martes, 31 de enero de 2017

El triángulo de la Transición


Hace algunas semanas leí la estupenda novela de Nieves Herrero en la que se nos relataba la fascinante historia del romance prohibido y escandaloso protagonizado por la marquesa de Llanzol y el ministro Serrano Súñer durante los primeros años del franquismo, una historia que supera cualquier ficción romántica y que tuvo como fruto una niña, la que, en mi opinión fue la gran víctima de aquella aventura, la que sufriría durante más tiempo las consecuencias de ser una hija bastarda en una sociedad pacata hasta el extremo, uniendo a esa carga el descubrir en su primera juventud que el chico del que está profundamente enamorada resulta ser su hermano, el hijo menor de Ramón Serrano. No hay duda que Carmen Díez de Rivera es un personaje que merece una novela y no solamente por su complicado origen, sino por la mujer en la que se convirtió pasado el tiempo: inteligente, preclara, comprometida, adelantada a su época, gran detractora de la dictadura en la que creció, defensora a ultranza de la libertad y la democracia, esa mujer a la que su drama personal y su belleza indiscutible supusieron dos factores que ensombrecieron a su pesar su enorme valía política, su figura de precursora, junto otros dos jóvenes procedentes del franquismo como ella, Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos, con los que constituyó "El triángulo de la Transición" que nos ofrece la periodista Ana Romero, mostrándonos la relación entre estas tres figuras que diseñaron en gran medida ese difícil malabarismo que supuso la Transición de la dictadura a la democracia en España.

Pero este libro esta centrado básicamente en uno de los lados de ese triángulo, en la figura de Carmen Díez de Rivera, comenzando por la historia personal que ya conocemos, la de su origen y el drama juvenil que marcó su personalidad y carácter, para, a continuación meterse en arena puramente política, sin dejar nunca de lado la manera en que su drama personal influyó en su personalidad y carácter, pero la mayor parte del libro es de carácter histórico y político, basado en los diarios personales que la protagonista elaboró con tesón durante años y en las conversaciones que sostuvo con la autora. Estos diarios muestran lo más profundo de su personalidad, su sufrimiento personal y sus ideas y objetivos políticos.
«Dolor, sufrimiento, abandono, y lucha titánica por superarlo. Una búsqueda permanente, adolescente, en la que también he conocido a seres humanos hermosos. Aguantar haciendo las cosas más útiles posibles, lo más honestamente realizadas. Son diarios donde todo va mezclado, porque la vida es una mezcla completa de cosas. Las personas unidimensionales son un rollo».
Es cierto que la lectura se vuelve en ocasiones farragosa ya que la autora, por no faltar en nada a la visión de Carmen, a sus opiniones y palabras textuales, elabora gran parte del libro a base de citas literales de los diarios, así como de las mencionadas conversaciones entre ambas, con lo que la narración no es, en ocasiones, tan ágil como se desearía a la hora de contar los ya de por sí complejos y enrevesados acontecimientos de los años de la Transición, época de negociaciones, acuerdos, equilibrios y, porqué no decirlo, trucos políticos, como no podía ser de otro modo cuando los agentes que debían acabar con el sistema franquista procedían directamente del corazón del mismo sistema y debieron dinamitarlo desde el interior utilizando sus propios mecanismos.

Y en medio de este complicado escenario, destaca la figura de Carmen a la que bautizaron como la "Musa de la transición", una descripción que se queda corta a la hora de definir su verdadero papel, mucho más valioso y activo que el de mera inspiración para los hombres junto a los que trabajó. Carmen fue una mujer desgraciada a nivel personal, que tuvo una dolorosa enfermedad que se la llevó demasiado pronto, pero a la que se recuerda como una valiente, una demócrataconvencida y claramente progresista, una persona que nunca se preocupó por hacer lo que se esperaba de ella en función de su origen y educación, que no se preocupó por hacer amigos ni quedar bien ante nadie y, fundamentalmente, que luchó por aquello en lo que creía. 
"Así describió Enrique Tierno Galván a Carmen en su libro Cabos sueltos (p. 602): «Carmen Díez de Rivera [...] tenía entonces gran notoriedad política e incluso un cierto halo novelesco en torno a su persona [...]. Nosotros nos dimos cuenta de que estábamos ante una persona inteligente, tan cultivada como refinada, que poseía gran espíritu crítico y sobre todo una enorme independencia»."

