lunes, 16 de febrero de 2015

El impostor

La impostura y la mentira, he ahí los grandes temas que maneja Javier Cercas en su novela, ¿novela? "El Impostor". Y es que no creo que deba de denominarse "novela" a esta obra en la que, como ya viene siendo tradicional en Cercas, crea una "novela sin ficción" donde se mezcla la ficción novelada sobre los hechos reales con los avatares que suponen el proceso de escritura del libro: la búsqueda de antecedentes e información previa, las fuentes, las entrevistas que realiza, las reflexiones sobre lo investigado, lo que debe o no debe aparecer en el texto final, los conflictos morales sobre su posición frente a una historia que podría o no ser cierta, el papel del escritor que muestra al mundo unos hechos que pueden darle o quitarle la razón al protagonista de los mismos y la postura más o menos intervencionista que debe adoptar dicho escritor. Es este libro, en fin, un viaje al corazón de la creación de la mano del propio escritor, que nos presenta su relación amor-odio con su protagonista al que no intenta salvar ni redimir, sólo presentar tal y como es, pero con un mentiroso o un impostor como el que se encuentra delante eso no es siempre tarea fácil.

Así que Cercas se plantea, fundamentalmente, enormes dudas en torno al caso de Enric Marco, un viejo sindicalista catalán que se hizo pasar durante treinta años por superviviente del campo de prisioneros nazi de Flossenbürg e incluso presidió y encabezó asociaciones de víctimas del holocausto. El descubrimiento de su mentira, de que nunca fue el que dijo que era, que no participó en tantos hechos como aseguró haber protagonizado, causó gran revuelo durante algún tiempo, en los años en los que la Memoria Histórica se convirtió en tema de actualidad en nuestro país, una moda o una tendencia que removió el pasado y del que tantos se aprovecharon a su modo. Tras años de dudas Javier Cercas se decide a escribir sobre este maestro de la impostura y reflexiona sobre si fue la vanidad, el ansia de exhibicionismo, un desmesurado afán de protagonismo el que llevó a Marco a hacerse pasar por lo que nunca fue. ¿O tal vez sí que lo fue? A raíz de aquí nos plantea infinidad de dudas: ¿Entender es justificar? ¿Comprender las razones es ponerse del lado del mentiroso? Impostura, fabulación, mentiras y fantasía, talento o falsedad, ¿dónde poner el límite? ¿Qué está permitido y qué es condenable? ¿Tal vez el fin justifique los medios? ¿Si de un embuste surge algo bueno, debemos negar la bondad de dicho resultado? Muchas preguntas planteadas que el lector debe responder por sí mismo a la luz de los datos contrastados y los datos sin demostrar. El escritor cree que exponer la verdad, los hechos y las razones que llevaron a ellos no es más que presentarlas ante el público para que cada uno se haga una idea propia, a favor, en contra o como sea que resulte, una vez conocida la impostura.

Pretende Cercas, a lo largo de todo el relato, reconstruir la verdad de los hechos en un relato sin ficción, en una novela sin mentiras ni invenciones, basada en las mentiras e invenciones de su protagonista, en lo que se esconde de verdad tras toda una vida inventada. Tratar de sacar la verdad de todo eso es un trabajo arduo. Marco inventó prácticamente todo en su propia biografía, desde su fecha de nacimiento hasta el resto de los hitos principales de su existencia de manera que los hacía coincidir con los momentos clave de la Historia de España, inventó relaciones con grandes figuras de la política y la cultura y se situó en mitad de los grandes acontecimientos mundiales. Y todo ello, ¿para qué? ¿Para darse importancia? ¿Para ser alguien que en realidad nunca fue? Pero lo cierto es que acabó creyéndose él mismo la vida que imaginó. Es un claro ejemplo de alguien que "recrea" su vida en el sentido más literal de la palabra: crea toda una nueva vida basándose en hechos reales y datos ciertos pero enriqueciéndolos y agrandándolos, situándose en lugares y momentos en los que podría haber estado, en los que podría haber participado pero de los que ya no quedan testigos que lo certifiquen o los testigos son aquellos que han oído contar de su propia boca los hechos tantas veces y con tanto convencimiento que han acabado por creer lo que se les ha contado de escucharlo tantas veces. Y también debemos de considerar la parte de cierto que hay en toda esta invención, porque no todo puede ser falso, porque alguna verdad debe de subyacer bajo tantas capas de mentiras y esa verdad es la que trata de desenterrar Cercas con gran esfuerzo porque "toda gran mentira se fabrica con pequeñas verdades, se amasa con ellas".

