Hace tiempo que veo rondar por la red comentarios entusiastas sobre esta novela, "Americanah", una historia sobre jóvenes africanos emigrados a Estados Unidos obra de la autora nigerana Chimamanda Ngozi Adichie. Reconozco que temía que un entorno en principio tan extraño al mío como es el de la sociedad nigeriana me iba a llevar a encontrar una historia que quizás me pillara muy lejana, en unos escenarios totalmente ajenos a mi propia experiencia y sobre unos personajes con los que no sabía si podría conectar. Y es que tengo la sensación de que la visión que desde España tenemos de Nigeria y su población procede eminentemente del tipo de inmigración que recibimos desde aquel país: jóvenes generalmente poco cualificados y que permanece en ámbitos casi marginales de nuestra sociedad. Poco que ver con la imagen que la novela nos traslada de una juventud altamente formada, con grandes influencias culturales del Reino Unido, lo que se refleja especialmente en el correcto idioma inglés que se maneja entre las clases más formadas, lo que se combina con los sueños de unos jóvenes de salir de su país para desarrollar sus carreras profesionales en entornos más favorables, bien en el Reino Unido, bien en los Estados Unidos.
Dentro de este grupo de nigerianos educados y formados se encuentran los protagonistas de la novela, empezando por Ifemelu, una joven que regresa tras quince años residiendo en los Estados Unidos donde ha cursado estudios universitarios y donde gestiona un interesante y exitoso blog sobre las condiciones de vida y las peculiaridades con las que se encuentran los negros no norteamericanos en aquel país. A su regreso a Nigeria Ifemelu se resiste a reencontrarse con su antiguo novio, Obinze, que ahora es un hombre de negocios de gran éxito en Lagos. Precisamente la conciencia de que ninguno de ellos son las mismas personas que eran tantos años antes, cuando ambos eran prometedores estudiantes de secundaria llenos de sueños y planes en común, la conciencia de lo mucho que han cambiado ambos retrasa este encuentro.
En ese espacio de tiempo Ifemelu va recordando cómo era la Nigeria en la que se educó y creció: un país revuelto y efervescente con una población hundida en el desencanto de las huelga continuas, las protestas contra el gobierno, funcionarios que no reciben sus pagas, universidades paralizadas y jóvenes que suenan con escapar a América como pudo hacer ella. Igualmente reflexiona sobre la sorpresa que sintió cuando descubrió la imagen que de los africanos tienen los norteamericanos, la cantidad de prototipos y prejuicios sobre África en general que el desconocimiento de la realidad provoca. Allí ella pertenece a un grupo ajeno al de los afroamericanos, es una verdadera africana, un elemento exótico que los americanos identifican con costumbres tribales, pueblos pobres subdesarrollados sobre quienes hacer caridad a través de múltiples ONGs, pero les cuesta considerarlos como iguales, miembros de sus universidades, vecinos en sus propios barrios.
A su regreso, lo que Ifemelu se encuentra es una Nigeria que ha evolucionado hacia una sociedad occidentalizada ávida de riqueza y éxito en base a un nuevo resurgir de la economía donde la ambición por la formación y la cultura ha sido sustituida por la persecución del mero éxito económico.
Me habría gustado leer esta novela en inglés para captar en versión original los contrastes entre el habla británica y la norteamericana, la cantidad de giros y expresiones que a Ifemelu tanto le sorprenden, la diferencia en cuanto a educación y cultura dentro del mismo país que suponen, por lo que recomiendo a quien tenga la posibilidad de hacerse con esa versión original y ser capaz de leerla, no dude en hacerlo. También confieso que he acabado un poco saturada de tantas reflexiones sobre la raza y sus avatares porque con frecuencia las reflexiones superan al argumento, se da más disgresión que narración, más antropología que puro relato. Pero a pesar de ello he descubierto a una buena narradora que transmite a la perfección las circunstancias de una sociedad y de unos personajes que, continentes de origen aparte, color de piel o problemas de control del pelo más o menos crespo aparte, en lo básico no se diferencian tanto de cualquiera de nosotros.
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