miércoles, 25 de enero de 2017

La hija de Cayetana

Suelo confiar en Carmen Posadas cuando me apetece leer una novela con fondo histórico que me resulte amena y a la vez ilustrativa del periodo y los personajes involucrados en la trama. Realmente admiro la habilidad de la autora para llevarnos a través sus novelas a otras épocas y lugares, con una narración sencilla y al mismo tiempo llena de detalles que dibujan ambientes y personalidades con soltura y claridad. En este caso, con "La hija de Cayetana" nos acercamos a la España de finales del siglo XVIII de la mano de Cayetana de Alba, aquella a la que retrató Goya, la castiza y vital duquesa que me ha atrapado en su mundo de alegre indiferencia, de seguridad en los privilegios heredados de la nobleza española que, a diferencia de la Francia revolucionaria cuyas noticias asombran y asustan por aquí, permanece anclada en el Antiguo Régimen de la Monarquía absoluta, ajenos a los aires liberales que comienzan a soplar, a pesar de estar gobernados por un rey incapaz como es Carlos IV, de una reina extranjera y manipuladora como la Parmesana, gran enemiga de la de Alba con la que compite incansablemente en ser la más popular, la que más conquistas amorosas acumula, entre ellos el codiciado Manuel Godoy, favorito de los reyes y hombre más poderoso del país. Este ambiente es el que me ha conquistado, la cotidianeidad del trato con Francisco de Goya, la duquesa de Osuna y los grandes personajes cercanos a la Corte que se mueven entre fiestas y artistas, ignorando los aires de cambio que vienen del otro lado de los Pirineos y la miseria de la mayoría de la población. Sin hijos propios, Cayetana prohijará a una pequeña negrita que recibe como regalo de un admirador, como quien regala un cachorrillo, pero que la duquesa criará y querrá como a la verdadera hija que nunca pudo tener. La pequeña María Luz crecerá como una niña bellísima, refinada y artísticamente dotada, pero sabiendo que el color de su piel nunca le permitirá ser plenamente admitida entre la sociedad en la que se ha criado como hija de la familia Alba.

Menos agradable y cómodo, como no puede ser de otra manera, es el ambiente en el que se mueve la esclava Trinidad, verdadera madre de la pequeña María Luz que le fue arrebatada nada más nacer y a la que no dejará de buscar mientras frecuenta los más variados escenarios, sórdidos, violentos e insalubres, primero como sirvienta esclava procedente de Cuba y posteriormente como huída, entre los negros de Sevilla, en las Azores o en el Cádiz liberal, siempre a la búsqueda de su amado perdido, el padre de su hija, y de su niña robada, con la ilusión de recuperar lo que perdió y soñando con tener una vida feliz que constantemente se le escapa de las manos, incapaz de escapar de su condición de desheredada, de miembro de lo más bajo dentro de lo más pobre de la sociedad .

En resumen, esta es una novela que se lee con soltura, que agrada en sus distintos escenarios y variedad de personajes y que nos da una mirada cercana a personajes relevantes de nuestra Historia, del arte y también de la sociedad de una época emocionante como lo es cualquiera que se sepa retratar con acierto y sensibilidad.

viernes, 20 de enero de 2017

Pequeñas mentiras

Ya he descrito en otras ocasiones a Liane Moriarty como la reina australiana del drama de area residencial, campeona en retratar los tremendos "problemas del Primer Mundo" que sufren esas mujeres que tratan de ser perfectas en todo: madres ideales y amas de casa ejemplares, lograr plaza en los mejores colegios y cocinar madalenas ecológicas para merendar. En "Pequeñas mentiras" esos problemas comienzan el día de la presentacion de los alumnos de primer curso de preescolar en la escuela pública de la península de Pireewee, donde cada mami tienen su estatus: están las que cumplen estrictamente las normas sociales no escritas (las "melenitas rubias"), estan las líderes de la manada que son las que dictan las propias normas y estan las que son incapaces de adaptarse a ellas o no quieren hacerlo, lo que condena a sus hijos al ostracismo social ya a los cinco años de edad. Porque no hay nada que marque más que el que te inviten o no a un cumpleaños.