El libro en ocasiones se hace algo pesado por la cantidad de vueltas que se le dan a los hechos y a las invenciones y a los debates morales que se plantea el autor, pero no por ello deja de ser interesante su lectura. Y el resultado de todo esto es todo un juego literario, no cabe la menor duda, donde se mezcla la verdad con la mentira y no sabemos si es posible desenganchar a la una de la otra. La conclusión sería que tal vez todas las vidas están formadas por verdades que se ocultan y mentiras que pasan por ciertas, tal vez sea así, pero en algunas vidas esto ocurre en mayor medida que en otras.
"De un tiempo a esta parte la psicología insiste en que apenas podemos vivir sin mentir, en que el hombre es un animal que miente: la vida en sociedad suele exigir esa dosis de mentira que llamamos educación (y que sólo los hipócritas confunden con la hipocresía); Marco exageró y pervirtió monstruosamente esa necesidad humana. En este sentido se parece a don Quijote o a Emma Bovary, otros dos grandes mentirosos que, como Marco, no se conformaron con la grisura de su vida real y se inventaron y vivieron una heroica vida ficticia; en este sentido hay algo en el destino de Marco, como en el del Quijote o la Bovary, que profundamente nos atañe a todos: todos representamos un papel; todos somos quienes no somos; todos, de algún modo, somos Enric Marco."

lunes, 9 de febrero de 2015

La lista de los nombres olvidados

Me habían recomendado esta novela hace ya algún tiempo y, aunque la tenía anotada no me llamaba demasiado la atención; parte de la "culpa" la tenía la portada o su estilo que me hacía pensar en una novela romántica algo azucarada. En fin, tampoco voy a decir que "La lista de los nombres olvidados" de Kristin Harmel sea una novela dura y desgarrada pero sí puedo decir que me ha conquistado completamente, en una progresión de menos a más que me permite recomendarla sin dudar a cualquier lector que tenga dudas sobre si ponerse o no con ella. Para comenzar, ya desde su inicio me cautivó con el escenario en el que se desarrolla la mayor parte de la acción, ya que se trata de la siempre atractiva localidad costera de Cape Cod, escenario tan típico de muchas novelas de mi admirada, y en los últimos tiempos demasiado abandonada, Mary Higgins Clark. Además de ello, la protagonista, que me cayó bien desde el principio, es propietaria de una coqueta panadería; ahí me vuelve a tocar otra vez la fibra sensible al enfrentarme con otra de mis grandes aficiones, la repostería casera, y el hecho de que se nos cuenten con bastante detalle las rutinas diarias de la panadería y que el obrador sea escenario de bastantes escenas de la novela, le iba sumando atractivo a la lectura a marchas forzadas. Todo esto, unido a una prosa rápida, muy visual, bastante sencilla de leer con la sensación de que estoy viendo una de esas películas ligeras de media tarde con historia romántica de fondo y misterio por resolver, ha hecho que me beba literalmente la novela en pocos días y además de todo, la trama se va enriqueciendo y creciendo en interés según avanzan las páginas, ¡vamos! que he disfrutado bastante con este libro y creo que se me nota.

Entrando en el argumento, conocemos inmediatamente a Hope, una joven y atractiva mujer, recién separada, con una hija adolescente algo problemática y una panadería heredada de su familia que no pasa por su mejor momento económico ni emocional. La abuela de Hope, Rose, de avanzada edad, padece Alzheimer, por lo que ha empezado a olvidar gran parte de las cosas, a no reconocer a su nieta ni a su bisnieta, pero antes de perder por completo sus recuerdos, le entrega a Hope una lista con unos nombres pidiéndole a su nieta que viaje a París y descubra qué es lo que ocurrió con su familia tras ser hechos prisioneros por los nazis en 1942. La sorpresa es grande para Hope ya que su abuela había ocultado por completo su pasado durante todos los años que vivió en los Estados Unidos, e incluso su origen judío. A partir de este descubrimiento, el resto de la historia es conmovedora. Rose comienza a escarbar en el triste pasado de su abuela con la ayuda de su hija y un joven que les ayuda en las reparaciones de su casa (aquí el punto más romántico totalmente propio de película de mediodía pero que, así y todo, no quita fuerza a la novela ya que, aunque adivinamos que la amistad se va a convertir en historia de amor en algún momento, no llega a estar demasiado almibarada y se compagina bien con el argumento principal de la búsqueda de los orígenes de Rose)

