jueves, 17 de julio de 2014

El cuarteto de Whitechapel

Inquietud. Esa es la palabra con la que mejor definiría la sensación que me ha provocado la historia que nos cuenta en "El cuarteto de Whitechapel" el autor Daniel Sánchez Pardos. Y ya no tanto por tratarse de un novela con elementos policíacos, de terror o misterio en diferentes grados, sino más bien por los caracteres y las realidades que nos plantea el libro. Nos encontramos, para comenzar, con unos personajes capaces de realizar actos terribles, de causar la muerte y propagar el terror sin un motivo que pueda considerarse "razonable", si es que hay alguno que pueda denominarse así, pero sí es cierto que esta historia está plagada de muertes ocasionadas por obsesiones, por afán de notoriedad, por el disfrute de la muerte por sí misma, una serie de elementos difíciles de controlar y, lógicamente, de dominar. Inquietud es, por tanto, la palabra que elegiría para definir el estado de ánimo que me ha acompañado a lo largo de la lectura de esta novela en la que no sabes en ningún momento de quién puedes fiarte y de quién no, incluso dudas constantemente del equilibrio mental de los personajes que aparecen, sus motivaciones o sus conductas no son mensurables con nuestros criterios habituales, con lo que es complicado prever sus acciones y reacciones.

Y ya entrando en el argumento, nos encontramos con nuestro protagonista: bajo la aparente normalidad de un joven español con aspiraciones literarias que trabaja de guía del terror en el barrio londinense de Whitechapel siguiendo los rastros de Jack el Destripador, mientras avanza a duras penas en la escritura de una novela que se le resiste, Ikatz Santaella nos va contando en primera persona los acontecimientos que conforman esta historia, aunque a pesar de contar con su testimonio de primera mano no por ello acabamos de conocerlo del todo. A lo largo del relato vamos a ir descubriendo poco a poco su extraño carácter e inusuales hábitos, tales como que engulle papel con gran deleite a la vez que alterna periodos de ayuno absoluto con atracones compulsivos frente a la nevera, que convive con el fantasma del mismísimo Borges con el que dialoga incansablemente o que persigue furtivamente a mujeres por los parques de la ciudad. Le conocemos una novia argentina, Paula, con la que comparte piso y que está deseando despuntar como artista en un entorno en el que ya todo está inventado en lo que al Arte se refiere y por ello cualquier instalación, por absurda que parezca, cualquier actuación que lleve el apelativo de arte rompedor o anti-arte o nuevo arte es aplaudido y ensalzado; ya no vale cualquier cosa para triunfar, hay que dar la nota y hacerlo por todo lo alto. Así que cuando comienzan a darse una serie de suicidios de presuntos artistas radicales retransmitidos en directo a todo lo largo del planeta, ya no hay duda de que estamos ante la manifestación última y extrema de la expresión artística y Paula así lo reconoce y en ello se inspira.

Pero otros crímenes más cercanos se mezclan con aquellas muertes: un supuesto imitador de Jack el Destripador está sembrando Londres de cadáveres y estos, desgraciadamente, aparecen siempre demasiado cerca del infortunado Ikatz, ¿casualidad o algo más? Y rodeando al protagonista nos encontramos a unos personajes de lo más variopinto y extravagante comenzando por su mejor amigo, Xavi, conductor de limusinas y obsesionado con el sexo, los caseros y protectores de Ikatz, una pareja de ingleses propietarios de una librería de libros antiguos interesados en las investigaciones de los crímenes y en descifrar lo que ocultan los suicidios televisados, toda una pléyade de artistas alternativos y excéntricos, un padre y un "suegro" con los que las relaciones no son precisamente fáciles, todos ellos configuran el entorno en el que se mueve nuestro protagonista. Toda esta mezcla de pintorescos personajes, crímenes sin sentido y algo de comedia negra incluso, ambientada entre el Londres de los turistas en bermudas, los círculos artísticos de las vanguardias extremas y el contraste con la Inglaterra más tradicional, da como resultado una novela en la que todo es posible, la lógica y lo irracional andan parejos, cualquier conclusión a la que se acabe dirigiendo la historia te parece posible. Por ello, cuando nos encontramos en las manos con un final abierto y con todos los elementos que nos han ido proporcionando a lo largo de la novela, no nos queda más que imaginar, aún sin desear que así sea, cuál es la culminación de esta historia. Y tal vez no sea la que desearíamos.

Al hilo de la trama, además, el libro nos plantea diversas reflexiones incómodas, comenzando por preguntarnos qué es el arte, si cualquier cosa vale como expresión artística o si nos encontramos más bien ente todo un mundo de engaño frente a eso que llaman Arte Contemporáneo o Postmodernidad. Y podemos reflexionar también sobre el insaciable gusto por el morbo por parte del público, del que todos formamos parte al final; sobre la persecución del éxito por el éxito, sin importar los medios para alcanza la fama, la cultura de la vida convertida en espectáculo, la banalización de todo, en especial de la muerte ante la que nos volvemos insensibles de tanto contemplarla, además de una nueva visión de las causas de los atentados del 11S que, aunque sabemos que irreal, no nos cuesta imaginar como posible después de haberlo visto todo o casi todo ya en la televisión.

En fin, una novela que no te deja indiferente, que te remueve por dentro y que te hace descubrir que aún queda gente por ahí con buenas historias que contar y que, además, sabe contarlas bien.

4 comentarios:

  1. Ni me sonaba... Y tu reseña me ha dejado con muchas ganas de buscar este libro, que tiene muy buena pinta.
    Besotes!!!

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    1. Tal vez al estar editado en una editorial pequeña no ha tenido mucha promoción. Pero es una lectura que merece la pena.
      Saludos.

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  2. No lo conocía, editorial pequeña poca difusión?
    Me lo apunto, lo encargaré
    Besos

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    1. Espero que te hagas con él y lo disfrutes. Ya nos cuentas.
      Saludos.

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