viernes, 27 de abril de 2012

Una inquietante simetría

Después del éxito de su anterior novela “La mujer del viajero del tiempo”, Audrey Niffenegger lo tenía verdaderamente complicado para volver a ponerse al nivel de las expectativas creadas. No le ha salido la cosa mal del todo, en mi opinión, con esta nueva novela “Una inquietante simetría” en la que se nos cuenta una historia que también resulta original, partiendo de la base de que no es fácil encontrar una novela que incluya dos temas tan vistos ya como los gemelos y los fantasmas sin caer en todos los tópicos ya vistos; en este caso el enfoque que se le da a la historia es novedoso y bastante entretenido.

El argumento del libro se inicia cuando a la muerte de Elspeth Noblin, parte de su herencia va a parar a manos de sus sobrinas, Julia y Valentina Poole, hijas de Eddie, la hermana gemela de la difunta y, a su vez, también gemelas. Las jóvenes viajan desde EEUU a Londres para tomar posesión de la casa que han heredado donde les espera la sorpresa de conocer, aunque ya no en vida, a su difunta tía que ha quedado atrapada en forma de presencia fantasmal en su antiguo piso. La casa se encuentra situada junto al cementerio de Highgate, al que tiene, incluso, un acceso privado directo y donde trabaja como guía Robert, también vecino del edificio y amante de Elspeth, de cuya muerte no logra recuperarse a pesar del paso del tiempo y que se supone que debe ayudar a las gemelas en su adaptación al nuevo entorno. El otro habitante del bloque es Martin, peculiar personaje atrapado igualmente en su propia casa pero en su caso esto es debido a una enorme cantidad de fobias y manías que le impiden salir a la calle o ni tan siquiera dejar entrar la luz del día por las ventanas, por lo que la vida se le complica aún más cuando su mujer decide abandonarlo y él se ve incapaz de seguirla hasta Amsterdam.

Los protagonistas son bastante atractivos en general, desde las gemelas hasta sus vecinos. La peculiar relación entre las gemelas que resulta que no son idénticas, sino especulares, esto es, una es el reflejo invertido de la otra, hace que desarrollen una absoluta dependencia mutua y a la vez que tengan enfrentamientos constantes ya que mientras que Julia considera, desde su posición de dominio sobre su hermana, que no necesitan relacionarse con nadie al margen de ellas mismas, Valentina siente, por primera vez, la necesidad de independizarse y llevar adelante una vida propia al margen de su hermana.

Quiero advertir, para que nadie se lleve a engaño, que la abundancia de elementos góticos, desde el omnipresente cementerio hasta presencia del fantasma no hacen necesariamente de esta una novela de terror ni oscura; más bien al contrario, las vivencias (si es que se puede emplear este término) de la difunta Elspeth descubriendo su nueva condición de espectro llegan a ser bastante divertidas y los experimentos que realiza desde su nuevo estado son unas de las partes más entretenidas de la historia. El cementerio, además, no se presenta como un lugar lóbrego sino como una especie de enorme jardín medio salvaje donde los turistas acuden a realizar visitas guiadas, los zorros y los cuervos conviven con una enorme variedad de especies naturales y los enterramientos sirven de base a estudios sobre la historia, la sociedad de la época victoriana y la vida de los personajes allí enterrados. Supongo que es una visión más británica y protestante de la muerte que la que tenemos por estos lares.

Original en muchos aspectos, la novela resulta básicamente amena, con pasajes realmente entretenidos, si bien el gran secreto a desvelar al final del libro no me ha resultado tan sorprendente como se suponía que debería ser, ya que resulta ser algo que es fácil de sospechar desde el mismo inicio de la lectura, por lo que el desenlace de la historia flojea un poco. En general, el libro se deja leer bastante bien, la historia es interesante y los personajes mayoritariamente atractivos. Una novela entretenida, en fin.