A partir de ahí la historia va creciendo en interés de página en página y se convierte en una mirada al drama del nazismo desde una perspectiva nueva y diferente, un homenaje a las víctimas, a los recuerdos de los supervivientes y a las personas que colaboraron para salvarlos. Y si el argumento no fuera suficientemente interesante como para engancharnos al libro, tenemos el añadido extra del regalo que nos ofrece cada uno de los capítulos protagonizados por la anciana Rose que se inicia cada vez con una de las recetas tradicionales de su familia, las que su madre trajo desde Polonia, los dulces judíos tradicionales unidos a algunas recetas de origen árabe, adaptados al gusto americano, desde magdalenas a pasteles de frutos secos, las recetas son todas sencillas y con muy buena pinta, por lo que no dudo de que muchas de ellas las voy a llegar a poner en práctica en algún momento.

Y una vez que he expresado mi opinión más que favorable sobre la novela, me toca criticar un aspecto que ya es habitual en mí y en el que incido con cierta frecuencia: la terrible traducción del título original al español. No entiendo la razón que puede llevar a cambiar el original "The sweetness of forgetting", un título que hace referencia por un lado al olvido voluntario del pasado autoimpuesto por Rose y también al olvido obligado al que se ve sometida por la enfermedad de Alzheimer, además de hacer alusión a la dulzura de los pastelillos que tanto protagonismo tienen, tanto en el presente como en el pasado de las protagonistas, por una título como "La lista de los nombres olvidados" que, para el que no ande muy ducho en inglés, le confirmaré que no es traducción literal del original ni mucho menos, simplemente resultado de una decisión de los traductores al traducir la novela que, según mi opinión, es absolutamente desacertada, ya que supone la usurpación la voluntad de la escritora de titular su novela como mejor le parezca y si ella he decidido que debía llamarse "La dulzura del olvido" no entiendo que se cambie por decisión de la editorial o los traductores españoles en virtud de quién sabe qué razones de tipo comercial. Nunca comprenderé este tipo de decisiones.

lunes, 2 de febrero de 2015

La dama de blanco

Es bien cierto que cuando uno limita sus lecturas mayoritariamente a la narrativa contemporánea, con su lenguaje actual, similar al que empleamos en nuestro día a día, el ritmo acelerado propio del siglo XXI, tramas, personajes y situaciones pegadas a la realidad moderna, supone un cierto esfuerzo inicial el sumergirse en la rica y suntuosa prosa del romance inglés del siglo XIX, con su ritmo más pausado, la enorme cantidad de formalismos expresivos, el rico lenguaje empleado, el estilo melodramático y las minuciosas descripciones de actitudes, gestos expresados o reprimidos, insinuaciones, medias palabras y demás sutilezas con las que se expresan en la sofisticada Inglaterra victoriana, complicada con la intrincada red de normas sociales que estructuran las relaciones personales. Es preciso de algún modo cambiar la mentalidad del lector, detenerse un poco y centrarse en disfrutar del viaje que supone paladear con detenimiento una de las grandes novelas clásicas inglesas, precursora del género de misterio, como se ha calificado repetidamente a esta novela de Wilkie Collins, "La dama de blanco".

Walter Hartright es un maestro de pintura contratado para instalarse por un tiempo en Limmeridge House donde debe instruir a dos jóvenes hermanastras, Marian Halcombe y Laura Fairlie, al tiempo que se ocupará de restaurar unos dibujos antiguos propiedad del señor de la casa, tío de dichas jóvenes. La víspera de su salida desde Londres tiene un inesperado e inexplicable encuentro con una misteriosa dama de blanco que merodea por un solitario camino y le solicita ayuda para regresar a la ciudad. En su breve conversación, la dama le indica que guarda un grato recuerdo de la anterior señora de la casa Limmeridge, madre de las futuras discípulas de Hartright. La figura de la misteriosa dama de blanco y su supuesta relación con la familia tendrá importante relación con la intriga que posterior se desarrollará, protagonizada por los habitantes de la mansión y que centra la trama de la historia, en la que el pintor se implicará personalmente para resolver un complejo caso lleno de misterios y secretos. La trama de la novela llega a ser totalmente cautivadora, llena de suspense y desasosiego y consigue atrapar la atención hasta la última página.

