Ya ha terminado el verano en Marhem, una pequeña localidad turística sueca a orillas de un lago conocido popularmente como La Bruja. Greta, su pareja Alex y la pequeña Smilla salen de excursión en barca hasta un pequeño islote cercano. La aventura se tuerce cuando el padre y la niña no regresan a donde Greta les está esperando. Este es el arranque de "Sin rastro", un thriller vertiginoso con el que Caroline Erksson ha triunfado a nivel mundial. Asistimos a la frenética búsqueda de Alex y su pequeña hija por parte de Greta que nos va relatando en primera persona tanto la angustiosa situación en que esta se encuentra al ignorar qué les ha ocurrido a Alex y a la niña, como el origen de su relación con aquel, un romance del que iremos descubriendo el lado más oscuro. Greta nos irá desvelando poco a poco la verdadera naturaleza de esa relación de pareja y también episodios de su propio pasado, de su relación nada fácil con su madre, del papel que su padre tuvo en la infancia y de sus propios problemas mentales.
El ambiente en el que se desenvuelve la historia es de tensión e incertidumbre permanentes. Nos encontramos en algún momento con una sensación de irrealidad, de estar viviendo en mitad de un mal sueño en ese pueblo prácticamente deshabitado, donde en su abrumadora soledad Greta no entabla contacto más que con una extraña pandilla de adolescentes que vagabundean por la zona y uno de los pocos vecinos que allí permanecen una vez finalizada la estación veraniega. Alcanzamos cierto momento, cuando descubrimos la verdadera situación de la protagonista, en que la novela se vuelve algo confusa, cuando los delirios y la ansiedad se apoderan del relato y la propia mente de la joven la traiciona, confunde recuerdos con realidad y llevan la novela a un ligero bache. A partir de ahí el giro de la acontecimientos hace volver a remontar el interés de la historia que nos descubre una serie de testimonios de mujeres atrapadas en matrimonios basados en el engaño y la traición. Finalmente, la solidaridad entre mujeres y el amor maternal acabarán salvando la historia cuyo final termina siendo más positivo y optimista de lo que nos hubiéramos podido imaginar a lo largo de la lectura.
El ambiente en el que se desenvuelve la historia es de tensión e incertidumbre permanentes. Nos encontramos en algún momento con una sensación de irrealidad, de estar viviendo en mitad de un mal sueño en ese pueblo prácticamente deshabitado, donde en su abrumadora soledad Greta no entabla contacto más que con una extraña pandilla de adolescentes que vagabundean por la zona y uno de los pocos vecinos que allí permanecen una vez finalizada la estación veraniega. Alcanzamos cierto momento, cuando descubrimos la verdadera situación de la protagonista, en que la novela se vuelve algo confusa, cuando los delirios y la ansiedad se apoderan del relato y la propia mente de la joven la traiciona, confunde recuerdos con realidad y llevan la novela a un ligero bache. A partir de ahí el giro de la acontecimientos hace volver a remontar el interés de la historia que nos descubre una serie de testimonios de mujeres atrapadas en matrimonios basados en el engaño y la traición. Finalmente, la solidaridad entre mujeres y el amor maternal acabarán salvando la historia cuyo final termina siendo más positivo y optimista de lo que nos hubiéramos podido imaginar a lo largo de la lectura.
No considero que el libro tenga el nivel para ser considerado, tal y como he leído en alguna crítica, "un fenómeno literario internacional" pero sí que es lo suficientemente emocionante como para proporcionarnos un buen rato de lectura veraniega con momentos trepidantes y un punto de reflexión sobre las relaciones tóxicas y el daño que provocan en las personas sometidas a ellas .
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