lunes, 27 de enero de 2014

La herencia de la rosa blanca

¡Hay que ver, qué malos son los prejuicios! y es que no son más que eso: juicios hechos previamente a conocer alguna cosa y en base a impresiones subjetivas, sin justificación racional muchas veces. Pero lo cierto es que muchas veces (casi siempre) elegimos o desechamos un libro porque consideramos antes de leerlo si nos va a gustar o no ¿Y cómo es posible decidir esto a priori? Bueno, siempre podemos atender a los comentarios de quienes ya lo han leído, las críticas de los diversos medios, lo que te comenta alguien en cuyos gustos lectores confías... Lo cierto y verdad es que, sea por una cosa o por otra, yo tenía etiquetada a "La herencia de la rosa blanca", de la autora malagueña Raquel Rodrein, como una novela tipo romántico de esas de época, de damas enamoradizas y caballeros apasionados. ¿El motivo para ello? ¡Qué sé yo!, tal vez el título, la portada que no me daba pistas, en fin, una opinión totalmente infundada pero que me ha llevado a dejar pasar bastante tiempo desde que oí hablar por primera vez de esta novela, por cierto, cada vez que se me mencionaba era acompañando a un comentario positivo y a una recomendación de que la leyera, hasta que por fin me decidí por ella. Y como no suele dolerme confesar mis errores, diré que no puedo estar más satisfecha de haber vencido los estúpidos prejuicios que tenía contra esta pobre novela que no había hecho nada para merecer mis recelos hacia ella y que permanecía pacientemente a la espera de que me decidiera a leerla (¿y qué otra cosa puede hacer un libro en nuestra biblioteca?)

La historia que cuenta abarca un periodo amplio, desde la Alemania del régimen nazi hasta la actualidad, pasando por numerosos escenarios: la Provenza, París, Irlanda, Manhattan... Varias historias se van contando pero todas tienen un mismo origen y necesariamente acabarán confluyendo y mientras eso ocurre nos paseamos por los citados lugares que están muy bien descritos y asistimos a las diversas historias, fundamentalmente de amor, con un punto de novela romántica más acentuado de lo que a mí personalmente me suele gustar, pero diré a su favor que las escenas de pasión desenfrenada no son demasiado abundantes y que predomina la historia humana y el aspecto histórico de la narración por encima de los elementos románticos, así como las relaciones familiares y de amistad. En torno a la complicada historia de amor de dos jóvenes, comenzaremos por conocer la vida de sus abuelos y de sus padres y las vueltas que dan sus vidas hasta completar un complejo puzle de lazos familiares y lealtades que se conservan y transmiten durante tres generaciones.

Tengo que decir, por tanto, que la novela se lee con soltura, es bastante entretenida, a pesar de su extensión, por lo que no llega a hacerse larga, con diálogos vivos y creíbles. El estilo de Rodrein es ágil y muy visual y proporcionan de ese modo en muchas ocasiones la sensación de estar viendo una película más que leyendo un libro, las descripciones y las acciones de los personajes están muy bien narradas e incluso teniendo muchos cambios de escenario y de marco temporal y de entrelazar varias historias diferentes, en seguida te enganchas a cada escena y no se pierde el hilo nunca.

En definitiva, una novela que engancha desde las primeras páginas, que se lee con buen ritmo y que nos hace viajar en el tiempo y por los variados escenarios de manera muy agradable y dejando un buen sabor de boca. Con un estilo muy cosmopolita más parece un best seller anglosajón que obra de una autora española, cuya primera novela, "Tú escribes el final", me apunto ya para leer, esta vez con el prejuicio a su favor de que siento que también me gustará.

miércoles, 22 de enero de 2014

Canadá

Vamos a ver cómo hago esto. Se supone que me encuentro aquí, ante una página en blanco de mi blog, dispuesta a hacer una crítica de una novela que aparece en la práctica totalidad de las listas de mejores libros del año 2013, de los más recomendados, y no solamente a nivel nacional, razón misma por la que me dispuse a leerla en cuanto cayó en mis manos. Y resulta que, a pesar de ello, lo primero que puedo decir de este libro de Richard Ford, de título Canadá, así, a grandes rasgos, es que no me ha gustado demasiado, que me he aburrido en ocasiones, que lo he encontrado reiterativo y lento y que estaba deseando terminarlo. ¿Con qué cara vengo yo a llevarles la contraria a todos los grandes críticos literarios de este país y de parte del extranjero? Pues no me queda otra que hacerlo así, sin paños calientes. Y me da rabia, porque esperaba bastante de esta novela, entre otras razones, aparte de las excelentes críticas, porque aún recuerdo vagamente lo mucho que me gustó la única novela que, hasta el momento, había leído de este (muy afamado) autor norteamericano: El día de la independencia. Pero ninguno de estos antecedentes positivos han logrado que pueda decir que la lectura haya estado a la altura de mis expectativas.

