miércoles, 27 de mayo de 2020

El cuarto mono

Como buena aficionada que soy a las novelas policíacas, ya estaba tardando en descubrir uno de los grandes éxitos del género de estos últimos tiempos: "El cuarto mono", primera entrega de la trilogía escrita por el autor norteamericano J.D. Barker y protagonizada por el detective de la policía Metropolitana de Chicago Sam Porter.

La trama de la novela arranca introduciéndonos en medio de la investigación de un caso que lleva ya activo desde algún tiempo; se trata de un asesino en serie al que la policía lleva persiguiendo desde hace varios años y hasta ahora se ha logrado escabullir una y otra vez. El peculiar justiciero al que público de la ciudad de Chicago conoce como el Cuarto Mono (CM) ya que personifica al último y más desconocido mono que junto a aquellos más populares que representaban los mantras de "no ver el mal", "no oir el mal" y "no decir el mal", insta a "no hacer el mal". Bajo esta premisa, el criminal se dedica a secuestrar mujeres jóvenes a las cuales acaba matando después de haber enviado tres pruebas de vida (concretamente una oreja, los ojos y la lengua) metidas en pequeñas cajas negras atadas con una cuerdecita blanca. El objetivo de todo esto presuntamente consiste en infligir un castigo a algún familiar de la víctima que resulta haber cometido delitos o protagonizado comportamientos condenables que hasta ese momento no eran conocidos ni habían sido juzgados, tarea que ha decidido asignarse personalmente este cruel criminal.

Sorprendentemente, nada más comenzar la novela el CM muere atropellado por un autobús cuando se disponía a enviar por correo una de sus tétricas cajitas a la familia de su última víctima. Con esto parece que la policía da por finalizada la persecución del criminal cuyo método de actuación era bien conocido pero del que no saben nada en realidad: quién era y qué le empujaba a actuar como lo hacía. Para avanzar en estos temas Porter cuenta ahora un peculiar diario que el fallecido llevaba consigo en el momento de morir y en el cual se dirige directamente al investigador narrándole episodios de una infancia sórdida y cruel en la que fue criado por dos auténticos psicópatas, lo que de alguna manera explica los orígenes del monstruo en el que acabó convertido.

El equipo de investigadores se enfrenta con otro gran problema: la última chica secuestrada continúa desaparecida, oculta donde quiera que sea que CM la haya escondido. El tiempo corre en su contra y deben encontrarla lo antes posible para conseguir salvar su vida.

El argumento se ve enriquecido con el drama personal que arrastra Porter, un  protagonista que resulta simpático al lector al igual que el resto de su equipo, personajes todos ellos bien dibujados y creíbles. Puedo decir que he disfrutado bastante con este thriller que si bien en ocasiones se vuelve violento y sangriento, también resulta verdaderamente emocionante, mantiene un ritmo impecable sin dejar un momento de descanso y acelera hacia un final frenético que deja abierta de par en par la puerta a la continuación de la serie que, con toda probabilidad, seguiré de buena gana.

martes, 19 de mayo de 2020

Belleza roja

¿En alguna ocasión os ha ocurrido estar buscando una nueva lectura, abrir un libro para ojearlo (o para hojearlo, cuando no se trate de un libro electrónico) ver qué tal empieza y quedaros enganchados y ya no poder soltarlo? Pues así es justamente cómo he llegado a "Belleza roja" de la escritora Arantza Portabales, vasca de nacimiento pero establecida en Galicia, que ha supuesto un gran descubrimiento y que me ha convencido tanto por el argumento de la novela como por la manera en que lo cuenta y la cantidad de asuntos a los que le da vueltas al hilo de la trama.

El punto de arranque de la novela es el asesinato de la adolescente Xíana Alén que aparece muerta en su propio dormitorio de una casa situada en una exclusiva urbanización de Santiago de Compostela. Lo más destacado de este crimen es la dramática e impactante puesta en escena en que es hallado el cadáver de Xía: tumbada en medio de un enorme charco de sangre, rojo intenso en contraste del blanco del entorno, que evoca además una famosa obra creada en su día por la abuela de la víctima, una reconocida artista ya fallecida. Los sospechosos del asesinato se reducen a las seis personas que se encontraban en la casa aquella noche, entre los que se cuentan los padres de la víctima, Teo y Sara Somoza, su tía Lía, hermana gemela de la madre, una pareja de amigos que se encontraban cenando con ellos por la noche San Juan, además de la anciana tía de las gemelas que crió a aquellas como si fueran sus propias hijas.