domingo, 22 de abril de 2012

Diario de invierno

Podríamos decir que este “Diario de invierno” de Paul Auster se ajusta perfectamente al denominado género de Memorias, aunque no necesariamente al de Autobiografía, porque si algo se refleja en él es la memoria, más o menos selectiva del autor, sin intención alguna de ser una biografía exhaustiva, sin necesidad de seguir un orden cronológico, ni tan siquiera lógico, el novelista norteamericano va desgranando sus recuerdos al hilo de un tema concreto, de una palabra o una sensación que le sirve de excusa para evocar momentos de su vida, desde la primera infancia hasta, practicamente, antesdeayer, siempre bajo una mirada sincera y personal, viendo o mostrando el ángulo de la realidad que le interesa mostrar, vamos acompañándolo en estas rememoraciones al llegar, como él mismo ha declarado, al invierno de su vida, al último tramo de su existencia.

No podríamos ni tan siquiera afirmar que los hechos o situaciones que se nos cuenta sean las más importantes o significativas de una vida que sin duda alguna ha debido de estar plagada de experiencias interesantes, de relaciones con multitud de personalidades de los ámbitos del arte, la cultura, la política, etc., pero está claro que lo que aquí se narra son esos recuerdos que al autor le ha apetecido compartir, las que no quiere dejar caer en el olvido: los amores importantes, las primeras experiencias, su mundo infantil, el recuerdo de sus padres, su pasión por el béisbol o las múltiples casas o residencias más o menos permanentes por las que ha pasado a lo largo de su vida en distintas ciudades y países.

Escrito en una cómoda segunda persona, evita así que el tono sea demasiado intimista, más bien parece que alguien le va ayudando a hacer memoria de todas esas cosas que nos presenta a veces mediante breves escenas, relatos que van de las pocas líneas a unas cuantas páginas, nunca demasiadas, pequeños cuentos con entidad propia que no pretenden configurar un relato continuo. Cada historia, desde la evocación de una sensación de la infancia hasta el relato del grave accidente de tráfico sufrido junto a su mujer y su hija, cada una de las escenas tiene vida propia y al hilo de cada acontecimiento o hecho nos transmite su estado vital en ese momento, su situación emocional o la etapa creativa en la que se encontraba y nos introduce así en su mundo con brevísimas pinceladas, con un estilo limpio sin grandes retóricas que nos acerca al hombre detrás del escritor, mostrándonos porqué es importante cada hecho o situación y cómo le ha marcado.

Es curioso el interés que muestra en hablar de problemas de salud más o menos serios, de heridas, cicatrices o accidentes o situaciones peligrosas vividas, del dolor físico, del paso del tiempo y sus efectos; se muestra sorprendido de haber llegado a su edad y recuerda a tantos que no pudieron cumplir los años que él tiene, empezando por su padre. Terminaré destacando que me sorprende gratamente el profundo amor que expresamente confiesa por su esposa tras más de treinta años de vida en común. Cada vez que aparece ella en escena va acompañada de elogios y alabanzas hacia su persona y su actitud. Supongo que la novelista estará encantada de salir tan bien parada en estas memorias de su marido. Igualmente, las escenas protagonizadas por su madre son también entrañables muestras de amor filial, aún reconociéndole sus defectos y errores, no deja por ello de traslucir una enorme admiración y cariño por ella.

Una obra que, sin duda alguna, se convierte en imprescindible para los seguidores incondicionales del autor y que acercará a aquellos que no lo sean tanto a su mundo personal y creativo. A mí, como no podía ser de otro modo, me ha encantado.

domingo, 15 de abril de 2012

El taller de los libros prohibidos

El taller de los libros prohibidos” es la primera novela del escritor catalán Eduardo Roca, ingeniero de profesión, lo que no quita para que demuestre una excepcional habilidad para dibujar con agilidad y frescura todo el complejo mundo de comienzos del siglo XV en torno a la ciudad alemana de Colonia en medio de los enormes cambios sociales, económicos y religiosos que se dieron en torno a aquellos años en que el feudalismo va dando paso a una sociedad basada en el poder de los gremios y el comercio, en el peso de las ciudades en todas las actividades y que dan lugar a una nueva clase social numerosa y creciente como la burguesía que rivalizan con la nobleza y el clero por el dominio y el poder político y económico. La novela está ricamente documentada sin que resulte pesada en ningún momento la cantidad de información que se nos proporciona, perfectamente hilvanada con el relato novelado.

