sábado, 14 de enero de 2017

Patria

A Bittori le mataron al marido, el Txato, de un tiro en la cabeza a la puerta de su casa, en el pueblo donde nació y vivió, donde crió a sus hijos. Tras el asesinato tuvo que trasladarse a San Sebastián siguiendo el consejo de los hijos, enterrar allí al marido y huir de las miradas torvas e incluso de los insultos de los que la conocen de siempre, los que convierten a las víctimas en culpables, los que consideran que algo haría el Txato para que lo mataran los salvadores de Euskal Herria. Ella sólo pretende que alguien le pida perdón antes de morir. El asesino de Txato pudo perfectamente ser el hijo de Miren, la que había sido la mejor amiga de Bittori desde que eran crías y los maridos, Joxian y el Tatxo, camaradas de partidas en el bar, del club ciclista, hasta que el terror los separó. Pero ahora Miren sólo trata de seguir adelante, quiere que a su hijo, un joven valiente que se sacrificó por la libertad de su patria, le trasladen a una cárcel cercana para verlo con más frecuencia y no saber nada más de esos, demasiado tiene ella con ocuparse de su hija incapacitada y de sufrir por su hijo preso. Porque ella, ante todo, debe ser leal a su hijo y su lucha y a su propia familia.
"Se quedó mirándolo. Su hijo. De pequeño lo había lavado, lo había vestido, le metía a cucharadas la papilla en la boca. Haga lo que haga, me dije, será mi Joxe Mari y lo tengo que querer."
Fernando Aramburu, escritor vasco autoexiliado en Alemania, nos ofrece en "Patria" un relato a dos voces que nos muestra las dos caras de un conflicto que desangró el País Vasco durante décadas y sembró todo el país de muertes que en Euskadi fueron acompañadas de miedo, silencio, vergüenza, humillación, pena, ira, rabia, rencor, soledad, incomprensión. Nos lo cuenta sin dramatismos ni estridencias añadidas al propio dramatismo que supone convivir con el horror a diario, sentirlo en las propias carnes y que te lo inflija un vecino, alguien al que considerabas amigo pero que tenía ideas diferentes a las tuyas y defiende esas ideas a través del asesinato, anteponiendo sus ideales a cualquier otro principio moral. Y pasados los años la paz parece justificarlo todo: el olvido, la indiferencia, el perdón, pero ni siquiera tienen claro quién debe perdonar a quién.
"Así me lo dijo. Que no vaya al pueblo para no entorpecer el proceso de paz. Ya lo ves, las víctimas estorban. Nos quieren empujar con la escoba debajo de la alfombra. Que no se nos vea y, si desaparecemos de la vida pública y ellos consiguen sacar a sus presos de la cárcel, pues eso es la paz y todos tan contentos, aquí no ha pasado nada."
Y los hay que quieren olvidar y los que no, los que quieren perdonar o que les pidan perdón, los que prefieren mirar a otro lado, hacer como que no pasó nada, borrar el pasado y los que se aferran a aquello que pasó como un perro a su presa y reviven día a día su sufrimiento negándose a pasar página, cada uno enfrentando su drama como puede o sabe. Contemplamos la cotidianeidad del enfrentamiento, cada familia a un lado del conflicto viendo cómo sus hijos son sacrificados en la pira del terror a la que se entregan como héroes del pueblo. Produce escalofríos ver cómo la juventud, jaleada por sus mayores, crece empapada del fanatismo irracional, de la justificación del odio y la violencia, de la deshumanización del "enemigo", una cultura de odio basada en un supuesto ideal político que corrompió toda una sociedad. Y cada uno se enfrenta a esa miseria como puede: unos sin dar su brazo a torcer, otros tratando de alejarse discretamente sin llamar la atención, pero, en cualquier caso, todos con las vidas inexorablemente arruinadas, víctimas y verdugos.
"Una cicatriz quedará siempre. Pero una cicatriz ya es una forma de curación. Y no sé vosotros, pero me gustaría que llegase para mí el día en que al mirarme en el espejo vea no sólo la cara de una persona reducida a ser una víctima."
Una lectura durísima pero necesaria, imprescindible para todos aquellos con un mínimo de interés por nuestra Historia reciente.

6 comentarios:

  1. Esperando turno está en casa. Solo leo buenas críticas así que tengo muchas ganas de empezar a leerlo. Saludos.

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    1. Seguro que no te defrauda. Es pura literatura y con un fondo escalofriante. ¡Magnífico! Disfrútalo.
      Saludos.

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  2. Comparto contigo que este tipo de lecturas son necesarias, a pesar de la dureza.
    Este libro lo tengo apuntado en mi lista de pendientes.
    Un abrazo

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    1. Cuando las cosas están bien escritas, bien contadas, se agradece sobremanera que te hagan ver la realidad además de hacerte disfrutar de la pura lectura. Espero que te guste como a mi.
      Saludos.

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  3. He leído muy buenas críticas de este libro, y tendré que hacerle un hueco. Y aunque considere que la literatura no tiene por qué jugar ningún papel extra literario, nunca está de más que una obra sea necesaria y saque a la palestra un tema así.
    Un abrazo.

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    1. Yo no creo que la literatura esté para denunciar, sino para contar historias, para mostrarnos el mundo y hacerlo no como lo haría un periodista ni un historiador, sino a través de las personas, los sentimientos, convertir la realidad en arte, no sólo contar sino recrear. Esta obra es pura literatura a pesar de contar una realidad. Espero que la disfrutes.
      Saludos.

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