El problema con el libro comienza en las primeras páginas. Desde el principio el propio narrador, Dell Parson, un adolescente con sueños e ilusiones que nos apetezcan que se cumplan, porque el chico se hace de querer enseguida, nos cuenta que todo empezó cuando sus padres atracaron un banco y que luego vino lo de los asesinatos. Y tras este prometedor inicio y durante unos cuantos cientos de páginas debemos asistir a una repetitiva descripción de los peculiares miembros de la familia, de su inestable situación familiar, primero por los continuos cambios de destino del padre, militar, y después, por los siempre fracasados intentos de triunfar en los negocios. El dibujo de los personajes y de sus relaciones queda bien definido enseguida y sin embargo la primera parte del libro se hace larga y carente de acción, a la espera del anunciado atraco que se hace de rogar. Durante muchas páginas no ocurre nada, solamente tenemos a los personajes comportándose como ellos mismos, sin nada que añada interés a la acción, solo esperando que ocurra lo que nos han anunciado. Y se hace larga esa espera.

Una vez comienza la segunda parte de la novela todo parece que se va animando un poco. Hay movimiento de los personajes, cambios de escenario, la vida del joven Dell da un vuelco total, pero pronto vuelve de nuevo a convertirse en una lectura lenta y sin progresión en la historia. Y eso que sabemos que es cuando viene lo de los asesinatos, pero ni así. Repetimos descripciones de paisajes y lugares que ya se nos han mostrado, aparecen nuevos personajes pero una vez presentados ya no aportan nada, son reflexiones sobre lo ya reflexionado. Así y todo, algo avanza la trama. Sólo la tercera parte del libro me ha resultado más entretenida, no sé si porque ya vislumbraba el fin o porque realmente cobra algo de viveza la narración. Lo cierto es que la historia, al menos, tiene un colofón donde las cosas se mueven y se colocan en su lugar definitivo y hasta nos queda la satisfacción de dejar a nuestro protagonista bien situado en la vida, a pesar de todo.

No suelo ser lectora que me amedrente ante novelas de introspección o en las que la acción queda en segundo plano frente a las descripciones, la prevalencia de los sentimientos o la profundización en la vida interior de los personajes; en ningún caso preciso asistir a una acción trepidante para que un libro me atraiga, con frecuencia me he regodeado ante una narración lenta y puntillosa, pero en este caso concreto diría que la historia se podría haber contado en la mitad de páginas. La indiscutible habilidad descriptiva del autor hace que en unas breves pinceladas te introduzcas en la ambientación, la personalidad de los protagonistas, sus relaciones personales, su forma de pensar y sentir, por lo que me ha resultado reiterativo en exceso. En ocasiones sentía deseos de poder gritarle al autor: "¡¡Todo eso que me vuelves a contar ya lo sé, ya conozco a esta familia como si fuera la mía. Haz el favor de ponerlos a hacer algo de una vez, mándalos ya a robar el dichoso banco y acabemos con esto!!"

Insisto en que cualquiera que lea esta reseña puede perfectamente echarse las manos a la cabeza y decir que no he entendido nada, que he dejado pasar una magnífica obra literaria, y supongo que tendrá toda la razón, pero cuando una novela no te llega, no te llega. ¿Qué le vamos a hacer? Así es como funciona esto de los libros.


martes, 14 de enero de 2014

The last runaway (El último refugio)

Hay autores que, al leerlos, dan la sensación de que no les cuesta escribir lo que escriben, que les fluye naturalmente, sin artificio, como si escucharas a alguien que te cuenta algo que les ha ocurrido, con un lenguaje sencillo y coloquial pero, al mismo tiempo, transmitiéndote vivamente la historia que relata, haciéndotela vivir con ellos. Esta es la sensación que tengo siempre que leo algo de Tracy Chevalier, como es el caso de esta última novela, "The last runaway" ("El último refugio") Pero está claro que esto es fruto de una extraordinaria habilidad narrativa, ya que está claro que no es posible que la autora haya vivido en primera persona los hechos que nos cuenta en ella, ya que se sitúan en la América de los pioneros, en torno a 1850, igual que no ha vivido en la Holanda del siglo XVII, y ahí está su magnífica novela "La joven de la perla" y tantas otras.