Nuevamente nos encontramos con una novela coral con tres o cuatro protagonistas principales, distintos tipos de mujer acompañadas en los papel secundarios por sus maridos. Nos enfrentamos a variados tipos de familia, matrimonios diversos, aunque por lo general de alto nivel económico y social, enfrentados a problemas cotidianos pero que, a pesar de ello, conservan las sonrisas brillantes siempre de cara a la galería. Y no olvidemos que durante toda la novela nos encontramos en mitad de un auténtico drama, porque nos enfrentamos a una investigacion por asesinato pero mientras sabemos quién mató a quien y porqué, pasaremos un buen rato con una permanente sonrisa sarcástica en los labios, conociendo personajes superficiales unos y reservados otros, transparentes o llenos de secretos, matrimonios perfectos y otros que sólo lo parecen. Porque sabemos que Moriarty nos ofrece, fundamentalmente, literatura de evasión. Pero no nos dejemos engañar, bajo la pátina de ironía, humor y superficialidad se ocultan verdaderos dramas: el maltrato, el acoso escolar, los engaños de diverso tipo que en más de una ocasión nos borrarán esa media sonrisa de la cara. Porque la diversión no excluye la crítica social cuando saben combinarse adecuadamente.

sábado, 14 de enero de 2017

Patria

A Bittori le mataron al marido, el Txato, de un tiro en la cabeza a la puerta de su casa, en el pueblo donde nació y vivió, donde crió a sus hijos. Tras el asesinato tuvo que trasladarse a San Sebastián siguiendo el consejo de los hijos, enterrar allí al marido y huir de las miradas torvas e incluso de los insultos de los que la conocen de siempre, los que convierten a las víctimas en culpables, los que consideran que algo haría el Txato para que lo mataran los salvadores de Euskal Herria. Ella sólo pretende que alguien le pida perdón antes de morir. El asesino de Txato pudo perfectamente ser el hijo de Miren, la que había sido la mejor amiga de Bittori desde que eran crías y los maridos, Joxian y el Tatxo, camaradas de partidas en el bar, del club ciclista, hasta que el terror los separó. Pero ahora Miren sólo trata de seguir adelante, quiere que a su hijo, un joven valiente que se sacrificó por la libertad de su patria, le trasladen a una cárcel cercana para verlo con más frecuencia y no saber nada más de esos, demasiado tiene ella con ocuparse de su hija incapacitada y de sufrir por su hijo preso. Porque ella, ante todo, debe ser leal a su hijo y su lucha y a su propia familia.
"Se quedó mirándolo. Su hijo. De pequeño lo había lavado, lo había vestido, le metía a cucharadas la papilla en la boca. Haga lo que haga, me dije, será mi Joxe Mari y lo tengo que querer."
Fernando Aramburu, escritor vasco autoexiliado en Alemania, nos ofrece en "Patria" un relato a dos voces que nos muestra las dos caras de un conflicto que desangró el País Vasco durante décadas y sembró todo el país de muertes que en Euskadi fueron acompañadas de miedo, silencio, vergüenza, humillación, pena, ira, rabia, rencor, soledad, incomprensión. Nos lo cuenta sin dramatismos ni estridencias añadidas al propio dramatismo que supone convivir con el horror a diario, sentirlo en las propias carnes y que te lo inflija un vecino, alguien al que considerabas amigo pero que tenía ideas diferentes a las tuyas y defiende esas ideas a través del asesinato, anteponiendo sus ideales a cualquier otro principio moral. Y pasados los años la paz parece justificarlo todo: el olvido, la indiferencia, el perdón, pero ni siquiera tienen claro quién debe perdonar a quién.
"Así me lo dijo. Que no vaya al pueblo para no entorpecer el proceso de paz. Ya lo ves, las víctimas estorban. Nos quieren empujar con la escoba debajo de la alfombra. Que no se nos vea y, si desaparecemos de la vida pública y ellos consiguen sacar a sus presos de la cárcel, pues eso es la paz y todos tan contentos, aquí no ha pasado nada."
Y los hay que quieren olvidar y los que no, los que quieren perdonar o que les pidan perdón, los que prefieren mirar a otro lado, hacer como que no pasó nada, borrar el pasado y los que se aferran a aquello que pasó como un perro a su presa y reviven día a día su sufrimiento negándose a pasar página, cada uno enfrentando su drama como puede o sabe. Contemplamos la cotidianeidad del enfrentamiento, cada familia a un lado del conflicto viendo cómo sus hijos son sacrificados en la pira del terror a la que se entregan como héroes del pueblo. Produce escalofríos ver cómo la juventud, jaleada por sus mayores, crece empapada del fanatismo irracional, de la justificación del odio y la violencia, de la deshumanización del "enemigo", una cultura de odio basada en un supuesto ideal político que corrompió toda una sociedad. Y cada uno se enfrenta a esa miseria como puede: unos sin dar su brazo a torcer, otros tratando de alejarse discretamente sin llamar la atención, pero, en cualquier caso, todos con las vidas inexorablemente arruinadas, víctimas y verdugos.
"Una cicatriz quedará siempre. Pero una cicatriz ya es una forma de curación. Y no sé vosotros, pero me gustaría que llegase para mí el día en que al mirarme en el espejo vea no sólo la cara de una persona reducida a ser una víctima."
Una lectura durísima pero necesaria, imprescindible para todos aquellos con un mínimo de interés por nuestra Historia reciente.