La novela es netamente coral, ya que son varios los personajes que tienen peso específico en la trama, desde los investigadores de la policia a los familiares y los sospechosos así como el psiquiatra que atiende a Lía, todos ellos tienen entidad, no sólo en relación con la propia investigacion sino que cada uno de ellos presenta un importante trasfondo personal, arrastran sus propias historias personales, dramas familiares o fracasos sentimentales que enriquecen la trama. Los escenarios en los que se mueve la narración son plenamente contemporáneos, centrados en la ciudad de Santiago y sus alrededores y nos muestran lugares facilmente identificables, barrios o locales del centro histórico por donde se mueven los personajes y donde trancurren sus vidas, llenas de relaciones tormentosas, conflictos matrimoniales y complicadas historias de pareja. Pero para relación compleja, la que mantienen las dos gemelas que se encuentran en el centro del argumento: inseparables pero muy diferentes, físicamente iguales pero cada una a su manera, dependientes la una de la otra mientras que muestran grandes diferencias de carácter, sensibilidad e intereses.

La historia resulta un thriller bastante inquietante desde el momento en que plantea asuntos que dan mucho que pensar como pueden ser las relaciones familiares o amorosas que pueden llegar a ser enfermizas, el amor fraternal y el maternal, lo que alguien es capaz de hacer por conservar a su lado a la persona amada, la manera de ver el mundo de las personas con una acentuada sensibilidad artística, una especial inclinación hacia belleza que las aparta de alguna manera de la realidad, el tema de la enfermedad mental y tantos otros asuntos que enriquecen esta novela que me ha servido para conocer a esta interesante autora que me permito recomendar y cuya obra espero seguir descubriendo.

martes, 12 de mayo de 2020

Sobre Grace

Después de haber disfrutado enormemente tanto con "La luz que no puedes ver" como con "Un año en Roma", me apetecía mucho leer la primera novela publicada por Anthony Doer y comprobar si el autor me ofrecería, ya desde su primer libro, más de eso que tanto me ha gustado cuando lo he leído. Deberé reconocer que en "Sobre Grace" se aprecia el hecho de que estamos ante una ópera prima, que no alcanza el nivel de excelencia que muestra el autor en sus obras posteriores, pero también es cierto que aquí ya aparecen muchos de los elementos que me conquistan de su estilo; se aprecia el esfuerzo por depurar el lenguaje que resulta enormemente poético, el trabajo que hay detrás de cada frase unido a una sensibilidad exquisita para hablar de sentimientos, dudas y miedos, para expresar las incertidumbres, la ansiedad, el amor profundo y la desesperanza.

David Winkler, protagonista de esta historia, es un hombre reservado y solitario; hidrólogo por vocación y apasionado estudioso del agua en todas sus formas, pero sobre todo fascinado por la nieve, para lo que es ideal haber nacido y vivir desde siempre en Anchorage, Alaska. "El hielo podía ser impredecible y desconcertante". Su vida cambia cuando conoce a Sandy, una mujer con la que ya había soñado antes de encontrársela, e inician un romance complicado ya que ella está casada con Herman, un hombre bueno pero bastante mediocre. La vida de ambos da un giro cuando Sandy se queda embarazada y deciden escapar de Alaska y juntos iniciar una vida nueva en Ohio. La intensidad de su amor crece con el nacimiento de Grace, su hija, que se convierte en el nuevo centro de sus vidas.

Pero los sueños premonitorios de Winkler comienzan a mostrarle escenas de un drama familiar que se avecina. No es la primera vez que sus sueños se han convertido en realidad, por lo que tratará de mantenerse en vela para no soñar, para evitar el sonambulismo que le hace poner en riesgo a la pequeña Grace; finalmente, el único remedio que encuentra para evitar que se cumpla lo soñado será huir lo más lejos que le es posible para tratar huir del destino que le espera.

Pero por muy lejos que escape, siempre le perseguirán el miedo, el insomnio y el temor de hacer daño a aquellos que se le aparecen en sueños. El periplo vital de Wrinkle le llevará hasta una pequeña isla del Caribe donde inicia una nueva vida sin saber ni siquiera si su mujer y su hija siguen vivas y si en tal caso las podrá recuperar algún día. Tras muchos años en su exilio voluntario, Wrinkler regresará a Estados Unidos iniciando una búsqueda del fantasma de su hija cuya existencia es incierta, tratando de recuperar la vida que no tuvo con ella y con Sandy.