La novela se nos va contando a través de distintos narradores que nos transmiten su visión personal de los hechos que ocurrieron en Limmeridge. Igualmente, los estilos se van mezclando, pasando del relato en primera persona al estilo epistolar y lo mismo podríamos decir del género de la novela que incluye toques de romanticismo, de novela de misterio e investigación e incluso con alguna escena cercana al terror gótico. Abundan las puntillosas descripciones de los distintos personajes, tanto de sus características o rasgos físicos como de los elementos del carácter que de ellos se desprenden. La enorme riqueza del lenguaje es indiscutible, lo que convierte en un inmenso placer la experiencia de la lectura de esta obra donde se disfruta tanto de la forma exquisita como del fondo, una trama llena de enredos y engaños que provocan inquietud creciente y culmina con un desenlace emocionante. Una obra clásica que merece la pena, sin duda, rescatar para disfrute del lector actual.

lunes, 26 de enero de 2015

La buena reputación

Ya venía advertida por la buena experiencia que tuve hace algún tiempo con Ignacio Martínez de Pisón gracias a su novela "El día de mañana" de lo que me podía esperar con la lectura de esta, su última obra. Desde aquella otra ocasión lo tenía catalogado como un narrador excepcional y así me lo confirmaban las numerosas referencias leídas de este nuevo libro que no me ha defraudado en absoluto. "La buena reputación" presenta una brillante recreación de la sociedad española de los años 50 y siguientes, comenzando en el atractivo escenario de la ciudad de Melilla y el Protectorado de los territorios de Marruecos, con la descripción de la vida en las ciudades coloniales donde, bajo gobierno español, se conservan y conviven elementos de las culturas musulmana y judía junto a la cristiana.

La novela nos presenta la vida de la familia Caro a lo largo de más de cuarenta años, desde los primeros tiempos en Melilla donde Samuel, casado con Mercedes y padre de dos hijas, es una figura destacada e influyente entre la comunidad judía de la ciudad, si bien no es excesivamente religioso y está más pendiente de cultivar sus relaciones sociales y sus asuntos económicos. La huida de Sara, la hija menor, la creación del estado de Israel y la disolución del Protectorado español serán algunos elementos que marcarán el devenir de la familia y harán a sus protagonistas cambiar muchas de sus ideas previas. El traslado a Zaragoza, ciudad natal de Mercedes, supone un nuevo cambio para todos; la boda de Miriam, la hija mayor, la incorporación de Felisa, la asistenta, que se convertirá en un miembro más de la familia y la posterior ampliación de la misma al ir naciendo los nietos son algunos de los avatares que suceden durante los años del desarrollismo económico del país donde todos tratan de adaptarse a los nuevos tiempos. Los Caro no son más que una familia típica de aquella época y que está lejos de ser perfecta, pasan por los problemas habituales de cualquier familia y de muchos matrimonios: los conflictos generacionales de los padres con los hijos, las pequeñas rencillas y los rencores que conviven con el cariño y la lealtad entre sus miembros.

A lo largo de la novela se nos va describiendo una sociedad y unos años en los que nuestro país superaba los estragos de la Guerra Civil, la población trataba de incorporarse a la modernidad, conservando al tiempo, mejor que peor, las antiguas tradiciones; los avances más actuales y las más rancias costumbres conviviendo en el mismo espacio en cada casa eran lo habitual en aquellos tiempos, los sillones de escay con las estampas del Sagrado Corazón o los discos de moda que sonaban al tiempo que las coplas más castizas. Me ha resultado altamente interesante toda la información que sobre las prácticas religiosas y sociales de los judíos se va desgranando a todo lo largo del relato, integrándose de manera amena junto con el resto de información que se nos proporciona sobre la sociedad española, pero la destaco en esta ocasión porque creo que no hay mucha literatura que verse sobre la población judía española en la época contemporánea. Por otra parte, resulta acertada la forma de estructurar la novela, dividida en partes, cada una de ellas protagonizada por un miembro distinto de la familia. Cada una de estas distintas partes son en ocasiones versiones complementarias unas de otras y en ocasiones una visión alternativa, una mirada a los mismos hechos pero completada con datos e información que a los demás personajes se les habían ocultado o desconocían. Cada uno de los protagonistas nos presenta su versión de los hechos desde su punto de vista, en función de su edad o de su posición frente a los demás familiares.