martes, 10 de enero de 2017

Todo esto te daré

La vida puede dar un vuelco de un momento para otro, todo lo que tienes y en lo que basas tu existencia puede desaparecer en un instante y eso es lo que le pasa a Manuel Ortigosa cuando el timbre de su puerta interrumpe su trabajo a mitad de escritura de su última novela. Una pareja de policías le comunica que Álvaro, su marido, acaba de fallecer en un desgraciado accidente de tráfico. Pero Álvaro se encontaba en un lugar remoto en Galicia, lejos de donde se suponía que debía encontrarse en ese mismo momento y a partir de ahí todo serán descubrimientos para el escritor, una avalancha de datos desconocidos sobre la vida oculta de su marido irán haciendo que tenga que formarse una idea totalmente nueva de quién era en realidad Álvaro y a qué dedicó sus últimos años a espaldas de su ahora atónito viudo. Este es el intrigante arranque de "Todo esto te daré", la última novela de la popular Dolores Redondo.

Yo no soy de puntuar las lecturas que voy haciendo, básicamente porque dentro de una novela hay cosas que me gustan más o menos, aspectos que me conquistan y otros que me decepcionan. Y en esta última novela tengo claro qué es lo que me ha parecido genial y qué es lo que no me ha convencido. Para empezar destacaré el tratamiento de las descripciones de personajes, de paisajes y ambientes. Sin duda lo mejor de la novela son los personajes principales: el escritor imbuído en su mundo creativo y ajeno a la realidad que le rodea y su manera de ir descubriendo a su marido una vez muerto; el guardia civil Nogueira que se nos presenta como un tipo despreciable pero que va cobrando interés y hondura según lo conocemos más a fondo; Lucas, el joven sacerdote amigo de la familia, un cura que se toma muy en serio su misión y es de gran ayuda espiritual incluso de los no creyentes con los que se cruza. Y, por supuesto, la mala de la novela, la matriarca de los Muñiz de Dávila, una malinga pura de manual, madre deshumanizada, cruel y fría, quizás demasiado mala para ser verdad pero que tiene el innegable atractivo de los personajes malvados. Sólo le pondría un "pero" al personaje de Álvaro al que no le encontramos un sólo defecto, ni físico ni moral; cada descubrimiento que de él hacemos es un destello de virtud, un acto de generosidad, una muestra de inteligencia indudable. Tal vez demasiado perfecto, en mi opinión.

En lo que se refiere al escenario al que nos transportamos, la autora cambia en esta ocasión el valle de Batzán de su exitosa trilogía por la Galicia más tradicional, con sus hábitos centenarios, sus nieblas, el orballo incesante, pero en este caso no entra en profundidad en la tradicion esotérica de la cultura celta sino que se centra en el catolicismo tal y como se vive en aquellas tierras, lleno de tradiciones seculares, ritos en ocasiones irracionales, una particular y profunda vivencia religiosa que abarca todos los aspectos de la vida y las costumbres. Y para rematar nos encontramos con el paisaje de la Ribeira Sacra, el mundo de los viñedos que crecen en escarpadas laderas asomadas al río, el duro trabajo de la vendimia y en las bodegas, la fabricación del vino como una forma de vida, ahí tenemos otro aspecto reseñable de esta novela.

Harina de otro costal es la trama de la investigacion que centra el argumento del libro en la que las pruebas, los testimonios clave y las respuestas a las cuestiones van poniéndose a disposicion de Manuel, aprendiz de detective, con una pasmosa facilidad, los resultados de la investigacion policial se les dan a conocer con puntualidad británica, vamos, que cualquiera resuelve unos crímenes con todo tan a favor como tienen Álvaro y su equipo. No la puedo calificar, con todo esto, como la mejor novela de género detectivesco que he leído nunca.

En cuanto al estilo narrativo, se nota el esfuerzo realizado en el buen uso del lenguaje, la prosa resulta trabajada, aunque tal vez se nota demasiado ese esfuerzo, en ocasiones imaginas a la escritora dándole vueltas a una frase o a una descripción, y eso no siempre es bueno en una lectura, aunque seguramente es lo que ha conquistado al jurado del Premio Planeta, ¿quién sabe?