sábado, 28 de diciembre de 2019

La librería de los corazones solitarios

Reconozco que cuando me embarqué en la lectura de "La librería de los corazones solitarios", novela del australiano, y para mi absolutamente desconocido, Robert Hillman, esperaba encontrarme con una lectura más bien ligera y sensiblera, porque el titulito es de los que se las traen, aunque bien es cierto que las reseñas que sobre ella había visto me inclinaban a pensar que me podría gustar, como así ha sido finalmente, aunque la historia con la que me he encontrado no tuviera mucho que ver con aquella que me esperaba de inicio.

La verdad es que el argumento supone una curiosa mezcla de novela romántica en el escenario de la Australia rural, combinado con el relato de la persecución sufrida por los judíos antes, durante y después de la II Guerra Mundial en Europa. Un cóctel sorprendente cuanto menos protagonizado por Hannah Babel, una mujer bastante extravagante, casi podría denominarse una snob, que llega hasta un pequeño pueblo australiano con la idea de abrir una librería y dedicarse a dar clases de música, dos actividades que resultan sorprendentes en una localidad de gente sencilla, trabajadores de las granjas ovejeras y con pocas aspiraciones culturales, al menos en un principio. Cuando Hannah se enamora de Tom Hope, un hombre más joven que ella dedicado a la cría de ovejas, con un matrimonio recientemente fracasado y un pequeño hijo al que ha criado como suyo sin serlo, a nadie le parece que constituyan una pareja ideal. Pero sorprendentemente, tanto el matrimonio como el negocio de los libros parece que pudieran llegar prosperar con algo de esfuerzo por ambas partes.

Con el paso del tiempo, Tom irá descubriendo lo que se oculta tras el difícil e impredecible carácter de Hannah, cómo su pasado ha dejado su huella en esa mujer que, tras vivir entre las mentes más brillantes de Budapest, rodeada de pensadores, políticos y literatos, su condición de judía la hizo terminar en Auschwitz, de donde logró sobrevivir pero perdiendo allí a toda su familia. Tras la liberación del campo, todavía tendría que vagar desde Polonia hasta Berlín y de allí regresar a su Budapest natal, pasando por infinidad de penalidades hasta decidirse a cambiar totalmente de vida gracias a un contrato como profesora de música en la lejana Australia.

La lectura de esta novela ha supuesto una experiencia bastante emotiva, un ejemplo de la capacidad humana para reponerse y superar hasta los más oscuros episodios; un canto a la esperanza encarnada en la figura de los niños y a la fuerza del amor capaz de curar las heridas más profundas. Todo eso que normalmente puede sonar bastante cursi, lo resuelve con mucha habilidad el autor que no se deja llevar por más sensiblería de la necesaria, sino que mantiene un equilibrio justo entre el drama y la sobriedad, entre el mundo sencillo de Tom y la convulsa experiencia vivida por Hannah, haciendo que ambos terminen por crear una nueva vida en común donde sus experiencias pasadas les sirvan para afrontar un futuro prometedor. Una buena novela de sentimientos que fomenta la esperanza en la capacidad del amor como cura para las heridas y superación del pasado.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Las ventanas del cielo

Se puede afirmar sin dudarlo que "Las ventanas del cielo" de Gonzalo Giner es una novela de aventuras con mayúsculas, una de esas historias donde los protagonistas recorren innumerables escenarios, en muchos casos exóticos, donde sufren extraordinarias peripecias, sortean grandes peligros, conocen personajes peculiares, se crean enemigos mortales así como amigos leales y logran, a través de grandes dificultades, trazarse un camino en la vida que les llevará hasta un final de grandes éxitos. El protagonista de todas esas aventuras en este caso se llama Hugo de Covarrubias, un joven de buena familia que abandona su Burgos natal sin tener claro a qué quiere dedicarse y habiendo defraudado a su padre como hijo y como heredero natural; el joven forma parte de la caravana de carretas que transportan hasta la costa vasca los vellones de lana con los que negocia su familia, trabajando como un empleado cualquiera dedicado a las labores más duras. En Burgos queda su hermanastro Damián que logra hacerse con el mando de los negocios familiares y Berenguela, amiga desde la infancia de Hugo y enamorada de él en secreto, hija del principal socio comercial de los Covarrubias. Damián no  sólo le arrebata a Hugo el control de la empresa, sino que además se casará con Berenguela; ansioso de arrebatarle a su hermanastro todo lo que le pertenece, logra convencer a su padre de que Hugo le traicionó y robó, por lo que lo aparta completamente de la familia.

