruguaya.

Una lectura, en fin, distraída para pasar unas cuantas tardes de entretenimiento.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La palabra más hermosa

Llevo varios días dándole vueltas a este comentario sobre la novela de Margaret Mazzantini, “La Palabra más Hermosa” porque no sé cómo enfocarlo. Es una obra en la que no sé decidirme por cuál es el aspecto que debería destacar sobre los demás, hay varios planos en la historia que se cuenta que se entrelazan unos con otros, igual que se van mezclando el presente con el pasado, pero que cada uno de ellos merecería ser el tema central de una novela completa: está la gran historia de amor, la vivencia de una maternidad frustrada y la cruel guerra de los Balcanes.

Por empezar por algún lado, podría hacerlo contando que el hilo conductor de toda la novela se inicia con el viaje que realiza Gemma, una mujer madura que viaja desde Italia hasta Sarajevo en compañía de su hijo adolescente para que éste conozca la ciudad donde vino a nacer hace ya dieciséis años. Este viaje levará a Gemma a rememorar su gran historia de amor con Diego, desde que se conocieron en aquella ciudad en los días de las Olimpiadas de Invierno de 1984, su vuelta a Italia y los años de loca pasión en Roma. Diego tiene una gran pasión, la fotografía, y ve la vida a través de su objetivo, sin preocuparse por las cuestiones materiales, es todo alegría, sensibilidad, con cierto punto de locura y Gemma lo sigue en su pasión allá donde quiera ir. La forma en que se cuenta en primera persona su vida en común, con tanta emoción, con una cotidianeidad donde se reflejan los pequeños detalles del día a día, la forma en que comparten todo y se apoyan el uno en el otro, destilan enorme pasión, pero no estamos ante una novela romántica, en absoluto, vemos a los personajes tan de cerca que también se nos desvelan sus defectos, son tan humanos que nos sentimos perfectamente capaces de caminar por ellos por Roma o sentarnos en su gran sofá blanco mientras ven caer la lluvia por la ventana donde sólo se necesitan el uno al otro para ser felices. Sólo la historia de amor ya es de por sí una novela completa.

Pero este inmenso amor tiene un punto débil que acaba por cubrir con una nube negra la relación de la pareja: Gemma no consigue quedar embarazada y así la acompañaremos en un interminable peregrinar por consultas, médicos, distintas técnicas, a veces casi como si se tratara de un reportaje periodístico de investigación, vemos la lucha por lograr ese hijo que encarne el amor que se tienen y que no termina de llegar. La forma descarnada en que nos cuenta sus sentimientos y sus padecimientos físicos nos acerca más a esta mujer que no logra ver su sueño realizado y que sufre por su marido más que por ella misma. Esta se convertirá en la gran lucha de su vida.

Y junto a estos dos aspectos de la novela, la historia de amor y la ansiada maternidad, está también la guerra de Bosnia, la vida de los habitantes de la ciudad de Sarajevo antes, durante y después de esa descarnada guerra que, aunque pareciera imposible que algo así se diera a finales del siglo XX en plena Europa civilizada y avanzada, destrozó a la antigua Yugoslavia mientras que desde el resto de países se veía como algo lejano y ajeno a nuestra realidad, cuando lo cierto es que todo estaba ocurriendo a pocas millas de la costa italiana: los compatriotas se mataban cruelmente unos a otros, antiguos vecinos que habían convivido en paz hasta hacía poco se enfrentaban en salvajes batallas donde hizo acto de presencia lo peor de lo que es capaz el ser humano: los francotiradores que mataban a mujeres y niños que hacían cola para comprar el pan o que jugaban en la calle, como si fueran conejos y casi por diversión, las matanzas indiscriminadas de civiles, las limpiezas étnicas o religiosas que dejaron pueblos completos despoblados, los campos de prisioneros y las violaciones sin piedad de mujeres y niñas. En esta guerra se ven involucrados Gemma y Diego porque sienten que forman parte de algún modo de la ciudad de Sarajevo, donde tienen amigos, Gojko, Sabina, Aska, a los que consideran como de la familia y por los que están dispuestos a arriesgar su seguridad e incluso sus vidas, no quieren dejarlos solos con su sufrimiento y admiran la inmensa dignidad con la que sobrellevan la guerra y sus consecuencias.

Una novela con apariencia de hermosa historia de amor que encierra un tremendo drama humano y vital y que deja una sensación de tristeza y amargura al asistir al enorme desastre que la guerra supuso en la vida de unos ciudadanos europeos como nosotros, con ilusiones y planes de futuro, que se ven reducidos a lo más ínfimo del ser humano, a encontrarse con que lo han perdido absolutamente todo excepto la dignidad y a veces ni eso les queda.

Por cierto: no sé de dónde viene la idea de cambiar el título de libro en la traducción y abandonar el original “Venuto al mondo” que tal vez no suene comercial, pero al menos está relacionado con el argumento de la novela. En fin, cosas de las editoriales, supongo.