El lenguaje de la novela es limpio y sencillo, sin complicaciones pero lleno de claras y expresivas imágenes y escenas capaces de transportarnos a las distintas épocas y escenarios. Así, el cuadro final resultante es un completo retrato costumbrista de la época de nuestros abuelos, pero fundamentalmente es el retrato de una familia española cualquiera que seguramente tenga muchos elementos en común incluso con nuestras propias familias en un tiempo ya pasado, aunque no tan lejano como para haberlo olvidado ya.

lunes, 19 de enero de 2015

Los últimos días de nuestros padres

Ya sé que menciono con (excesiva) frecuencia mi interminable lista de libros por leer, habitualmente lamentándome de no ser capaz de abarcar su inmensidad que crece a un ritmo mucho mayor que mi velocidad de lectura y temiendo, por tanto, que en muchas ocasiones ocurrirá que entre dichos libros pendientes se quedarán allí para siempre sin ser leídas grandes historias y estupendos personajes que nunca llegaré a conocer. Pero hoy traigo una novela que, por alguna razón, ha sido más afortunada que sus compañeras y ha salido de la insondable lista con bastante prontitud. Buena parte de la culpa de que esto haya sido así se debe sin duda al impulso que le ha proporcionado la fama de la anterior obra de su autor, el  suizo Joël Dicker; me refiero a "La verdad sobre el caso Harry Quebert", uno de los éxitos editoriales apabullantes del pasado año que tanto disfruté y que me ha animado a adelantarme tanto como ha sido posible para ponerme manos a la obra con esta otra novela, "Los últimos días de nuestros padres". Este es, por tanto, uno de aquellos casos en los que un éxito fulgurante de ventas ayuda a la promoción del resto de publicaciones de un escritor, incluso de las que vieron la luz con anterioridad, como es el caso de esta. Puede existir, como es natural, la tentación de tratar de hacer comparaciones entre ambas novelas, pero diría yo que no tienen apenas nada que ver, ni la temática ni el estilo. Sí que coinciden en ser ambas de lectura fácil y amena, en ambas demuestra su autor una gran valía como narrador, aunque diría que en esta que ahora nos ocupa el tratamiento de los personajes es más profundo y más acertado incluso que en la anterior novela de gran éxito. 

En lo que respecta a la trama del libro, nos encontramos en el año 1942, cuando un grupo de hombres (y una sola mujer) de origen francés y jóvenes en su mayoría, fueron seleccionados para integrar una sección del SOE británico (Special Operation Executive) que sería preparada para para operar como agentes en la Francia ocupada por los alemanes, formando y apoyando a la Resistencia, planeando sabotajes y demás medidas destinadas a debilitar al invasor y ayudar a las misiones de los Aliados. Del grupo inicial no todos superarán con éxito el proceso de formación, pero aquellos que lleguen al final conformarán un grupo unido por fuertes lazos de camaradería y cariño; a pesar de sus disparidades iniciales, sus diferencias de origen y caracteres, la convivencia, el entrenamiento y el objetivo común les unirán en un grupo cohesionado que se convertirá en lo más parecido a una familia con lo que todos ellos contarán durante aquellos años de guerra e incluso después.

Es esta una novela amable en la que nos encontramos frente a numerosos elementos positivos sobre los que destaca ante el resto el valor de la amistad junto con el amor filial incondicional, además de la exaltación de la verdadera valentía de personas normales y corrientes que se arriesgan desde lo limitado de sus capacidades por defender aquello en lo que creen, por salvar a los hombres de sí mismos.
"—¿Y qué te dijo el corazón durante la guerra?
—Que fuese valiente. El valor no es no tener miedo: es tener miedo y a pesar de ello resistir."
El ritmo de la novela es más bien lento, sosegado, más bien lo describiría como sereno, bordeando en ocasiones lo poético en cuanto a la prosa, centrado en ocasiones en los sentimientos más que en la acción. Pero así y todo, es una novela donde ocurren muchas cosas. Tratándose de una historia sobre agentes secretos en plena Guerra Mundial no abundan sin embargo las escenas bélicas como tales, es una novela de la guerra vista y vivida desde la retaguardia, desde la vida que continúa en las ciudades ocupadas, desde la resistencia de los civiles, desde los padres que esperan a que vuelvan sus hijos, una novela de la guerra alejada del campo de batalla. Los protagonistas están retratados con mucha cercanía, se convierten en personas por las que se puede perfectamente sentir aprecio, cada uno con sus defectos y sus fortalezas. Pasamos junto a ellos por calamidades y sufrimientos y vemos como se van urdiendo sus lazos de compañerismo y cómo se apoyan en el grupo como pilar fundamental en los duros tiempos de guerra en los que les toca participar activamente.

