Miqui Otero nos describe en "Orquesta", con un rico lenguaje visual y descriptivo y mucha ironía y retranca gallega, el paisaje y el paisanaje de Valdeplata, este pueblo lucense que celebra su verbena de verano. Paisanos y veraneantes que regresan para las fiestas se reúnen y se mezclan al son de la orquesta "de los abuelos campesinos a los nietos con carrera, más solventes los primeros que los segundos". Entre los visitantes está el propio Miguel, el escritor, que vuelve de la Ciudad y se le ve tomando notas sin parar para un libro que pretende escribir. El escenario que une a todos los personajes es la Fiesta, el baile con orquesta donde todo se repite año a año una y otra vez: los primeros amores, las cervezas con amigos, los vasos de Fanta y las primeras borracheras; los juegos infantiles, los padres primerizos que ayer mismo eran niños montados en bicicleta y los abuelos cargados de recuerdos que ven a sus nietos bailar. Todos se reúnen en torno a la plaza donde los años y los veranos se superponen, donde a veces es presente y a veces pasado.
En realidad no ocurre nada destacable esa noche, el argumento se compone de los relatos de cada personaje que se van sincerando o confesando al Chico de la Bici Roja y así, a través de múltiples miradas, empezando por la misma música que suena y que nos hace de narradora omnisciente, cada personaje se autorretrata a través de sus propias palabras y retratan de paso a los demás vecinos, siguiendo el ritmo y la letra de las canciones de verbena, éxitos de veranos pasados. Sabremos de enfrentamientos vecinales que pasan de generación en generación, conoceremos al Conde, el señorito del Valle y a su hijo, descubriremos los secretos de unos y los fracasos de otros cuantos, los que están y los que fueron hace mucho pero que cada noche de Fiesta se vuelven a reunir en el prado de la iglesia.
Sobre todo desfilan por el relato todos los tópicos del rural gallego: la Santa Compaña, Rosalía de Castro, los maquis, los bosques de eucaliptos, los incendios forestales, la cerámica de Sargadelos, las abuelas en chándal. Un retrato del pueblo que está lejos de ser ideal, aunque generalmente se vea así desde la gran ciudad, como tampoco lo es nunca el pasado, aunque la nostalgia consiste precisamente en idealizar lo que ya pasó, la infancia, la juventud, siempre era todo mejor antes.
"Los vecinos se apoyan en las desgracias casi tanto como discuten por las parcelas, cada vez más pequeñas, fraccionadas con cada muerto y en cada herencia: las casas desperdigadas, como si se le hubieran caído a un niño gigante que corriera con ellas en las manos, albergan a seres desconfiados."
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