Esta reseña me va a costar Dios y ayuda sacarla adelante, lo sé ya, porque no suele darse el caso de que me defraude tanto una lectura como me ha ocurrido con esta de "Filek. El estafador que engañó a Franco". Lo cierto y verdad es que si no se hubiera tratado de un libro de Ignacio Martínez de Pisón estoy segura de que habría abandonado la lectura sin terminarla, cosa que no suelo hacer sino en contadas ocasiones. Y en ese caso ni siquiera habría escrito una reseña; lo habría dejado pasar y listo. Pero resulta que en este caso se trata de un autor que me ha dado anteriormente bastantes satisfacciones lectoras y por ello no quería dejar de lado esta última novela suya, tal vez confiando en que, si seguía adelante, finalmente recibiría la recompensa de una obra que remonta y acaba mejor de lo que empieza. Pero, para mi desgracia, eso no ha ocurrido, y bien que lo siento.
Todo esto no quita para que exista la posibilidad de que a alguien le pueda apetecer adentrarse en su lectura o incluso que haya algún seguidor de este humilde blog que ya la haya leído y la haya disfrutado, que haya encontrado en ella aquello que yo no he sabido ver. Me alegraría mucho por ello y me gustaría que compartiera conmigo su experiencia y opiniones, que para eso estamos aquí.
Voy, por tanto, a realizar un comentario somero de la lectura, empezando por su argumento y protagonista, aunque no sé si después de mi introducción habrá alguien que haya seguido leyendo este artículo y me acompañe a estas alturas. La novela retrata a un peculiar ciudadano de origen austriaco llamado Albert von Filek que se paseó por la España de la II República, la Guerra Civil y la posguerra presentándose como presunto ingeniero químico, presunto militar, presunto inventor, en definitiva, un tipo que vive de tomar el pelo, de engañar y dar sablazos a diestro y siniestro, terminando por pretender vender a Franco el revolucionario invento de un milagroso sustituto de la gasolina convencional. Lo cierto es que el libro está narrado con la forma y el fondo de una investigación periodística llena de datos, fechas y análisis de una abundante documentación a través de la cual se nos trata de mostrar a nuestro protagonista de cuyas andanzas sabemos por referencias a expedientes, sentencias e informes oficiales extraídos de archivos y diarios de los complicados tiempos de la República, pasando por el estallido de la guerra en Madrid que Filek pasa entre prisiones, librándose por los pelos de caer en alguna de las muchas sacas que se realizaron en aquellos días y que normalmente acababan en Paracuellos, como le ocurrió a muchos de los que compartieron encierro con él. Y tras la guerra, continuará con sus fraudes y chanchullos haciendo caer al mismísimo Franco en sus redes de engaño.
Lo que he echado más en falta en esta lectura ha sido una autentica conexión con el protagonista, ser capaz de sentir algo por él, sea simpatía o rechazo, pero conectar de algún modo con él al fin y al cabo. Sólo siento que falta cercanía, más que una narración me he encontrado frente a una extensa y fría enumeración de hechos, datos, fechas, pero en ningún momento oímos hablar a nuestro protagonista, si acaso leemos alguna carta suya escrita en un castellano chapucero, pero no lo llegamos a conocer como persona, ni a él ni a su entorno, ni amigos ni enemigos, ni familiares ni esposa, nadie nos acerca a su figura humana. Durante toda la lectura me parece que estoy entrando en antecedentes que me llevarán a un nudo argumental de interés, al meollo del asunto que me hará conectar con la historia pero esto, tristemente, nunca acaba de llegar.
Me llevo una gran desilusión, por tanto, con esta novela, pero esas cosas ocurren de vez en cuando, así que no me queda otra que pasar página y esperar que la próxima lectura me reporte más satisfacciones que esta que termina. Cosa que, por otra parte, tampoco será difícil, ¿verdad?
Todo esto no quita para que exista la posibilidad de que a alguien le pueda apetecer adentrarse en su lectura o incluso que haya algún seguidor de este humilde blog que ya la haya leído y la haya disfrutado, que haya encontrado en ella aquello que yo no he sabido ver. Me alegraría mucho por ello y me gustaría que compartiera conmigo su experiencia y opiniones, que para eso estamos aquí.
Voy, por tanto, a realizar un comentario somero de la lectura, empezando por su argumento y protagonista, aunque no sé si después de mi introducción habrá alguien que haya seguido leyendo este artículo y me acompañe a estas alturas. La novela retrata a un peculiar ciudadano de origen austriaco llamado Albert von Filek que se paseó por la España de la II República, la Guerra Civil y la posguerra presentándose como presunto ingeniero químico, presunto militar, presunto inventor, en definitiva, un tipo que vive de tomar el pelo, de engañar y dar sablazos a diestro y siniestro, terminando por pretender vender a Franco el revolucionario invento de un milagroso sustituto de la gasolina convencional. Lo cierto es que el libro está narrado con la forma y el fondo de una investigación periodística llena de datos, fechas y análisis de una abundante documentación a través de la cual se nos trata de mostrar a nuestro protagonista de cuyas andanzas sabemos por referencias a expedientes, sentencias e informes oficiales extraídos de archivos y diarios de los complicados tiempos de la República, pasando por el estallido de la guerra en Madrid que Filek pasa entre prisiones, librándose por los pelos de caer en alguna de las muchas sacas que se realizaron en aquellos días y que normalmente acababan en Paracuellos, como le ocurrió a muchos de los que compartieron encierro con él. Y tras la guerra, continuará con sus fraudes y chanchullos haciendo caer al mismísimo Franco en sus redes de engaño.
Lo que he echado más en falta en esta lectura ha sido una autentica conexión con el protagonista, ser capaz de sentir algo por él, sea simpatía o rechazo, pero conectar de algún modo con él al fin y al cabo. Sólo siento que falta cercanía, más que una narración me he encontrado frente a una extensa y fría enumeración de hechos, datos, fechas, pero en ningún momento oímos hablar a nuestro protagonista, si acaso leemos alguna carta suya escrita en un castellano chapucero, pero no lo llegamos a conocer como persona, ni a él ni a su entorno, ni amigos ni enemigos, ni familiares ni esposa, nadie nos acerca a su figura humana. Durante toda la lectura me parece que estoy entrando en antecedentes que me llevarán a un nudo argumental de interés, al meollo del asunto que me hará conectar con la historia pero esto, tristemente, nunca acaba de llegar.
Me llevo una gran desilusión, por tanto, con esta novela, pero esas cosas ocurren de vez en cuando, así que no me queda otra que pasar página y esperar que la próxima lectura me reporte más satisfacciones que esta que termina. Cosa que, por otra parte, tampoco será difícil, ¿verdad?
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