Una lectura, en definitiva, muy agradable, que reconforta fundamentalmente por el tratamiento positivo del ser humano en medio de la adversidad, por la certeza de que, con todas sus debilidades y fallos, el hombre puede hacer grandes cosas cuando se lo propone. 
"Nada más que seres humanos ordinarios, convertidos en una multitud clandestina para ayudar a la humanidad en peligro. Todavía creían en la especie humana, los muy infelices."

lunes, 12 de enero de 2015

La señorita Dashwood

La joven Cassandra Dashwood ha terminado sus estudios en el colegio y siendo huérfana reciente debe buscarse una ocupación con la cual mantenerse; el trabajo de institutriz se plantea como una ocupación adecuada a una señorita de su posición, suficientemente digna como para adoptarla como profesión. Pero Cassandra ha leído demasiadas novelas románticas, por lo que llega a Cropthorne Manor dispuesta de antemano a enamorarse de su nuevo patrón que parece reunir todos los elementos necesarios para convertirse en un marido de romance: suficientemente joven, viudo, algo taciturno y solitario y con aire misterioso. Pero en la mansión conviven otros miembros de la familia y del servicio entre los que existen relaciones complicadas y que no favorecen el buen ambiente del hogar.

Cuesta hacerse a la idea del momento en que se ubica temporalmente "La señorita Dashwood" de la escritora británica Elizabeth Taylor, que no es sino en los años de la postguerra, a mediados del siglo XX. A lo largo de la lectura muchas veces me sentía inmersa en una novela victoriana, no sólo por la figura de la institutriz en una casa señorial y el señor ocioso que apenas abandona la mansión donde mantiene un pequeño grupo de familiares que viven a su costa, sino por todo el ambiente de la historia, las relaciones de la familia con el personal de servicio, la nanny, la criada... No hayamos en la ambientación apenas elementos que nos haga situarnos en la época: no aparece ni un teléfono, ni siquiera una radio, aparte de las repetidas referencias a la necesidad de hacerse con una nevera, podíamos encontrarnos fácilmente en cualquier vicaría inglesa de mediados del XIX, con su jardín abandonado y su antiguo cementerio anexo, con el frío colándose por la viejas ventanas y las criadas murmurando al calor de la chimenea de la cocina. Las descripciones del desbaratado jardín y de los campo adyacentes, del bar del pueblo o de la vieja mansión decadente con su antigua biblioteca y sus humedades, que la convierte en algo muy alejado de un hogar acogedor, la lluvia y la niebla colaboran en conformar una opresora atmósfera, donde las tensas relaciones familiares que ocultan secretos, cuyo descubrimiento al final de la novela constituirán casi el único elemento de acción de la historia, ayudan para convertir a esta obra en una lectura fuera del tiempo que recuerda sin duda a las novelas de otras épocas a las que claramente rinde homenaje, desde la profesión de la protagonista, idéntica a la de Jane Eyre, hasta su apellido, copiado de las protagonistas de Sentido y Sensibilidad, película que, por cierto, acuden a ver al cine en la propia novela, y añadiendo a todo esto unos personajes que parecen actuar adrede a imitación de las grandes figuras románticas de siglos anteriores, con sus silencios, sus sobreentendidos y sus rencillas más o menos ocultas.

