jueves, 15 de diciembre de 2016

La corona maldita

Cuando a Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, le nombran rey de España, siendo el primer Borbón que se ciña la corona de este país con el nombre de Felipe V, nadie le había pedido su permiso ni su opinión, nadie se planteó que ser nombrado rey fuera lo peor que le podía ocurrir a este hombre depresivo y esclavo de sus pasiones que nunca quiso hacerse con ese cargo y jamás logró sentirse a gusto ostentando el cetro de uno de los reinos más poderosos de la época.

"La corona maldita", de Mari Pau Domínguez, se centra en los años en los que Felipe, ya viudo de su primera esposa, María Luisa de Saboya, contrae matrimonio nuevamente con Isabel de Farnesio, una princesa italiana más ambiciosa e intrigante de lo que se esperaba de ella en principio y claramente más centrada en manejar el poder que su propio esposo. Isabel se traerá a la Corte, no sólo a sus propios consejeros, sino también expandirá por el país la moda, los usos y la gastronomía de su Parma de origen. Cuando el rey de las primeras muestras de desequilibrio mental, su melancolía extrema, un estado que hoy día conoceríamos como depresión, cuando sus excentricidades sean difícilmente disimulable, la reina no dudará en tomar el mando de la situación, demostrar su fuerte carácter y determinación negándose a perder el timón del reino, dispuesta a imponer su voluntad y lograr su fin último: que sus hijos alcancen puestos de relevancia frente a los hijos habidos del primer matrimonio del rey.

Mediante escenas excesivamente explícitas y reiterativas se nos muestra la obsesión por el sexo del monarca, además de sus muchas otras obsesiones como su pasión desmesurada por los relojes, su frecuente ensimismamiento, la alternancia entre la depresión y el desvarío. Un cuadro, en fin, que se centra en los desajustes del rey como persona, pero que deja al margen todo lo que de relevante tuvo su reinado a nivel político y cultural. Y es que la práctica totalidad del argumento se centra en la vida íntima de los reyes, apenas asomándose al resto de la Corte y apenas fuera de los muros de las residencias reales, con lo que se puede echar en falta un retrato más a fondo de la época, de la sociedad y el entorno nacional e internacional en el que vivieron Felipe e Isabel; podría decirse que pasamos más tiempo en la cama de los reyes que en ningún otro lugar de todo su reino.

El relato se convierte en ocasiones en demasiado reiterativo, con escenas muy similares contadas una y otra vez. Ninguno de los personajes termina resultando simpático o atractivo al lector, aparte de ese pobre rey con los tornillos más que flojos. Es cierto que la propia autora reconoce en el epílogo del libro que no pretende realizar un retrato completo del reinado del primer Borbón español, sino dar una imagen del hombre, pero en mi opinión el hecho de que se ciña tanto a los aspectos más íntimos y escabrosos limita la visión de la figura histórica, dejando sólo el triste retrato de un pobre hombre obsesivo, incapaz de asumir el papel asignado por la vida y que, sin embargo realizó grandes cosas durante su reinado que en absoluto se ven reflejadas en esta novela. Pero es que ya ha quedado claro que ese tampoco era el objeto de la misma. Otra vez será.

2 comentarios:

  1. Lo dejo pasar esta vez que no me llama la atención.
    Besotes!!!

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    1. Ciertamente no es una novela imprescindible. Curiosa la imagen más humana de un rey de España peculiar. Pero poco más.
      Saludos.

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