viernes, 18 de diciembre de 2020

El corazón con que vivo

El prolífico y polifacético autor José María Pérez Peridis que hasta ahora se había especializado en relatos protagonizados por personajes históricos de la España medieval, avanza ahora varios siglos sin salir del escenario de su amada Castilla para trasladarse con su última obra, "El corazón con que vivo", al año 1936, en los días inmediatamente anteriores al estallido de la Guerra Civil en dos pueblos palentinos vecinos, Piedras Negras y Paredes Blancas, situados en una zona que supone el cruce de caminos entre la Meseta y la costa de Santander. Los dos pueblos hermanos representan a pequeña escala lo que era España en ese momento, ideológicamente dividida en dos bandos: los progresistas, socialistas y republicanos frente a los conservadores, clericales y monárquicos, falangistas y rojos frente a frente, los defensores de la República ante los que creen que había que dar un giro a la situación de descontrol y violencia existente. Todas las tendencias del arco político están representadas entre los habitantes de la comarca que convivían en una paz relativa hasta que la guerra les obligue a posicionarse frente a frente.

Las historias principales de la novelas están protagonizadas por las familias de los dos doctores locales: Honorio Beato, falangista hasta la médula, defensor de la Iglesia, la familia y los principios más conservadores, y por otro lado Arcadio Miranda, progresista, republicano y simpatizante del Frente Popular. El primero cuenta con tres hijas casaderas que frecuentan a los jóvenes del pueblo entre los que se encuentran los dos hijos de don Arcadio, también médicos como su padre y activos progresistas, siendo el mayor de ellos, Gabriel, un ferviente republicano, defensor del orden constitucional con cargo de concejal en el Ayuntamiento en el que su cuñado ejerce como alcalde.

"Aquella tarde, la situación en Paredes Rubias era de estupor, desconcierto y confusión. La guerra no era una cosa distante como la de Marruecos, ni un asunto lejano y de otros. Estaba allí mismo, en medio de los vecinos, cavando sepulturas y trincheras en los corazones. Sin llamar a la puerta se había colado por la plaza Mayor y nada más llegar había dejado una familia de luto."

Las guerra irrumpe en la cotidianeidad de cada uno de ellos, los sueños románticos de las jóvenes se encuentran ahora con el obstáculo de que los pretendientes se encuentran en el bando ideológico contrario. Los vecinos se convierten en enemigos, los hermanos en combatientes, el pueblo y sus habitantes se dividen en rojos y azules, enemigos irreconciliables y todo se aplaza y se supedita al desarrollo de la contienda.

"Esta guerra la hemos perdido todos"

Y después llegará la postguerra con sus ajustes de cuentas, las depuraciones, la miseria y las desigualdades en función de dónde se haya combatido. Los protagonistas deberán hacer su parte para emprender el difícil camino había la reconciliación, no sólo de los vecinos del pueblo sino la de todo un país. El tono general de la novela es fundamentalmente positivo, esperanzado en la capacidad de perdonar, de superar los enfrentamientos y de pasar página trabajado unidos por cerrar las heridas causadas, algo que hasta hace algunos años parecía que se había logrado en este país, aunque ahora algunos se empeñen en que aquellas heridas nunca se acaben de cicatrizar.

2 comentarios:

  1. Es que hay gente a la que le viene bien que estas heridas nunca cicatricen... Tomo nota del libro, que no lo conocía y creo que podría gustarme.
    Besotes!!!

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    1. Está claro que los que vivieron la guerra supieron pasar página como se comprobó en la Transición y como se muestra en la novela. Son otros los que ahora quieren remover las aguas por lograr beneficios políticos. El libro cuenta muy bien cómo cada uno tenía sus ideas y pasó la huerta en el lado que eligió o en el que le tocó pero siguieron siendo vecinos, familiares, amigos y amantes al margen de las ideologías.
      Espero que lo disfrutes si te lo cruzas algún día.
      Saludos.

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