jueves, 9 de julio de 2015

Así empieza lo malo

Hay autores que, de alguna manera, escriben siempre el mismo libro, o más bien que cuentan distintas historias pero siempre del mismo modo, con el mismo lenguaje, desde la misma postura, con el mismo narrador, aunque éste cambie de nombre de un libro para otro. Esto tiene un aspecto negativo, que puede ser que el lector se canse de encontrar siempre los mismos temas e idéntico estilo pero también, para los que somos seguidores entusiastas de su mundo creativo, supone una satisfacción reencontrarnos con él, saber lo que vamos buscando y encontrarlo en cada una de sus novelas, volver a introducirnos en su universo, en sus reflexiones sobre el hombre y sus relaciones y disfrutar, por supuesto, de su prosa magistral.

Por eso es que he disfrutado tanto con esta última novela de Javier Marías, "Así empieza lo malo", en el que muestra nuevamente su habilidad para contarnos una historia en la que la acción es sobrepasada por las reflexiones del protagonista que le da vueltas y revueltas en sus pensamientos e ideas fijas, con sus largos monólogos mediante los cuales conocemos al joven Juan de Vere, espectador de un mundo de adultos al que acaba de incorporarse en los primeros años post franquismo como ayudante o asistente personal de un notorio director cinematográfico. Junto a él asiste a reuniones sociales, le atiende con sincera devoción en tareas lo mismo de secretario como de chico para todo, conviviendo como uno más de la familia y participando de su esfera de amistades entre las que se cuentan personajes notables del cine  y la cultura del momento. En este ambiente se desenvuelve el relato que gira en torno al amor, al matrimonio, al deseo y al descubrimiento, a los temas clave de Marías que vuelve a analizar sus obsesiones, sus temas fetiche: la verdad y la mentira, los rumores, las convenciones sociales, las relaciones personales, de amor, amistad o mera conveniencia, el paso del tiempo, los recuerdos frente a la realidad, la juventud, la madurez, las desilusiones que proporciona la vida, el fin de los sueños y la inconsciencia de la juventud, temas, en fin, que no son nuevos y a los que el autor les da una y mil vueltas reflexionando sobre ellos en boca o a través del joven de Vere y de sus conversaciones con los demás personajes.

Marías tiene una característica que en otros autores tal vez sería un defecto pero que él lo aprovecha al máximo, se convierte en pieza fundamental y reconocible de su estilo: es la capacidad de irse por las ramas, de que se le vaya el santo al cielo, de agarrar un elemento cotidiano o una frase de un diálogo y desarrollar toda una teoría a su alrededor, darle cien vueltas y después de engancharnos en su disgresión, retomar con naturalidad el hilo de la narración que dejó en suspenso. Esa es una de las cosas que me encantan de sus relatos, la capacidad de reflexionar sobre cualquier cosa, de buscarle las vueltas a todo, de analizar cada gesto, cada actitud, cada palabra. 
"Tuve la sensación de que disfrutaba con sus demoras: ya que había accedido a contarme, tendría que ser a su ritmo y manera. Ese es el privilegio del que cuenta, y el que escucha no tiene ninguno, o solamente el de marcharse. Yo no me iba a ir aún, desde luego"
Así hay que leer a Javier Marías, dejando que sea él el que marque el ritmo, aceptando sus demoras, disfrutando de lo que nos cuenta, a su estilo. 

4 comentarios:

  1. Yo también hice una reseña de este libro. Estoy de acuerdo contigo. Marías crea mundos en los que te sumerges y no quieres salir y al final, no interesa tanto lo que cuenta, como la manera de contarlo.
    Me gusta tu blog y te sigo.
    Un saludo.

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    1. Así ocurre con Marías, destaca la forma sobre el fondo.
      Gracias por seguirme.
      Saludos.

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  2. Te he nominado al premio Best Blog. A mí me nominó Ana M. de "Devoradora de letras" cuyo blog te recomiendo visitar.
    Un saludo.

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    1. Muchas gracias por la nominación. Visitaré vuestros blogs de inmediato y espero disfrutarlos.
      Saludos.

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