Lorenz Block es un artesano viudo que vive con su hija Erika en la industriosa ciudad de Colonia y combina el ejercicio de su oficio de orfebre con su pasión por la cultura y las nuevas corrientes de pensamiento que comienzan a correr por la Europa de la época. En paralelo encontramos la figura de Nikolas Fischer propietario del primer obrador de amanuenses que se dedican, no a la elaboración de textos religiosos, sino que crean obras profanas mediante la elaboración de libros sobre filosofía, pensamiento y otras ciencias procedentes de culturas lejanas y que proveen de libros a la importante universidad de la ciudad. Su posición social depende de sus buenos contactos con los dirigentes locales, relación que trata de cuidar a la vez que desarrolla una vida oculta que no cuadra con las normas impuestas por la Iglesia ni las leyes del momento.

Numerosos personajes se van mezclando en la historia y cada uno actúa como representantes de los distintos grupos sociales y culturales dominantes en el momento histórico: los hombres del mundo de la cultura representados por el librero Buchmann y su grupo de eruditos de distintas artes humanísticas que se reúnen en la librería en torno a los libros más interesantes que van descubriendo, preocupados por la extensión del conocimiento a la mayor cantidad posible de personas como única manera de provocar un cambio social; el clero inamovible ante las nuevas ideas y obstinado en conservar sus privilegios se plasma en la figura del obispo von Morse en contraposición con el padre Wahrheit, párroco en un barrio humilde, más interesado en hacer de su parroquia un lugar de ayuda a los más necesitados. El alcalde Heller Overstolz amalgama los intereses de los miembros de los gremios que van tomando importancia y peso en la sociedad y se rozan con la nobleza a la que van robando espacio en el poder a base de sus contactos comerciales y su peso económico frente a los antiguos privilegios de clase.

El fresco que resulta de toda esta combinación de personajes permite viajar a la época y el lugar donde transcurre la acción y disfrutar de toda una lección de historia y recreación de una época apasionante como es este inicio de la Edad Moderna, al tiempo que seguimos la historia de los desvelos del protagonista Lorenz por hacer realidad su sueño de crear una máquina que reproduzca una escritura mecánica sustituyendo el lento y trabajoso oficio de los amanuenses. Asistimos de esta manera a una versión novelada de la invención de la imprenta, en una aventura donde Lorenz se encontrará entre dos bandos enfrentados: aquellos que, sea por intereses altruistas o meramente comerciales, desean que el invento prospere para hacer de los libros un medio eficaz de transmitir la cultura y el saber a toda la sociedad y que apoyan, por tanto, al orfebre y aquellos que no permiten ningún cambio en el sistema establecido de privilegios y limitación del conocimiento a las élites gobernantes.

Una novela entretenida, muy bien tramada, con numerosos personajes bien dibujados y que ilustra sobre una enorme cantidad de escenarios diversos, desde el Sacro Imperio Romano Germánico hasta la sociedad de al-Ándalus, recorriendo la cultura europea y las numerosas influencias que confluyeron en la creación de una sociedad moderna. Una lectura muy recomendable, sin duda, para todos los que adoramos la novela histórica.

Dejo como colofón una preciosa cita del libro que resume muy bien el espíritu del libro y que no puedo dejar de compartir:

"Ese es el motivo; por eso es por lo que merece la pena hacer este libro y todos los del mundo. Estoy cada vez más convencido de que la máquina necesitaba ser inventada; yo solo he sido el canalizador de esa necesidad. Un mundo lleno de libros, ¡de todo tipo y en cualquier lugar! Ese es el mundo que quiero para mi hija: un mundo donde la verdad esté al alcance de todos."

lunes, 9 de abril de 2012

Niños feroces

No me resulta fácil hacer la reseña de esta novela de Lorenzo Sliva, “Niños feroces” porque es cualquier cosa menos un libro sencillo. Diría que es un libro en el que se condensan muchas cosas, muchas historias, muchos hilos narrativos, muchos estilos. Nos encontramos con una serie de círculos concéntricos en una novela sobre un aspirante a escritor que trata de escribir su primera novela y es a la vez una novela que a veces parece un ensayo sobre el oficio de escritor.