Pues en este caso, el mundo al que nos traslada la autora se sitúa en el agreste y apenas civilizado estado de Ohio a mediados del siglo XIX a donde llega la joven Honor Bright, una inexperimentada cuáquera procedente de Inglaterra que acompaña a su hermana que viaja al nuevo continente con el objetivo de casarse. Pero pronto Honor se encontrará sola en un país extraño, rodeada por desconocidos, sin familia ni amigos y sin saber qué hacer con su vida, necesitada de tomar una decisión sobre su vida pero con el lógico miedo ante lo que le rodea. Siendo una joven educada, discreta y hacendosa, acepta las novedades que su nueva vida le plantea y trata de adaptarse a los cambios y la nueva sociedad en la que debe vivir, tan distinta en muchos aspectos de su tradicional ciudad de origen donde se sentía protegida y donde las costumbres eran diferentes a lo que ahora se enfrenta. La vida en América no es en absoluto fácil, las tierras son agrestes, el clima extremo y sus habitantes mayoritariamente supervivientes natos, personas rudas en busca de nuevas oportunidades y con una vida de mucho trabajo y pocas habilidades sociales, viven en poblaciones que no son más que unas cuantas casas de madera bordeando calles embarradas y rodeadas de inmensos bosques amenazadores, lugares donde será muy difícil que la joven pueda llegar a sentirse como en casa.

Hay muchos temas apasionantes en esta novela, algunos muy simples y relacionados con el ámbito doméstico, como es el de la confección de edredones, los significados que estos pueden llegar a tener para las mujeres que los elaboran o los reciben como obsequio, como manera de transmitirse el amor de la familia o las amistades, igual que su valor como único patrimonio que las mujeres aportan al matrimonio. También el arte de elaborar sombreros o tocados, única pieza ornamental que se permiten las mujeres en esa austera sociedad tan ajena a las costumbres corteses o a las modas en boga. Otro asunto es la peculiar forma de vida de los cuáqueros, su adhesión a la vida simple, ajenos a la mentira y el engaño de cualquier tipo y su posición ante la esclavitud, que es el gran tema de la novela. Porque en los años que recoge el libro se presenta la gran división que existía en el país entre los estados esclavistas y los del norte donde se considera que todos los hombres deben ser libres. De ahí que se asista constantemente a la huída de esclavos fugitivos que arriesgan su vida en busca de su libertad más allá del sur. Y Ohio es una de las puertas hacia esa libertad, por la que cruzan cientos de estas personas, lo que obligará a los habitantes de estas regiones a plantearse un constante conflicto moral entre lo que ordenan las leyes y lo que les dicta su propia conciencia. Honor Bright, como buena cuáquera, verá poner al límite sus creencias en la igualdad, la no violencia y su incapacidad para mentir al enfrentarse a las duras situaciones a las que se verá expuesta.

La novela, en definitiva, es una obra preciosa, llena de hermosas estampas de los magníficos paisajes, las duras condiciones climáticas, los veranos abrasadores y los inviernos extremos, alternadas con acertadas descripciones de sentimientos y sensaciones, de las relaciones personales, de la amistad, del miedo, de la incertidumbre... y con una delicada protagonista a la que llegamos a conocer bien, gracias a la eficaz introspección en su conciencia y en su corazón. Una lectura absolutamente recomendable para quien quiera sumergirse en otras vidas mediante un gesto tan sencillo como es abrir un libro.

sábado, 4 de enero de 2014

Operación Dulce

Comenzaré el comentario de esta  "Operación Dulce" del novelista británico Ian McEwan, por el final, esto es, diciendo que, en conjunto, me ha gustado la novela, a pesar de que en algunos momentos de su lectura he dudado de si esto era así y debo reconocer que en más de un pasaje me aburrí soberanamente con los detalles y pormenores de las actividades de los servicios de inteligencia y sus secretas misiones en plena época de la guerra fría y con los asuntos de política doméstica británica que se cuentan. Y recalco que me ha gustado la novela porque auguro que esta crónica va a presentar una impresión negativa del libro, pero centrándome en lo que realmente importa que es la historia que se cuenta, esta tiene su interés, que para mi gusto se incrementa según avanza la trama y si bien el final es de esos que esconden truco, cosa que sé que no a todos los lectores les tendrá que hacer gracia necesariamente, yo reconozco que me ha gustado la resolución de la historia y la forma en que los personajes acaban colocados cada uno en su sitio. Además de que está muy bien contada, como no podía ser menos tratándose de Ian McEwan. El problema está, a mi entender, en que no es una historia positiva, es más bien sombría, a pesar del humor con el que se cuenta en muchos momentos, o tal vez precisamente por ello, porque es un humor muy al estilo británico, negro y capaz de reirse de sí mismo, de su propia idiosincrasia, pero no hay duda de que la historia está muy bien planteada y tal vez en eso precisamente recaiga el gran mérito del libro, en transmitir tan magníficamente esa sensación de desilusión y desencanto características de una época y una sociedad concreta.

