Sorprende la capacidad de Julia Strachey para crear en tan pocas páginas como componen esta brevísima novela, "Precioso día para la boda", todo un escenario plagado de personajes que componen un cuadro completo, con numerosos caracteres, todos con su personalidad propia que la autora dibuja de manera magistral con ligeras pinceladas, apenas una frase, una acción los retrata. No puede ser de otra manera en una novela que cuenta en poco más de cien página el modo en que transcurre una ajetreada mañana, en realidad unas pocas horas, en la que se celebra la boda de Dolly Thatcham, a la que no se la ve demasiado convencida del paso que está a punto de dar. Los numerosos personajes revolotean por la escena en lo que a veces parece una casa de locos: la madre, bastante histérica, organizándolo todo de manera más bien catastrófica y al tiempo satisfecha de haber conseguido un buen partido para su hija; la hermana pequeña, Kitty, romántica y sensible; los primos discutiendo incansables, Evelyn, la mejor amiga de Dolly y Joseph, el amigo enamorado de la novia, angustiado ante el enlace. A ellos se unen más invitados, el canónigo, el mismo novio que asoma con una emergencia de última hora. Todos hablan por sus palabras o por sus actos, sin parar de entrar y salir cada uno con su preocupación o su interés y componen una escena completa en la que nada queda sin saberse y que incluye, incluso, una sorpresa final. Completísima la novela, como se puede comprobar.
No quiero correr el riesgo de que este comentario tenga más extensión que la propia novela, con lo cual no me queda más que confirmar que se trata de un magnífico ejemplo de maestría en el control de la narración, concisa y al tiempo llena de vida, mucho más meritorio cuanto menos páginas ha precisado la autora para introducirnos en la historia y hacernos acompañarla en ese precioso día de boda que no lo será en realidad tanto como anticipa el título o como desearía la propia señora Thatcham, nada es tan perfecto como nos quiere hacer creer.