La narración es muy intensa, tal y como lo es el protagonista de la novela, un hombre que mira al mundo con ojos de científico para el que todo es agua: nubes, lluvia, cielo, nieve y, especialmente, cristales de nieve, su gran obsesión. Pero también es un hombre de profundas inquietudes que se plantea si el destino está escrito, si es inevitable. Cree que todo en el hombre es pura biología, sólo reacciones físicas y químicas, pero quiere entender y explicar el papel del amor, qué significa la familia, porqué lo más importante no siempre se rige por las leyes básicas de la Física.
"Lo curioso es que la gente no quiere oir hablar del futuro. Van a que les lean la mano y a pitonisas, pero en realidad lo único que quieren oir es que les va bien, que todo va a salir bien. Quieren oir que sus hijos triunfarán. Nadie quiere que le digan que el futuro ya está decidido. La tasa de éxito de la muerte es hasta el momento del cien por cien, y sin embargo insistimos en llamarla un misterio."

domingo, 3 de mayo de 2020

Un caballero en Moscú

En ocasiones sucede que tendemos a elegir lecturas que se adapten a nuestro estado anímico, a nuestras circunstancias personales o a nuestro humor del momento. Y a veces esta coincidencia se produce por pura casualidad, sin haberlo pretendido. Esto es lo que me ha ocurrido con "Un caballero en Moscú", esta maravillosa novela del norteamericano Amor Towles que nos relata una historia de reclusión que resulta que ni pintada para estos tiempos de confinamiento que nos han tocado vivir.

La novela nos sitúa en el Moscú de 1922 con un noble ruso como protagonista, un personaje que fácilmente podría haber desfilado entre las páginas de "Guerra y Paz". Probablemente, una vez que ha triunfado la revolucion bolchevique, el conde Alexander Ilich Rostov sea uno de los últimos representantes que quedan en Rusia de aquel mundo desaparecido de privilegios, elegancia, lujo cosmopolita, sensibilidad por las artes, la poesía y la belleza, la última prueba viviente de todo aquello que la revolución se llevó por delante.
"Vyshinski: ¿Profesión? 
Rostov: No es propio de caballeros tener profesión. 
Vyshinski: De acuerdo. Entonces, dígame, ¿a qué dedica su tiempo? 
Rostov: A cenar, conversar, leer, reflexionar. Los líos habituales. 
Vyshinski: ¿Y escribe poesía? 
Rostov: Me defiendo bien con la pluma."
Una condena del tribunal revolucionario a raiz de unos versos supuestamente ofensivos obliga al conde a permanecer confinado a perpetuidad en el lujoso hotel Metropol de Moscú. Aquel local constituye de hecho desde hace años su residencia habitual, pero su lujosa suite será sustituída ahora por un triste cuartucho en la buhardilla donde arrumbarán lo poco que le permiten conservar de sus pertenencias. Su existencia se reducirá a partir entonces a los límites hotel: sus restaurantes, el piano bar, la barbería o la azotea se convertirán en su nuevo y limitado universo. Desde su nueva ubicación el conde conserva su espíritu exquisito gozando de suculentas comidas, lecturas y conversaciones y entablando nuevas y estrechas relaciones con el personal al servicio del hotel; los camareros, el botones, el cocinero, el barman o la costurera constituyen su nuevo círculo social, así como los huéspedes que van y vienen que ya no son los que solían frecuentar el establecimiento, ahora sustituídos por gerifaltes y fieles servidores del nuevo régimen imperante.

Con un humor sutil y delicado seguimos las andanzas del conde que, careciendo de un carácter arrojado o aventurero, no se considera un héroe pero tampoco una víctima de su situación; su forzado confinamiento lo superará a base de recuerdos de su glorioso pasado y, al estilo de un nuevo Robinson Crussoe, adaptándose al nuevo entorno, buscando entre los recursos disponibles la solución a sus nuevos problemas y en sus expediciones por los pasillos y vericuetos del hotel contará con la compañía de una pequeña hija del régimen, una niña inquieta y curiosa que le acompañará en esta nueva aventura vital y que tendrá un papel fundamental en su vida.

No pudiendo ser considerado una comedia, el libro se lee con una sonrisa permanente, se contagian a la escritura el ingenio, la desenvoltura y la ligereza que caracterizan el comportamiento del conde, su despreocupación para enfrentarse al mundo, su regocijo en el goce de los más sofisticados placeres, desde la literatura hasta la buena mesa o el ballet, ensalzando siempre las grandes figuras de la Gran Rusia, de Chaikovsky a Tolstoi, en muchos casos sirviéndose de sus recuerdos para sobrevivir a la realidad que va cambiando radicalmente según el régimen comunista se afianza y refuerza. Y a todo ello se enfrenta nuestro protagonista con naturalidad, sin dejar nunca de lado los buenos modales, una elegancia natural en las formas y los principios, la prevalencia de la estética como primer mandamiento a cumplir y esa ligereza y desenfado con los que el conde vive su situación y que se reflejan sin duda en el estilo de la redacción, en la alegría y la elegancia de la narración que se convierte en un dulce placer que se disfruta de principio a fin.
"—Quién podía imaginar —dijo—, cuando te condenaron a arresto domiciliario perpetuo en el Metropol, hace ya tantos años, que eso te convertía en el hombre más afortunado de toda Rusia."