No puedo decir que me haya entusiasmado la novela, lo cierto es que me he pasado todo el libro esperando a que pasara algo realmente destacable, me ha parecido que no se elevaba en ningún momento el nivel de interés, que todo el relato mantenía un tono demasiado plano, salvo la ligera sorpresa final. Si bien me han parecido correctamente retratados los personajes, no los he encontrado suficientemente atractivos como para que me marquen de ninguna manera o dejen una huella permanente en mi memoria, tal vez porque no llego a ser una apasionada de las novelas a las que aquí se homenajean, no he logrado quedar prendada de esta inocente e ilusa señorita Dashwood que, seguramente, será capaz de enamorar a aquellos que adoren las novelas victorianas clásicas. Por tanto, resultándome correcta, no creo que sea esta una novela de las que me lance a recomendar, ni tan siquiera creo que permanezca en mi recuerdo después de un periodo prudencial de tiempo. Pero esta no es más que mi opinión, que conste.

miércoles, 7 de enero de 2015

Vestido de novia

De tantas novelas como vamos leyendo, nos encontramos con muchas obras que tienen algo destacable, que nos gustan por motivos diversos. Con frecuencia encontramos historias entretenidas, divertidas, emocionantes en distintos grados, algunas que nos entusiasman y otras que simplemente nos hacen pasar el rato, sin hablar de las que, sinceramente, podíamos haber omitido si llegamos a saber previamente que no nos iban a aportar mucho o nada. Yo suelo tener dificultades para establecer esos ránkings de "mejor lectura del año" que tanto he visto publicado en estos últimos días y que, lo confieso, siempre consulto para encontrar orientaciones de otros lectores sobre posibles buenas lecturas que haya podido pasar por alto y que me apetezca añadir a la siempre creciente lista de libros por leer. Pero nunca me resulta fácil determinar cuál ha sido mi libro favorito de todos los leídos en un año completo, cada uno tiene algo: puede haber una mejor comedia, una mejor novela romántica o una estupenda histórica, sin poder decidirme por un solo libro para situar por encima de todos los demás. Este año, sin embargo, voy a hacer una excepción y voy a entronizar además una novela que he leído en la última semana del año, pero que considero que me ha salvado doce meses completos de lectura y sospecho que a lo largo del año que viene va a ser uno de esos casos de recomendaciones que va pasando de boca a oreja entre amigos y conocidos y que va a resultar también el gran éxito del nuevo año 2015. Yo al menos no paro de recomendársela a todo aquel con el que me cruzo y que pronuncia la palabra "libro" al alcance de mi oído.

Y es que no es frecuente encontrarse con novelas como este "Vestido de novia", de Pierre Lemaitre, con una historia que te explota de repente entre las manos, que te deja (al menos a mí me ha pasado) con la boca abierta y los ojos como platos, que te hace sentir rabia, sorpresa, incredulidad, auténtica inquietud; que te agarra por el cuello y no te permite soltar el libro hasta resolver el endemoniado enredo que tienes ante los ojos. El relato es intenso, perturbador, confuso. Sophie, la protagonista, no recuerda, cree estar loca, la encontramos desquiciada, angustiada. Huye, no sabe bien de qué. Aunque Sophie es una asesina que se esconde, no podemos más que sentir simpatía por ella de algún modo, desear que nunca la encuentren, tal vez porque no tenemos muy claro que haya cometido esos terribles crímenes sin sentido, en realidad ni ella misma lo cree, una parte de su cabeza, donde aún queda algo de cordura no lo acaba de creer. Sólo vemos una mujer que sufre intensamente, que lucha contra su propia locura y que desea dejar de huir en algún momento. Y, repentinamente, el argumento da un giro que te deja petrificado, todo cambia de perspectiva y nos presenta otra cara de la historia, algo sorprendente y aterrador, la verdadera cara de una pesadilla que no imaginamos a dónde nos lleva ni de donde procede, cuál ha sido su origen, lo que la ha motivado ni cuál será su desenlace. Y necesitamos saber y para ello habrá que leer a toda velocidad, sin poder soltar el libro, ansiando llegar al final y resolver el asunto, o tal vez no queramos en realidad que se resuelva si sospechamos que puede no ser agradable. Reconozco que tras la explosión del argumento, tras ese momento en que la experiencia de la lectura se convierte en el pico de una enorme montaña rusa, era difícil que el final de la historia acabara mucho más en alto, todo es desde entonces caída libre, no hay un nuevo punto álgido a la conclusión pero no hace falta tampoco, ya hemos tenido suficiente emoción y sólo estamos deseando ver cómo acaba esta enloquecida historia. Creo que no soy capaz de transmitir toda la angustia y la desazón que he experimentado leyendo esta novela, así que no puedo más que repetir lo que vengo diciendo estos días a diestro y siniestro: "tienes que leer esta novela". Y ya no os puedo contar más.