Lázaro es un aspirante a novelista al que le falta inspiración sobre el tema a abordar para lanzarse a escribir su ópera prima. Su profesor de escritura le facilita las cosas haciéndole partícipe de una historia que le fue contada a él mismo por su protagonista, Jorge García Vallejo, un anciano militar retirado que en su juventud formó parte de la División Azul en la II Guerra Mundial combatiendo a las órdenes del ejército alemán.

El propio Lázaro describe su trabajo así:

“Soy un hombre que habla a través de otro hombre que habla a través de otro hombre que habla a través de otro hombre”

Se superponen las distintas narraciones: la de Jorge cuando cuenta sus días en la División Azul y su posterior inclusión en el ejército nazi, el relato que Lázaro va escribiendo dando cuerpo a esa narración que le es contada y él trata de transcribir en forma de novela, las entrevistas que realiza a militares y las propias historias que estos le relatan sobre sus experiencias cuando trata de documentarse, de hallar el tono correcto con el que ha de relatar las escenas bélicas para darles verosimilitud. Lázaro, que no ha estado nunca en una guerra ni tan siquiera ha hecho el servicio militar, duda de ser capaz de transmitir el horror del combate y las sensaciones del campo de batalla, de poder ponerse en la piel del soldado de a pie que se encuentra ante el fuego enemigo.

El repaso histórico que realiza el libro supone un intento de análisis de la mentalidad militar, de los hombres (y ahora también mujeres) que se tienen que enfrentar a situaciones extremas, las motivaciones que les llevan a acatar las órdenes, a disparar directamente a los enemigos, a no pensar en ellos más que como objeticos a abatir en caso de ser atacados. El autor trata de ponerse en su lugar, desde el punto de vista del que no ha estado ni probablemente estará nunca en su situación. Reflexiona sobre los militares españoles, desde la Guerra civil hasta los últimos conflictos en Iraq y Afganistán, pasando por los participantes en el 23F, tratando de analizar la visión que estos tienen de su propia profesión, sus motivaciones y su posición ante la guerra. Una visión del mundo militar centrada en los soldados que se sitúan en primera línea de batalla, en esos hombres que, con demasiada frecuencia, no son más que los niños feroces del título, lanzados a la lucha, investidos de un valor que les viene dado en ocasiones por unas ideas que creen justificar sus acciones, cuando no son más que carne de cañón manejados por los que detentan el poder y toman las decisiones de hacer la guerra desde los despachos o los cuarteles generales.

El autor muestra un extraordinario dominio formal del arte del relato combinando distintos planos, estilos, pasando de las reflexiones del propio escritor protagonista a la narración bélica novelada o a la rememoración de batallas en primera persona; de las entrevistas que realiza de donde surgen testimonios que se convierten en pequeños relatos, pequeñas historias dentro de la historia principal del libro, distintos puntos de vista sobre el tema central de la guerra y el papel del hombre dentro de ella. El autor se pasea cómodamente de un plano a otro, con abundantes guiños al lector al que se refiere directamente cuando habla el escritor protagonista y se plantea sus dudas sobre cómo afrontar la escritura de la novela para que resulte amena e interesante, cuando analiza qué es lo que hace que una novela llegue al público, cuando muestra sus dudas sobre su propio proceso creativo.

Creo que el libro me ha gustado más en su forma que por su fondo que, al fin y al cabo, es una novela sobre la guerra, un género que no me es demasiado atractivo, pero que, en este caso, sufre una vuelta de tuerca más y se convierte en una novela sobre cómo escribir una novela y eso siempre tiene su interés.