Hugo deja atrás así su acomodada posición para dar inicio a una vida llena de penurias pasando por los más duros trabajos en lugares tan inhóspitos y peligrosos como un barco ballenero que le llevará hasta Terranova o una mina de sal en Túnez que explotará junto a su amigo Azerwan, un beduino lleno de sabiduría y a través del cual conocerá a la bella Ubayda. Finalmente y tras sufrir numerosas penalidades acabará encontrando su verdadera vocación a través de su pasión por el dibujo que le llevará a convertirse en un virtuoso de la fabricación de vidrieras para las grandes catedrales góticas que proliferan desde Flandes a Alemania culminando en Burgos y la cartuja de Miraflores.

La acción de la novela nos traslada por escenarios de lo más variopinto pero destacan los retratos que realiza de las ciudades europeas como Brujas, Amberes o Lovaina, por un lado a través del mundo del comercio de lana que desde Castilla se suministraba a los grandes fabricantes de paños de los Países Bajos y por otra parte descubriéndonos los secretos de la fabricación de las impresionantes vidrieras que decorarían los grandes templos cristianos de la época y que constituyen las ventanas del Cielo a través de las cuales los creyentes sentían que podían comunicarse directamente con la divinidad. Este será el objetivo que guiará a Hugo en el desarrollo del oficio que finalmente le proporcionará la paz y la estabilidad personal y familiar.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Los bienes de este mundo

Siempre es fantástico volver a tener entre las manos una novela de Irène Némirovsky, una de mis autoras favoritas de todos los tiempos, una narradora con una sensibilidad extrema para alcanzar lo más profundo de la naturaleza humana hasta sus más íntimos detalles y narrar historias donde los personajes y su manera de enfrentar el mundo que les rodea es siempre el centro del argumento.

En "Los bienes de este mundo" nos encontramos una vez más con unos protagonistas inolvidables: Pierre y Agnès se aman pero entienden que su amor es imposible ya que se encuentran en diferentes niveles sociales: él pertenece a la familia Hardelot, propietarios de la fábrica más importante de su pequeña ciudad de provincias al norte de Francia, mientras que Agnès no es más que hija de la viuda de un simple comerciante. Pierre está prometido con la adinerada Simone, un buen partido aprobado por sus padres y a Agnès la comprometerán pronto con un médico algo mayor que ella. Los enamorados se conocen desde niños, han jugado juntos todos los veranos pero éste será el ultimo que compartirán en la playa antes del estallido de la Gran Guerra que supondrá su definitiva separación, con el temor a no volver a verse de nuevo; cada uno ha de cumplir con las obligaciones que les corresponden. Han de ser muy valientes para para decidirse a tomar sus propias decisiones, para marcarse su propio camino sin someterse a los prejuicios y a lo que marcan las normas sociales, para luchar por que el amor termine venciendo.

Todo el mundo decimonónico que todavía pervivía a principios del siglo XX y que tan bien describe la autora, encorsetado en sus normas morales y sociales, terminará por sucumbir a los nuevos tiempos tras la guerra. Observamos esos cambios a través de la necesidad de Pierre de no parecerse a su padre ni, por supuesto, al tirano de su abuelo cuando él mismo se haga adulto. Lo veremos convertirse en un esposo devoto, en el padre que observa y trata de comprender a su propio hijo, que sufre cuando adivina el horror de una nueva guerra que se aproxima.

