Y desde mi propia candidez me pregunto dónde está la lectura incómoda o desasosegante de la que tanto he oído hablar, dónde la maldad. Tal vez solamente en el pensamiento del lector. Porque, desde mi punto de vista, Casi y el Viejo no son más que dos solitarios que coinciden en su aislamiento, no se hacen amigos porque ninguno va buscando una amistad, solo se esconden del mundo que los rechaza, simplemente juntan sus soledades y la marginalidad en que se encuentran en el mundo que existe fuera de ese parque. La suya es una relación cuya improcedencia sólo está en los ojos de los que la ven desde fuera, la niña trata en algún momento de seducir al hombre pero no es porque lo desee así sino porque ha aprendido de sus compañeras de colegio que eso es lo que debe hacer, lo que se esperaría de ella (más me escandaliza el acoso escolar de estas compañeras que la relación de los protagonistas) y el Viejo huye porque no era lo que buscaba de la niña, sólo creía haber encontrado en Casi otra persona que se parecía en algo a él, alguien que no le juzgaba ni condenaba.
Con todo esto, no dudo en recomendar encarecidamente la lectura de este libro que está escrito con una notable maestría, que cuenta las cosas con un lenguaje simple y limpio y que sin embargo logra dibujar unos personajes completamente vivos y creíbles, que se muestran a través de sus propias palabras y llegan sin dificultad al corazón del lector.