El argumento de la novela se centra en la joven Serena Frome, una estudiante británica que en los años sesenta se debate entre desprenderse de la herencia de su educación familiar como hija de un obispo anglicano y optar por asumir las nuevas tendencias que la sociedad cambiante de la época le pone ante los ojos, que tampoco le atraen demasiado. Estudiante de Matemáticas en la universidad de Cambridge, a pesar de su gusto por la literatura, Serena busca su camino en la vida, desea encontrar un trabajo seguro y convertirse en una mujer independiente y autónoma, una mujer de su tiempo. Y eso que el tiempo en que le toca vivir no es de lo más tranquilo: los últimos coletazos del mundo hippy, la ilusión utópica que ofrece el comunismo, el amor libre y el derrocamiento de las tradiciones seculares son elementos que han venido a cambiar el aspecto y la mentalidad de la sociedad británica y mundial. En este ambiente es donde la joven Serena es captada para trabajar en el servicio de inteligencia, el MI5, en un trabajo que no es en absoluto emocionante ni interesante como pudiera parecer, sino más bien una sucesión de tareas burocráticas y aburridas en un mundo en el que las mujeres no terminan de ser bien vistas, sólo como trabajadoras de segunda categoría.

Tras varios meses se le ofrece a la joven la posibilidad de entrar a formar parte de una misión en la que tendrá que captar y financiar a escritores que sean afines al ideario conservador, claramente anticomunistas y que reflejen todo esto en sus obras y escritos que sirvan, incluso sin ellos saberlo, de propaganda para luchar contra las influencias soviéticas en la sociedad occidental. Aquí comienza una parte de la novela en la que en ocasiones se me hizo pesada la lectura, debido a la introducción de relatos completos del autor captado para la misión, el joven y prometedor Tom Haley, con el que Serena tendrá una relación sentimental, a pesar de tener que ocultarle que forma parte del MI5. Y lo cierto es que los relatos son bastante bueno, pero, en mi opinión, ralentizan el ritmo de la novela. Pero en este hecho de entrelazarse la trama principal con los relatos, esta confusión entre la realidad y lo ficticio, esta interpretación del mundo a través de lo literario, en ello resulta finalmente que está gran parte del interés de la novela, aunque cuesta algo llegar a hacerse con el tono apropiado para llegar a disfrutarlo.

El libro no es lo que se suele esperar comúnmente de una novela de espías, ya he comentado lo anodino que resulta el trabajo diario de la agente Frome y no tiene nada de novela trepidante ni mucho menos. Si por algo destacaría la novela más bien es por su aspecto realista, por su capacidad de presentar un retrato de la sociedad de los años sesenta y primeros setenta en medio de la terrible crisis económica y social de esos tiempos en Inglaterra y todo el mundo occidental, el desempleo, las protestas de los sindicatos, la imparable escalada del precio del petróleo, los paros de los mineros, toda esa conflictividad social enfrentada a los aspectos más tradicionales del mundo académico, de las clases favorecidas para las que los nuevos tiempos no han traído nada positivo, esos mundos separados que coexisten dentro del mismo país, los padres conservadores frente a los hijos que ya no saben en qué creer, por qué luchar, sin un futuro cierto y con la obligación de diseñar nuevos patrones y modelos con los que moverse en la nueva realidad que se les plantea.

Se entiende así que el tono de la novela resulte bastante gris, no solo por el implacable clima británico con su lluvia constante, sino que todos los escenarios se presentan como tristes, sombríos, cargados de humo, de humedad y malos olores, desde la desolada habitación de la protagonista hasta los campos empapados de la campiña inglesa, las tristes oficinas estrechas y mal caldeadas o los bares y pubs de Londres, oscuros y cargados de humo de tabaco. Es, en general, una novela donde no destaca ningún personaje especialmente brillante o positivo, es muy descarnada la visión de la sociedad en todos sus ámbitos, reflejo de esa crisis económica profunda que también lo es moral y política. El humor aparece con frecuencia en la narración pero siempre es ácido y corrosivo, la novela se lee con una sonrisa amarga que no acaba casi nunca en risa, sino que se suele convertir en mueca de desilusión, pero no se puede negar que McEwan sabe reflejar este triste descontento, este ambiente de crisis a todos los niveles, la desorientación de los jóvenes del momento y el ambiente de guerra fría y desencanto político. Una novela que se disfruta más en su forma, gracias a la excelente maestría del autor, que en su fondo que es más amargo y crítico, pero que se salva por el aspecto metaliterario que tal vez sea lo que más alegre al lector cuando llegue a descubrirlo.