Qué maestría la de la Némirovsky para describir los lugares, los ambientes, la playa, las villas, las familias, las relaciones sociales, la guerra y sus sufrimientos y en especial los personajes. Qué capacidad la suya para hacernos conocer su carácter a través de un rasgo físico, de una prenda de vestir, de una frase, de transmitirnos las sensaciones que experimentan, sus reflexiones sobre el mundo que les rodea, sobre su propio comportamiento y el de los demás. Logra, en definitiva, que nos enamoremos de Pierre y Agnès, que los conozcamos en profundidad y veamos dentro de sus corazones y apreciemos la bondad que allí reside. Nunca me cansaré de recomendar a esta autora, una de las grandes figuras de la Literatura del siglo pasado que no tiene obras menores; todos sus libros pueden considerarse verdaderas obras maestras.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Un año en Roma

La que cuenta Anthony Doerr en "Un año en Roma" es una extraordinaria aventura: la de un escritor americano en Roma, la de un padre novato que toma un avión en Idaho junto a su mujer y sus mellizos de seis meses para cruzar el océano y aterrizar prácticamente en otro planeta. Lo que descubren a su llegada no es sólo un lugar con otra lengua y otra cultura. Roma es una ciudad donde la vida transcurre en la calle, donde todos hablan fuerte y se ríen sin pudor, donde la gente les sonríe cuando los ven empujando un carrito con dos bebés, y les felicitan por su suerte. Y en todo lo que le rodea el escritor encuentra poesía: en los monumentos antiquísimos, en las vistas desde el Gianicolo y en sus frondosos jardines con exóticos loros verdes, en las bandadas de estorninos que cubren los cielos al atardecer; pero también hay poesía en las agotadoras escaleras y las estrechas callejuelas por las que se pierden una y otra vez, en el tráfico incesante, en el colorido puesto de verduras de su calle, en las numerosas fuentes, en las ruedas de queso parmesano, en el sofocante calor del verano romano... bueno, en eso creo que no termina de encontrar poesía alguna.
"Los puerros están dispuestos como árboles nacientes descortezados; las lechugas de hoja roja se ven distantes y mudas; arden como llamas de antorcha. Sobre todo con tiempo húmedo, el mercado es luminoso: el aire un poco humeante, los puestos como arrimados para protegerse del frío, los montones de color esmeralda de espinacas, las pirámides anaranjadas de zanahorias, una docena de sombrillas hechas jirones que relucen por efecto de las gotas de lluvia. Y entonces, a mediodía, se echan las persianas, se vienen abajo los toldos, se retira el banquete y al atardecer pasamos por allí de regreso de un restaurante y lo único que queda del mercado son puestos cerrados, desperdicios en las aceras y los reflejos de las farolas en los charcos."
Las noches en vela propias de un padre novato de mellizos con un pertinaz insomnio, los problemas con el idioma y la dificultad para compaginar la gestión cotidiana de su pequeña familia con el intento de arrancar la escritura de una nueva novela son algunos de los contratiempos con los que se enfrenta Doerr. Pero lo cierto es que los lectores tenemos una ventaja sobre el autor porque sabemos que de esa beca a la que debe su estancia en Roma saldrá una maravillosa maravillosa novela: "La luz que no puedes ver", pero a él le tocará luchar por atrapar a la inspiración al vuelo y atrapar la belleza del entorno para convertirla en una obra literaria.

Saturado de tantas novedades como le rodea, del caos y la belleza inconmensurable, de la luz de Roma y el tono alto de los italianos al hablar, fascinado al descubrir restos de las culturas que existieron en ese mismo lugar hace mil o dos mil años, el autor se obliga a mantener al día un diario, germen de este libro, que será un batiburrillo entre biografía familiar, guía turística, cuaderno de notas e incluso crónica de la muerte de un Papa y el nombramiento de otro y a todo lo largo de la lectura nos maravilla con sus reflexiones, pensamientos, impresiones y observaciones sobre el arte, la belleza que le rodea, la paternidad, la creación literaria, las diferencias culturales y toda una multitud de asuntos que nos permiten acompañar a Doerr en esa magnífica aventura que supone vivir intensamente durante un año en la ciudad Eterna.