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lunes, 25 de octubre de 2021

Suite italiana

Este de "Suite italiana" es el
último libro publicado por el veterano escritor, periodista pero sobre todo viajero impenitente Javier Reverte pocos meses antes de su fallecimiento en octubre de 2020. Podemos detectar en la lectura que el propio autor ya prevé que este sería uno de los últimos viajes que emprendería en su vida y así lo señala en las primeras paginas:

"La idea de que éste sería uno de mis últimos viajes libres, de esos en los que tomaba mi mochila, echaba dentro unas pocas cosas y me iba de España sin preocuparme en exceso por lo que dejaba atrás, despertaba en mi ánimo una corriente de melancolía. Los números no engañan y era consciente de que la vida se me iba escapando. Pero también de que el hecho de deambular por el mundo, cuando emprendes la marcha en solitario y guiado por alguna suerte de pasión, te hace recuperar un aroma de la juventud perdida."

El recorrido que abarca el viaje relatado en estas páginas recorre su amada Italia de norte a sur, desde Venecia hasta Sicilia, pasando por Trieste, ciudades cargadas de belleza, patrimonio, historia y, cada una a su manera, símbolos del espíritu y el carácter italiano.

Parte memorias de viaje, parte guía turística, el libro se dedica en parte a proporcionar consejos sobre alojamiento y restauración, paseos y visitas a lugares con pasado histórico, si es que no lo son todos en este país. Dedica su tiempo a pasear por los museos, visitar monumentos y, por supuesto, para disfrutar de la cocina local. Pero no es este su contenido fundamental. El viaje de Reverte nunca es el de un turista sino el de un viajero que contempla las ciudades con sus propios ojos pero también a través de los testimonios de ilustres viajeros que le precedieron: Venecia según Thomas Mann y Lord Byron, el paso de Joyce y Rilke por Trieste. Los paseos le sirven para evocar a aquellos que pasaron antes por aquellos mismos lugares, las calles que recorrieron o los alojamientos en los que vivieron y las obras que fueron inspiradas y creadas en estas ciudades de belleza inasible. 

La segunda parte del libro transcurre en Sicilia en un recorrido a través del cual el autor nos retrotrae hasta los tiempos de su pasado esplendor como parte de la Magna Grecia, desde las guerras contra los atenienses a la invasión de las tropas aliadas durante la II Guerra Mundial, finalizando con un espeluznante recorrido por la historia de la Mafia, sus orígenes y su historial de crímenes, el autor nos ilustra sobre algunos de los episodios más relevantes dentro de la larguísima e intensa Historia de la isla. Si a estos fenómenos violentos le unimos multitud de invasiones a lo largo de los siglos, terremotos, pandemias y otras catástrofes naturales, podemos hacernos a la idea de que la vida en Sicilia nunca ha sido lo que se dice apacible. A esta sensación se suman las descripciones de sus áridos paisajes, sus pueblos arrasados por el sol, el verdadero soberano de Sicilia y carreteras infernales entre montañas pedregosas y con todo eso el retrato de la mayor isla del Mediterráneo nos queda que ni pintado. Sólo la ciudad de Palermo de la mano de Lampedusa se salva en parte del crudo retrato que nos proporciona Reverte:

"Todo está en Palermo. Y sin Palermo no se explica Sicilia. Y sin Sicilia no puede comprenderse Italia, porque la isla es la llave de todo el país, según acertó a señalar Goethe. Por mi parte, no eludo los riesgos que supone el decir que, en cierta manera, quien no ha estado en esta tierra del mezzogiorno no conoce el mundo."

No hay duda de que se trata de un libro de viajes, pero esta etiqueta se le queda corta; probablemente habrá que considerarlo como el relato de un viaje al pasado casi más que un retrato de la Italia actual, además de un libro de Historia y de Litetatura y de Arte y de Humanismo. Probablemente Reverte compartía totalmente lo que afirma el príncipe de Lampedusa, que a Sicilia sólo se la comprende a través de su Historia: 

"Hace por lo menos veinticinco siglos que llevamos sobre nosotros el peso de magníficas civilizaciones heterogéneas, todas venidas de fuera, ninguna germinada entre nosotros, ninguna con la que nosotros hayamos entonado...; desde hace dos mil quinientos años, somos colonia."

domingo, 25 de octubre de 2020

Un otoño romano

Vuelvo a combinar gracias a la lectura de "Un otoño romano" dos de mis grandes pasiones: la literatura de viajes y la ciudad de Roma. En esta ocasión es el escritor Javier Reverte junto al que ya paseamos con anterioridad por las calles de Nueva York, el que nos lleva a disfrutar de la Ciudad Eterna, de los monumentos, las calles y los innumerables rastros de tantos siglos de Historia que allí se conservan, pero sobre todo el autor se dedica a seguir los pasos de muchos de los escritores y artistas, clásicos y contemporáneos, que recorrieron la ciudad antes que él, compartiendo abundantes citas y referencias de tantos otros que también disfrutaron de la ciudad, que en ocasiones la amaron y otras veces la odiaron pero que, en cualquier caso, dejaron escritas sus impresiones sobre esta ciudad única.

