Esta breve novela recoge la relación epistolar real que se desarrolló a lo largo de veinte años entre una vivaz y enérgica norteamericana, Helen Hanff, dramaturga frustrada y escritora de guiones para tv, gran apasionada de la literatura, en especial de los libros antiguos, y los empleados de una librería de antiguo situada en la dirección que da título al libro, en la triste ciudad de Londres de los años posteriores a la 2ª Guerra Mundial.
El inicio de la relación es estrictamente mercantil: la norteamericana busca volúmenes clásicos bien editados y se dirige a este comercio, ya que en la cosmopolita Nueva York donde reside no encuentra lo que busca. Con el tiempo, la relación va creciendo y derivando en algo más personal cuando la descarada y espontanea americana se involucra en problemas de los británicos, afectados por la escasez y el racionamiento de alimentos propios de la época de postguerra. Del intercambio de libros pasan al envío de bienes de primera necesidad y otros menos esenciales pero que no son de fácil adquisición para los ingleses, como medias para las damas. La actitud de la americana, deslenguada, divertida e irónica, contrasta con la exquisita prudencia y corrección que caracteriza a los británicos, pero poco a poco se va debilitando esta coraza de distanciamiento y ambas partes se involucran en una larga relación personal en la que se incluyen, no sólo los empleados y propietarios de la librería, sino también sus familias, algún vecino, etc.
Es este un hermoso libro sobre libros donde la atracción no se dirige sólo al contenido literario de los mismos, sino que alcanza al libro como objeto de culto, como testigo de vivencias, la americana adora tacto de estos objetos antiguos, admira las cuidadas ediciones, el olor del papel, incrementado por el hecho de ser libros ya usados, disfrutados por otras personas antes que ella lo que los hace más valiosos todavía. En palabras de la propia Helene:
"Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo. El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: «Detesto leer libros nuevos.» Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo."Y sobre un volumen de Orgullo y Prejuicio, comenta:
"el libro tiene todo el aire de parecerse a la mismísima Jane: piel suave, delgado, impecable."
Una visión, en fin, de dos sociedades diferentes, de unos personajes separados por un océano pero parejos en su pasión por los libros. Muy recomendable lectura, por tanto, para todos aquellos que compartan esta pasión.
No me resisto a citar, por último, a Helene, cuando se pregunta:
"¿Porqué será que personas a las que jamás se les pasaría por la imaginación robar nada encuentran perfectamente lícito robar libros?"
Una declaración de amor (loco) por los libros como ninguna otra.
Maravilloso libro. Lo leí durante estas vacaciones. La reseña la tengo pendiente para finales de este mes. Lo he disfrutado tremendamente, como parece que has hecho tú...
ResponderEliminarUn beso, y gracias por pasarte por mi blog. Nos leemos...
¡cómo transmite el amor por los libros! ¿verdad? yo lo leí el año pasado y debo decir que me gustó muchísimo.
ResponderEliminar