domingo, 12 de enero de 2025

Las aventuras de Huckleberry Finn

Poquito a poco, sin prisa pero sin pausa, voy tratando de cumplir con mi propósito de incluir entre mis lecturas novelas clásicas que voy alternando con las novedades editoriales. Pero se da el caso de que en los últimos meses viene siendo muy comentada y buen valorada la novela "James" en la que se hace una revisitación de uno de los personajes de una de esas novelas clásicas que tenía pendiente como es "Las aventuras de Huckleberry Finn" de modo que he encontrado la excusa perfecta para adentrarme en este clásico juvenil que se lee con agrado, independientemente de la edad que se tenga. 

Huckleberry es el mejor amigo de Tom Sawyer, personaje mítico creado por Mark Twain, el gran cuentista norteamericano del siglo XIX, y cuya historia leí siendo niña y siempre me pareció un personaje fascinante el de ese niño libre e ingenioso que corría tantas aventuras peligrosas. Sin embargo nunca hasta ahora había continuado con la secuela de aquella primera novela en la que Huck se convierte en protagonista y narrador de su propia historia. La novela nos cuenta cómo, al desaparecer su padre, Huck es adoptado por la viuda Douglas que junto a su hermana, la señorita Watson, se esfuerzan por que el chico asista a la escuela y aprenda buenos modales, pero las dos bienintencionadas ancianas no logran aplacar en modo alguno su espíritu salvaje. El niño sólo piensa en divertirse junto con otros chiquillos entre los que Tom Sawyer es el líder porque sabe un montón de cosas que ha aprendido en los libros y siempre es el modelo y ejemplo por el que se guiará Huck en sus futuras andanzas, aunque lo cierto es que cuando Tom acuda en su ayuda no causará más que estropicios a causa de su desaforada imaginación.

"¡Qué cabeza para no ser más que un muchacho! Si yo tuviera la cabeza de Tom Sawyer, no la cambiaría por ser duque, ni piloto de un barco de vapor, ni payaso de circo, ni nada que se me pueda ocurrir."

Cuando el temible padre, un patán borracho y violento, reaparece, obliga a Huck a volver con él, tiene que abandonar la escuela y volver a la vida errante, aguantar su mal humor y sus palizas, hasta que sus ansias de libertad le llevan a fingir su muerte y escapar en una gran aventura que le llevará hacia el sur a lo largo del río Mississippi y en la que le acompañará Jim, el negro grande al servicio de la casa de la viuda Douglas que ha escapado de su dueña para evitar ser vendido. "y ya soy rico ahora si lo piensa uno bien. Soy dueño de mí mismo y valgo ochocientos dólares. Ojalá tuviera el dinero; ya no querría más."  Jim cuenta como nadie historias de brujas que embelesan a todos y vive pendiente de evitar todo lo que atraiga la mala suerte o prediga la desgracia. Ambos compartirán gran parte del trayecto con un rey y un duque que no son más que unos charlatanes y unos timadores y que van de un problema a otro sin parar, arrastrando con ellos a los dos amigos.

Twain retrata aquí de bueno el sur esclavista de los estados sureños, la población que malvive entre la miseria y el fervor religioso, cargados de supersticiones y bajo el terror a los fantasmas y al diablo que forman parte de su día a día; donde los conflictos se resuelven a disparos y la violencia es algo cotidiano y habitual. Huck se debate entre el cariño que siente por Jim y los remordimientos por participar en su fuga, ya que cree firmemente que su amigo hace mal en huir de su legítima propietaria pero también quiere lo mejor para él. Siempre le acompaña la duda y la indecisión sobre cómo debe actuar, qué es lo correcto y qué lo conveniente. "Pero es lo que pasa siempre; no importa que uno haga las cosas bien o mal, porque la conciencia no tiene sentido común y siempre se le echa a uno encima pase lo que pase." Miente y fabula constantemente para salvar su vida, para escapar de su padre, de los bandidos, para sobrevivir en ese mundo salvaje en el que se sumerge junto con el fiel Jim donde conocerá el miedo, pondrá su vida en peligro a diario y morirá al menos un par de veces. Pura literatura de aventuras.

"«¿de qué sirve aprender a hacer bien las cosas cuando tienes problemas si las haces bien y ningún problema si las haces mal y el resultado es siempre el mismo?» Estaba atrapado. No podía responder a aquello. Así que pensé que no me seguiría preocupando del asunto, y a partir de entonces siempre hago lo que me parece mejor en cada momento."

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