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domingo, 10 de marzo de 2024

No te veré morir

¿Qué pensarías si te digo que esta novela comienza con un párrafo de cincuenta páginas sin un solo punto y seguido? Pues lo mismo te asustas un poco sólo de pensarlo y te echas atrás a la hora de enfrentarte a su lectura, pero te diré también que tengas en cuenta que esta barbaridad con la que arranca "No te veré morir" ha salido de la pluma de un genio de las letras como es Antonio Muñoz Molina, con lo que espero en que te fíes de mi cuando te animo a que te atrevas a descubrir esta novela porque la experiencia lectora va a valer mucho la pena.

Hace muchas décadas, a finales de los 60, dos jóvenes amantes se separaron sin saber que esta separación iba a ser definitiva. El narrador, Gabriel Aristu, ha hecho toda su vida en Estados Unidos donde ha logrado éxito profesional, ha formado una familia, con una esposa bella y solícita y ha tenido varios hijos criados como auténticos norteamericanos; incluso ha comprado una casa de campo a la orilla del Hudson a donde sueña con retirarse ahora que su jubilación ya es un hecho. Pero antes de eso, Gabriel regresa a Madrid para reencontrarse por última vez con aquel viejo amor de juventud, Adriana Zuber, aquella novia a la que abandonó sin muchas explicaciones cincuenta años antes.

En la primera parte del libro, Gabriel rememora diferentes momentos de su propia vida y de los suyos; su marcha a Estados Unidos, sus éxitos en los estudios y en su carrera profesional destinado a convertirse en el hombre que su padre esperaba, lejos de la miseria material y moral de la posguerra en Madrid que aquel padeció.

El paso a la segunda parte del libro supone un cambio en el estilo y la mirada. Ahora el que nos habla es Julio Máiquez, otro español también establecido en América que conoció a Aristu en los años noventa, cuando éste ya estaba plenamente integrado en aquel país, y su banco financiaba la cátedra de Máiquez en la universidad de Virginia. Surge allí una amistad, a pesar de la diferencia edad, que se extenderá durante años. Ambos comparten su experiencia del descubrimiento de una realidad totalmente nueva al llegar a su nuevo país de adopción donde, a pesar de los años transcurridos, nunca dejarán de sentirse extranjeros. 

"Pero el tiempo no cura nada. El tiempo mata. El tiempo empeora y destruye. Yo lo fui aprendiendo a lo largo de aquellos años, mientras aprendía también a sobrevivir en la incertidumbre, sin hacer pie del todo nunca, por falta de verdadera solidez profesional, o por falta de astucia académica, o por simple mala suerte, por una propensión al desarreglo personal y al infortunio;"

Por momentos la lectura de esta novela me ha evocado al desaparecido Javier Marías en muchos elementos como el situar la acción en un país anglosajón, en un entorno academico, con un personaje algo misterioso con cierta relación nunca desvelada con los servicios secretos, pero también en la forma de contar: en los largos monólogos, las reflexiones sobre el paso del tiempo, la vejez y sus efectos, la propia identidad, los amores que no se olvidan o que se recuerdan como nunca fueron en realidad. No hace falta decir que he disfrutado enormemente con esta novela que es, en mi opinión, de lo mejor que he leído del autor. Y esto, hablado de un fenómeno de la escritura como es Muñoz Molina, ya es mucho decir.

"El que se marcha olvida con mucha más facilidad que el que se ha quedado. Para el que se marcha desaparece el mundo en el que se anclaba la memoria (...)

El que se va es el que olvida primero."

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Tus pasos en la escalera

El narrador de "Tus pasos en la escalera", esta novela de Antonio Muñoz Molina, del que no llegamos a conocer el nombre, ha presenciado junto a su mujer, Cecilia, la caída de las torres gemelas en Nueva York; convencido de que se avecina el fin del mundo, de que el cambio climático que se aprecia en las olas de calor y los incendios terribles que se extienden por todo el mundo no tardarán en acabar con la especie humana, se embarca en una mudanza a Lisboa donde la pareja ha decidido empezar una nueva vida buscando una tranquilidad y una serenidad que no les ha dado la gran ciudad.

"Si el mundo va a acabarse no hay mejor sitio que este para esperar el fin."

El protagonista se ocupa de preparar la nueva casa para que esté lista cuando llegue por fin Cecilia, para que lo encuentre todo a su gusto con los mismos muebles, la misma disposición de las cosas, de manera que no añore la casa que dejaron atrás. Pero indudablemente otras muchas cosas son diferentes aquí: el ritmo de vida, el clima más suave, la calle tranquila con sus tiendas y sus pastelerías, Lisboa es una ciudad a la medida de las personas.

Los días transcurren monótonamente, todos iguales, en la única compañía de su perra; en ocasiones pierde la noción del tiempo que lleva allí esperando a Cecilia, se entretiene evocando recuerdos del pasado, de las rutinas conocidas de su vida anterior, mientras trata de ir descubriendo su nueva ciudad, haciéndose a la nueva casa, planea la vida sencilla que llevarán, con el huerto en la terraza de la cocina, los cientos de libros que atesoran en su librería y que les bastarían para entretenerse si aconteciera el temido fin del mundo. El relato nos va introduciendo sutilmente en un suspense que va deslizándose desde la más absoluta normalidad a un ambiente de lo más inquietante.

Muñoz Molina es un narrador meticuloso que se detiene en los detalles de lo cotidiano, en las profundidades del pensamiento y del sentimiento, pero al mismo tiempo su prosa es maravillosamente fluida, tan simple en apariencia que podríamos pensar que lo que nos cuenta es algo que realmente está viviendo, lo que nos puede llevar a confundir la voz del personaje con la del propio autor, podríamos creer que, como ocurría en "Ventanas de Manhattan", lo que nos cuenta fueran sus propias impresiones o vivencias. Esto me ha llevado a que durante toda la lectura no haya podido evitar ponerle su cara al protagonista de la historia e incluso que Cecilia, su esposa ausente, guardara un sorprendente parecido con una tal Elvira Lindo. Y es que este es uno de los grandes derechos de todo lector: el de recrear libremente los escenarios, personajes y situaciones que nos plantean los escritores y darles vida propia en nuestra cabeza. Y yo lo ejerzo continuamente.