Y eso es algo en lo que todos están de acuerdo: Roma es una ciudad irrepetible, llena de peculiaridades y particularidades que hacen que no se parezca a ninguna otra. El autor dedica sus días a patear las calles llenas de turistas o las plazuelas sólo frecuentadas por los habitantes locales, almorzar en restaurantes tradicionales, regresar una y otra vez a su amada plaza de Campo dei Fiori y a su mercado diario, recorrer el barrio judío, sorprenderse ante las tiendas de vestimentas religiosas y ornamentos litúrgicos y por supuesto disfrutar de las innumerables iglesias plagadas de obras de arte sin igual.

Al hilo de sus paseos, reflexiona el autor sobre el arte y los artistas, sobre Dios y las religiones, sobre los viajes y los turistas, en un texto que no sigue una estructura determinada ni un plan organizado más allá de tratarse de una suerte de diario en el que va plasmando los pensamientos que cada uno de esos paseos le provocan y las impresiones que la ciudad deja en el autor referidos a los más diversos temas y asuntos.

"Escribo ya vencido el día, con los ventanales de mi estudio abiertos a Roma, mientras una luna gorda y sensual brilla en el cielo, hacia el este, y la brisa del amable verano sopla sobre el Gianicolo. Suena la campana de alguna de las iglesias que se ven desde la altura de San Pietro in Montorio. Campana y luna llena, ¡qué hermosa conjunción! La colina es un excelente lugar para escribir, y el inicio de la noche es una buena hora para hacerlo."

No hace mucho tiempo reseñaba otra obra similar a esta; en aquel caso se trataba también de un diario escrito por el escritor norteamericano Anthony Doer que igualmente recogía sus impresiones durante su estancia en la ciudad becado por la American Academy, cuya sede se encuentra bastante cercana a la Real Academia Española desde donde escribe Reverte, en lo alto de la colina del Gianicolo, con lo que me gusta pensar que ambos autores compartirían probablemente unas vistas semejantes sobre la ciudad mientras escribían sus respectiva obras. No hay duda de que este debe ser ciertamente uno de los lugares más inspiradores del mundo y gracias a los libros tenemos la fortuna de transportarnos hasta allí aunque sólo sea con la imaginación. En estos tiempos inciertos en los que los viajes se restringen a lo puramente necesario, en que el turismo anda de vacas flacas y se nos recomienda quedarnos en casa lo máximo posible, debemos sentirnos más agradecidos que nunca a la literatura que desde siempre ha supuesto una magnífica manera de descubrir el mundo desde la comodidad de nuestro sofá. Por ahora nos tendremos que conformar con esto mientras seguimos soñando con volver a Roma algún día, esperemos que no muy lejano.

viernes, 8 de septiembre de 2017

New York, New York...

Ya desde la vista de la portada, con esa fotografía cargada de evocador ambiente y bellísima luz otoñal, me siento transportada de la mano de Javier Reverte a ese "New York, New York..." al que el afamado escritor y viajero se traslada durante unos meses y nos invita a acompañarlo a través de este entretenido diario en el que va alternando el relato de sus infatigables paseos, alguna recomendación de restaurantes y muchos bares, infinidad de detalles sobre la vida cotidiana, de la ciudad y sus barrios como espacio geográfico, las peculiaridades del paisaje urbano y del carácter de sus habitantes, notas históricas y otros muchos comentarios que nos hacen sentirnos parte del paisaje que recorre incansable y sobre el que Reverte reflexiona con lenguaje sencillo y profundidad al mismo tiempo. 

No son muchas las novedades o hechos desconocidos que nos va a mostrar el autor, al menos para aquellos que, como yo, somos desde hace tiempo fanáticos de la gran ciudad. Son numerosas las novelas, diarios de viaje y obras de no ficción que llevo ya leídos con la ciudad de Nueva York como fondo, por lo que muchos de los lugares y personajes que aparecen en este libro me resultan ya conocidos pero ello no quita para que haya disfrutado del encanto de la crónica bien narrada, de las impresiones de primera mano que surgen de la pluma del periodista viajero, que nunca turista, que disfruta de la ciudad sin prisa, con pasión, que la observa con atención, trata de empaparse de su esencia y nos transmite su fascinación por el lugar y sus habitantes.
"Voy descubriendo Nueva York como un flâneur, un deambulador, un callejeador, al modo en que Baudelaire y Walter Benjamin gustaban de describir a este espécimen: un tipo inquieto, holgazán, observador apasionado, inmerso en la multitud como un ser anónimo, espectador urbano (...), como «un botánico de las aceras»."
Muchos paseos, mucho jazz, capítulos cortos e intensos, uno por día a lo largo de tres meses de patear calles, montar en ferrys y trenes, subir a edificios y bajar a sótanos y metros, de rozarse con la gente, de descubrir la variedad humana, cultural, religiosa y social del lugar, profundizar en su origen histórico y su carácter tan puramente norteamericano y a la vez tan diferente al resto del país. Una mirada imprescindible para todos aquellos que nos seguimos sintiendo fascinados por la ciudad que nunca duerme.